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Porque me ven la barba y el pelo y la alta pipa
dicen que soy poeta..., cuando no porque iluso
suelo rimar -en verso de contorno difuso-
mi viaje byroniano por las vegas del Zipa...,

tal un ventripotente agrómena de jipa
a quien por un capricho de su caletre obtuso
se le antoja, fingirse paraísos...! ¡al uso
de alucinado Poe que el alcohol destripa!, 1

de Baudelaire diabólico, de angelical Verlaine,
de Arthur Rimbaud malévolo, de sensorial Rubén,
y en fin... ¡hasta del Padre Víctor Hugo omniforme...!

¡Y tánta tierra inútil por escasez de músculos!
¡tánta industria novísima! ¡tánto almacén enorme...!
Pero es tan bello ver fugarse los crepúsculos... 2
Miguel Serrano Jul 2016
Mal humor en una mañana de resaca,
reza así el titular.
¿Qué pasó anoche? Nada. Traición en la noche.
De expectativas, de miradas,
traición de bebida y de risas y roces.
Traición invisible en la noche;
mía, quizás. Otra vez.
—mala secuela, recibe 2 estrellas y la tachan de repetitiva—

Llegamos in medias res, lleva tiempo la cinta.
Estrellas y personas flotan en la piscina.
Ella flota al lado de mí en la piscina
—sin verme—,
yo floto por puro orgullo en la piscina,
—aguas de fracaso—,
y él flota también, sin verlo yo a él,
—a su lado—.
Distraido por premisas inconclusas,
por un cielo de ebrias estrellas
en el que nos zambullimos por la noche...
por la noche distraido, y distraido por la noche...
no noto cuando
despega el dolor de pecho y estómago.

La noche no se para para mí
—iluso, eso está reservado—
pero bebo para aminorar,
¿quizás demasiado?
¿La bacanal fiesta se retrasa?
Tonto, empezó ya sin ti.
La estatua de dos, a lo lejos,
se muestra en un trago de verdad.
Toca tierra el dolor de pecho y estómago.
Lo noto.
A falta de pistola sirve botella en boca.
Se vaticina
mal humor en una mañana de resaca.
Soñábamos algunos cuando niños, caídos
En una vasta hora de ocio solitario
Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar como una mies los cuerpos poderosos.

Jóvenes luego, el sueño quedó lejos
De un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchendo oscuramente las ávidas ciudades,
Se alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y en la revolución pensábamos: un mar
Cuya ira azul tragase tanta fría miseria.

El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién podrá al pensamiento separarlo del
sueño?
Sabedlo bien vosotros, los que envidiéis mañana
En la calma este soplo de muerte que nos lleva
Pisando entre ruinas un fango con rocío de sangre.

Un continente de mercaderes y de histriones,
Al acecho de este loco país, está esperando
Que vencido se hunda, solo ante su destino,
Para arrancar jirones de su esplendor antiguo.
Le alienta únicamente su propia gran historia dolorida.

Si con dolor el alma se ha templado, es invencible;
Pero, como el amor, debe el dolor ser mudo:
No lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso
Agonizará antes, presa ya de la muerte,
Y vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.
¡Ay del que llega sediento
a ver el agua correr,
y dice: la sed que siento
no me la calma el beber! ¡Ay de quien bebe y, saciada
la sed, desprecia la vida:
moneda al tahúr prestada,
que sea al azar rendida! Del iluso que suspira
bajo el orden soberano,
y del que sueña la lira
pitagórica en su mano. ¡Ay del noble peregrino
que se para a meditar,
después de largo camino
en el horror de llegar! ¡Ay de la melancolía
que llorando se consuela,
y de la melomanía
de un corazón de zarzuela! ¡Ay de nuestro ruiseñor,
si en una noche serena
se cura del mal de amor
que llora y canta sin pena! ¡De los jardines secretos,
de los pensiles soñados,
y de los sueños poblados
de propósitos discretos! ¡Ay del galán sin fortuna
que ronda a la luna bella;
de cuantos caen de la luna,
de cuantos se marchan a ella! ¡De quien el fruto prendido
en la rama no alcanzó,
de quien el fruto ha mordido
y el gusto amargo probó! ¡Y de nuestro amor primero
y de su fe mal pagada,
y, también, del verdadero
amante de nuestra amada!
En nombre de tu rostro de lirio enfermo,
en nombre de tu seno, frágil abrigo
donde en noches pobladas de espanto duermo,
                ¡yo te bendigo!

En nombre de tus ojos de adormideras,
doliente y solitario fanal que sigo;
en nombre de lo inmenso de tus ojeras,
               
¡yo te bendigo!                 Yo te dedico
el ímpetu orgulloso con que en las cimas
de todos los calvarios, me crucifico
iluso ¡pretendiendo que te redimas!

                Yo te consagro
un cuerpo que martirio sólo atesora
y un alma siempre oscura, que por milagro,
del cáliz de ese cuerpo no se evapora...
Mujer, tu sangre yela mi sangre cálida;
mujer, tus besos fingen besos de estrella;
mujer, todos me dicen que eres muy pálida,
                pero muy bella...


Te hizo el Dios tremendo mi desposada;
ven, te aguardo en un lecho nupcial de espinas;
no puedes alejarte de mi jornada,
porque une nuestras vidas ensangrentada
cadena de cilicios y disciplinas.
Érase un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al azar...
El niño entró en el bosque siguiendo una quimera;
entró en el bosque... y nadie lo ha visto regresar.

Érase un mar sereno, de tan hondo que era,
y érase un nauta loco que vio un día aquel mar...
El nauta aborrecía la paz de la ribera;
empuñó el remo... y nadie lo ha visto regresar.

Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar.

Porque en tus ojos verdes se extravió mi destino,
como el niño en el bosque, como el loco marino en el mar.

— The End —