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Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!
Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!
Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!
Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!
Desde el pie hacia la cintura,
la música alza sus pámpanos
envolventes. Oleadas
de sombra ascienden, girando,
hasta los astros azules,
naranjas, verdes, dorados.

Una nebulosa quema
la sombra. Alcohólicos pájaros
cruzan palmeras de tela,
van a morir a mis brazos.
Y un humo que no es de hogueras.
Luciérnagas que ha inventado
el polvo...

            ¿Qué hago yo aquí?
Estoy, por dentro, llorando.
Como si ante mí pasaran
mudos los desenterrados
Como si solicitaran
todos los muertos mi llanto.

En un instante, se limpia
mi corazón del encanto.
Brazos de mujer, espaldas
bajo los pálidos astros
eléctricos bocas rojas
de carmines falsos.

Amo la vida. Algún día,
cuando esté dormido, bajo
sábanas frescas de tierra,
o en la mar, iré evocando
y evocando, repitiendo
y repitiendo, instantáneos
destellos que eran mi vida;
se derramarán los granos
diminutos de las horas
en mis manos de enterrado.

Ni un instante ha de perderse
siempre que surja sellado
por el triple sello (nada
es mínimo, ocurre en vano):
autenticidad, consciencia,
arrepentimiento...

                  ¿Qué hago
yo aquí? Evoco campos de oro
del estío, soles trágicos,
veredas que van hundiéndose
en el olvido; relámpagos,
arpegios de vida, sobre
los que sonaba mi canto.
Pero en todo estaba yo.
Mundo fugaz, desplomado
ahora en un instante, hundido
en el licor de mi vaso.
(Pasan, giran las muchachas,
fumando o bailando).
El vino recuerdo fue
mosto de instante, pisado
(autenticidad, etcétera...)
por los pies iluminados
de la verdad. Pues no hay nada
mínimo, o que ocurra en vano,
sin una razón...

                  Muchachas,
fumando o bailando,
giran en alas de músicas
podridas. ¿Quién ha inventado,
para vosotras, instantes
sin futuro y gloria?

                Falso
metal rey, enamoradas
de nadie, muertas errando
por la danza, hijas, amadas
por nadie, os estoy soñando
niñas de trenzas con lágrimas
o con risas, ojos claros
para la ilusión, el cuerpo
para la primaveral
muerte, el repentino tránsito
de los elegidos.

                Quiénes
sois, no quiénes parecéis,
las que ante mí vais llorando
o riendo, no las que
pasáis ante mí bailando
y fumando (Mambo)...

            Qué hago,
de qué noche paternal
y dolorosa (fumando,
Mambo), de qué sencillez
arranca mi mano un látigo,
empuña una antorcha, corre
tras de vosotras, buscándoos
en quienes sois, y os arropa
los delgados cuerpos pálidos,
os aconseja, os recuerda
que el tiempo pasa volando
(dicen los viejos, las madres)...
Muchachas fumando, Mambo.

Autenticidad, etcétera.
Debo de estar muy borracho
esta madrugada. O debo
de estar aún poco borracho.
Renuncio a lo que quisiera
para vosotras (fumando,
bailando, Mambo).

                    (No era
así: lavabais -los brazos
duros al sol- en un río
imaginado, o acaso
verdadero...) Pero aquello
que queráis, venga sellado
por el triple sello autenti-
cidad, etcétera...

                    Acato
la vida. Quiero creer
que nada sucede en vano.
Y persigo una razón
que os explique (fumando,
bailando, Mambo), razón
que me dé el descanso.

Cerré los ojos. La música
encadenada al piano.
Negabais vuestro destino
después de cantar el gallo.
Y así noche a noche. Así:
fumando y bailando. Mambo
Noche a noche así, Dios mío,
recitando vuestro falso
papel, hijas mías, lluvia
de juventud, de verano.
Bailando. Mambo. Riendo.
Mambo. Cantando. Bailando.
Sin un sueño roto
que valga la pena llorarlo.
como un grito finito como un pedazo escaso
como un vuelo de piedra de luz encadenada
desato mis caballos y anudo mi paciencia
las voces de la noche levantan sus dos voces
las ramas de la noche levantan sus dos voces
y miro el cielo abierto girar en su estupor
en su furor sereno devienen más desastres
y se desencadenan las bestias del amor
y cantan y no cocen maquiavélicos sastres
que unieron sin hilván tu corazón y el mío
y ligaron sus suertes con bárbaras dulzuras
sin decir que hace miedo hace hambre hace frío
y eso corrompe y mata las dulces ligaduras
esos bárbaros sastres atan las destrucciones
y rezan a escondidas a los pies de Satán
y revientan de un golpe los dulces corazones
y se beben la sangre y se ríen y se van
esos demonios negros como tu amor y el mío
con sus pústulas tiernas y su pura indecencia
desato mis caballos levantan sus dos sones
y miro el cielo abierto tu corazón y el mío
sin decir que hace miedo atan sus destrucciones
y revientan de un golpe hace hambre hace frío
Entre mariposas negras
va una muchacha morena
junto a una blanca serpiente
de niebla.
Tierra de luz,
cielo de tierra.
Va encadenada al temblor
de un ritmo que nunca llega;
tiene el corazón de plata
y un puñal en la diestra.
¿Adónde vas, siguiriya,
con un ritmo sin cabeza?
¿Qué luna recogerá
tu dolor de cal y adelfa?
Tierra de luz,
cielo de tierra.
Oye la palpitación del espacio
son los pasos de la estación en celo
sobre las brasas del año

Rumor de alas y de crótalos
tambores lejanos del chubasco
crepitación y jadeo de la tierra
bajo su vestidura de insectos y raíces

La sed despierta y construye
sus grandes jaulas de vidrio
donde tu desnudez es agua encadenada
agua que canta y se desencadena

Armada con las armas del verano
entras en mi cuarto entras en mi frente
y desatas el río del lenguaje
mírate en esas rápidas palabras

El día se quema poco a poco
sobre el paisaje abolido
tu sombra es un país de pájaros
que el sol disipa con un gesto
Enorme y sólida
                                pero oscilante,
golpeada por el viento
                                          pero encadenada,
rumor de un millón de hojas
contra mi ventana.
                                    Motín de árboles,
oleaje de sonidos verdinegros.
                                                       
La arboleda,
quieta de pronto,
                                es un tejido de ramas y frondas.
Hay claros llameantes.
                                        Caída en esas redes
se revuelve,
           
          respira
una materia violenta y resplandeciente,
un animal iracundo y rápido,
cuerpo de lumbre entre las hojas:
                                                          el día.
A la izquierda del macizo,
                                                más idea que color,
poco cielo y muchas nubes,
                                                  el azuleo de una cuenca
rodeada de peñones en demolición,
                                                              arena precipitada
en el embudo de la arboleda.
                                                    En la región central
gruesas gotas de tinta
                                      esparcidas
sobre un papel que el poniente inflama,
***** casi enteramente allá,
                                                en el extremo sudeste,
donde se derrumba el horizonte.
                                                          La enramada,
vuelta cobre, relumbra.
                                          Tres mirlos
atraviesan la hoguera y reaparecen
                                                           
ilesos,
en una zona vacía: ni luz ni sombra.
                                                          Nubes
en marcha hacia su disolución.

Encienden luces en las casas.
El cielo se acumula en la ventana.
                                                          El patio,
encerrado en sus cuatro muros,
                                                  se aísla más y
más.
Así perfecciona su realidad.
                                              El bote de basura,
la maceta sin planta,
                                  ya no son,
sobre el opaco cemento,
                                        sino sacos de sombras.
Sobre sí mismo
                                el espacio
se cierra
          Poco a poco se petrifican los nombres.
Lara Trujillo Jan 2020
Duele pisar la tierra
Estoy encadenada
NOYM NDMJ Jul 2020
No quepo en el molde.
Soy un círculo que no cabe en un cuadrado.
Los cuadrados son todos iguales.
Soy agua que se escurre entre las paredes del molde,
De ese molde creado por ella.

Fluyo sin parar
contenta y sin molde.
No estoy encadenada
por su dolorosa jaula.

Y me pregunto:
¿Cuántas personas no caben en ese molde
Pero cortan pedazos de su ser,
de su belleza y de su diversidad,
solo para poder encajar?
¿Y a qué precio?

Al precio de ignorar la belleza en la diversidad.
Al precio de ser solo una máscara.
De ser un ser vacío.
De ser un caparazón sin caracol.

Admito que de vez en cuando,
Me gustaría congelarme
hasta ser un cuadrado sólido.
Me interesaría saber cómo es ser “perfecta”
para caber en el molde.
Pero luego recuerdo que perdería
lo que me hace única.
Recuerdo que sería el producto
de una producción en masa de marionetas
diseñada por ella.

Perdería la profundidad de mi mirada,
Pues después de todo
no habría nada detrás,
De esa máscara que tendría puesta.
I know this poem is in Spanish, but I am bilingual and wanted to publish something meaningful to me, regardless of language. Hope there are any Spanish speakers that understand.

— The End —