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Alev Jul 2014
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Julio Cortázar.
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular,
aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que,
con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar
un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de
ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de
plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto
forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero
simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros
cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol
decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre
otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos,
cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna
es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama
particular de cada vencido. Por supuesto, ciertos avispados
espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no
acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por
qué este o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el
árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también
intuye hacia qué lado irá el tiro, y un segundo
después, cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso
sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al
otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez
congénita. Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la
historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes
como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero
olímpico con la torpeza del patadura actual, que no acierta
nunca y es esquivado una y mil veces. Recuerdo borroso de una
época en que había un centre-half y un centre-forward,
cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el
juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El
espectador veterano sabe que cuando el fútbol se
convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling
en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en
pena, todo se vino abajo y ésa es la explicación de que
muchos lleven al estadio sus radios a transistores, ya que al menos
quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las
estupendas jugadas que imaginan. Bueno, para eso les pagan,
¿verdad? Para imaginar estupendas jugadas y está bien.
Por eso, cuando alguien ha hecho un gol y después de los abrazos
y pirámides humanas el juego se reanuda, el locutor
idóneo sigue colgado de la "o" de su gooooooool, que en realidad
es una jugada suya, subjetiva, personal, y no exactamente del delantero
que se limitó a empujar con la frente un centro que, entre todas
las otras, eligió su cabeza. Y cuando el locutor idóneo
llega por fin al desenlace de la "ele" final de su gooooooool privado,
ya el árbitro ha señalado un orsai que favorece,
¿por qué no?, al locatario.

Es bueno contemplar alguna vez la cancha desde aquí, desde lo
alto. Así al menos piensa Benjamín Ferrés,
veintitrés años, digamos delantero de un Club Chico,
alguien últimamente en alza según los cronistas
deportivos más estrictos, y que hoy, después de empatarle
al Club Grande y ducharse y cambiarse, no se fue del estadio con el
resto del equipo y prefirió quedarse a mirar, desde la tribuna
ya vacía (sólo quedan los cafeteros y heladeros y
vendedores de banderitas, que recogen sus bártulos o tal vez
hacen cuentas) aquel campo en el que estuvo corriendo durante noventa
minutos e incluso convirtió uno, el segundo, de los dos goles
que le otorgan al Club Chico eso que suele llamarse un punto de oro.
Sí, desde aquí arriba el césped es una alfombra,
casi un paño verde como el del casino, con la importante
diferencia de que allá los números son fijos,
permanentes, y aquí (él, por ejemplo, es el ocho) cambian
constantemente de lugar y además se repiten. A lo mejor con el
flaco Suárez (que lleva el once prendido en la espalda)
podrían ser una de las parejas negras. O no. Porque de ambos,
sólo el Flaco es oscurito.

Ahora se levanta un viento arisco y las gradas de cemento son
recorridas por vasos de plástico, hojas de diario, talones de
entradas, almohadillas, pelotas de papel. Remolinos casi fantasmales
dan la falsa impresión de que las gradas se mueven, giran,
bailotean, se sacuden por fin el sol de la tarde. Hay papeles que suben
las escaleras y otros que se precipitan al vacío. A
Benjamín (Benja, para la hinchada) le sube una bocanada de
desconsuelo, de extraña ansiedad al enfrentarse, ¿por
primera vez?, con la quimera de cemento en estado de pureza (o de
basura, que es casi lo mismo) y se le ocurre que el estadio
vacío, desolado, es como un esqueleto de multitud, un eco
fantasmal de esa misma muchedumbre cuando ruge o aplaude o insulta o
agita banderas. Se pregunta cómo se habrá visto su gol
desde aquí, desde esta tribuna generalmente ocupada por las
huestes del adversario. Para los de abajo en la tabla, el estadio
siempre es enemigo: miles y miles de voces que los acosan, los
persiguen, los hunden, porque generalmente el que juega aquí, el
permanente locatario, es uno de los Grandes, y los de abajo sólo
van al estadio cuando les toca enfrentarlos, y en esas ocasiones apenas
si acarrean, en el mejor de los casos, algunos cientos de
fanáticos del barrio, que, aunque se desgañitan y agitan
como locos su única y gastada bandera, en realidad no cuentan,
es imposible que tapen, desde su islote de alaridos, el gran rugido de
la hinchada mayor. Desde abajo se sabe que existen, claro, y eso es
bueno, y de vez en cuando, cuando se suspende el juego por
lesión o por cambio de jugadores, los del Club Chico van con la
mirada al encuentro de aquel rinconcito de tribuna donde su bandera
hace guiños en clave, señales secretas como las del
truco. Y ésta es la mejor anfetamina, porque los llena de
saludable euforia y además no aparece en los controles
antidopping.

Hoy empataron, no está mal, se dice Benja, el número
ocho. Y está mejor porque todos sus huesos están enteros,
a pesar de la alevosa zancadilla (esquivada sólo por
intuición) que le dedicaran en el toletole previo al primer gol,
dos segundos antes de que el Colorado empujara nuevamente la globa con
el empeine y la colocara, inalcanzable, junto al poste izquierdo.
Después de todo, la playa es mía. Desde hace quince
años la vengo adquiriendo en pequeñas cuotas. Cuotas de
sol y dunas. Todos esos prójimos, prójimas y projimitos
que se ven tendidos sobre las rocas o bajo las sombrillas o corriendo
tras una pelota de engañapichanga o jugando a la paleta en una
cancha marcada en la arena con líneas que al rato se borran,
todos esos otros, están en la playa gracias a que yo les permito
estar. Porque la playa es mía. Mío el horizonte con
toninas remotas y tres barquitos a vela. Míos los peces que
extraen mis pescadores con mis redes antiguas, remendadas. El aire
salitroso y los castillos de arena y las aguas vivas y las algas que ha
traído la penúltima ola. Todo es mío.
¿Qué sería de mí, el número ocho,
sin estas mañanas en que la playa me convence de que soy libre,
de que puedo abrazar esta roca, que es mi roca mujer o tal vez mi roca
madre, y estirarme sin otros límites que mi propio límite
o hasta que siento las tenazas del cangrejo barcino sobre mi dedo
gordo? Aquí soy número ocho sin llevarlo en la espalda.
Soy número ocho sencillamente porque es mi identidad. Un cura o
un teniente o un payaso no necesitan vestir sotana o uniforme o traje
de colores para ser cura o teniente o payaso. Soy número ocho
aunque no lo lleve dibujado en el lomo y aunque ningún botija se
arrime a pedirme autógrafos, porque sólo se piden
autógrafos a los de los Clubes Grandes. Y creo que siempre
seré de Club Chico, porque me gusta amargarles la fiesta, no a
los jugadores que después de todo son como nosotros, sólo
que con más suerte y más guita, ni siquiera a la hinchada
grande por más que nos insulte cuando hacemos un fau y festeje
ruidosamente cuando el otro nos propina un hachazo en la canilla. Me
gusta arruinarles la fiesta, sobre todo a los dirigentes, esos
industriales bien instalados en su cochazo, en su piso de la Rambla y
en su mondongo, señores cuya gimnasia sabatina o dominical
consiste en sentarse muy orondos, arriba en el palco oficial, y desde
ahí ver cómo allá abajo nos reventamos, nos
odiamos, nos derretimos en sudores, y cuando sus jugadores ganan,
condescienden a llegar al vestuario y a darles una palmadita en el
hombro, disimulando apenas el asco que les provoca aquella piel
todavía sudada, y en cambio, cuando sus jugadores pierden, se
van entonces directamente a su casa, esta vez por supuesto sin ocultar
el asco. En verdad, en verdad os digo que yo ignoro si hacen eso, pero
me lo imagino. Es decir, tengo que imaginarlo así, porque una
cosa son las instrucciones del entrenador, que por supuesto trato de
cumplir si no son demasiado absurdas, y otra cosa son las instrucciones
que yo me doy, verbigracia vamo vamo número ocho hay que aguarle
la fiesta a ese presidente cogotudo, jactancioso y mezquino, que viene
al estadio con sus tres o cuatro nenes que desde ya tienen caritas de
futuros presidentes cogotudos. Bueno, no sé ni siquiera si tiene
hijos, pero tengo que imaginarlo así porque soy el número
ocho, insustituible titular de un Club Chico y, ya que cobro poco,
tengo que inventarme recompensas compensatorias y de esas recompensas
inventadas la mejor es la posibilidad de aguarle la fiesta al cogotudo
presidente del Grande, a fin de que el lunes, cuando concurra a su
Banco o a su banca, pase también su vergüenza rica, su
vergüenza suntuosa, así como nosotros, los que andamos en
la segunda mitad de la tabla, sufrimos, cuando perdemos, nuestra
vergüenza pobre. Pero, claro, no es lo mismo, porque los Grandes
siempre tienen la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio,
sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. Y
cuando no ganamos y volvemos al barrio, la gente no nos mira con
menosprecio sino con tristeza solidaria, en tanto que al presidente
cogotudo, cuando vuelve el lunes a su Banco o a su banca, la gente, si
bien a veces se atreve a decirle qué barbaridad doctor porque
ustedes merecieron ganar y además por varios goles, en realidad
está pensando te jodieron doctor qué salsa les dieron
esos petizos. Por eso a mí no me importa ser número ocho
titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni
en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con
autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé
hacer. Por ahora al menos. También es un consuelo que la playa
sea mía, y como mía pueda recorrerla descalzo, casi
desnudo, sintiendo el sol en la espalda y la brisa en los ojos, o
tendiéndome en las rocas pero de cara al mar, consciente de que
atrás dejo la ciudad que me espía o me protege,
según las horas y según mi ánimo, y adelante
está esa llanura líquida, infinita, que me lame, me
salpica, a veces me da vértigo y otras veces me brinda una
insólita paz, un extraño sosiego, tan extraño que
a veces me hace olvidar que soy número ocho.
Alejandra. Lo extraño había sido que Benja conociera sus
manos antes que su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus
manos antes que de su rostro. Él regresaba de San Pablo en un
vuelo de Pluna. El equipo se había trasladado para jugar dos
amistosos fuera de temporada, pero Benja sólo había
participado en el primero porque en una jugada tonta había
caído mal y el desgarramiento iba a necesitar por lo menos cinco
días de cuidado, así que el preparador físico
decidió mandarlo a Montevideo para que allí lo atendieran
mejor. De modo que volvía solo. A la media hora de vuelo se
levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio
tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró.
Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha
Christie, que le proponía un enigma afilado, bienhumorado y
sutil como todos los suyos.

De pronto percibió que algo singular estaba ocurriendo. En el
respaldo que estaba frente a él apareció una mano de
mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas
cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que
expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo
irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual.
Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda
compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su
lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. Las manos se
movían con sobriedad, se rozaban a veces. Él
imaginó que lo llamaban sin llamarlo, que le contaban una
historia, que le ofrecían respuestas a interrogantes que
aún no había formulado; en fin, que querían ser
asidas. Y lo más preocupante era que él también
quería asirlas, con todos los riesgos que un acto así
podía implicar, verbigracia que la dueña de aquellas
manos llamara inmediatamente a la azafata, o se levantara, enfrentada a
su descaro, y le propinara una espléndida bofetada, con toda la
vergüenza, adicional y pública, que semejante castigo
podía provocar. Hasta llegó a concebir, como un destello,
un título, a sólo dos columnas (porque era número
ocho, pero sólo de un Club Chico): conocido futbolista uruguayo
abofeteado en pleno vuelo por dama que se defiende de agresión
******.

Y sin embargo las manos hablaban. Sutiles, seductoras,
finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como
creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado
el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir
la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a
convocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió
jugarse el todo por el todo y asumir el riesgo del ridículo, el
escándalo y el titular a dos columnas que acabaran con su
carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil
decisión y tras ajustarse también él el
cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos
cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó
un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya
prolongó aquel extraño contacto por unos segundos, luego
se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron,
pero no pasó nada. No hubo llamada a la azafata ni bofetada.
Él respiró y quedó a la espera. Cuando el
avión comenzaba el descenso, una de las manos apareció de
nuevo y traía un papel, más bien un papelito, doblado en
dos. Benja lo recogió y lo abrió lentamente. Conteniendo
la respiración, leyó: 912437.

Se sintió eufórico, casi como cuando hacía un gol
sobre la hora y la hinchada del barrio vitoreaba su nombre y él
alzaba discretamente un brazo, nada más que para comunicar que
recibía y apreciaba aquel apoyo colectivo, aquel afecto, pero
los compañeros sabían que a él no le gustaba toda
esa parafernalia de abrazos, besos y palmaditas en el trasero, algo que
se había vuelto habitual en todas las canchas del mundo.
Así que cuando metía un gol sólo le tocaban un
brazo o le hacían desde lejos un gesto solidario. Pero ahora,
con aquel prometedor 912437 en el bolsillo, descendió del
avión como de un podio olímpico y diez minutos
después pudo mirar discretamente hacia la dueña de las
manos, que en ese instante abría su valija frente al funcionario
aduanero, y Benja comprobó que el rostro no desmerecía la
belleza y la seducción de las manos que lo habían enamorado.
Benja y Martín se encontraron como siempre en la pizzería
del sordo Bellini. Desde que ambos integraran el cuadrito juvenil de La
Estrella habían cultivado una amistad a prueba de balas y
también de codazos y zancadillas. Benja jugaba entonces de
zaguero y sin embargo había terminado en número ocho.
Martín, que en la adolescencia fuera puntero derecho, más
tarde (a raíz de una sustitución de emergencia, tras
lesiones sucesivas y en el mismo partido del golero titular y del
suplente) se había afincado y afirmado en el arco y hoy era uno
de los guardametas más cotizados y confiables de Primera A.

El sordo Bellini disfrutaba plenamente con la presencia de los dos
futbolistas. Él, que normalmente no atendía las mesas
sino que se instalaba en la caja con su gorra de capitán de
barco, cuando Martín y Benja aparecían, solos o
acompañados, de inmediato se arrimaba solícito a dejarles
el menú, a recoger los pedidos, a recomendarles tal o cual plato
y sobre todo a comentar las jugadas más notables o más
polémicas del último domingo.

Era algo así como el fan particular de Benja y Martín y
su caballito de batalla era hacerles bromas c
Alev May 2014
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

Lee todo en: Rima LIII - Poemas de Gustavo Adolfo Bécquer http://www.poemas-del-alma.com/rima-liii.htm#ixzz32XxscF4bVolverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
¡esas... no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
¡esas... no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!*

― Gustavo Adolfo Bécquer
Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.   Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.   Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.   Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.   La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.   El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.   Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.   Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.   Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.   Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.-Hijos, ¿qué hacéis? -les pregunta.Ellos se miran y callan.-Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.   Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.-Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.   Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.   Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;-Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.   Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.   Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.   Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.   A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.   Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.   Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.   Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.
    Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
ya las abejas doradas
liban para sus colmenas,
y en los nidos, que coronan
las torres de las iglesias,
asoman los garabatos
ganchudos de las cigüeñas.Ya los olmos del camino
y chopos de las riberas
de los arroyos, que buscan
al padre Duero, verdean.El cielo está azul, los montes
sin nieve son de violeta.La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza;
muerto está quien la ha labrado,
mas no le cubre la tierra.   La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla, de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza,
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera.   Los hijos de Alvargonzález,
por una empinada senda,
para tomar el camino
de Salduero a Covaleda,
cabalgan en pardas mulas,
bajo el pinar de Vinuesa.Van en busca de ganado
con que volver a su aldea,
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan.Van Duero arriba, dejando
atrás los arcos de piedra
del puente y el caserío
de la ociosa y opulenta
villa de indianos. El río
al fondo del valle, suena,
y de las cabalgaduras
los cascos baten las piedras.A la otra orilla del Duero
canta una voz lastimera:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.»   Llegados son a un paraje
en donde el pinar se espesa,
y el mayor, que abre la marcha,
su parda mula espolea,
diciendo: -Démonos prisa;
porque son más de dos leguas
de pinar y hay que apurarlas
antes que la noche venga.Dos hijos del campo, hechos
a quebradas y asperezas,
porque recuerdan un día
la tarde en el monte tiemblan.Allá en lo espeso del bosque
otra vez la copla suena:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».   Desde Salduero el camino
va al hilo de la ribera;
a ambas márgenes del río
el pinar crece y se eleva,
y las rocas se aborrascan,
al par que el valle se estrecha.Los fuertes pinos del bosque
con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
amarradas a las piedras;
los de troncos plateados
cuyas frondas azulean,
pinos jóvenes; los viejos,
cubiertos de blanca lepra,
musgos y líquenes canos
que el grueso tronco rodean,
colman el valle y se pierden
rebasando ambas laderasJuan, el mayor, dice: -Hermano,
si Blas Antonio apacienta
cerca de Urbión su vacada,
largo camino nos queda.-Cuando hacia Urbión alarguemos
se puede acortar de vuelta,
tomando por el atajo,
hacia la Laguna Negra
y bajando por el puerto
de Santa Inés a Vinuesa.-Mala tierra y peor camino.
Te juro que no quisiera
verlos otra vez. Cerremos
los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
volvámonos a la aldea
por este valle, que, a veces,
quien piensa atajar rodea.Cerca del río cabalgan
los hermanos, y contemplan
cómo el bosque centenario,
al par que avanzan, aumenta,
y la roqueda del monte
el horizonte les cierra.El agua, que va saltando,
parece que canta o cuenta:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».
    Aunque la codicia tiene
redil que encierre la oveja,
trojes que guarden el trigo,
bolsas para la moneda,
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra.Así, a un año de abundancia
siguió un año de pobreza.   En los sembrados crecieron
las amapolas sangrientas;
pudrió el tizón las espigas
de trigales y de avenas;
hielos tardíos mataron
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas.A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.   Es una noche de invierno.
Cae la nieve en remolinos.
Los Alvargonzález velan
un fuego casi extinguido.El pensamiento amarrado
tienen a un recuerdo mismo,
y en las ascuas mortecinas
del hogar los ojos fijos.No tienen leña ni sueño.Larga es la noche y el frío
arrecia. Un candil humea
en el muro ennegrecido.El aire agita la llama,
que pone un  fulgor rojizo
sobre las dos pensativas 
testas de los asesinos.El mayor de Alvargonzález,
lanzando un ronco suspiro,
rompe el silencio, exclamando:-Hermano, ¡qué mal hicimos!El viento la puerta bate
hace temblar el postigo,
y suena en la chimenea
con hueco y largo bramido.Después, el silencio vuelve,
y a intervalos el pabilo
del candil chisporrotea
en el aire aterecido.El segundo dijo: -Hermano,
¡demos lo viejo al olvido!

  Es una noche de invierno.
Azota el viento las ramas
de los álamos. La nieve
ha puesto la tierra blanca.Bajo la nevada, un hombre
por el camino cabalga;
va cubierto hasta los ojos,
embozado en negra capa.Entrado en la aldea, busca
de Alvargonzález la casa,
y ante su puerta llegado,
sin echar pie a tierra, llama.   Los dos hermanos oyeron
una aldabada a la puerta,
y de una cabalgadura
los cascos sobre las piedras.Ambos los ojos alzaron
llenos de espanto y sorpresa.-¿Quién es?  Responda -gritaron.-Miguel -respondieron fuera.Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.   Abierto el portón, entróse
a caballo el caballero
y echó pie a tierra. Venía
todo de nieve cubierto.En brazos de sus hermanos
lloró algún rato en silencio.Después dio el caballo al uno,
al otro, capa y sombrero,
y en la estancia campesina
buscó el arrimo del fuego.   El menor de los hermanos,
que niño y aventurero
fue más allá de los mares
y hoy torna indiano opulento,
vestía con ***** traje
de peludo terciopelo,
ajustado a la cintura
por ancho cinto de cuero.Gruesa cadena formaba
un bucle de oro en su pecho.Era un hombre alto y robusto,
con ojos grandes y negros
llenos de melancolía;
la tez de color moreno,
y sobre la frente comba
enmarañados cabellos;
el hijo que saca porte
señor de padre labriego,
a quien fortuna le debe
amor, poder y dinero.
De los tres Alvargonzález
era Miguel el más bello;
porque al mayor afeaba
el muy poblado entrecejo
bajo la frente mezquina,
y al segundo, los inquietos
ojos que mirar no saben
de frente, torvos y fieros.   Los tres hermanos contemplan
el triste hogar en silencio;
y con la noche cerrada
arrecia el frío y el viento.-Hermanos, ¿no tenéis leña?-dice Miguel.             -No tenemos
-responde el mayor.               Un hombre,
milagrosamente, ha abierto
la gruesa puerta cerrada
con doble barra de hierro.

El hombre que ha entrado tiene
el rostro del padre muerto.Un halo de luz dorada
orla sus blancos cabellos.
Lleva un haz de leña al hombro
y empuña un hacha de hierro.   De aquellos campos malditos,
Miguel a sus dos hermanos
compró una parte, que mucho
caudal de América trajo,
y aun en tierra mala, el oro
luce mejor que enterrado,
y más en mano de pobres
que oculto en orza de barro.   Diose a trabajar la tierra
con fe y tesón el indiano,
y a laborar los mayores
sus pegujales tornaron.   Ya con macizas espigas,
preñadas de rubios granos,
a los campos de Miguel
tornó el fecundo verano;
y ya de aldea en aldea
se cuenta como un milagro,
que los asesinos tienen
la maldición en sus campos.   Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.¡qué mala muerte le dieron
los hijos malos!En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado».   Miguel, con sus dos lebreles
y armado de su escopeta,
hacia el azul de los montes,
en una tarde serena,
caminaba entre los verdes
chopos de la carretera,
y oyó una voz que cantaba:«No tiene tumba en la tierra.
Entre los pinos del valle
del Revinuesa,
al padre muerto llevaron
hasta la Laguna Negra».
    La casa de Alvargonzález
era una casona vieja,
con cuatro estrechas ventanas,
separada de la aldea
cien pasos y entre dos olmos
que, gigantes centinelas,
sombra le dan en verano,
y en el otoño hojas secas.   Es casa de labradores,
gente aunque rica plebeya,
donde el hogar humeante
con sus escaños de piedra
se ve sin entrar, si tiene
abierta al campo la puerta.   Al arrimo del rescoldo
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.   A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar, y, al fondo,
una gastada escalera,
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas.   Los Alvargonzález moran
con sus mujeres en ellas.
A ambas parejas que hubieron,
sin que lograrse pudieran,
dos hijos, sobrado espacio
les da la casa paterna.   En una estancia que tiene
luz al huerto, hay una mesa
con gruesa tabla de roble,
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un *****
ábaco de enormes cuentas,
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.   Era una estancia olvidada
donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
veían en primavera
el huerto en flor, y en el cielo
de mayo, azul, la cigüeña
-cuando las rosas se abren
y los zarzales blanquean-
que enseñaba a sus hijuelos
a usar de las alas lentas.   Y en las noches del verano,
cuando la calor desvela,
desde la ventana al dulce
ruiseñor cantar oyeran.   Fue allí donde Alvargonzález,
del orgullo de su huerta
y del amor a los suyos,
sacó sueños de grandeza.   Cuando en brazos de la madre
vio la figura risueña
del primer hijo, bruñida
de rubio sol la cabeza,
del niño que levantaba
las codiciosas, pequeñas
manos a las rojas guindas
y a las moradas ciruelas,
o aquella tarde de otoño,
dorada, plácida y buena,
él pensó que ser podría
feliz el hombre en la tierra.   Hoy canta el pueblo una copla
que va de aldea en aldea:«¡Oh casa de Alvargonzález,
qué malos días te esperan;
casa de los asesinos,
que nadie llame a tu puerta!»   Es una tarde de otoño.
En la alameda dorada
no quedan ya ruiseñores;
enmudeció la cigarra.   Las últimas golondrinas,
que no emprendieron la marcha,
morirán, y las cigüeñas
de sus nidos de retamas,
en torres y campanarios,
huyeron.           Sobre la casa
de Alvargonzález, los olmos
sus hojas que el viento arranca
van dejando. Todavía
las tres redondas acacias,
en el atrio de la iglesia,
conservan verdes sus ramas,
y las castañas de Indias
a intervalos se desgajan
cubiertas de sus erizos;
tiene el rosal rosas grana
otra vez, y en las praderas
brilla la alegre otoñada.   En laderas y en alcores,
en ribazos y en cañadas,
el verde nuevo y la hierba,
aún del estío quemada,
alternan; los serrijones
pelados, las lomas calvas,
se coronan de plomizas
nubes apelotonadas;
y bajo el pinar gigante,
entre las marchitas zarzas
y amarillentos helechos,
corren las crecidas aguas
a engrosar el padre río
por canchales y barrancas.   Abunda en la tierra un gris
de plomo y azul de plata,
con manchas de roja herrumbre,
todo envuelto en luz violada.   ¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!   Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
    Una mañana de otoño,
cuando la tierra se labra,
Juan y el indiano aparejan
las dos yuntas de la casa.
Martín se quedó en el huerto
arrancando hierbas malas.   Una mañana de otoño,
cuando los campos se aran,
sobre un otero, que tiene
el cielo de la mañana
por fondo, la parda yunta
de Juan lentamente avanza.   Cardos, lampazos y abrojos,
avena loca y cizaña,
llenan la tierra maldita,
tenaz a pico y a escarda.   Del corvo arado de roble
la hundida reja trabaja
con vano esfuerzo; parece,
que al par que hiende la entraña
del campo y hace camino
se cierra otra vez la zanja.   «Cuando el asesino labre
será su labor pesada;
antes que un surco en la tierra,
tendrá una arruga en su cara».   Martín, que estaba en la huerta
cavando, sobre su azada
quedó apoyado un momento;
frío sudor le bañaba
el rostro.           Por el Oriente,
la luna llena, manchada
de un arrebol purpurino,
lucía tras de la tapia
del huerto.           Martín tenía
la sangre de horror helada.
La azada que hundió en la tierra
teñida de sangre estaba.   En la tierra en que ha nacido
supo afincar el indiano;
por mujer a una doncella
rica y hermosa ha tomado.   La hacienda de Alvargonzález
ya es suya, que sus hermanos
todo le vendieron: casa,
huerto, colmenar y campo.   Juan y Martín, los mayores
de Alvargonzález, un
Fa Be O Jan 2013
si nos vieran se reirían de nosotros
o mas bien de mi
acostados en el suelo
temblando de frió
buscando un poco de calor
y nadie nos va entender
que no somos el amor encarnado;
que no somos el producto del alcohol
ni del humo;
que no somos mas que
un sentimiento inexplicable,
que somos la definición
de lo incondicional,
y los limites se hacen menos;
que ahorita somos nosotros,
y mañana tal vez ya no.
se reirían de nosotros,
jugando a la parejita,
y tal vez no jugando tanto,
y se reirían de mi cara,
como mira la tuya,
parcialmente en la oscuridad,
con tristeza, remordimiento, cariño y decepción
y como tu te fijas en
los sismos que empiezan
de las rodillas hacia fuera
de mi…
y se reirían de como
algo tan disparejo como nuestra estatura
se concilian
al danzar eso prohibido por los dioses
mas
ya no son palabras de tu boca
ni promesas de tu corazón;
son la letra de esta canción
que tarareaba de hace tiempo
y ya se
que se reirían de mi,
porque esto no tiene remedio,
que tu y yo estemos tan unidos
de esta forma desafiante a lo normal
y que me importa?
12/29/12
Helsy Flores Jan 2019
Mi amada Daisy
Ya no tengo quien me avise cuando hay alguien en la puerta
Quien se acurruque en mi panza cuando estoy triste
Quien me vea preocupada cuando estoy enferma
Quien duerma junto a mí en la cama, tapada de pies a cabeza
Era el paraíso despertar con un bultito tan bello y calientito

Mi chiquitita, my tiny
Tan fría que querías parecer, pero cuánto me querías
Todo el día pegada a mí, todo el día en mis piernas
Corrías a sentarte en el tapete para acompañarme hasta en el baño
Sabías perfectamente cuando me iba a ir de viaje
Te subías a mi maleta, y escuchaba tus lloridos desde la puerta

Mi vaquita, mi chilpetina
Ya no tengo quien me despierte en la mañana para ir al baño
Jamás te hiciste en la cama, ladrabas para que te bajara y te abriera
Ladrabas y corrías a tu platito de agua cuando querías agua
O frente a tu platito de comida exigiendo que era hora de comer
Solita lo aprendiste, "Such a smart puppy!"

Mi tinky winky, my ****** twinkle
Ya no tengo a quien soplarle en la carita
Y que como respuesta me llene de besos
No tengo con quien batallar para que coma
Ni a quien ponerle tus vestiditos todos chiquitos
A quien observar, morir de amor, e inevitablemente llenar de besos

Mi bébe, my puppy
Eras tan fuerte que jamás te quejaste de nada
Ni siquiera cuando tus pequeños riñones empezaron a fallar
Siempre estuviste alegre, moviendo tu colita
Excepto en tus últimos días, apagada
Sabías que ya habías cumplido tu misión, que ya era hora

Mi preciosura
GRACIAS por quererme, por hacerme feliz con sólo verte
GRACIAS por cuidarme, por absorber mis males y tristezas
GRACIAS por esperar a que llegara para irte
GRACIAS por ser fuerte cuando tu cuerpo más débil estaba, para poder decirnos adiós estando juntas, en casa
GRACIAS por escogerme como mamá

Mi florecita bella
Fuiste la mejor y más hermosa perrita del Universo
Tenerte fue lo mejor que me pudo haber pasado
¡Qué bonito habernos encontrado en esta vida!
No sabes lo inmensamente feliz que me hiciste
Te amo tanto y lo sabes, porque te lo decía cada 3 segundos


Mi pequeña angelita hermosa
Nos quedamos dormidas abrazadas, y viste el momento
Amaneciste aún abrazada a mi brazo, pegada a mi pecho
Con una carita feliz, llena de paz... pero ya en el arcoiris
Ya no tengo quien haga todas esas cosas aquí
Pero en todas partes te veo, y escucho tus ladriditos tan bellos
Te guardo en mi corazón mientras me esperas en el arcoiris
Jugando, corriendo, observándome y cuidándome
Espérame ahí, hasta que sea hora de que vaya a recogerte
I love you forever, my tiny
Daisy, 2013 (?) - 19/Ene/2019
Escrito el 20 de enero de 2019
Mola Feb 2012
Cuento mucho todo y nada ,asi empezo la tonada
con el mar que hay en tus labios, y el desierto de mi boca
podemos hacer que un rio corra
hasta por las mas secas praderas


Dime si estas jugando porque para mi es serio
no se como lo hiciste , pero de mi conciencia te deshiciste
lograste poner todo al revez
ahora soy yo la que no sabe ni leer

No se que pasaria si manana no te encuentro
se oiria mi suplicio, mi tortura y mi lamento,
y es que te has convertido en el aire que respiro, no se como ni donde
pero sin avisar llego a mi como, tornado
revolviendo y destrullendo todo lo que encontro a su paso


Y es que te has convertido en parte de mi alma
eres dueno  de mi corazon, de mis suenos y mis primaveras
como podria olvidarte, como podria arrancarte
si te arranco me arranco el corazon
y si te borro me muero de dolor.



Siempre seras parte de mi......
Zara Sky Feb 2012
Una y otra vez,
Mi percepción falló.
Las opiniones que antes tuve,
Se escondieron.
Tu voz ganó.

¿Qué será del mañana
y dónde guardo el ayer?
La mente da vueltas
Intentando comprender.
Si en verdad eran mentiras,
¿Entonces, a quién logré conocer?

Eras tú quien me tocaba con placer,
¿Eras tú quien amanecía en mi piel?
Eras tú quien prometía eternidad,
¿O sólo estabas jugando con mi debilidad?
Si todo era una mentira,
¿Entonces, a quién logré conocer?

Una y otra vez,
El corazón me falló.
Las morales que antes tuve,
Me dijeron adiós,
Tu risa ganó.

Yo aquí con más ganas de ti,
Tú allá como un mago
Haciendo desaparecer todo de mí.
Yo aquí escribiendo la historia sobre este papel,
Tú allá con tijeras, escondiendo el ayer.
¿A quién logré conocer?

Una y otra vez,
Me doy cuenta muy tarde
Que fue mi pura ignorancia,
A la quien logré conocer.
Eres tu, quien esta jugando a Dios.
De entre todo tu harem de hombres
puedes escoger al que mas te satisfaga.
Hacer trizas los corazones de mil hombres
con tan solo pronunciar ásperas palabras.
Tal vez no lo demuestres,
pero te encanta la idea de manipular el destino
ajeno.
Jugar como si fuéramos
tus marionetas de carne.
Reina de hielo.
Amas las vistas de la tundra
y su infinito abastecimiento
de corazones extirpados.
tripas de ángel.
Es tu etérea mirada
y tu sonrisa pintada
de sangre.
tu helada presencia.
Y de tu séquito de perros hambrientos
soy yo
el que luce envidiosamente los huesos de las costillas
famélico y añejo en promesas rotas.
y el que mas te ama.
Los demás son perros,
esperando un pedazo de tu carne.
Ávidos de una segunda oportunidad.
Hambrientos de las mas oscuras
y carnales intenciones.
we all lose our heads when we get second chances, dont we?
Variaciones que enseñaban
en la escuela: Egeo, Atlántico,
Indico, Caribe, Mármara,
mar de la Sonda, mar Blanco.
Todos sois uno a mis ojos:
el azul del Contemplado.
En los atlas,
un azul te finge, falso.
Pero a mí no me engañó
ese engaño.
Te busqué el azul verdad;
un ángel, azul celeste,
me llevaba de la mano.
Y allí en tu azul te encontré
jugando con tus azules,
a encenderlos, a apagarlos.
¿Eras como te pensaba?
Más azul. Se queda pálido
el color del pensamiento
frente al que miran los ojos,
en más azul extasiados.
Eres lo que queda, azul;
lo que sirve
de fondo a todos los pasos,
que da lo que pasa, olas,
espumas, vidas y pájaros,
velas que vienen y van.
Pasa lo blanco, mortal.
Y tú estás siempre llenando,
como llena un alma un cuerpo,
las formas de tus espacios.
Cada vez que fui en tu busca,
allí te encontré, en tu gloria,
la que nunca me ha fallado.
Tu azul por azul se explica:
color azul, paraíso;
y mirarte a ti, mirarlo.
Almendra Isabel Jun 2014
-
Esperábamos el tiempo, ansiosos por detenerlo. La casa vacía nos recuerda los días en lo que sencillo era no sentirnos. ¿Para qué creerse capaces? Yo no te tengo.
Aquí vamos jugando a los que se entienden. A los que detienen y retienen.
Me olvidas: no estoy.
Me recuerdas: no soy.

Y vuelven a sonar en el cielo los pájaros. Y abrimos el silencio, haciéndonos como muertos: estando más ausentes con la misma presencia.
Yo no te extraño, yo desespero, destruyo y construyo. Yo me vuelvo loca esperando.

Y esperábamos el tiempo, ansiosos por detenerlo….
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
        jugando llamarán.

  Pero aquellas que el  vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
        ¡esas... no volverán!

  Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
        sus flores se abrirán.

  Pero aquellas, cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día...
        ¡esas... no volverán!

  Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
        tal vez despertará.

  Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
        ¡así... no te querrán!
MicMag Sep 2018
Colegio
Ruidoso, Bullicioso
Jugando, Riendo, Gritando
Tal vez debemos estudiar?...
...Jovenes...

School
Noisy, Rambunctious
Playing, Laughing, Shouting
Maybe we should study?...
...Youth...
Inspired by my experiences in some chaotic Colombian schools.

Spanish-English double didactic cinquain.
Jerezanas, paisanas,
institutrices de mi corazón,
buenas mujeres y buenas cristianas...
Os retrató la señora que dijo:
«Cuando busque mi hijo
a su media naranja,
lo mandaré vendado hasta Jerez».
Porque jugando a la gallina ciega
con vosotras, el jugador
atrapa una alma linda y una púdica tez.
Jerezanas,
os debo mis virtudes católicas y humanas,
porque en el otro siglo, en vuestro hogar,
en los ceremoniosos estrados me eduqué,
velándome de amor, como las frentes
se velaban debajo del tupé.
Acababan de irse
la polisión y la crinolina,
pero alcancé las caudalosas colas
que alargan el imán del ave femenina
de las cinturas hasta las consolas.
Así se reveló, por las colas profusas,
mi cordial abundancia,
y también por los moños enormes que en mi infancia
trocaban a las plantas bizantinas
en rodel de palomas capuchinas.
  Jerezanas,
  genio y figura
  del tiempo en que los ávidos pimpollos
  teníamos, de pie,
  la misma clementísima estatura
  que tenía, sentada, nuestra Fe.
Jerezanas,
traslúcidas y beatas dentaduras
en que se filtra el sol, creando en cada boca
las atmósferas claroscuras
en que el Cielo y la Tierra se dan cita
y en que es visitada Bernardita.
Jerezanas,
de quien aprendí a ser generoso,
mirando que la mano anacoreta
era la propia que en la feria anual
aplaudía en el coso
y apostaba columnas de metal
en el escándalo de la ruleta.
Jerezanas,
grito y mueca de azoro
a las tres de la tarde, por el humor del toro
que en la sala se cuela babeando, y está
como un inofensivo calavera
ante la señorita tumbada en el sofá.
Jerezanas,
panes benditos,
por vosotras, el Miércoles de Ceniza, simula
el pueblo una gran frente llena de Jesusitos.
Jerezanas,
abísmase mi ser
en las aguas de la misericordia
al evocar la máquina de coser
que al impulso de vuestra zapatilla,
sobre mi vocación y vuestros linos
enhebraba una bastilla.
Dios quiera que esté salvada
la máquina de acústicos galopes,
por la cual fue mi ayer melódica jornada
y un sobresalto mi vida
ante los pulcros dedos hacendosos
resbalando a la aguja empedernida.
Jerezanas,
he visto el menoscabo
de los bucles que alabo,
de los undosos bucles
que enjugaron sin mofa mis pucheros,
de los bucles rielantes,
cabrilleo lunar, blanco de la llovizna
y trono de los lápices caseros;
he visto revolar la última brizna
de vuestras gracias proverbiales;
he visto deformada vuestra hermosura
por todas las dolencias y por todos los males;
he visto el manicomio en que murmura
vuestra cabeza rota sus delirios;
he visto que os ganáis
el pan con las agujas a la luz del quinqué;
he sido el centinela de vuestros cuatro cirios;
pero ninguna chanza del presente
logra desprestigiaros, porque sois el tupé,
los moños capuchinos y la gruta de Lourdes
de la boca indulgente.Jerezanas,
colibríes de tápalo y quitasol,
que vagabundas en la gloria matutina
paraban junto a mis rejas,
por espiar la joyante canción de mi madrina
rememorando a Serafín Bemol:
«Si soy la causa de lo que escucho,
amigo mío, lo siento mucho...»
Jerezanas,
a cuyos rostros que nimbaba el denso
vapor estimulante de la sopa,
el comensal airado y desairado
disparaba el suspiro a quemarropa.
Jerezanas,
que al cumplir con la ley
de la anual comunión, miráis a la primera
golondrina de marzo en la Casa del Rey
de los Reyes; la párvula golondrina que entró
a enseñarnos su pecho de mamey.
Jerezanas,
cuyo heroico destino
desemboca en la iglesia y lucha con el vino,
vistiendo santos
o desvistiendo ebrios, con la misma
caridad de los cantos
que os hinchan las arterias en el cuello.
Jerezanas,
briosas cual el galope que me llenó de espantos
al veros devorar la llanura y el río
sobre el raudo señorío
del albardón de las abuelas;
erguidas como la araucaria,
y débiles como el futuro
de un huevecillo de canaria.
Jerezanas,
cuando el sol vespertino amorate
vuestros vidrios, y os heléis
en el diario silencio del inútil combate,
tomad las flechas de mi vida
como hilas del pañuelo de un hermano
para curar vuestra herida
según la vieja usanza,
y para abrigar el nido
del pájaro consentido.
Jerezanas,
yo aspiro a ser el casto reyezuelo
de los días en que os sentí
probadas por el Cielo
Marchitas, locas o muertas,
sois las ondas del manantial
que ondula arriba de lo temporal,
y en el eterno friso de mi alma
cada paisana mía se eslabona
como la letra de la Virgen:
encima de una nube y con una corona.
Como el niño jugando
con desechos del hombre,
un harapo brillante,
papel coloreado o pedazo de vidrio,
a los que su imaginación da vida mágica,
y goza y canta y sueña
a lo largo del día que las horas no miden,
así con tus recuerdos.

No son como las cosas
de que cerciora el tacto,
que contempla los ojos;
de cuerpo más aéreo
que un aroma, un sonido,
sólo tienen la forma prestada por tu mente,
existiendo invisibles para el mundo
aun cuando el mundo para ti lo integran.

Vivir contigo quieres
vida menos ajena que esta otra,
donde placer y pena
no sean accidentes encontrados,
sino faces del alma
que refleja el destino
con la fidelidad trasmutadora
de la imagen brotando en aguas quietas.

Esperan tus recuerdos
el sosiego exterior de los sentidos
para llamarte o para ser llamados,
como esperan las cuerdas en vihuela
la mano de su dueño, la caricia
diestra, que evoca los sonidos
diáfanos, haciendo dulcemente
de su poder latente, temblor, canto.

Vuelto hacia ti prosigues
el divagar enamorado
de lo que fue tal como ser debiera,
y así la vida pasas,
morador de entresueños,
por esas galerías
donde a la luz más bella hace la sombra
y donde a la memoria más pura hace el olvido.

Si morir fuera esto,
un recordar tranquilo de la vida,
un contemplar sereno de las cosas,
cuán dichosa la muerte,
rescatando el pasado
para soñarlo a solas cuando libre,
para pensarlo tal presente eterno,
como si un pensamiento valiese más que el mundo.
Dicen que nació del polvo
de una estrella
su madre la luna
y el padre era el sol.

Era de cabellos dorados
tenia la piel blanca
creció jugando
también soñando
se lleno de fantasias
su alma siguió bailando
su cuerpo se quedo intacto
seguia siendo
el niño de la luna.

Alguien lo esperaba
en un cohete a tierra
pero el nunca tomo el vuelo
ahora debía ser mas fuerte.

Una noche estrellada
una voz femenina lo llamaba
era la vida vestida de astronauta
lo arropo y luego lo lanzo.

Cuando el niño fue atraído
por la gravedad y sus pies
tocaron tierra, sus pulmones
se llenaron de aire
y su mente de nuevas ideas.
Llegué a confundirme con ella,
tanto ...! Por sus recodos
espirituales, yo me iba
jugando entre tiernos fresales,
entre sus griegas manos matinales.
Ella me acomodaba después los lazos negros
y bohemios de la corbata. Y yo
volvía a ver la piedra
absorta, desairados los bancos, y el reloj
que nos iba envolviendo en su carrete,
al dar su inacabable molinete.
Buenas noches aquellas,
que hoy la dan por reír
de mi extraño morir,
de mi modo de andar meditabundo.
Alfeñiques de oro,
joyas de azúcar
que al fin se quiebran en
el mortero de losa de este mundo.
Pero para las lágrimas de amor,
los luceros son lindos pañuelitos
lilas,
naranjas,
verdes,
que empapa el corazón.
Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
hay un cariño que no nace nunca,,,
que nunca muere,
vuela otro gran pañuelo apocalíptico;
la mano azul, inédita de Dios!
Por aquel postigo viejo
que nunca fuera cerrado
vi venir pendón bermejo
con trescientos de caballo,
en medio de los trescientos
viene un monumento armado,
y dentro del monumento
viene un cuerpo de un finado
Fernán d'Arias ha por nombre,
fijo de Arias Gonzalo.

Llorábanle cien doncellas,
todas ciento hijasdalgo;
todas eran sus parientas
en tercero y cuarto grado,
las unas le dicen primo,
otras le llaman hermano,
las otras decían tío
otras lo llaman cuñado.

Sobre todas lo lloraba
aquesa Urraca Hernando,
¡y cuán bien que la consuela
ese viejo Arias Gonzalo!:

-Calledes, hija, calledes,
calledes, Urraca Hernando,
que si un hijo me han muerto,
ahí me quedaban cuatro.

No murió por las tabernas
ni a las tablas jugando,
mas murió sobre Zamora,
vuestra honra resguardando.
Cecelia Francis Jan 2015
Mi parte favorito
es cuando yo
puedo quemar
el trozo del papel
-poco linea del
rojo y ***** y
entonces gris-

Canción jugando
en el fondo
Era una noche
De primavera,
Azul el cielo,
La luna en llena,
Abajo flores,
Arriba estrellas,
Mi hogar completo,
Yo, muy contenta,
Y tú, mi amante,
Junto a mi puerta,
De pie esperaste
La cita aquella;
Cita en que hiciste
Tantas promesas,
Y en que, rendida
De pasión ciega,
Te di en un beso
Mi vida entera.
Lo que dijimos
Dicho se queda:
Amor sin nube,
Constancia eterna.
Unir las almas,
Callar las penas,
Y al fin juntarnos
Sobre la tierra,
Sin romper nunca
Nuestras cadenas...
Una casita
Blanca y modesta,
Único adorno
De una pradera;
Con fuentes claras,
Con flores nuevas,
Con dulces nidos
De aves parleras;
Y allí jugando
Las horas muertas
Dos angelitos
Que hermanos fueran:
Frente muy blanca,
Rubias cabezas,
Labios de rosa,
Pupilas negras...
-Calla y no sigas,
Que me atormentas.
Alma del alma,
¡Qué bien te acuerdas!
Era una noche
De enero, eterna:
El aire helado,
Las aves yertas,
Las fuentes mudas.
Las flores secas,
Mi nogar muy triste,
Mi madre muerta,
Y en torno suyo
La blanca cera
Lanzando débil
Su luz siniestra;
Y yo, velando
Con honda pena,
Oí en la torre
Sonar muy lentas
Las campanadas,
Que un tiempo fueran
Las escogidas
Con dicha inmensa
Para cumplirnos
La cita aquella;
Cita en que hiciste
Tantas promesas,
Y en que, rendida
De pasión trémula,
Te di en un beso
La vida entera...
¿Por qué olvidaste
Mi pasión ciega?
¿Por qué no vuelves?
¿Por qué te ausentas?
¿Por qué borraste
Dichas tan tiernas,
Cual borra el viento
Sobre la arena
Del caminante
La débil huella?
¡Viví tan sola!
¡Sola y enferma!
Con negros duelos,
Con horas negras,
Sin más familia
Que mis tristezas...
¡Ay! recordando
La noche aquella
En que dijiste
Cosas tan tiernas:
Que me adorabas,
Que en tu conciencia
Era mi imagen
La sola reina;
Y la casita
Con flores nuevas,
Con fuentes claras,
Y aves parleras;
Y aquellos niños
De faz serena,
Con frentes blancas,
Rubias cabezas,
Labios de rosa,
Pupilas negras...
-Calla y no sigas,
Que me atormentas.
Alma del alma,
¡Qué bien te acuerdas!
Miré ligera Nave,
Que con alas de lino en presto vuelo
Por el aire süave
Iba segura del rigor del Cielo,
Y de tormenta grave.
En los Golfos del Mar el Sol nadaba
Y en sus ondas temblaba;
Y ella, preñada de riquezas sumas,
Rompiendo sus cristales,
Le argentaba de espumas,
Cuando en furor iguales,
En sus velas los vientos se entregaron.
Y dando en un bajío,
Sus leños desató su mismo brío,
Que de escarmientos todo el Mar poblaron,
Dejando de su pérdida en memoria
Rotas jarcias, parleras de su historia.
En un hermoso prado
Verde Laurel reinaba presumido,
De pájaros poblado
Que, cantando, robaban el sentido
Al Argos del cuidado.
De verse con su adorno tan galana
La Tierra estaba ufana,
Y en aura blanda la adulaba el viento,
Cuando una nube fría
Hurtó en breve momento
A mis ojos el día;
Y arrojando del seno un duro rayo,
Tocó la Planta bella
Y juntamente derribó con ella
Toda la gala, Primavera y Mayo.
Quedó el suelo de verde honor robado,
Y vio en cenizas su soberbia el prado.
Vi, con pródiga vena
De parlero cristal, un Arroyuelo
Jugando con la arena,
Y enamorando de su risa al Cielo.
A la margen amena,
Una vez murmurando, otra corriendo,
Estaba entreteniendo;
Espejo guarnecido de esmeralda
Me pareció, al miralle,
Del prado, la guirnalda,
Mas abrióse en el valle
Una envidiosa cueva de repente;
Enmudeció el Arroyo,
Creció la oscuridad del ***** hoyo,
Y sepultó recién nacida fuente,
Cuya corriente breve restauraron
Ojos, que de piadosos la lloraron.
Un pintado Jilguero,
Más ramillete que ave parecía;
Con pico lisonjero
Cantor del Alba, que despierta al día;
Dulce cuanto parlero
Su libertad alegre celebraba,
Y la paz que gozaba,
Cuando en un verde y apacible ramo,
Codicioso de sombra,
Que sobre varia alfombra
Le prometió un reclamo,
Manchadas con la liga vi sus galas;
Y de enemigos brazos
En largas redes, en nudosos lazos,
Presa la ligereza de sus alas,
Mudando el dulce, no aprendido canto,
En lastimero son, en triste llanto.
Nave tomó ya puerto;
Laurel se ve en el Cielo trasplantado,
Y de él teje corona;
Fuente, hoy más pura, a la de Gracia corre
Desde aqueste desierto;
Y pájaro, con tono regalado,
Serafín pisa ya la mejor zona,
Sin que tan alto nido nadie borre.
Así que el que a don Luis llora no sabe
Que, Pájaro, Laurel y Fuente y Nave
Tiene en el Cielo, donde fue escogido,
Flores y Curso largo y Puerto y Nido.
Nis Aug 2018
Esperaba algo, no sabía que.
La muerte susurraba sus canciones más bonitas
en mi boca de amante impura
y yo la besaba, jugando con ella,
sin llegar a amarle como ella me pedía,
sin llegar al sacrificio por ella deseado.
Pero ella me amaba y me ama,
y sus labios perfectos endulzan
poco a poco mi corazón incapaz de amor.
Tal vez este sea el primero.

//

I waited for something, I didn't know what.
Death whispered their most beautiful songs
in my mouth of impure lover
and I kissed them, playing with them,
not coming to love them like they asked me to,
not getting to the sacrifice wished by them.
But they loved me and love me,
and their perfect lips sweeten
little by little my heart uncapable of love.
Maybe this will be the first one.
Very slightly related to the short prose poetry "Esperaba solo" by Luis Cernuda
Leydis Jun 2017
¡Déjenme desahogar mi alma!
Déjenme contarles el dolor que en mí-- ha hecho morada.
Déjenme decirles que la muerte--me vive hablando,
que la desesperación se ha hecho la única religión que conozco!

¡Déjenme desahogar mi alma!
Estos tiros están trizando mi carne,
mi habilidad de pararme,
mi necesidad de salir adelante.

Están jugando fuerzas desconocidas con mi destino,
llámenle principalidades, demonios, ángeles, o amigos.
Doy un paso hacia delante, me siento invencible,
y cuando vuelvo a revisarme…. ¡estoy en el mismo sitio!

Esos tiros me jadean tan fuerte,
que se ha quebrado mi cerebro en mil pedazos.
Quiero sentir algo, sentir que contribuyo,
y veo el reflejo de mi corazón escarchado,
desangrado, escaldado, todo abandonado,
y vuelvo y me rindo.

¿Soy acaso una muñeca,
un títere, una marioneta,
un fantoche, un pelele,
o un maldito espantajo,
que todos pueden manipular a su antojo?

¡Déjenme desahogar mi alma!
tengo los brazos rotos, de tanto forzar la soga para salvarme.
tengo la mirada nublada,
los tiros me roban el oxígeno de tanto esforzarme de ellos librarme.

Veo gente libre, feliz, y consumada,
suspiros cortados me esperanzan un poco,
y lucho y riño por alcanzar mi destino.

Luego, veo mis trozos, mis tiros, y mi vida alterada por las circunstancias.
Siento la soledad que me viste los ojos y el alma.
Me beso la desilusión y la inestabilidad de mis manos,
Me siento y veo el café de mis letras,
salirse por los agujeros de la soga que me sigue triturando.

Pero vuelvo y me paro y la soga me sienta, y me doblega...
¡de mí, quiere adueñarse!

Déjenme desahogar mi alma!
No me miren con pena.
¡Yo de este yugo....he de liberarme!

LeydisProse
6/14/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/about/
angel diaz May 2019
PS4
***** rectangular
como una caja pequeña
con ojos azules que me invitan
a jugar y a chatear



Jugando horas y horas
en la noche me pasó
en unas partidas largas
otras cortas yo buscando
Más y más victorias


Para llegar a la cima del juego más
famoso del momento fornite y apex legend
donde nunca el fin llegué
Por aquel postigo viejo   que nunca fuera cerrado,
vi venir pendón bermejo   con trescientos de caballo;
en medio de los trescientos   viene un monumento armado,
y dentro del monumento   viene un ataúd de palo,
y dentro del ataúd   venía un cuerpo finado.
Fernán d'Arias ha por nombre,   hijo de Arias Gonzalo.
Llorábanle cien doncellas,   todas ciento hijasdalgo;
todas eran sus parientas   en tercero y cuarto grado;
las unas le dicen primo,   otras lo llaman hermano,
las otras decían tío,   otras lo llaman cuñado.
Sobre todas lo lloraba    aquesa Urraca Hernando,
¡y cuán bien que la consuela   ese viejo Arias Gonzalo!
-¿Por qué lloráis, mis doncellas?   ¿por qué hacéis tan grande llanto?
No lloréis así, señoras,   que no es para llorarlo,
que si un hijo me han muerto,   ahí me quedaban cuatro.
No murió por las tabernas,   ni a las tablas jugando,
mas murió sobre Zamora,   vuestra honra resguardando;
murió como un caballero   con sus armas peleando.
magalí Jun 2018
Veo a la luna desaparecer
en una marea de nubes grises,
estrellas jugando a la escondida
entre luces de bares y de casas,
y me pregunto
si tu luna también naufraga,
y tus estrellas también se escapan.

A veces no uso bufanda
y sacó las manos de los bolsillos
para dejar que me muerda el frío,
y sentir que al menos
en eso coincidimos,
que también se te congelan los dedos
y el viento también te enreda el pelo.

Quiero saber como es tu noche,
como es tu frío,
si lo vivís
al mismo tiempo que el mio,
o si mi luna y tu sol
estan destinados
a bailar siempre en círculos.
Por aquel postigo viejo
que nunca fuera cerrado
vi venir seña bermeja
con trescientos de caballo;
un pendón traen sangriento,
de ***** muy bien bordado,
y en medio de los trescientos
traen un cuerpo finado;
Fernand Arias ha por nombre,
hijo de Arias Gonzalo.

A la entrada de Zamora
un gran llanto es comenzado.
Llorábanle cien doncellas,
todas ciento hijasdalgo;
sobre todas lo lloraba
esa Infanta Urraca Hernando,
¡y cuán triste la consuela
el buen viejo Arias Gonzalo!:

-¡Callad, mi ahijada, callad,
no hagades tan grande llanto;
por un hijo que me han muerto,
vivos me quedaban cuatro;

que no murió entre las damas,
ni menos tablas jugando,
mas murió sobre Zamora,
vuestra honra resguardando!
¡Ay de mí, viejo mezquino!
¡Quién no te hubiera criado,
para verte, Fernand Arias,
agora muerto en mis brazos!

Ya tocaban las campanas,
ya llevaban a enterrarlo
allá en la iglesia mayor,
junto al altar de Santiago,
en una tumba muy rica,
como requiere su estado.
Leydis Sep 2017
Sé que no puedes hablar,
por eso vigilare tus pasos,
te diré cuánto te quiero,
te diré sobre algunos los juegos,
que por tu pequeña edad, nunca has jugado.
      
Sé que no puedes hablar,
entonces, jugaré con tu pelo,
a cambio, podrías te pediré, puedes jugar conmigo?
Te daré un peso
a cambio ¿me das un beso?,
justo aquí, igual que este.  
A mira que lo haces bien.

Te comprare un helado,
si eres agradable al jugar conmigo.
Te comprare una muñeca,
si tocas mis partes privadas.
Te llevo a Disney,
si me besas en los labios.
Voy a comprar una bicicleta,
si te quitas su ropita.
Puedes pedir lo que quieras para Navidad,
pero, a cambio, debes de hacer exactamente lo que te pido.

No tengas miedo,
es un juego y nada más,
nadie se molestara,
pero como secreto se tiene que quedar.  

Sé que no puedes hablar,
nadie te lo creerá.
Lastimare a tu madre si te atreves a hablar.,
Matare a tus padres, si alguien se lo cuentas,
si dices que te  acose. Que te toque, que te viole,
Diré que estás loca,
que siempre estás imaginando cosas.  
No, no estamos haciendo nada malo,
sólo estamos jugando.
y si no quieres jugar conmigo,
si no lo haces lo que te pido,  
entonces, a ti te mato.    
LeydisProse
27/09/2017

********************­********************­********

I know you can’t speak,
so I will sneak behind you,
tell you how much I like you,
tell you about games,
that you may never have played.

I know you can’t speak
I will play with your hair,
in exchange, can you touch me like this?
I will give you a dollar,
if you kiss my neckline,
right here, just like this.

I will buy you ice-cream,
if you are nice and play with me.
I will buy you a doll,
if you touch my chunks.
I will take you to Disney
if you kiss me in the lips.
I will buy you a bike,
if you remove your underwear.
I will get you whatever you want for Christmas,
but, can you just play with me?
Don’t be afraid,
it’s just a game that we’re playing.

I know you can’t speak,
no one would believe you, if you do.
I will hurt you mother,
I will **** your parents, if you say I touched you.
I will say you’re crazy,
that you’re little mind is always imagining things.

No, we are not doing anything bad,
we are just playing games.
and if you don’t want to play with me,
if you don’t do as I say,
I will **** you instead.  

LeydisProse
9/27/2017

Please tell your children that they have a voice.
Teach them their body parts by the correct name.
Talk to them and show them, about what is inappropriate touch;
whether that touch is coming from their parents, grandparents,
family members, friends, etc., make your children understand that
You believe and will PROTECT them no matter what.
Don’t condemn your children to a lifetime of sorrow because the
Conversation is UNCOMFORTABLE.
Those scars of molestation, **** or any form of abuse
last a LIFE TIME,
#endsexualabuse #molestation #teachyourchildrentospeakup #protectyourkidsbygivingthemavoice
NO NAME Jun 2017
soy  un perro
oliéndote
cada aroma de tus poros se inyectan en mi pecho
como  el necesario oxígeno para vivir
soy un gato
arañándote
cada centímetro de tu espalda
clavando mis uñas con el ardiente deseo que me quema

soy tan sólo yo
extranándote
recordando ser un perro y un gato contigo
y mis manos jugando a ser tu-.
Maldiciendo su destino
como Glauco, el dios marino,
mira, turbia la pupila
de llanto, el mar, que le debe su blanca virgen Scyla.Él sabe que un Dios más fuerte
con la sustancia inmortal está jugando a la muerte,
cual niño bárbaro. Él piensa
que ha de caer como rama que sobre las aguas flota,
antes de perderse, gota
de mar, en la mar inmensa.En sueños oyó el acento de una palabra divina;
en sueños se le ha mostrado la cruda ley diamantina,
sin odio ni amor, y el frío
soplo del olvido sabe sobre un arenal de hastío.Bajo las palmeras del oasis el agua buena
miró brotar de la arena;
y se abrevó entre las dulces gacelas, y entre los fieros
animales carniceros...Y supo cuánto es la vida hecha de sed y dolor.
Y fue compasivo para el ciervo y el cazador,
para el ladrón y el robado,
para el pájaro azorado,
para el sanguinario azor.Con el sabio amargo dijo: Vanidad de vanidades,
todo es negra vanidad;
y oyó otra voz que clamaba, alma de sus soledades:
sólo eres tú, luz que fulges en el corazón, verdad.Y viendo cómo lucían
miles de blancas estrellas,
pensaba que todas ellas
en su corazón ardían.
¡Noche de amor!Y otra noche
sintió la mala tristeza
que enturbia la pura llama,
y el corazón que bosteza,
y el histrión que declamaY dijo: Las galerías
del alma que espera están
desiertas, mudas, vacías:
las blancas sombras se van.Y el demonio de los sueños abrió el jardín encantado de
ayer. ¡Cuán bello era!
¡Qué hermosamente el pasado
fingía la primavera,
cuando del árbol de otoño estaba el fruto colgado,
mísero fruto podrido,
que en el hueco acibarado
guarda el gusano escondido!
 ¡Alma, que en vano quisiste ser más joven cada día,
arranca tu flor, la humilde flor de la melancolía!
magalí Jul 2023
LXV
Enamorar nunca me gustó. En-amor, como
si fuera un lugar al que llegar. Amor, el nombre de uno de esos países que el planisferio no le dedica más de dos gotas de tinta, jugando a la escondida entre isla e isla. O Amor, una escultura tallada a mano en la cima de una montaña solamente a un ferry, tres combinaciones de subte, un avión y medio y mil novecientos treinta kilómetros de donde yo estoy ahora. O Amor, lo que reseña tras reseña me prometió que es la mejor suite de este hotel. Una habitación a la que entro dejando los zapatos afuera, golpeando la puerta con dos nudillos y no más, asomando la cabeza como preguntando si puedo pasar o ya está ocupada (siempre esperando encontrarme a alguien cambiando las sábanas, al dueño mismo, a la huésped anterior que se llevó la llave de souvenir y vuelve cuando no hay nadie más que haga bulto para mantener la habitación llena).
Que si alguien más saca un pasaje de ida para ir al Amor y quedarse a vivir o si pasa de visita cada vez que tiene días de vacaciones, puede ser.
Yo nunca fui al Amor, nunca estuve en él, porque mi amor no tiene bandera ni llave ni cima.
Amor, el nombre de pila del cartero que espío desde mi ventana mientras se acerca a la puerta de la casa enfrente. El único Amor que conozco, que trabaja de ocho a cinco pero que no llega a tu puerta hasta las seis, porque en el medio se queda sin nafta, dobla en la esquina que no es, lee mal la dirección, duda de si tocar el timbre o hacer palmas, y que cuando le abrís la puerta te tiende una pila de sobres con mi letra. Amor,
el que te dice, hay una chica que te sigue escribiendo. No sabe hacer otra cosa.
Estás hecha, mujer, para evocada
contra el nocturno ébano bruñido:
eres como un jazmín humedecido,
eres como una valva nacarada.

Incitante frescor de agua salada
engólfase en tu nuca, estremecido;
tienes los ojos de un color perdido,
tu boca como el mar es ondulada

y un alga de oro finge tu melena.
Yo soy ése que está sobre la arena,
tú eres así como una mar tendida,

me salpicas de azul de vez en cuando
e indiferente huyes y jugando...
Y así pasan los años y la vida.
Besa el aura que gime blandamente
las leves ondas que jugando riza;
el sol besa a la nube en occidente
y de púrpura y oro la matiza;
la llama en derredor del tronco ardiente
por besar a otra llama se desliza;
y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
al río que le besa, vuelve un beso.
Leydis Aug 2017
Mi cama, mi frazada y mi copa de vino
son las que cobijan este estofó,
el decaimiento que siento,
la inhabilidad de pararme de aquí,
la condenante pena que siente mi ser,
me siento como si me borraste
de la faz de la tierra y yo nada puedo hacer.
.
Tirada aquí en mi cama,
jugando con la boca de este cáliz,
relleno de la sangre de mi corazón triturado,
porque anhela el calor de tu cuerpo,
aquí embriagando las penas,
abrazando la añoranza,
la tentación de llamarte y pedirte que regreses.

Mi copa medio vacía y cada mediocre sorbo
trae consigo un revuelo de pensamientos,
contemplando un futuro sin tu presencia,
seguro que mi futuro, figura verdugo e inseguro,
mi aliento fracturo con su punzante adiós,
su amor el que tanto me juro…
clausuro, colapso,  
lo abjuro con el tiempo y no me lo aviso.
depuro mis deseos solo para triturarlos con abnegación,
el perjuro que me amaba……
mas no soporto el primer copo de nieve
y el invierno lejos estaba aún.

Si recurro a mi copa,
porque ella seguro
será mucho más leal
que el amor que él me juro,
el cual usuro,
y
que nada perduro

LeydisProse
8/2/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
Vasya Jul 2018
No marqué fecha
una noche cualquiera

Quiero hablar contigo demasiado, como antes. Acostados abajo, en el sofá, con sueño. Yo pensando en cómo quererte mejor y tu jugando el juego de las peloticas.
Vii
Mientras el brillo de tu gloria augura
ser en la eternidad sol sin poniente,
fénix de viva luz, fénix ardiente,
diamante parangón de la pintura,
de España está sobre la veste oscura
tu nombre, como joya reluciente,
rompe la Envidia el fatigado diente,
y el Olvido lamenta su amargura.
Yo en equívoco altar, tú en sacro fuego,
miro a través de mi penumbra el día
en que el calor de tu amistad, don Diego,
jugando de la luz con la armonía,
con la alma luz, de tu pincel el juego
el alma duplicó de la faz mía.Alma de oro, fina voz de oro,
al venir hacia mí, ¿por qué suspiras?
Ya empieza el noble coro de las liras
a preludiar el himno a tu decoro;
ya el misterioso son del noble coro
calma el Centauro sus grotescas iras,
y con nueva pasión que les inspiras
tornan a amarse Angélica y Medoro.
A Teócrito y Possin la Fama dote
con la corona de laurel supremo;
que en donde da Cervantes el Quijote
y yo las telas con mis luces gemo,
para son Luis de Góngora y Argote
traerá una nueva palma Polifemo.En tanto «pace estrellas» el Pegaso divino,
y vela tu hipógrifo, Velázquez, la Fortuna,
en los celestes parques al Cisne gongorino
deshoja sus sutiles margaritas la Luna.
Tu castillo, Velázquez, se eleva en el camino
del Arte como torre que de águilas es cuna,
y tu castillo, Góngora, se alza al azul cual una
jaula de ruiseñores labrada en oro fino.
Gloriosa la península que abriga tal colonia.
¡Aquí bronce corintio, y allá marmol de Jonia!
Las rosas a Velázquez, y a Góngora claveles.
De ruiseñores y águilas se pueblan las encinas,
y mientras pasa Angélica sonriendo a las Meninas,
salen las nueve musas de un bosque de laureles.
¡Su desnudez y el mar!
Ya están, plenos, lo igual
con lo igual.
                          La esperaba,
desde siglos el agua,
para poner su cuerpo
solo en su trono inmenso.
Y ha sido aquí en Iberia.
La suave playa céltica
se la dio, cual jugando,
a la ola del verano.
(Así va la sonrisa
¡amor! a la alegría)
¡Sabedlo, marineros:
de nuevo es reina Venus!
Leydis May 2018
No sé cuánto tiempo llevo nadando,

no sé si fueron horas o años,

no sé si se alzó la marea o si sus olas me arroparon,

si mantuve la respiración por un tiempo prolongado

o si perdí la noción del porqué tan lejos estaba navegando.



No sé cómo hasta aquí he orillado, ni

cuantas tormentas encontré en esos mares.

No sé si he llegado a las costas del engaño,

si me enganche a una historia ya finalizada,

si ancore en el puerto anhelado o si ya he muerto

y este Vergel es solo producto de una visión malograda.



Recuerdo ver delfines jugando,

no sé si me lo imagine, pero creí escuchar

campanas a un encuentro festejando.

No sé si en realidad te he encontrado

o si otra vez te has reasentado, forzándome

nuevamente a seguir nadando.



He llegado sin saber cómo ni cuándo..,

solo llegue.

Todo se echó a perder en esas turbulentas aguas,

después de toda esta travesía, solo ha sobrevivido

aquel poemario que te dedique hacen años.



Aquel poemario que describió los besos

de un amor atado por algo menos vano

que deseos corporales.  Dos cuerpos que en su tiempo,

convirtieron lo físico en elementos transcendentales.

Un amor que nado en aguas negras pero nunca se convirtió en fango.  

Aquella historia, que entablo porqué el agua versa con la montaña,

porqué un amor sin veredas es un amor sin esperanza.



Nade con todos los versos que te dedique hace algún tiempo.

Nade esperanzada en orillarme en tu mirada.

Nade sin importar distancia, cansancio o trabas.

Nade hacia tu encuentro, arropada por la playa de tu alma,

que me pedía desde lejos, que te encontrara para inventarnos

otro renacimiento de amor con nuevos granos.  



©LeydisProse
5/21/2018
https://m.facebook.com/LeydisProse//
la del vestido blanco era una tarde unas tetas el mundo
torpemente atacado por cuartos altos grises
jugando a hombre y mujer ya tan temprano
los niños preparaban los actos de la noche esas tetas
de la inclinada a su mujer con alarmas entregas con rumores
de la pasión bajo su miedo y un falo que indicaba las
leyes del varón
tetas dulcísimas o dadas
donde sonaba un piano un espectáculo redondo en su mudez
piano de leche abierta a los terrores de códigos violados
dos niños como un ciego
procuraban sus límites inciertos sus piedras sus fronteras
creaban la tristeza la magnífica que viene del amor
la gran clausura la delicia
carne como una inmensidad
y un silencio de sangre su oleaje contra el tímpano
la ajenidad del mundo
las tías que invitaban a comer
Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.   O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz.   Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.
¿No eres tú, mariposa,
el alma de estas sierras solitarias,
de sus barrancos hondos,
y de sus cumbres agrias?
Para que tú nacieras,
con su varita mágica
a las tormentas de la piedra, un día,
mandó callar un hada,
y encadenó los montes
para que tú volaras.
Anaranjada y negra,
morenita y dorada,
mariposa montés, sobre el romero
plegadas las alillas o, voltarias,
jugando con el sol, o sobre un rayo
de sol crucificadas.
¡Mariposa montés y campesina,
mariposa serrana,
nadie ha pintado tu color; tú vives
tu color y tus alas
en el aire, en el sol, sobre el romero,
tan libre, tan salada!...
Que Juan Ramón Jiménez
pulse por ti su lira franciscana.

— The End —