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Sputnik Andrade Jul 2013
Los fantasmas iluminados de las casas que son museos se han despertado. El viento huele a lluvia cálida, las escaleras mueren en la más completa oscuridad, ¿cómo una casa se convierte en museo? preguntamos, resguardados en la dulce bruma del vino, no rojo, sino exótico púrpura de tierras lejanas.

¿Cómo las casas se hacen museos, entonces? Ilustres sombras se pasean a nuestro alrededor. No tienen nombres ni rostros. No hay cadenas, ni ruidos, ni matices. Sabemos que están ahí porque tocamos la piedra (tibia, tibia, nunca muy fría) e inferimos su presencia. Son ellos edificios ahora. Son techos y puertas y columnas. Ideas primigenias de resguardo contra la vida. Con o sin caballerizas.

La casa es museo. El museo antes fue una casa. Sea como sea, los gatos se escabullen entre los barrotes de las verjas. Tranquilos, casi elegantes, con los ojos fijos en destinos que nadie puede adivinar, porque ¿qué piensan los gatos? ¿en la vida? ¿en la vida que es suya o qué es nuestra? ¿cuál es más vida, la suya o la nuestra? Delgados y amigos de la sombra, se escabullen. No temen a los muertos, a los vivos, a los carros o a la poesía. Ni a los tejados verdes muy altos, ni a las ventanas de cristal muy grueso.

Somos, entonces, gatos que se escabullen (yo el gris, tú el ***** y la luciérnaga el pardo) y que crean mundos en las casas ahora museos. El vino en los labios, las manos en los bolsillos. Mundos instantáneos, como una mirada fugaz; mundos invisibles, como la idea de una casa o la idea de un museo.

Casas, museos, jardines solitarios, funerarias, escaleras, túneles. La arquitectura de un mundo gatuno. El mundo, vasto edificio, visto desde los ojos temerarios de dos sombras, ágiles y acostumbradas a confundirse entre la muchedumbre, que se refugian en una esquina de una casa que es museo. Pero una Casa y un Hogar después de todo.

Hogar de respiraciones agitadas, de luciérnagas intermitentes, de bocas que son más como estrellas que se dirigen a su inminente destrucción, que son más como olas que se estrellan contra las rocas. Manos y labios violentos. Cuerpos encima de un pedestal. Resguardados, protegidos, venerados. Pedazos de un todo que se han vuelto invaluables y sagrados.

Gatos salvajes, creadores del arte más empíreo, más absoluto. Arte que será puesto a perpetuidad (y por fin encontramos la respuesta a nuestra pregunta) en el museo que antes era una casa.
Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y desnuda,
parece que en una mano mía
cabes,
que así voy a cerrarte
y a llevarte a mi boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios,
has crecido,
suben tus hombros como dos colinas,
tus pechos se pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
línea de luna nueva que tiene tu cintura:
en el amor como agua de mar te has desatado:
mido apenas los ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu boca para besar la tierra.
Fa Be O Jan 2013
sos ese pájaro:
plumaje purpura,
azul,
verde bosque....
sos así,
un canto fuerte, claro
retumbante
entre las hojas de los arboles,
fluido,
parecido a los rayos de sol
que se pasean entre las ramas....
sos ese pájaro,
y yo trate,
si que trate,
mantenerte en mi jaula.
pero hasta yo,
deslumbrada como lo estaba
sabia,
sabia desde el fondo de mi corazón
que no estaba bien:
que te conocí silvestre,
libre
y que si así te quise,
así tendría que quererte aun.
abrir esa jaula fue agridulce.
volaste, sin siquiera pensarlo,
sin siquiera voltearme a ver,
una alma bohemia, al fin.
te extraño.
de vez en cuando escucho to dulce canto,
y aunque triste,
se que te sigo queriendo,
y se que así es mejor.
1/20/13
He ahorrado amistades
para los tiempos negros.
Las querencias las he acumulado
para los momentos del odio.
También los buenos recuerdos
los cargo en el bolsillo
para épocas de olvido y agobio.
Sin embargo...a veces
ni las amistades,
ni las querencias,
ni los recuerdos
son suficientes
para apartar la pálida tristeza
que llega y me habita,
rígida como el mármol,
aletargadora,
mientras del brazo de las nubes
pasean los pájaros
en la tarde sin horas.

Jorge Gómez A.
Todo en tu hablar es perfección.
Diosa que atraviesas las provincias,
rompiéndolas en dos para llegar a mí.

Qué suave se ve tu piel desde la lejanía,
tan cerca de mis manos lo redondo de tus tetas.
Se pasean por mi cabeza tus piernas de afrodita
y se levantan mis caderas explorando las tuyas.

Caminaremos por el asfalto frío de la noche
descalzas y desnudas…
Como en todas mis quimeras
bailaremos cualquier melodía
de esas películas virulentas que te gustan,
mi niña…

Iré a buscarte donde tu cuerpo habite.
Molestando a tus padres con mi chocante presencia.
Niña que ya es mujer, inocente entre mis piernas.

Sorpresivo tu arribo en mi días
con tu venida desnudez.
Iré a buscarte aunque importune
a tus amigos con mi haber.

Robando tu atención para mí
y cada espacio de tu ser.
Todo en tu voz es perfección
como mi invención de ti
desde que arribas hasta tu partir.

Cada parte de mi cuerpo es gris
hasta que tus manos magrean
con la suavidad de tu pudor
marcan tus letras en mi.

El destino en desacierto;
puente desaguisado
que separa tu tez de la mía;
malicioso arrebato.
La hélice deja de latir;
así las casas no se vuelan,
como una bandada de gaviotas.

Erizadas de manos y de brazos
que emergen de unas mangas enormes,
las barcas de los nativos nos abordan
para que, en alaridos de gorila,
ellos irrumpan en cubierta
y emprendan con fardos y valijas
un partido de "rugby".

Sobre el muelle de desembarco,
que, desde lejos,
es un parral rebosante de uvas negras,
los hombres, al hablar,
hacen los mismos gestos
que si tocaran un "jazz-band",
y cuando quedan en silencio
provocan la tentación
de echarles una moneda en la tetilla
y hundirles de una trompada el esternón.

Calles que suben,
titubean,
se adelgazan
para poder pasar,
se agachan bajo las casas,
se detienen a tomar sol,
se dan de narices
contra los clavos de las puertas
que les cierran el paso.

¡Calles que muerden los pies
a cuantos no los tienen achatados
por las travesías del desierto!

A caballo en los lomos de sus mamas,
los chicos les taconean la verija
para que no se dejen alcanzar
por los burros que pasan
con las ancas ensangrentadas
de palos y de erres.

Cada ochocientos metros
de mal olor
nos hace "flotar"
de un "upper-cut".

Fantasmas en zapatillas,
que nos miran con sus ojos desnudos,
las mujeres
entran en zaguanes tan frescos y azulados
que los hubiera firmado Fray Angélico,
se detienen ante las tiendas,
donde los mercaderes,
como en un relicario,
ensayan posturas budescas
entre las nubes tormentosas
de sus pipas de "kiff".

Con dos ombligos en los ojos
y una telaraña en los sobacos,
los pordioseros petrifican
una mueca de momia;
ululan lamentaciones
con sus labios de perro,
o una quejumbre de "cante hondo";
inciensan de tragedia las calles
al reproducir sobre los muros
votivas actitudes de estela.

En el pequeño zoco,
las diligencias automóviles,
¡guardabarros con olor a desierto!,
ábrense paso entre una multitud
que negocia en todas las lenguas de Babel,
arroja y abaraja los vocablos
como si fueran clavas,
se los arranca de la boca
como si se extrajera los molares.

Impermeables a cuanto las rodea,
las inglesas pasean en los burros,
sin tan siquiera emocionarse
ante el gesto con que los vendedores
abren sus dos alas de alfombras:
gesto de mariposa enferma
que no puede volar.

Chaquets de cucaracha,
sonrisas bíblicas,
dedos de ave de rapiña,
los judíos realizan la paradoja de vender
el dinero con que los otros compran;
y cargados de leña y de jorobas
los dromedarios arriban
con una escupida de desprecio
hacia esa humanidad que gesticula
hasta con las orejas,
vende hasta las uñas de los pies.

¡Barrio de panaderos
que estudian para diablo!
¡Barrio de zapateros
que al rematar cada puntada
levantan los brazos
en un simulacro de naufragio!
¡Barrio de peluqueros
que mondan las cabezas como papas
y extraen a cada cliente
un vasito de "sherry-brandy" del cogote!

Desde lo alto de los alminares
los almuédanos,
al ver caer el Sol,
instan a lavarse los pies
a los fieles, que acuden
con las cabezas vendadas
cual si los hubieran trepanado.

Y de noche,
cuando la vida de la ciudad
trepa las escaleras de gallinero
de los café-conciertos,
el ritmo entrecortado
de las flautas y del tambor
hieratiza las posturas egipcias
con que los hombres recuéstanse en los muros,
donde penden alfanjes de zarzuela
y el Kaiser abraza en las litografías al Sultán...

En tanto que, al resplandor lunar,
las palmeras que emergen de los techos
semejan arañas fabulosas
colgadas del cielo raso de la noche.
Todos caminan
yo también camino

es lunes y venimos con la saliva amarga
mejor dicho
son ellos los que vienen

a la sombra de no sé cuántos pisos
millones de mandíbulas
que mastican su goma
sin embargo son gente de este mundo
con todo un corazón bajo el chaleco

hace treinta y nueve años
yo no estaba
tan solo y tan rodeado
ni podía mirar a las queridas
de los innumerables ex-sargentos
de ex-sargentísimo Batista
que hoy sacan a mear
sus perros de abolengo
en las esquinas de la democracia
hace treinta y nueve años
allá abajo
más debajo de lo que hoy se conoce
como Fidel Castro o como Brasilia
abrí los ojos y cantaba un gallo
tiene que haber cantado
necesito
un gallo que le cante al Empire State Building
con toda su pasión
y la esperanza
de parecer iguales
o de serlo

todos caminan
yo también camino
a veces me detengo
ellos no
no podrían

respiro y me siento
respirar
eso es bueno
tengo sed y me cuesta
diez centavos de dólar
otro jugo de fruta
con gusto a Guatemala

este cumpleaños
no es
mi verdadero
porque este alrededor
no es
mi verdadero
los cumpliré más tarde
en febrero o en marzo
con los ojos que siempre me miraron
las palabras que siempre me dijeron
con un cielo de ayer sobre mis hombros
y el corazón deshilachado y terco
los cumpliré más tarde
o no los cumplo
pero éste no es mi verdadero

todos caminan
yo también camino
y cada dos zancadas poderosas
doy un modesto paso melancólico

entonces los becarios colombianos
y los taximetristas andaluces
y los napolitanos que venden pizza y cantan
y el mexicano que aprendió a mascar chicles
y el brasileño de insolente fotómetro
y la chilena con su amante ******
y los puertorriqueños que pasean
su belicosos miedo colectivo
miran y reconocen mi renguera
y ellos también se aflojan un momento
y dan un solo paso melancólico
como los autos de la misma marca
que se hacen una seña con las luces

nunca estuvo tan lejos
ese cielo
nunca estuvo tan lejos
y tan chico
un triángulo isósceles nublado
que ni siquiera es una nube entera

tengo unas ganas cursis
dolorosas
de ver algo de mar
de sentir como llueve en Andes y Colonia
de oír a mi mujer diciendo cualquier cosa
de escuchar las bocinas
y de putear con eco
de conseguir un tango
un pedazo de tango
tocado por cualquiera
que no sea Kostelanetz

pero también es bueno
sentir alguna vez un poco de ternura
hacia este chorro enorme
poderoso
indefenso
de humanidad dócilmente apurada
con la cruz del confort sobre su frente
un poco de imprevista ternura sin raíces
digamos por ejemplo hacia una madre equis
que ayer en el zoológico de Central Park
le decía a su niño con preciosa nostalgia
look Johnny this is a cow
porque claro
no hay vacas entre los rascacielos

y otro poco de fe
que es mi único folklore
para agitar como un pañuelo blanco
cuando pasen o simplemente canten
las tres clases de seres más vivos de este Norte
quiero decir los negros
las negras
los negritos

todos caminan
pero yo
me he sentado
un yanqui de doce años me lustra los zapatos
él no sabe que hoy es mi cumpleaños
ni siquiera que no es mi verdadero
por mi costado pasan todos ellos
aaso yo podría ser un dios provisorio
que contemplara inerme su rebaño
o podría ser un héroe más provisorio aún
y disfrutar mis trece minutos estatuarios

pero todo está claro
y es más dulce
más útil
sobre todo más dulce
reconocer que el tiempo está pasando
que está pasando el tiempo y hace ruido
y sentirse de una vez para siempre
olvidado y tranquilo
como un cero a la izquierda.
Si miras dentro,
yo miro mi alma
perdida en el viento.

Si la flores pasearan ,
lo harían en tu pelo,
como se pasean mis ojos
en tus danzantes destellos.

No busques en mi
el amor esta en ti,
No busque en mi
lo que brilla en ti.

Estas palabras,
no son para mi,
estas las repito,
por puro placer
y me recuerdo tantas veces
lo torpe que fui.

No me digas común,
no me digas igual,
que es que es un insulto
hasta para un animal.

Y me cuentan las cosas
y yo las cuento también:

Una me enamora,
Dos me lastima,
Tres más mentiras,
la Cuarta no fue,
la Quinta mejoro
y la deje en un tal vez.

No busques mi vida
no es por aquí
tu camino es más largo
quizás descanse aquí.
Las chicas de Flores, tienen los ojos dulces, como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino, y usan moños de
seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa.
Las chicas de Flores, se pasean tomadas de los brazos, para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien las mira en las
pupilas, aprietan las piernas, de miedo de que el **** se les caiga en la vereda.
Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al
sentirlas desnudas, y de noche, a remolque de sus mamas -empavesadas como fragatas- van a pasearse por la plaza, para que los hombres les
eyaculen palabras al oído, y sus pezones fosforescentes se enciendan y se apaguen como luciérnagas.
Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han dejado pasar, y el deseo de los
hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran  desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de
cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los que les pasan la vereda.
Forjada en la "Fábrica de Armas y Municiones",
la ciudad
muerde con sus almenas
un pedazo de cielo,
mientras el Tajo,
alfanje que se funde en un molde de piedra,
atraviesa los puentes y la Vega,
pintada por algún primitivo castellano
de esos que conservaron
una influencia flamenca.

Ya al subir en dirección a la ciudad,
apriétase en las llaves
la empuñadura de una espada,
en tanto que un vientecillo
nos va enmoheciendo el espinazo
para insuflarnos el empaque
que los aduaneros exigen al entrar.

¡Silencio!
¡Silencio que nos extravía las pupilas
y nos diafaniza la nariz!

¡Silencio!

Perros que se pasean de golilla
con los ojos pintados por el Greco.
Posadas donde se hospedan todavía
los protagonistas del "Lazarillo" y del "Buscón".
Puertas que gruñen y se cierran
con las llaves que se le extraviaron a San Pedro.

¡Para cruzar sobre las, murallas y el Alcázar
las nubes ensillan con arneses y paramentos medioevales!

Hidalgos que se alimentan de piedras y de orgullo,
tienen la carne idéntica a la cera de los exvotos
y un tufo a herrumbre y a ratón.
Hidalgos que se detienen para escupir
con la jactancia con que sus abuelos
tiraban su escarcela a los leprosos.

Los pies ensangrentados por los guijarros,
se gulusmea en las cocinas
un olorcillo a inquisición,
y cuando las sombras se descuelgan de los tejados,
se oye la gesta
que las paredes nos cuentan al pasar,
a cuyo influjo una pelambre
nos va cubriendo las tetillas.

¡Noches en que los pasos suenan
como malas palabras!
¡Noches, con gélido aliento de fantasma,
en que las piedras que circundan la población
celebran aquelarres goyescos!

¡Juro,
por el mismísimo Cristo de la Vega,
que a pesar del cansancio que nos purifica
y nos despoja de toda vanidad,
a veces, al atravesar una calleja,
uno se cree Don Juan!
huesos que fuego a tanto amor han dado
exilados del sur sin casa o número
ahora desueñan tanto sueño roto
una fatiga les distrae el alma

por el dolor pasean como niños
bajo la lluvia ajena/ una mujer
habla en voz baja con sus pedacitos
como acunándoles no ser/ o nunca

se fueron del país o patria o *****
que recorría la cabeza como
dicha infeliz/ país de la memoria

donde nací/ morí/ tuve sustancia/
huesitos que junté para encender/
tierra que me enterraba para siempre
Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.
Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.
Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.
Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el niño-jesús de tu amor.
He ahorrado amistades
para los tiempos negros.
Las querencias las he acumulado
para los momentos del odio.
También los buenos recuerdos
los cargo en el bolsillo
para épocas de olvido y agobio.
Sin embargo...a veces
ni las amistades,
ni las querencias,
ni los recuerdos
son suficientes
para apartar la pálida tristeza
que llega y me habita,
rígida como el mármol,
aletargadora,
mientras del brazo de las nubes
pasean los pájaros
en la tarde sin horas.

Jorge Gómez A.

— The End —