Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
∆.

Solo
Sin ti.

En aislamiento, interrupción, solo sin ti
Veranos pasan por mi ventana sin luz
Dos inviernos al año, es un gris confeti
Mas tu presencia en mi mente permanece
Me has arrebatado, ladrona in fraganti
Mi corazón de su trono abenuz
Al sentir el auge, supe incontinenti
Que de tu abundante cabello de ónice
Y tu personalidad me convertí
En un fiel devoto bajo mi capuz
Y bajo mi capuz yo me prometí
Jamás manifestar que de ti fui yo un cómplice.

No.

No me quedaré abajo ahora
Hablaré, lo diré, prepárate
Ya he pasado por esta acera
Esta vez yo llegaré al final
Esta vez no habrá perdedora
Por esta vez seré yo el valiente
Te diré que el día no dura
Con nuestra conexión mental
No hace falta ni una palabra.

No espero un sí, solo contesta
Tú en tu vida y no te preocupes
Yo no quiero meter la pata
En tus asuntos y problemas
Y si me dejas, señorita
Entrar en todos tus rincones
Prometo no ser un hipócrita
Estaré hasta el fin de los días
No temas, que soy optimista.

Si el corazón
Es a tu fruta
Soy yo el tazón
Esto es la fiesta
Nosotros el son.
Suas unhas penetram os corações corrompidos. Me deixa rasgar você. Me deixa matar você. Ela aparece como um delírio. Me deixa provar o seu sangue. Me deixa comer você. Seu corpo alto e esguio. Sua pele feita de látex preto. Me deixa mutilar você. Sua pélvis curvada para frente e suas costas arqueadas para trás. Me deixa estuprar você. Sua longa calda que se projeta por vezes parecendo um pênis gigante. Me deixa destruir tudo o que você já construiu. Carne, eu quero carne. Seus olhos são como tontura. Sua língua é uma navalha. Seus cabelos fumaça tóxica. Matar, matar. Eu quero matar.

A rua está escura. Alguém se aproxima. Mate-o!!! Está passando ao meu lado. Não olhou, não olhou. Bata na cabeça dele! A faca! A faca! O sangue jorrando pela nuca. O corpo em convulsão dita o ritmo do gozo. Assim! Delícia!!! Quase!!! Está vindo!!! Ahhhhhhhh! O corpo inerte caído na rua. Me deixa dilacerar a carne. Me deixa rasgar a carne. Sangue, eu quero sangue! Me deixa provar. Minha faca corta freneticamente. A Avulvva está comendo. Está gostoso? Prove a carne!!!! Venha, prove.

A faca está no fundo do rio. As roupas estão queimando. O sangue já tinha secado. O fogo é atraente. Não é? Coloque sua mão no fogo! Vá, coloque! Isso eu não quero! Quer, eu sei que quer. Vamos, queime! Não vou! Ela está rindo de mim. Está me chamando de fraco. Merda, estou atrasado. Lavo meu corpo, o sangue escorrendo pelo ralo. A Avulvva está me olhando. Seus olhos são como tontura. Acho que vou vomitar! Que merda! Que nojo! Ela está rindo. Que merda... Sangue, eu quero matar! Me deixa matar! Hahahahahahaha.

Há um verme se alimentando das minhas entranhas, tomando o controle deste hospedeiro,  me fala aos ouvidos como a serpente sussurrou a Eva, provei o fruto proibido da carne crua, viva, sangrenta, provei o metálico sabor do líquido que jorra das artérias e nele me banhei, infinitamente gozei e a voz gritava ao mundo a ópera de sua ruína. Fui aos confins da lógica e ultrapassei a linha, nada significa nada, impulso: isso me faz existir.

Hoje quero amar a vida, quero que cantem os rouxinóis ao alvorecer, vou atravessar os sonhos encantados das noites de verão, gincanas e cirandas, CRIANCINHAS. Adoro criancinhas. Vinde a mim as criancinhas. Tão inocentes. Corpinhos tão pequenos. Tão macios... e cheirosos. A Avulvva gosta de crianças, ela gosta de machucar as crianças. Criança levada, cuidado cuidado que a Avulvva te pega, cuidado cuidado que a Avulvva te leva. Olá quem é o senhor? Eu sou um amiguinho e tem um lugar cheio de jogos e doces que eu posso te mostrar. É mesmo? É mesmo! Cuidado cuidado que a Avulvva te pega, cuidado cuidado que a Avulvva te leva. Carne de vitela é a mais suculenta, é porque o mundo ainda não corrompeu o filhote. A princípio  geralmente eles não entendem o que está acontecendo, mas depois... Depois é possível contemplar o pavor genuíno, um pavor que não sabe conscientemente o que está acontecendo, mas o impulso grita que é algo muito ruim, então eles berram e choram. A Avulvva sempre bebe as lágrimas primeiro, ela escorrega sua língua de navalha pelas bochechas até os olhos. Se farta das lágrimas, escorre o sangue, se farta de sangue, dilacera a carne, a carne é macia, delícia delícia, Avulvva te COME, cuidado cuidado.. As garras te apertam, você fica preso. Os olhos te fitam, você vê o medo. Cuidado cuidado, criança levada.

Já trepou com a morte? A morte tem os lábios frios, um hálito quase podre que se prolifera pelo corpo. Imóvel. Inanimada. A morte tem a boceta seca. O pau amolecido. E o cú cheio de bosta. Ó morte, amante perversa. Amante passiva e voraz. Me deixa provar a carne podre. Me deixa sugar o sangue frio. A Avulvva está vindo. Ela caminha velozmente. Ela é o trovão e a tempestade. Me deixa enfiar a cauda neste cú. Me deixa comer as fezes mortas. A Avulvva nunca se sacia. O horror pulsa em seus olhos de tontura. Me deixa brincar um pouquinho. Ela está quase sempre rindo. Suas gargalhadas perversas. Não há nada além de prazer. Nada além da maldade. Me deixa estuprar a morte.
Sonhei com a Avulvva ontem. Anteontem. E antes mais. Meu sonho é Avulvva. Ela é a voz que guia minhas visões. Terríveis. Maliciosas. Deliciosas. O que há além da carne? Se algum dia houve algo, já não existe mais . Ó Carne, és minha única e verdadeira deusa, a qual posso provar, a ti devoro toda minha paixão, a ti devoto todo meu rancor.
Haber visto crecer a Buenos Aires, crecer y declinar.
Recordar el patio de tierra y la parra, el zaguán y el aljibe.
Haber heredado el inglés, haber interrogado el sajón.
Profesar el amor del alemán y la nostalgia del latín.
Haber conversado en Palermo con un viejo asesino.
Agradecer el ajedrez  y el jazmín, los tigres y el hexámetro.
Leer a Macedonio Fernández con la voz que fue suya.
Conocer las ilustres incertidumbres que son la metafísica.
Haber honrado espadas y razonablemente querer la paz.
No ser codicioso de islas.
No haber salido de mi biblioteca.
Ser Alonso Quijano y no atreverme a ser don Quijote.
Haber enseñado lo que no sé a quienes sabrán más que yo.
Agradecer los dones de la luna y de Paul Verlaine.
Haber urdido algún endecasílabo.
Haber vuelto a contar antiguas historias.
Haber ordenado en el dialecto de nuestro tiempo las cinco o seis metáforas.
Haber eludido sobornos.
Ser ciudadano de Ginebra, de Montevideo, de Austin y (como todos los hombres) de Roma.
Ser devoto de Conrad.
Ser esa cosa que nadie puede definir: argentino.
Ser ciego.
Ninguna de esas cosas es rara y su conjunto me depara una fama que no acabo de comprender.
Para honrar la siempre limpia
Concepción Inmaculada
En la hermosa y opulenta
Capital de Nueva España,

Un vecino muy devoto
Y de riquezas muy vastas,
Trató de hacer un convento
Digno de gloria tan alta;

Y comprando unos solares,
Y al rey demandando gracia,
Logró dar cima a su anhelo
Sin medir riesgos ni vallas.

Llamábase aquel buen hombre
Juan Aguirre de Suasnaba,
Pródigo en las caridades,
Y en las costumbres, sin tacha.

Cuando con gran regocijo
Miró su obra comenzada
Y dio fin a los cimientos
Y forma a sus esperanzas,

La segur, que no respeta
Glorias y dichas mundanas,
Cortó el hilo de su vida,
Por cierto envidiable y grata.

Tocó a sus más allegados
Heredar cuanto dejara,
Y ya ricos, no quisieron
Proseguir obra tan santa.

Quedó en punible abandono
La nueva y costosa fábrica,
Sin que de ponerle término
Se dijera una palabra.

Los dueños de la fortuna
Fuéronse a tierras extrañas,
Y nadie creyó que hubiese
Quien a Aguirre reemplazara.

Apagáronse de un soplo
Las ilusiones doradas
De cuantos vieron seguía
Del nuevo templo la fábrica.

Y en las más nobles familias
Con dolor se comentaba
La conducta de los deudos
Del propio interés avara.

Las pudorosas doncellas
Que con delicia y con ansia
Soñaron en vestir pronto
Manto azul, túnica blanca,

Y habitar del nuevo claustro
La quieta y feliz morada,
Al saber la triste nueva
Vertieron secretas lágrimas.

En esos tiempos remotos
Del mundo en la mar sin playas,
Para encaminarse al cielo
Era el convento la barca;

La celda, puerto y refugio
De la vida en las borrascas;
Y la fe, radiante estrella,
Nuncio y galardón del alba.

En los tristes desengaños,
En las dudas más amargas,
En la orfandad sin apoyo
Y el amor sin esperanza,

Cuando todos los dolores
A un tiempo el ánimo embargan
Y la razón obscurece
Y las virtudes desmayan,

El claustro fue la piscina,
El Jordán de frescas aguas
En que encontraron alivio
Los hondos males del alma.

Y las vírgenes más bellas,
Las azucenas más castas,
En sus floridos abriles,
En su edad más dulce y grata,

Encerrábanse en las celdas
Como en tumbas solitarias,
Viviendo en completo olvido
Sin ambiciones bastardas;

Y allí, sin decir a nadie
La historia de sus desgracias,
Era su ilusión la muerte
Y el martirio su enseñanza.

Tarde por tarde, iban muchos
A ver en desierta plaza,
Frente a la modesta ermita
Que a nuestros tiempos alcanza

Los comenzados cimientos
De la nueva mansión sacra
Que iba a honrar la siempre
Limpia Concepción Inmaculada;

Y para excitar el celo
De gentes ricas y santas
Que con su cuantiosa hacienda
El monasterio acabaran,

Una fiesta organizóse
Invitando a la más alta
Sociedad de la opulenta
Capital de Nueva España.
En medio de gran gentío
Un viejo orador sagrado
Dice así con voz sonora
Y con inmenso entusiasmo:

-«No es cierto que nadie quiera
Esta obra llevar a cabo,
Que hay alguien a quien le sobran
Elementos para el caso.

»Allí escondido entre muchos
Acierto a ver a mi hermano;
Lo conocéis casi todos,
Le llaman Simón de Haro;

»Es un minero muy rico,
Y es además buen cristiano,
Y va a encargarse de todo
Lo que otros abandonaron.

»¿Que habrá que gastar dinero?
¡Nada importa! ¡Tiene tanto!
Y además pueden sus minas
Darle cuanto es necesario.

»Él terminará el convento,
Él lo hará, puedo jurarlo,
Y tal vez desde mañana
Ocupe aquí muchos brazos».

Volvieron todos el rostro
A don Simón, contemplando
Que estaba absorto y confuso
Con un sermón tan extraño.

Y prodigándole encomios,
Y apretándole la mano,
Por su decisión tan noble
Todos le felicitaron.

Sin dar a nadie respuesta,
Confuso, atónito, pálido,
Al ver ya fuera del púlpito
A quien movió tal escándalo,

Fuése saliendo a su encuentro
De esta guisa a interpelarlo.
-Si sabes que soy muy pobre,
Pues muy exiguo es mi erario,

¿Por qué de erigir conventos
Me impones el duro encargo
Cuando en mi caja no quedan
Más que muy pocos ducados?

-Yo no he dicho una palabra.
-¡Estás loco! Te escucharon
Todos los que aquí han venido
Y que no son muy escasos.

-Pues te juro que no dije
Ni una frase... -Has dicho tanto
Que todos me reconocen
Como un rico nada avaro,
Que va a construir el convento.

En esto pienso que hay algo
Misterioso, incomprensible.
-Lo que dijeron tus labios
Todo el mundo lo comprende.
-Yo no lo he dicho. -Habla claro.

-Sospecho que las palabras
Que oyeron todos, hermano,
Las ha dicho por mi boca
El mismo Espíritu Santo.

-¿Será posible? -No dudes,
Porque yo ni lo he pensado,
Y al decir que nada dije
Con esta verdad me salvo.

-Dios será quien te proteja.
-Yo estoy muy pobre y no guardo
En caja sino muy poco,
Ven a ver mi caja. -Vamos.

De don Simón a la casa
Bien pronto se encaminaron,
Y abriendo una tosca puerta
Entraron a húmedo cuarto.

Vieron los dos una caja
Abandonada en un ángulo,
Forrada en vetusto cuero
Y llena de toscos clavos.

La abrió don Simón, y al punto
Saca con su propia mano
Cerca de catorce duros
Que allí estaban encerrados.

-¿Basta para un monasterio
Este pequeño puñado?
Y antes de que a tal pregunta diera
Respuesta su hermano,

Dentro de la antigua caja
Oyeron un ruido extraño
Y los espantados ojos
A un tiempo volvieron ambos.

De escudos limpios y hermosos
Halláronla rebosando,
Y postráronse de hinojos
Absortos de aquel milagro.

Vaciáronla varias veces,
Y en cada vez la encontraron
Llena de nuevas monedas
Que arrojaba ignota mano.

-Con esto se hará el convento.
-Y la obra llevaré a cabo.
-Alabemos a la Virgen,
-Y al Señor tres veces santo.

Con lágrimas en los ojos
Y trémulos y rezando,
El clérigo y el minero
Salieron al fin del cuarto.

Se dio principio a las obras,
Y en menos de quince años
Se alzó el templo y el convento
De la Concepción llamado.

Y en el espléndido coro,
Las monjas siempre guardaron,
Como caja milagrosa,
Portento admirable y raro,

La que durante las obras
Sola se estuvo llenando
Hasta que la ultima piedra
Se puso en el templo santo.

Y esta conseja la citan
Haciendo mención del caso
Autores que en nuestros tiempos
Pasan por doctos y sabios.
Deja la procesión, súbete al paso,
Íñigo; toma puesto en la coluna,
pues va azotando a Dios tu propio paso.
Las galas que se quitan sol y luna
te vistes, y, vilísimo gusano,
afrentas las estrellas una a una.
El hábito sacrílego y profano
en el rostro de Cristo juntar quieres
ron la infame saliva y con la mano.
Con tu sangre le escupes y le hieres;
con el beso de Judas haces liga,
y por escarnecer su muerte, mueres.
No es acción de piedad, sino enemiga,
a sangre y fuego perseguir a Cristo,
y quieres que tu pompa se lo diga.
No fue de los demonios tan bienquisto
el que le desnudó para azotalle,
como en tu cuerpo el traje que hemos visto,
pues menos de cristiano que de talle,
preciado con tu sangre malhechora,
la suya azotas hoy de calle en calle.
El sayón que de púrpura colora
sus miembros soberanos te dejara
el vil oficio, si te viera agora.
Él, mas no Jesucristo, descansara,
pues mudara verdugo solamente,
que más festivamente le azotara.
El bulto del sayón es más clemente:
él amaga el azote levantado,
tú le ejecutas, y el Señor le siente.
Menos vienes galán que condenado,
pues de la Cruz gracejas con desprecio,
bailarín y Narciso del pecado.
En tu espalda le hieres tú más recio
que el ministro en las suyas, y contigo
comparado, se muestra menos necio.
Él es de Dios, mas no de sí enemigo;
tú de Dios y de ti, pues te maltratas,
teniendo todo el cielo por castigo.
Vestido de ademanes y bravatas,
nueva afrenta te añades a la historia
de la pasión de Cristo, que dilatas.
¿No ves que solamente la memoria
de aquella sangre en que la Virgen pura
hospedó los imperios de la gloria,
el cerco de la Cruz en sombra obscura
desmaya la viveza de su llama
y apaga de la luna la hermosura?
La noche por los cielos se derrama,
vistiendo largo luto al firmamento;
el fuego llora, el Oceano brama,
gime y suspira racional el viento,
y, a falta de afligidos corazones,
los duros montes hacen sentimiento.
Y tú, cuyos delitos y traiciones
causan este dolor, das parabienes
de su misma maldad a los sayones.
Recelo que a pedir albricias vienes
desta fiereza al pueblo endurecido,
preciado de visajes y vaivenes.
Más te valiera nunca haber nacido
que aplaudir los tormentos del Cordero,
de quien te vemos lobo, no valido.
La habilidad del diablo considero
en hacer que requiebre con la llaga,
y por bien azotado, un caballero;
y en ver que el alma entera aquél le paga,
que capirote y túnica le aprueba,
mientras viene quien más cadera haga.
Y es invención de condenarse nueva
llevar la penitencia del delito
al mismo infierno que el delito lleva.
Desaliñado llaman al contrito,
pícaro al penitente y al devoto,
y sólo tiene séquito el maldito.
Dieron crédito al ruido y terremoto
los muertos, y salieron lastimados;
y cuando el templo ve su velo roto,
el velo, en que nos muestras tus pecados
transparentes, se borda y atavía,
de la insolencia pública preciados.
Considera que llega el postrer día
en que de este cadáver, que engalanas,
con asco y miedo, la alma se desvía;
y que de las cenizas que profanas,
subes al tribunal, que no recibe
en cuenta calidad y excusas vanas.
Allí verás cómo tu sangre escribe
proceso criminal contra tu vida,
donde es fiscal Verdad, que siempre vive.
Hallarás tu conciencia prevenida
del grito a que cerraste las orejas,
cuando en tu pecho predicó escondida.
Los suspiros, las ansias y las quejas
abrirán contra ti la negra boca
por el llanto de Cristo, que festejas.
¿Con qué [razón] podrá tu frente loca
invocar los azotes del Cordero,
si de ellos grande número te toca?
A los que Cristo recibió primero,
juntos verás los que después le diste
en competencia del ministro fiero.
A su Madre Santísima añadiste
el octava dolor, y en sus entrañas
cuchillo cada abrojo tuyo hiciste.
Acusaránte abiertas las montañas,
las piedras rotas, y a tan gran porfía
atenderán las furias más extrañas.
Y presto sobre ti verás el día
de Dios, y en tu castigo el desengaño
de tan facinorosa hipocresía.
La justicia de Dios reinará un año,
y en dos casas verás tus disparates
llorar su pena o padecer su daño.
Cristiano y malo, irás a los orates;
al Santo Oficio irás, si no lo fueres,
porque si no te enmiendas, te recates.
Y, crüenta oblación de las mujeres,
vivirás sacrificio de unos ojos
que te estiman, al paso que te hieres
y te llevan el alma por despojos.
DAVID Jun 2017
beber de tu fuente, ahogado
entre tus ojos

tu verdad es la religion
de un orate en ciernes

beberte lentamente, a tu
piel adicto

mas alla de pasiones y desdenes,
la ferocidad y la ternura

el deseo inherente a tus ojos, pegado a mi
anquilosado al alma

una voz y una vision, en mi oasis
de verdades y pesares

perdido y encontrado, entre tus
manos de artemisa

beber de tu fuente, sediento y
muriente de tu escensia

y como una diosa, yo soy
tu ethereo devoto

artemisa, que cazaste el alma de
leon de un caminante

perdido entre becerros, y cazado
por la DIOSA

a los ojos del padre, y entre sus hijos
eres mi artemisa, cazadora de leones

entre sueños y visiones, el padre
permita y bendiga

alejados de mundo, en el reino de los
sueños, yacer en tus brazos, sereno

en paz alejado de su maldad, perdido en
tus ojos grandes, bajo los cielos

y frente a la maldad, solo beber de tu fuente
mi saciedad y serenidad
¡Ya coronó la dicha tus amores!
Un hijo tienes ya, que habrá nacido
Oyendo, cual los dulces ruiseñores,
Músicas en los aires y en el nido.

Sé que la madre de ventura loca
Cifra en él sus más dulces embelesos,
Y que en la fresca guinda de su boca
Acendra miel con lágrimas y besos.

Sé que a ti ya te enferman los sonrojos,
Pues cada extraño que en tu bien repara
Te dice que sus ojos son tus ojos.
Que en su cara de cielo está tu cara.

Y hablando la verdad, si se parece
A su progenitor, yo lo bendigo;
Ya verás cómo vive y cómo crece,
Y halla en cada mortal un buen amigo.

¡Todo igual a su padre! el mundo dice,
Y tú lo miras, y con tierno arrullo
Tu mano lo acaricia y lo bendice
Con infinito amor y noble orgullo.

Hoy tiemblas si en la cuna se menea,
Y tiemblas cuando duerme sosegado,
Y al ver que gesticula y pestañea
Dices en tu interior: ¿qué habrá pensado?

Ni la brisa sutil dejas que roce
Su frente angelical; te ve y suspira,
Y dices con pasión: ¡ya me conoce,
Y ya me quiere hablar cuando me mira!

Habrá que verte cuando ufano pasas
Llevando al nuevo rey de tus amores,
En un coche de mimbres y de gasas
En triunfo por los anchos corredores.

Seguro estoy de que gozoso gritas
Cuando ves con qué gracia tu heredero
Alza al aire las blancas manecitas
Y agita el argentado sonajero.

Y que, por más que está recién llegado
A tu hogar, venturoso cual ninguno,
Lo sueñas almirante y abogado,
Capitán general, sabio y tribuno.

Y lo miras del mundo en la faena
Desdeñando lisonjas y oropeles,
Y su mirada cándida y serena
Te habla de gloria, aplausos y laureles.

Siendo tan pequeñito lo ves hombre,
Y hasta pretendes inquirir ufano
Cómo pondrá las letras de su nombre
El jazmín diminuto de su mano.

Comprendo bien que el serafín te engríe,
Que con él van tus horas muy de prisa,
Y que miras a Dios si te sonríe,
Pues está todo el cielo en su sonrisa.

Miro a la joven madre en su recato
Cómo lo baña en su mirar sereno,
Y hallando en él tu amor y tu retrato,
¡Le da toda la savia de su seno!

Comprendo tu alborozo: en tu alma anida
El más augusto y santo regocijo;
¡Ser padre es ser devoto de la vida,
Porque toda la vida está en el hijo!

Hoy pensarás en todo; si te exalta
El más ciego furor, pronto al mirarlo
Exclamarás con miedo: ¡le hago falta!
¡Yo no debo por nadie abandonarlo!

Es nueva religión la que en él tienes;
Al verlo tu esperanza fortificas,
Y la mejor corona de tus sienes
Es el inmenso amor que le dedicas.

¿Nació para cantar? ¡destino santo!
No lo veré; mi vida se derrumba
A un abismo sin fin; pídele un canto
A mi cariño a ti, sobre mi tumba;

Dile que se estrecharon nuestras manos
Cuando viniste a honrar el suelo mío,
Que tú y yo nos quisimos como hermanos,
Que le amo mucho, y que me llame tío.

Que ha visto el claro albor de la existencia
En esa fecha llena de esplendores
En que mi patria ungió su independencia
Con el grito del cura de Dolores.

¡Dios te vele esa joya de valía,
Tenga en el mundo mirtos por alfombra,
Y que mañana puedan tú y María
Entrelazar sus canas a su sombra!
El acusado es pálido y lampiño.
Arde en sus ojos una fosca lumbre,
que repugna a su máscara de niño
y ademán de piadosa mansedumbre.
      Conserva del obscuro seminario
el talante modesto y la costumbre
de mirar a la tierra o al breviario.
      Devoto de María,
madre de pecadores,
por Burgos bachiller en teología,
presto a tomar las órdenes menores.
      Fue su crimen atroz. Hartóse un día
de los textos profanos y divinos,
sintió pesar del tiempo que perdía
enderezando hipérbatons latinos.
      Enamoróse de una hermosa niña,
subiósele el amor a la cabeza
como el zumo dorado de la viña,
y despertó su natural fiereza.
      En sueños vio a sus padres -labradores
de mediano caudal- iluminados 
del hogar por los rojos resplandores,
los campesinos rostros atezados.
      Quiso heredar. ¡Oh guindos y nogales
del huerto familiar, verde y sombrío,
y doradas espigas candeales
que colmarán las trojes del estío!.
      Y se acordó del hacha que pendía
en el muro, luciente y afilada,
el hacha fuerte que la leña hacía
de la rama de roble cercenada.
......................................................­..........................................
      Frente al reo, los jueces con sus viejos
ropones enlutados;
y una hilera de obscuros entrecejos
y de plebeyos rostros: los jurados.
      El abogado defensor perora,
golpeando el pupitre con la mano;
emborrona papel un escribano,
mientras oye el fiscal, indiferente,
el alegato enfático y sonoro,
y repasa los autos judiciales
o, entre sus dedos, de las gafas de oro
acaricia los límpidos cristales.
      Dice un ujier: «Va sin remedio al palo».
El joven cuervo la clemencia espera.
Un pueblo, carne de horca, la severa
justicia aguarda que castiga al malo.
Aquí gaviota vela,
aquí conmigo,
luz en canto
recién amanecido;
dame verde tu aliento
rama trino,
soñolencia
limón
bostezo hiedra;
embiste mar,
embiste mis pupilas
y en ritmo azul
adéntrate en mis venas,
ola tras ola
y siempre
lejanía,
apetencia, voraz
de despedida,
pero también de rubia resolana,
de sol adolescente y marinero,
de modorra desnuda,
aquí, en la playa.
-de espalda femenina
y asoleada-,
****** azul remanso,
vuelo espuma,
horizonte, horizonte,
y humareda
-algosa cabellera
en el recuerdo-
junto al fervor devoto de los pinos,
azul, ellos también,
ya casi cielo,
y de cuanto es sustancia
y es entrega,
milagro permanente,
brisa, piedra,
cadencia de rompiente
en la escollera...
y en mí -¡ya para siempre!-
hasta la médula.
Qualyxian Quest Jul 2019
fun preserved in photos
      me a dad devoto
  yearning Yamamoto ...


              O Kyoto!

— The End —