Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
Esmena Valdés Mar 2019
Soy un alma deambulando
de un lado a otro
me gustan los brotes de abril.

               Ya casi es abril.

Pensé en él.
Dijo: 'cuando el agua cae en la tierra deja sus huellas en ella,
calma la cólera del fuego.
Tú eres agua,
yo ardo.'
Así sucedió el mediodía y sus palabras se regaron dentro de mí como fértil magma de mis jardines.

Somos procreadores del mundo
queremos escapar del bullicio de las calles, abrir la ventana y saludar al sol.
Queremos penetrar el océano un millar de veces y dirigirnos a la montaña fría
por sentirnos tibia la piel.

También dijo:
'Que encuentres los mejores caminos
hacia los mejores lugares.'
Palabras bien cimentadas,
afectuosas
me llevaron hacia él mismo.

Sigo aquí.

Entré a través de sus ojos oscuros. Estoy satisfecha porque respira, porque me mira, porque es.

Quiero que se quede
hasta que el principio y el fin
se hayan disuelto.

Han sido los impulsos
los que me han mostrado el mundo
parte de mi plenitud,
me han llevado allá donde el sol y la tierra son eléctricos
y me separan de lo peor,
de los monstruos que se ocultan bajo mis tristezas.

Al final de la jornada sólo deseo acurrucarme entre sus brazos de cuna
hacernos inmortales
en un suave beso fugaz
y fusionarnos en el mismo sueño.

Él es mi morada,
él es mi movimiento,
él llena mis días.

Entre las ciudades y los caminos
mientras las estrellas nos miran
existe un lugar rodeado de campo
de nubes multicolores
y de cálido misterio.

Quiero perpetuar ahí
con los míos y los tuyos,
hacerlo todo parte de nosotros,
el filo del horizonte, los tejados y el cieno del bosque, la compañía, el sol, el silencio, las camas, el olor de la madera, la sonoridad de los árboles, la sensualidad, los poemas que leemos en voz alta, la humedad, el agua de la regadera, las comidas improvisadas, las risas de los desconocidos, mis gestos, tus manos, el arte que al que vamos atados.

Está bien envejecer,
está mejor envejecer contigo
en esta casa.
Es magnífico llamarte hogar.
cuando raf salinger se enamoró o quiso de verdad
salió de sí como de un calabozo
brilló con propia luz
no tuvo tacha ni defecto ni mengua

como caballos como vacas al fin de la jornada
raf salinger vertía sus aguas en plena soledad
fulguró afuera como sol
no pálido de cárcel no en guerra

"cuidado que me lastimás" decía raf salinger
a los hombres de manos ásperas
que como niños están cubiertos de miel
pero le quitan la victoria el vencedor

"oh ángel que te inclinas en la primera mitad"
decía raf salinger furioso cavando
el viento que le envolvía la trasluz
o el revés de los días malos que le comían la verdad

"si el coraje consiste en ser prudente" decía raf salinger
"si los vestidos significan desnudez y miseria
dicha el llanto cadáver curación, te arde amor el odio" decía
con gran perdones finalmente

todas las ventanitas se cerraron
cuando raf salinger murió
un calor le creció entre amor y afuera
juntándole los dos al solito

"ah tiempos no distancias que hay entre mí
entre mi calor y mi sol" decía raf salinger
casi disuelto ya bajo la sombra
que le apagaba el hubo que vivir

sobre su gente subió el frecuente olvido
peor raf salinger viajaba abrigado
por un cuerpo desnudo
encontrado o joven
Junio se acerca, paso a paso de oro.
Llama con su aldabón de lluvia cálida.
Alguien deja en la mesa la copa de aguardiente
y la sombra de una manzana.
Pero no hay mano que la tome,
cuchillo que la parta para encontrarle dentro
una ventana abierta sobre aquel otro puerto,
sobre las calles de piedras azules,
sobre los cuerpos próximos,
sobre lo irrepetible e imposible.

¿Dónde estará la mano, la gaviota
que llegaba volando sobre el mar,
la boca con su zumo de quenepa,
las ojeras felices
que devolvían la felicidad?

El aguardiente tiene sabor a lágrima,
a sonrisa oxidada por la lejanía.
La manzana de sombra se disuelve
en la sombra del puerto -¿éste, aquél?,
¡quién lo sabe!
El aguardiente tiene sabor a nunca más
Vienen de San Lúcar, rompiendo el un agua
que no sabe si es mar o río,
si delfines azules que alguien vio un día
escondido en el cálido fanal materno.

He aquí un país de plata, de ala de brisa
de escamas del violeta que inventa el lirio
de calima, de vaho, ráfaga, ausencia,
de espectros que navegan a la deriva

Pronuncia aquí el silencio sílabas de humo.
Esto que ven los ojos es el reflejo,
en un espejo, de algo que aún no ha nacido,
un hervor sin materia donde instalarse

Vienen de San Lúcar, rompiendo el agua,
a la Torre del Oro, barcos de plata.
A estas aguas le dieron su color
el óxido y la sangre.
La ría de Bilbao (léase el testimonio
de don José del Río Sainz,
«Pick», poeta del mar)
es dinamismo y es prosperidad,
humo, estrépito, hierro. (Y también muerte,
sudor y sufrimiento).

Te veo pasar, ría,
bello tu rostro de aguas arrugadas,
demacrado y ennoblecido
por los trabajos y los días,
e intento adivinar cómo serías
antes de que los hombres
depositaran sobre tu piel
fresca la lepra de sus almas.
Algo ha ocurrido, o va a ocurrir muy pronto,
o está ocurriendo en este mismo instante.
(Sólo las olas saben el secreto,
sólo las olas,

y lo proclaman con sus arpas blancas,
con sus erguidos cánticos salobres,
silabeando con sus esmeraldas:
celeste enigma).

Arden las ascuas de la amanecida,
incendian las amarras del navío,
carne de llama congelada, piedra
parpadeante,

catedral que navega hacia otro tiempo,
hacia otro cielo, hacia otro reino extraño:
Se inclina sobre el agua, se contempla:
sueña que existe.
El hombre se ha asomado al agua
inmóvil de la atardecida.
Bajo los cascos se hacen trizas
el rojo, el verde, el amarillo.
Son chispazos, harapos: visten
la carne turbia de la mar.
El hombre ha empapado una sombra
en el corazón del poniente:
cubren con ella el mundo. El aire
se convierte en vidrio de olvido.
Aquellos hombres que tejían
primorosas redes de araña,
las mujeres que descendían
por rampas y por escaleras,
se han disuelto en la luz de cobre.
La realidad zarpa hacia islas
imposibles y luminosas
y deja aquí su seca máscara.

El hombre se aleja del agua
mojado de melancolía.
Hubo tantas veces que casi me ahogué cuando era niño, durante lecciones de natación, fiestas de cumpleaños. Así, me da miedo aún bañarme en las piscinas, las playas, los lagos. Me da vergüenza enseñar al mundo mis escamas dolorosas, la piel que teme el calor de la arena, los rayos del sol como si fueran medusas que queman con sus besos. Es que mis heridas, debajo de cuyas cicatrices, siguen ardiendo...

Quisiera que de agua yo fuera hecho. En Manila, cuando era estudiante universitaria, y tomaba el bus que por el boulevard Roxas pasaba, podía olvidar de mis problemas, del caos, solo con una mirada a la bahía. Y siempre me preguntaba, ¿podría ser que al mar le doliera su piel de agua?

Me acuerdo de cuando en silencio sufría, contra ondas como orilla padecía: el abandono de un amigo a quien quería en secreto, padecía el rechazo de las obras que había escrito, padecía la soledad en esta cruel ciudad... en aquellos momentos pensé en caminar, con piedras pesadas en mis bolsillos y zapatos, despacio, despacio hacía el mar, hacía el fondo... para que por fin se cumpliese mi destino de morir en el agua y su abrazo...

Pero a ella, nunca he aprendido odiarla. Y he llegado hasta mares gallegos, hasta Coruña y sus cristales, donde cada mañana le escribo canciones de amor y promesas al océano atlántico. Al agua, un día regresaré, un día en ella, me habré disuelto, sí, yo a mí mismo.

Porque es mi destino, yo que llevo alma azulada, el alma de aquel pez anciano que se hizo humano. Cuando un día me pregunte, "¿de dónde vienes?" un amante gallego, le diré que tierra yo no tengo, le diré, "amor, mírame los ojos, su blancura viene de las espumas de los mares filipinos"... y la noche en que me bese los labios y luego la piel, le diré, "amor, sigue, porque las escamas ya no me duelen, ves que del agua ya estoy hecho, de los aguas quietas, ya estoy hecho..."
Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;

que yo saldré a esperarte, amortecido,
hecho junco, a las altas soledades,
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.

Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.

Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras,
ciervo de espuma, rey del monterío.
Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Un quieto resplandor me inunda y ciega,
un deslumbrado círculo vacío,
porque a la misma luz su luz la niega.

Cierro los ojos y a mi sombra fío
esta inasible gloria, este minuto,
y a su voraz eternidad me alío.

Dentro de mí palpita, flor y fruto,
la aprisionada luz, ruina quemante,
vivo carbón, pues lo encendido enluto.

Ya entraña temblorosa su diamante,
en mí se funde el día calcinado,
brasa interior, coral agonizante.

En mi párpado late, traspasado,
el resplandor del mundo y sus espinas
me ciegan, paraíso clausurado.

Sombras del mundo, cálidas rüinas,
sueñan bajo mi piel y su latido
anega, sordo, mis desiertas minas.

Lento y tenaz, el día sumergido
es una sombra trémula y caliente,
un ***** mar que avanza sin sonido,

ojo que gira ciego y que presiente
formas que ya no ve y a las que llega
por mi tacto, disuelto en mi corriente.

Cuerpo adentro la sangre nos anega
y ya no hay cuerpo más, sino un deshielo,
una onda, vibración que se disgrega.

Medianoche del cuerpo, toda cielo,
bosque de pulsaciones y espesura,
nocturno mediodía del subsuelo,

¿este caer en una entraña obscura
es de la misma luz del mediodía
que erige lo que toca en escultura?

-El cuerpo es infinito y melodía.

— The End —