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Una noche invernal, de las más bellas
Con que engalana enero sus rigores
Y en que asoman la luna y las estrellas
Calmando penas e inspirando amores;
Noche en que están galanes y doncellas
Olvidados de amargos sinsabores,
Al casto fuego de pasión secreta
Parodiando a Romeo y a Julieta.

En una de esas noches sosegadas,
En que ni el viento a susurrar se atreve,
Ni al cruzar por las tristes enramadas
Las mustias hojas de los fresnos mueve
En que se ven las cimas argentadas
Que natura vistió de eterna nieve,
Y en la distancia se dibujan vagos
Copiando el cielo azul los quietos lagos;

Llegó al pie de una angosta celosía,
Embozado y discreto un caballero,
Cuya mirada hipócrita escondía
Con la anchurosa falda del sombrero.
Señal de previsión o de hidalguía
Dejaba ver la ***** de su acero
Y en pie quedó junto a vetusta puerta,
Como quien va a una cita y está alerta.

En gran silencio la ciudad dormida,
Tan sólo turba su quietud serena,
Del Santo Oficio como voz temida
Débil campana que distante suena,
O de amor juvenil nota perdida
Alguna apasionada cantilena
O el rumor que entre pálidos reflejos
Suelen alzar las rondas a lo lejos.

De pronto, aquel galán desconocido
Levanta el rostro en actitud violenta
Y cual del alto cielo desprendido
Un ángel a su vista se presenta
-¡Oh Manrique! ¿Eres tú? ¡Tarde has venido!
-¿Tarde dices, Leonor? Las horas cuenta.
Y el tiempo que contesta a tal reproche
Daba el reloj las doce de la noche.

Y dijo la doncella: -«Debo hablarte
Con todo el corazón; yo necesito
La causa de mis celos explicarte.
Mi amor, lo sabes bien, es infinito,
Tal vez ni muerta dejaré de amarte
Pero este amor lo juzgan un delito
Porque no lo unirán sagrados lazos,
Puesto que vives en ajenos brazos.

»Mi padre, ayer, mirándome enfadada
-Me preguntó, con duda, si era cierto
Que me llegaste a hablar enamorado,
Y al ver mi confusión, él tan experto,
Sin preguntarme más, agregó airado:
Prefiero verlo por mi mano muerto
A dejar que con torpe alevosía
Mancille el limpio honor de la hija mía.

»Y alguien que estaba allí dijo imprudente:
¡Ah! yo a Manrique conocí en Sevilla,
Es guapo, decidor, inteligente,
Donde quiera que está resalta y brilla,
Mas conozco también a una inocente
Mujer de alta familia de Castilla,
En cuyo hogar, cual áspid, se introdujo
Y la mintió pasión y la sedujo.

Entonces yo celosa y consternada
Le pregunté con rabia y amargura,
Sintiendo en mi cerebro desbordada
La fiebre del dolor y la locura:
-¿Esa inocente víctima inmolada
Hoy llora en el olvido su ternura?
Y el delator me respondió con saña:
-¡No! La trajo Manrique a Nueva España.

»Si es la mujer por condición curiosa
Y en inquirir concentra sus anhelos,
es más cuando ofendida y rencorosa
siente en su pecho el dardo de los celos
Y yo, sin contenerme, loca, ansiosa,
Sin demandar alivios ni consuelos,
Le pregunté por víctima tan bella
Y en calma respondió: -Vive con ella.

»Después de tal respuesta que ha dejado
Dudando entre lo efímero y lo cierto
A un corazón que siempre te ha adorado
Y sólo para ti late despierto,
Tal como deja un filtro envenenado
Al que lo apura, sin color y yerto:
No te sorprenda que a tu cita acuda
Para que tú me aclares esta duda».

Pasó un gran rato de silencio y luego
Manrique dijo con la voz serena
-«Desde que yo te vi te adoro ciego
Por ti tengo de amor el alma llena;
No sé si esta pasión ni si este fuego
Me ennoblece, me salva o me condena,
Pero escucha, Leonor idolatrada,
A nadie temo ni me importa nada.

»Muy joven era yo y en cierto día
Libre de desengaños y dolores,
Llegué de capitán a Andalucía,
La tierra de la gracia y los amores.
Ni la maldad ni el mundo conocía,
Vagaba como tantos soñadores
Que en pos de algún amor dulce y profundo
Ven como eterno carnaval el mundo.

»Encontré a una mujer joven y pura,
Y no sé qué la dije de improviso,
La aseguré quererla con ternura
Y no puedo negártelo: me quiso.
Bien pronto, tomó creces la aventura;
Soñé tener con ella un paraíso
Porque ya en mis abuelos era fama:
Antes Dios, luego el Rey, después mi dama.

»Y la llevé conmigo; fue su anhelo
Seguirme y fue mi voluntad entera;
Surgió un rival y le maté en un duelo,
Y después de tal lance, aunque quisiera
Pintar no puedo el ansia y el desvelo
Que de aquella Sevilla, dentro y fuera,
Me dio el amor como tenaz castigo
Del rapto que me pesa y que maldigo.

»A noticias llegó del Soberano
Esta amorosa y juvenil hazaña
Y por salvarme me tendió su mano,
Y para hacerme diestro en la campaña
Me mandó con un jefe veterano
A esta bella región de Nueva España...
¿Abandonaba a la mujer aquella?
Soy hidalgo, Leonor, ¡vine con ella!

»Te conocí y te amé, nada te importe
La causa del amor que me devora;
La brújula, mi bien, siempre va al norte;
La alondra siempre cantará a la aurora.
¿No me amas ya? pues deja que soporte
A solas mi dolor hora tras hora;
No demando tu amor como un tesoro,
¡Bástame con saber que yo te adoro!

»No adoro a esa mujer; jamás acudo
A mentirle pasión, pero tú piensa
Que soy su amparo, su constante escudo,
De tanto sacrificio en recompensa.
Tú, azucena gentil, yo cardo rudo,
Si ofrecerte mi mano es una ofensa
Nada exijo de ti, nada reclamo,
Me puedes despreciar, pero te amo».

Después de tal relato, que en franqueza
Ninguno le excedió, calló el amante,
Inclinó tristemente la cabeza;
Cerró los ojos mudo y anhelante
Ira, celos, dolor, miedo y tristeza
Hiriendo a la doncella en tal instante
Parecían decirle con voz ruda:
La verdad es más negra que la duda.

Quiere alejarse y su medrosa planta
De aquel sitio querido no se mueve,
Quiere encontrar disculpa, mas le espanta
De su adorado la conducta aleve;
Quiere hablar y se anuda su garganta,
Y helada en interior como la nieve
Mira con rabia a quien rendida adora
Y calla, gime, se estremece y llora.

¡Es el humano corazón un cielo!
Cuando el sol de la dicha lo ilumina
Parece azul y vaporoso velo
Que en todo cuanto flota nos fascina:
Si lo ennegrece con su sombra el duelo,
Noche eterna el que sufre lo imagina,
Y si en nubes lo envuelve el desencanto
Ruge la tempestad y llueve el llanto.

¡Ah! cuán triste es mirar marchita y rota
La flor de la esperanza y la ventura,
Cuando sobre sus restos solo flota
El ***** manto de la noche obscura;
Cuando vierte en el alma gota a gota
Su ponzoñosa esencia la amargura
Y que ya para siempre en nuestra vida
La primera ilusión está perdida.

Leonor oyendo la ****** historia
Del hombre que encontrara en su camino,
Miró eclipsarse la brillante gloria
De su primer amor, casto y divino;
Su más dulce esperanza fue ilusoria,
Culpaba, no a Manrique, a su destino
Y al fin le dijo a su galán callado:
-«Bien; después de lo dicho, ¿qué has pensado?

»Tanta pasión por ti mi pecho encierra
Que el dolor que me causas lo bendigo;
Voy a vivir sin alma y no me aterra,
Pues mi culpa merece tal castigo.
Como a nadie amaré sobre la tierra
Llorando y de rodillas te lo digo,
Haz en mi nombre a esa mujer dichosa,
Porque yo quiero ser de Dios esposa.

Calló la dama y el galán, temblando,
Dijo con tenue y apagado acento:
-«Haré lo que me pidas; te estoy dando
Pruebas de mi lealtad, y ya presiento
Que lo mismo que yo te siga amando
Me amarás tú también en el Convento;
Y si es verdad, Leonor, que me has querido
Dame una última prueba que te pido.

»No tu limpia pureza escandalices
con este testimonio de ternura
No hay errores, ni culpas, ni deslice
Entre un hombre de honor y un alma pura;
Si vamos a ser ambos infelices
Y si eterna ha de ser nuestra amargura,
Que mi postrer adiós que tu alma invoca
Lo selles con un beso de mi boca».

Con rabia, ciega, airada y ofendida,
-«No me hables más,- repuso la doncella
Sólo pretendes verme envilecida
Y mancillarme tanto como a aquélla.
Te adoro con el alma y con la vida
Y maldigo este amor, pese a mi estrella,
Si hidalgo no eres ya ni caballero
Ni debo amarte, ni escucharte quiero».

Manrique, entonces la cabeza inclina,
Siente que se estremece aquel recinto,
Y sacando una daga florentina,
Que llevaba escondida bajo el cinto
Como un tributo a la beldad divina
Que amó con un amor jamás extinto,
Altivo, fiero y de dolor deshecho
Diciendo: -«Adiós, Leonor», la hundió en su pecho.

La dama, al contemplar el cuerpo inerte
En el dintel de su mansión caído,
Maldiciendo lo ***** de la suerte,
Pretende dar el beso apetecido.
Llora, solloza, grita ante la muerte
Del hombre por su pecho tan querido,
Y antes de que bajara hasta la puerta
La gente amedrentada se despierta.

Leonor, a todos sollozando invoca
Y les pide la lleven al convento
Junto a Manrique, en cuya helada boca
Un beso puede renovar su aliento.
Todos claman oyéndola: «¡Está loca!»
Y ella, fija en un solo pensamiento
Convulsa, inquieta, lívida y turbada
Cae, al ver a su padre, desmayada.

Y no cuentan las crónicas añejas
De aquesta triste y amorosa hazaña,
Si halló asilo Leonor tras de las rejas
De algún convento de la Nueva España.
Tan fútil como todas las consejas,
Si ésta que narro a mi le lector extraña,
Sepa que a la mansión de tal suceso,
Llama la gente: «El Callejón del Beso».
Krusty Aranda Feb 2017
Gracias a ti aprendí a escuchar la letra de mis canciones.
Me enseñaste a escuchar más allá del ruido,
a entender las emociones que yacen debajo de una melodía,
debajo de una tierna voz.
Aprendí de ti que una palabra no significa nada,
que los besos no temen al mañana,
que un abrazo vive y muere en el hoy.
Gracias a ti aprendí que una amistad no es lo mismo que un amigo.
Una relación carece de calificativo
cuando dos personas conviven,
ríen,
lloran,
beben
y se enamoran
si, al final, todo queda en el olvido.
Comprendí que mis poemas exponen mis mentiras.
No te amo y te enamoro en rimas.
No te busco y aún así te encuentro.
No te sueño y maldigo al amanecer.
Me enseñaste a no llorar,
a engañarme y a herirme.
Que un deseo es un puñal,
un sueño una granada,
un anhelo un exterminio de mi propia sanidad.
Aprendí de ti a no juzgar a una persona.
Que saber su historia no es conocerla.
Que follar no es estar enamorado.
Que un te amo no es igual que otro.
Me enseñaste a caerme y me enseñaste a levantarme.
Me enseñaste a no quererte y a empezar a odiarme.
Me enseñaste y no sabías lo que me estabas haciendo,
a pesar de comentarlo día con día y verso a verso.
Aprendí de ti que la vida no se acaba,
que la muerte no me acecha,
que mi día es eterno,
que para siempre es un segundo
y que un segundo es para siempre,
que el amor no mata,
que los besos no envenenan,
que no eres para mi...

Gracias a ti aprendí a escuchar la letra de mis canciones.
A distinguir entre voces,
entre coros y solistas,
entre emociones ficticias,
entre verdades y mentiras.
LKenzo Dec 2020
Este viaje esta durando tanto
mi corazón se ha roto tantas veces
que ya ni siquiera siento tu contacto.
En 3 días dejo de ser un niño
y mentiría si dijese que no me da miedo.
Vuelvo al dolor, en cada parte de mi
y la tristeza besando de nuevo mis labios
la pistola humeante entre las manos.
Últimamente siento que la vida ha estado
probándome, valorando cuanto valgo,
cuanto aguanto.
Hoy en la oscuridad recuerdo, mama,
las palabras que me dijiste en la cena
intentando ser un buen hijo, no solo para ti
Al final del día, cierro mis ojos
conteniendo saladas lágrimas de desesperación
pues se que nada de lo malo que puedas decir
salvará mi alma de ti.
Quiero que sepas que te defiendo,
a capa y a espada,
a sangre y carne,
con hierro y oro.

Acurrucada en el llanto de mi habitación
rodeada de un ***** cielo
“morir ahora sería una forma sencilla de acabar”
Nunca hubo un año como este
nunca amé a alguien tanto como a él
adicta
intento mirarte a los ojos, aunque ya no puedo
las razones son obvias
A ti,
Yo te maldigo
te maldigo por darme de tu veneno,
los abrazos rotos en la madrugada,
te maldigo por no quererme como te quiero,
dejándome sola todas las noches.
Hablando con mi Dios
Se que a veces quieren más los jóvenes
a personas erróneas que a ellos mismos.
Me das miedo
porque me conozco lo suficiente
para saber lo que me sucede
todas las veces
que tu mirada toca la mía
No he nacido triste.
Conozco los caminos
por los que no volveré a pasar
En el juicio todos gritan
sé que Belcebú tiene ya un destino para mi,
La forma en la que percibo a la gente
está rota,
por eso intento aferrarme a ti antes que dejarte ir.
Mama,
Los cascabeles sonarán en mi cabeza
cada vez, que, para verte, al cielo ascienda
con certeza, sé, todas las veces que has llorado
yo también lo he hecho en mi cuarto...
Hasta que la madera del suelo
se ha inflado y agrietado.
Me pregunto quien vendrá a cenar mañana
He llegado al límite, superando al bien y al mal.
Te pido.
Llévame en tus brazos,
como solías hacer,
como si no fuese la primera vez
Lo siento.
Desciendo a los infiernos y siento que te necesito
Señor, déjame entender...
Desciendo a los infiernos,
estoy cayendo.
No se que hacer.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.Hago mías las faltas.  Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Al rumor de la orquesta, entre el rüido
Que del aplauso en el salón resuena,
El eco escucho de tu voz serena,
Y pertinaz me sigue tu gemido.

Arcángel de mi amor, ¿dónde te has ido?
Tú ya duermes en paz, yo vivo en pena,
Y sólo tu recuerdo es el que llena
Mi corazón llagado y dolorido.

Donde quiera que estés ¡oh mi tesoro!
Verás bien cuánto sufro con no verte,
Cuánto entre risas por tu ausencia lloro;

Cuánto maldigo mi contraria suerte.
Mi conciencia es tu altar; allí te adoro;
Y tu amor inmortal vence a la muerte.
Jr May 2019
Al final de lo que tengo en vista
allá en el horizonte
se levanta una silueta
que aterra el corazón

la lleno con oro y plumas
adorno sus pieles con perfumes y colores
y maldigo al que se oponga
a tu visita

nunca me apartas la vista
me haces tuyo y llenas mi frente
con aceites
y lavas mis pelos
con agua fría

mi nombre ya no es mi nombre
los míos ya no son míos
y me miran con rencor y desconfianza
y mis dioses me susurran la traición

envuelto en sedas preciosas
de mundos que no conozco
lleno tu cráneo de oro
y bebo de tus vasos

mi alma no descansa
en las pupilas dónde reboto
y más bien soy
una diana

entran en mi piel los fierros
la tierra misma impacta sobre mi pecho
me veo, así, dejando mi recipiente
uniéndome con los míos que ya no son

cambiamos los néctares deliciosos
que nos brindaba la tierra
por viles líquidos que queman la garganta
y el precio fue la muerte
Soy enredadera:
¡Bendecida el hacha que mi tronco hiera!

              Soy una amatista:
¡Alabado el lodo que mi lumbre vista!

              Lámpara votiva,
Maldigo al aceite que me tiene viva.

              Falena rosada,
Sueño en una espina, para ser clavada.

Roca que desdeña la miel de la fruta,
Pido, en cambio, el vaso lleno de cicuta.

Puesto que he perdido la luz de su amor,
El ser que me diste, ¡tómalo, Señor!

Mutila mi lengua que aún por él dama.
Ciégame estos ojos que aún buscan su llama.

Córtame estas manos cobardes que imploran
Y cierra estos labios que por él te oran!

              Convierte en ceniza,
Estos pies que aún buscan la ruta que él pisa.

              Tapia los oídos,
Que aún su acento atisban en todos los ruidos.

              ¡Ay, triste de mí,
Que luz y alegría con su amor perdí!

              ¡Ay, triste de mí,
Que ya nunca, nunca seré lo que fui!

— The End —