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por algún motivo
la noche me quiere matar
déjame en paz
oscuro y hiriente
encuentra otro hijo
malvada existencia

según tu me amas
que chiste mas cruel
dicen los segundos solitarios
que pasan entre nosotros
cada vez mas largo
y infiel a tu memoria

te mando una de mis manos
bésalo cariño
y seca tus lagrimas entre los dedos
devuélvame lo, da prisa

haré bien con lo que tengo ahora
la sal de tus ojos entre mis labios
Yo, Beremundo el Lelo, surqué todas las rutas
y probé todos los mesteres.
Singlando a la deriva, no en orden cronológico ni lógico -en sin orden-
narraré mis periplos, diré de los empleos con que
nutrí mis ocios,
distraje mi hacer nada y enriquecí mi hastío...;
-hay de ellos otros que me callo-:
Catedrático fui de teosofía y eutrapelia, gimnopedia y teogonía y pansofística en Plafagonia;
barequero en el Porce y el Tigüí, huaquero en el Quindío,
amansador mansueto -no en desuetud aún- de muletos cerriles y de onagros, no sé dónde;
palaciego proto-Maestre de Ceremonias de Wilfredo el Velloso,
de Cunegunda ídem de ídem e ibídem -en femenino- e ídem de ídem de Epila Calunga
y de Efestión -alejandrino- el Glabro;
desfacedor de entuertos, tuertos y malfetrías, y de ellos y ellas facedor;
domeñador de endriagos, unicornios, minotauros, quimeras y licornas y dragones... y de la Gran Bestia.

Fui, de Sind-bad, marinero; pastor de cabras en Sicilia
si de cabriolas en Silesia, de cerdas en Cerdeña y -claro- de corzas en Córcega;
halconero mayor, primer alcotanero de Enguerrando Segundo -el de la Tour-Miracle-;
castrador de colmenas, y no de Casanovas, en el Véneto, ni de Abelardos por el Sequana;
pajecillo de altivas Damas y ariscas Damas y fogosas, en sus castillos
y de pecheras -¡y cuánto!- en sus posadas y mesones
-yo me era Gerineldos de todellas y trovador trovadorante y adorante; como fui tañedor
de chirimía por fiestas candelarias, carbonero con Gustavo Wasa en Dalecarlia, bucinator del Barca Aníbal
y de Scipión el Africano y Masinisa, piloto de Erik el Rojo hasta Vinlandia, y corneta
de un escuadrón de coraceros de Westmannlandia que cargó al lado del Rey de Hielo
-con él pasé a difunto- y en la primera de Lutzen.

Fui preceptor de Diógenes, llamado malamente el Cínico:
huésped de su tonel, además, y portador de su linterna;
condiscípulo y émulo de Baco Dionisos Enófilo, llamado buenamente el Báquico
-y el Dionisíaco, de juro-.

Fui discípulo de Gautama, no tan aprovechado: resulté mal budista, si asaz contemplativo.
Hice de peluquero esquilador siempre al servicio de la gentil Dalilah,
(veces para Sansón, que iba ya para calvo, y -otras- depilador de sus de ella óptimas partes)
y de maestro de danzar y de besar de Salomé: no era el plato de argento,
mas sí de litargirio sus caderas y muslos y de azogue también su vientre auri-rizado;
de Judith de Betulia fui confidente y ni infidente, y -con derecho a sucesión- teniente y no lugarteniente
de Holofernes no Enófobo (ni enófobos Judith ni yo, si con mesura, cautos).
Fui entrenador (no estrenador) de Aspasia y Mesalina y de Popea y de María de Mágdalo
e Inés Sorel, y marmitón y pinche de cocina de Gargantúa
-Pantagruel era huésped no nada nominal: ya suficientemente pantagruélico-.
Fui fabricante de batutas, quebrador de hemistiquios, requebrador de Eustaquias, y tratante en viragos
y en sáficas -algunas de ellas adónicas- y en pínnicas -una de ellas super-fémina-:
la dejé para mí, si luego ancló en casorio.
A la rayuela jugué con Fulvia; antes, con Palamedes, axedrez, y, en época vecina, con Philidor, a los escaques;
y, a las damas, con Damas de alto y bajo coturno
-manera de decir: que para el juego en litis las Damas suelen ir descalzas
y se eliden las calzas y sustentadores -no funcionales- en las Damas y las calzas en los varones.

Tañí el rabel o la viola de amor -casa de Bach, búrguesa- en la primicia
de La Cantata del Café (pre-estreno, en familia protestante, privado).
Le piqué caña jorobeta al caballo de Atila
-que era un morcillo de prócer alzada: me refiero al corcel-;
cambié ideas, a la par, con Incitato, Cónsul de Calígula, y con Babieca,
-que andaba en Babia-, dándole prima
fui zapatero de viejo de Berta la del gran pie (buen pie, mejor coyuntura),
de la Reina Patoja ortopedista; y hortelano y miniaturista de Pepino el Breve,
y copero mayor faraónico de Pepe Botellas, interino,
y porta-capas del Pepe Bellotas de la esposa de Putifar.

Viajé con Julio Verne y Odiseo, Magallanes y Pigafetta, Salgan, Leo e Ibn-Batuta,
con Melville y Stevenson, Fernando González y Conrad y Sir John de Mandeville y Marco Polo,
y sólo, sin De Maistre, alredor de mi biblioteca, de mi oploteca, mi mecanoteca y mi pinacoteca.
Viajé también en tomo de mí mismo: asno a la vez que noria.

Fui degollado en la de San Bartolomé (post facto): secundaba a La Môle:
Margarita de Valois no era total, íntegramente pelirroja
-y no porque de noche todos los gatos son pardos...: la leoparda,
las tres veces internas, íntimas, peli-endrina,
Margarita, Margotón, Margot, la casqui-fulva...-

No estuve en la nea nao -arcaica- de Noé, por manera
-por ventura, otrosí- que no fui la paloma ni la medusa de esa almadía: mas sí tuve a mi encargo
la selección de los racimos de sus viñedos, al pie del Ararat, al post-Diluvio,
yo, Beremundo el Lelo.

Fui topógrafo ad-hoc entre El Cangrejo y Purcoy Niverengo,
(y ad-ínterim, administré la zona bolombólica:
mucho de anís, mucho de Rosas del Cauca, versos de vez en cuando),
y fui remero -el segundo a babor- de la canoa, de la piragua
La Margarita (criolla), que navegó fluvial entre Comiá, La Herradura, El Morito,
con cargamentos de contrabando: blancas y endrinas de Guaca, Titiribí y Amagá, y destilados
de Concordia y Betulia y de Urrao...
¡Urrao! ¡Urrao! (hasta hace poco lo diríamos con harta mayor razón y con aquese y este júbilos).
Tras de remero de bajel -y piloto- pasé a condueño, co-editor, co-autor
(no Coadjutor... ¡ni de Retz!) en asocio de Matías Aldecoa, vascuence, (y de un tal Gaspar von der Nacht)
de un Libraco o Librículo de pseudo-poemas de otro quídam;
exploré la región de Zuyaxiwevo con Sergio Stepánovich Stepansky,
lobo de donde se infiere, y, en más, ario.

Fui consejero áulico de Bogislao, en la corte margravina de Xa-Netupiromba
y en la de Aglaya crisostómica, óptima circezuela, traidorcilla;
tañedor de laúd, otra vez, y de viola de gamba y de recorder,
de sacabuche, otrosí (de dulzaina - otronó) y en casaciones y serenatas y albadas muy especializado.
No es cierto que yo fuera -es impostura-
revendedor de bulas (y de mulas) y tragador defuego y engullidor de sables y bufón en las ferias
pero sí platiqué (también) con el asno de Buridán y Buridán,
y con la mula de Balaám y Balaám, con Rocinante y Clavileño y con el Rucio
-y el Manco y Sancho y don Quijote-
y trafiqué en ultramarinos: ¡qué calamares -en su tinta-!,
¡qué Anisados de Guarne!, ¡qué Rones de Jamaica!, ¡qué Vodkas de Kazán!, ¡qué Tequilas de México!,
¡qué Néctares de Heliconia! ¡Morcillas de Itagüí! ¡Torreznos de Envigado! ¡Chorizos de los Ballkanes! ¡Qué Butifarras cataláunicas!
Estuve en Narva y en Pultawa y en las Queseras del Medio, en Chorros Blancos
y en El Santuario de Córdova, y casi en la de San Quintín
(como pugnaban en el mismo bando no combatí junto a Egmont por no estar cerca al de Alba;
a Cayetana sí le anduve cerca tiempo después: preguntádselo a Goya);
no llegué a tiempo a Waterloo: me distraje en la ruta
con Ida de Saint-Elme, Elselina Vanayl de Yongh, viuda del Grande Ejército (desde antaño... más tarde)
y por entonces y desde años antes bravo Edecán de Ney-:
Ayudante de Campo... de plumas, gongorino.
No estuve en Capua, pero ya me supongo sus mentadas delicias.

Fabriqué clavicémbalos y espinetas, restauré virginales, reparé Stradivarius
falsos y Guarnerius apócrifos y Amatis quasi Amatis.
Cincelé empuñaduras de dagas y verduguillos, en el obrador de Benvenuto,
y escriños y joyeles y guardapelos ad-usum de Cardenales y de las Cardenalesas.
Vendí Biblias en el Sinú, con De la Rosa, Borelly y el ex-pastor Antolín.
Fui catador de tequila (debuté en Tapachula y ad-látere de Ciro el Ofiuco)
y en México y Amecameca, y de mezcal en Teotihuacán y Cuernavaca,
de Pisco-sauer en Lima de los Reyes,
y de otros piscolabis y filtros muy antes y después y por Aná del Aburrá, y doquiérase
con El Tarasco y una legión de Bacos Dionisos, pares entre Pares.
Vagué y vagué si divagué por las mesillas del café nocharniego, Mil Noches y otra Noche
con el Mago de lápiz buido y de la voz asordinada.
Antes, muy antes, bebí con él, con Emmanuel y don Efe y Carrasca, con Tisaza y Xovica y Mexía y los otros Panidas.
Después..., ahora..., mejor no meneallo y sí escanciallo y persistir en ello...

Dicté un curso de Cabalística y otro de Pan-Hermética
y un tercero de Heráldica,
fuera de los cursillos de verano de las literaturas bereberes -comparadas-.
Fui catalogador protonotario en jefe de la Magna Biblioteca de Ebenezer el Sefardita,
y -en segundo- de la Mínima Discoteca del quídam en referencia de suso:
no tenía aún las Diabelli si era ya dueño de las Goldberg;
no poseía completa la Inconclusa ni inconclusa la Décima (aquestas Sinfonías, Variaciones aquesas:
y casi que todello -en altísimo rango- tan Variaciones Alredor de Nada).

Corregí pruebas (y dislates) de tres docenas de sota-poetas
-o similares- (de los que hinchen gacetilleros a toma y daca).
Fui probador de calzas -¿prietas?: ceñidas, sí, en todo caso- de Diana de Meridor
y de justillos, que así veníanle, de estar atán bien provista
y atán rebién dotada -como sabíalo también y así de bien Bussy d'Amboise-.
Temperé virginales -ya restaurados-, y clavecines, si no como Isabel, y aunque no tan baqueano
como ése de Eisenach, arroyo-Océano.
Soplé el ***** bufón, con tal cual incongruencia, sin ni tal cual donaire.
No aporreé el bombo, empero, ni entrechoqué los címbalos.

Les saqué puntas y les puse ribetes y garambainas a los vocablos,
cuando diérame por la Semasiología, cierta vez, en la Sorbona de Abdera,
sita por Babia, al pie de los de Úbeda, que serán cerros si no valen por Monserrates,
sin cencerros. Perseveré harto poco en la Semántica -por esa vez-,
si, luego retorné a la andadas, pero a la diabla, en broma:
semanto-semasiólogo tarambana pillín pirueteante.
Quien pugnó en Dénnevitz con Ney, el peli-fulvo
no fui yo: lo fue mi bisabuelo el Capitán...;
y fue mi tatarabuelo quien apresó a Gustavo Cuarto:
pero sí estuve yo en la Retirada de los Diez Mil
-era yo el Siete Mil Setecientos y Setenta y Siete,
precisamente-: releed, si dudaislo, el Anábasis.
Fui celador intocable de la Casa de Tócame-Roque, -si ignoré cuyo el Roque sería-,
y de la Casa del Gato-que-pelotea; le busqué tres pies al gato
con botas, que ya tenía siete vidas y logré dar con siete autores en busca de un personaje
-como quien dice Los Siete contra Tebas: ¡pobre Tebas!-, y ya es jugar bastante con el siete.
No pude dar con la cuadratura del círculo, que -por lo demás- para nada hace falta,
mas topé y en el Cuarto de San Alejo, con la palanca de Arquimedes y con la espada de Damocles,
ambas a dos, y a cual más, tomadas del orín y con más moho
que las ideas de yo si sé quién mas no lo digo:
púsome en aprietos tal doble hallazgo; por más que dije: ¡Eureka! ...: la palanca ya no servía ni para levantar un falso testimonio,
y tuve que encargarme de tener siempre en suspenso y sobre mí la espada susodicha.

Se me extravió el anillo de Saturno, mas no el de Giges ni menos el de Hans Carvel;
no sé qué se me ficieron los Infantes de Aragón y las Nieves de Antaño y el León de Androcles y la Balanza
del buen Shylock: deben estar por ahí con la Linterna de Diógenes:
-¿mas cómo hallarlos sin la linterna?

No saqué el pecho fuera, ni he sido nunca el Tajo, ni me di cuenta del lío de Florinda,
ni de por qué el Tajo el pecho fuera le sacaba a la Cava,
pero sí vi al otro don Rodrigo en la Horca.
Pinté muestras de posadas y mesones y ventas y paradores y pulquerías
en Veracruz y Tamalameque y Cancán y Talara, y de riendas de abarrotes en Cartagena de Indias, con Tisaza-,
si no desnarigué al de Heredia ni a López **** tuerto -que era bizco-.
Pastoreé (otra vez) el Rebaño de las Pléyades
y resultaron ser -todellas, una a una- ¡qué capretinas locas!
Fui aceitero de la alcuza favorita del Padre de los Búhos Estáticos:
-era un Búho Sofista, socarrón soslayado, bululador mixtificante-.
Regí el vestier de gala de los Pingüinos Peripatéticos,
(precursores de Brummel y del barón d'Orsay,
por fuera de filósofos, filosofículos, filosofantes dromomaníacos)
y apacenté el Bestiario de Orfeo (delegatario de Apollinaire),
yo, Beremundo el Lelo.

Nada tuve que ver con el asesinato de la hija del corso adónico Sebastiani
ni con ella (digo como pesquisidor, pesquisante o pesquisa)
si bien asesoré a Edgar Allan Poe como entomólogo, cuando El Escarabajo de Oro,
y en su investigación del Doble Asesinato de la Rue Morgue,
ya como experto en huellas dactilares o quier digitalinas.
Alguna vez me dio por beberme los vientos o por pugnar con ellos -como Carolus
Baldelarius- y por tomar a las o las de Villadiego o a las sus calzas:
aquesas me resultaron harto potables -ya sin calzas-; ellos, de mucho volumen
y de asaz poco cuerpo (si asimilados a líquidos, si como justadores).
Gocé de pingües canonjías en el reinado del bonachón de Dagoberto,
de opíparas prebendas, encomiendas, capellanías y granjerías en el del Rey de los Dipsodas,
y de dulce privanza en el de doña Urraca
(que no es la Gazza Ladra de Rossini, si fuéralo
de corazones o de amantes o favoritos o privados o martelos).

Fui muy alto cantor, como bajo cantante, en la Capilla de los Serapiones
(donde no se sopranizaba...); conservador,
conservador -pero poco- de Incunables, en la Alejandrina de Panida,
(con sucursal en El Globo y filiales en el Cuarto del Búho).

Hice de Gaspar Hauser por diez y seis hebdémeros
y por otras tantas semanas y tres días fui la sombra,
la sombra misma que se le extravió a Peter Schlémil.

Fui el mozo -mozo de estribo- de la Reina Cristina de Suecia
y en ciertas ocasiones también el de Ebba Sparre.
Fui el mozo -mozo de estoques- de la Duquesa de Chaumont
(que era de armas tomar y de cálida sélvula): con ella pus mi pica en Flandes
-sobre holandas-.

Fui escriba de Samuel Pepys -¡qué escabroso su Diario!-
y sustituto suyo como edecán adjunto de su celosa cónyuge.
Y fuí copista de Milton (un poco largo su Paraíso Perdido,
magüer perdido en buena parte: le suprimí no pocos Cantos)
y a la su vera reencontré mi Paraíso (si el poeta era
ciego; -¡qué ojazos los de su Déborah!).

Fui traductor de cablegramas del magnífico Jerjes;
telefonista de Artajerjes el Tartajoso; locutor de la Esfinge
y confidente de su secreto; ventrílocuo de Darío Tercero Codomano el Multilocuo,
que hablaba hasta por los codos;
altoparlante retransmisor de Eubolio el Mudo, yerno de Tácito y su discípulo
y su émulo; caracola del mar océano eólico ecolálico y el intérprete
de Luis Segundo el Tartamudo -padre de Carlos el Simple y Rey de Gaula.
Hice de andante caballero a la diestra del Invencible Policisne de Beocia
y a la siniestra del Campeón olímpico Tirante el Blanco, tirante al blanco:
donde ponía el ojo clavaba su virote;
y a la zaga de la fogosa Bradamante, guardándole la espalda
-manera de decir-
y a la vanguardia, mas dándole la cara, de la tierna Marfisa...

Fui amanuense al servicio de Ambrosio Calepino
y del Tostado y deMatías Aldecoa y del que urdió el Mahabarata;
fui -y soylo aún, no zoilo- graduado experto en Lugares Comunes
discípulo de Leon Bloy y de quien escribió sobre los Diurnales.
Crucigramista interimario, logogrifario ad-valorem y ad-placerem
de Cleopatra: cultivador de sus brunos pitones y pastor de sus áspides,
y criptogramatista kinesiólogo suyo y de la venus Calipigia, ¡viento en popa a toda vela!
Fui tenedor malogrado y aburrido de libros de banca,
tenedor del tridente de Neptuno,
tenedor de librejos -en los bolsillos del gabán (sin gabán) collinesco-,
y de cuadernículos -quier azules- bajo el ala.
Sostenedor de tesis y de antítesis y de síntesis sin sustentáculo.
Mantenedor -a base de abstinencias- de los Juegos Florales
y sostén de los Frutales -leche y miel y cerezas- sin ayuno.
Porta-alfanje de Harún-al-Rashid, porta-mandoble de Mandricardo el Mandria,
porta-martillo de Carlos Martel,
porta-fendiente de Roldán, porta-tajante de Oliveros, porta-gumía
de Fierabrás, porta-laaza de Lanzarote (¡ búen Lancelot tan dado a su Ginevra!)
y a la del Rey Artús, de la Ca... de la Mesa Redonda...;
porta-lámpara de Al-Eddin, el Loca Suerte, y guardián y cerbero de su anillo
y del de los Nibelungos: pero nunca guardián de serrallo ni cancerbero ni evirato de harem...
Y fui el Quinto de los Tres Mosqueteros (no hay quinto peor) -veinte años después-.

Y Faraute de Juan Sin Tierra y fiduciario de
Natalia Rivera Jan 2015
Una luz tenue me levanto, ¿qué hora será? Miro el rejo y son las 4:50 de la madrugada de algún martes. Me volteo para verlo plasmado, la obra de arte más bella del mundo; el. Esta dormido profundamente, debido a su insomnio es cosa de celebrar así que lo dejo dormir y tomo el abrigo que hay en el suelo. El bonito abrigo color azul de rayas que tanto me encanta, el mismo abrigo que horas antes me quito con la ternura y pasión de dos amantes. Una pequeña sonrisa brota de mis labios y continúo para la sala, atravieso el pasillo forrado de fotos. Fotos de él, fotos mías, fotos familiares, sus pinturas, llego a la cocina y miro por la ventana, ya casi amanece. Me sirvo un poco de agua en mi taza con forma de gato, en la mesa de la sala están las copas y el vino de anoche.
El estaba sentado en el sofá, con su camisa color negra y sus mahonés grises. Con la mitad de la copa vacía me miraba indescifrablemente. Yo estaba sentada en el suelo cerca de la chimenea, usaba mi lindo vestido de flores junto a su abrigo color azul de rayas y el pelo alborotado (como siempre).
-¿Qué te trae bailando en el cinturón de Orión? dice dándole el último sorbo a su copa.
- En lo bien que se te ven esos mahonés le contesto; seguido de unas miradas disfrazadas y unas cuantas risas  me anime a contarle lo que me pasaba realmente.
-Hay días que el miedo me invade, mi vida era bastante simple antes de tu aparición. Nada me quitaba el sueño, vivía viajando en mis libros y mis prioridades era mantener con vida a mi pez y conseguir dinero al final de día para poder sustentarme. Pero apareciste, de la nada, porque si y mi mundo fue un caos. Cartas, besos, caricias, charlas, malos hábitos, terrible humor, un artista, un genio, un sádico, un romántico, egocéntrico y niño. De eso se componían mis pensamientos, pase de depender de cómo terminaba el final de un libro a como terminaba cada una de sus palabras. Estaba enamorada como nunca antes y eso me asustaba. Estoy enamorada de ti y todas tus mañas, pero quiero que te quedes para siempre.

Podía verlo, la luz del fuego enfocaba su rostro a la perfección, el silencio era agobiante. Permanecía sentada de alguna forma extraña hasta que al fin lo vi caminar hacia mí; se sentó junto y me miraba con ojos perdidos, tomo mi rostro en sus deliciosas manos y me besó. Me besó despacio, permitiéndome respirar su aroma y saborear su alma. Entre caricias, besos y suspiros terminamos en la cama, aún vestidos, aún con ganas. Lentamente baja la cremallera del abrigo y me lo quita con esa sonrisa de picardía, como un niño comenzando una travesura. Una vez que el abrigo cae al suelo me mira y me dice “Te amo, mi pequeña niña y mi inmensa mujer”
El resplandor del sol hizo que retornara a la realidad, eran las 5:20 de la mañana y el seguía durmiendo. Abrí la puerta del balcón para saludar a mi madre, danzaba en las olas y en los rayos del sol, radiante como siempre. La playa estaba desierta, estaba desnuda así como me gusta; decidí entrarme en ella así camine hasta la orilla del agua y me senté.  Me sentía viva pero me di cuenta que algo me cubría de pies a cabeza; la melancolía. Lo quería, si lo miraba sabia que ese era el hombre al que amaría por el resto de mis días y tenía miedo. Miedo a que el no sintiera lo mismo, que no me viera como yo lo veo. Mi desfile de pensamientos fue interrumpido por un cálido beso en la cabeza, mi artista de había levantado. Traía una manta y un bulto,  la extendió y cubriéndome me pregunto ¿Qué haces medio desnuda con este frió sentada ahí? Necesitaba brisa con sabor a playa, le dije. Se quedo junto a mi callado durante un rato. Vimos como del océano brotaban las nubes y danzaban hasta llegar a lo más alto del cielo, también, a lo lejos en el muelle vimos a una pareja sacar su pequeño bote para pasar lo que parecía ser un excelente día.
Inesperadamente el toma mi mano y la besa, me acerca a él y al oído casi susurrando me dice
- Jamás encuentro las palabras correctas para expresarte cuán importante eres, y cuando las encuentro se me pierde el coraje para decirlas. La otra noche vi tu alma desnuda, te vi a ti con todos tus miedos y con todo el amor que tienes, entonces supe nuevamente porque te escogí para pasar el resto de mis días contigo. Has estado en cada paso que doy, aun sabiendo que alguno de esos pasos me alejaba de ti. Fuiste mi brújula cuando me encontraba extraviado, mi amiga cuando deseo hablar de cosas que no te interesan y has sido toda una diosa para mí en aspectos que ambos sabemos.  No soy muy bueno en esto, y sé que estas no son las palabras que deseas oír solo sé que te amo y lo haré hasta que mis ganas de plasmar tu sonrisa en un canva se vayan, hasta que me haya cansado de hacerte el amor, hasta el día en que me muera. Te amo, y no dejare que te marches de mi vida nunca.
El sonido de las olas cubría mis sollozos, las lagrimas bajaban por mis mejillas y las palabras no me salían. Lo mire y el tenia una inmensa sonrisa y sus ojos me miraban con ternura. Me quito ambas mantas y del bulto saco su abrigo azul de rayas, me lo puso y me dijo:
-Quédate conmigo para siempre.
Y le dije:
-Me quedare contigo hasta en las ocasiones que quieras estar solo.
Lo beso y le digo:
-Te amo, renacuajo
Me besa y me dice:
-Te amo, mi niña.
Segunda historia.
Steven Hutchison Apr 2013
Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Mata los timbales
Go Tito

Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Mata los timbales
Go Tito

Oye como va...

the neighbors voices climbing out of windows left and right.

Is that you Tito?
Put down those pots and pans.
Make better use of those hands.
Don't you know those hands were made for working?
Follow your father to his factory grave shift,
Make razorblades to sell.
We'll always have hair on our faces.

Is that you Tito?
Knock off that racket.
Here I am trying to sleep
And you've got my feet to moving.
The night was made for dancing Tito,
And dancing was made for Harlem,
But that's bastante on a Wednesday mijo.

The young king packs up his studio,
Whistling dixie like she's never been whistled before.
Twirling the melody from royal lips,
Showing her how to use those God given hips.
Where did you find that groove you in your neck?
And do the words Puerto Rico still give you the chills?

You have walked on too many streets in New York City
And the Afro-beat is shacking up with the Cuban.
You can hear their children playing in the barrio allá,
And aquí they're blowing horns of imagination.
Make those wooden sticks tap your telegram, Tito.
Let the world know about this message brewing inside you.
They hate.
They yell.
They love to see you dancing,
But your ankles told you that wasn't right for you.
Your hands never have been able to keep still.
Maybe it's because they feel the future.
Do you realize where your bridge will lead?

You are the future Tito.
Do what you got to do to be where you got to be.
Play in Uncle Sam's band but don't you go to Normandy.
Follow your hands back to the big apple,
Take a bite out of this place they call Juliard.
When you sleep at night are they still screaming…
Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Go somewhere where the floor is on fire
With the fusion of jazz and samba.
Make it bigger Tito until it looks like it did in your dreams.
Pick up those sticks and mata los timbales.
Have the decency to wink when they name you king.

What is it that you mixed in that ***?
Your alchemy giving birth to new species.
Have mercy Tito.
Your music is feasting on the ears of the public,
Your hands are drumming on the ecosystem.
They call it salsa, and you laugh
Because they can't taste the carne.
Shine those pots and pans.
Tip your hat to Spanish Harlem,
Where windows stay open to let the dreamers dream big
And the red brick walls are soaked with memories.
Babarabatiri Tito,
Teach the world how to dance.

Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Go Tito, Go Tito
Mata los timbales
Go Tito

Oye como va...

a legend.
Jr Aug 2017
Irrita la garganta y daña el hígado,
que bastante ya se ha visto machacado
por años de prácticas funestas.

El más ****** líquido,
encuentra camino en mi esófago,
repleto de falsas esperanzas,
va camino abajo y patea mis entrañas
encargándose de dejar escapar la cordura.

Menos por menos es más,
y aquello que te vuelva inestable
en una casa sin columnas ni vigas,
seguro te hará sentir a salvo.

Fuerte aroma y tacto cuestionable,
aunque lo conozcas desde siempre,
todas las veces se siente
como el primer beso
pero con mordida.

Como champaña descorchada,
hace florecer cualquier pensamiento,
entre palabras que escapan a duras penas
de la lengua envenenada y adormecida.

El que lo niegue no lo ha probado,
y si lo probó y lo negó,
tiene ante usted a un ángel limpio y puro,
puesto que ésta es la poción de los pisoteados.
Cocuy.
Sólo una temporada provisoria,
tatuaje de incontables tradiciones,
oscuro mausoleo donde empieza
a existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar sus inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
fugaz, es un venero de primicias
que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje
del que persistirán sólo unas nubes,
un biombo, dos juguetes, tres racimos,
o apenas un olor, una ceniza.
Con luces queda atrás, a la intemperie,
yacente y aplazada para nunca,
sola con su aptitud irresistible
y un pudor incorpóreo, agazapado.
Para nunca aplazada, fabulosa
infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable
cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,
el azar hinca el diente en otra bruma,
somos los moribundos que nacemos
a la carne, a la sangre, al entusiasmo,
nos burlamos del sol, de la penumbra,
manejamos la gloria como un lápiz
y en las vírgenes tapias dibujamos
el amor y su viejo colmo, el odio,
el grito que nos pone la vergüenza
en las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla
bajo el cielo compacto, insolidario,
el asombro hace cuentas y no puede
mantenernos serenos, apacibles,
somos el invasor protagonista
que hace trizas el tiempo, que hace ruido
pueril, que hace palabras, que hace pactos,
somos tan poderosos, tan eternos,
que cerramos el puño y el verano
comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.
El verano es un.vaho, por lo tanto
no tiene ojos ni párpados ni lágrimas,
en sus tardes de atmósfera más tenue
es calor, es calor, y en las mañanas
de aire pesado, corporal, viscoso,
es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,
las ilumina, las ondula, y luego
las respira y suspira como acordes,
las envuelve en amor, las hace carne,
les pinta brazos con venitas tenues
en colores y luz complementarios,
les abre escotes para que alguien vierta
cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
imposible quietud cuando es la hora
para cada uno de morder su fruta,
de usar su espejo, de gritar su grito,
de escupir a los cielos, de ir subiendo
de dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
la que embruja, la que arde, la que agota,
la que enluta el amor, la que excrementa,
la que siega, la que usa, la que ablanda,
la muerte de arenal, la de pantano,
la de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
su insomnio enloquecido se desploma
sobre todos los sueños, su delirio
se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,
exhibe sus voraces argumentos,
sus afiches turísticos, explica
por qué es tan milagrosa su inminencia,
por qué es tan atractivo su desastre,
por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.
Su demagogia negra usa palomas,
telegramas y rezos y suspiros,
sonatas para piano, arpas de herrumbre,
vitrinas del amor momificado,
relojes de lujuria que amontonan
segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara,
su espanto vendaval silba en la espiga,
su pregunta repica en el silencio,
su loco desparpajo exuda un réquiem
que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,
sordo de amor, de amor enmudecido,
ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
quedan para alejar la muerte y para
hundirse en la mujer, en esa ola
que es tiempo y lengua y brazos y latido,
esa mujer descanso, mujer césped,
que es llanto y rostro y siembra y apetito,
esa mujer cosecha, mujer signo,
que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagroso caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
-que puede ser mil y una- el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones
o sea la razón. El mundo existe
con manchas, sin arar, y no hay conjuro
ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,
la sangre fluye, el odio se hace muro,
¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino
y dios padrastro todopoderoso,
ese señor del vómito, ese artífice
de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?
Surtidor de ******, profeta imbécil,
¿ése, mi prójimo?, ¿ése, el
semejante?
Sindico en todo caso de la muerte,
argumento Y proclama de la ruina,
poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos
sino el contorno triste, calcinado.
Miro a mi sombra que está envejeciendo,
la sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,
con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,
con mis amigos-enemigos, esos
que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola
y está más sola cuando no la tiendo,
pienso en los compradores emboscados
y tengo duelo y tengo rabia y tengo
un reproche que empieza en mis lealtades,
en mis confianzas sin mayor motivo,
en mi invención del prójimo-mi-aliado.
Ni aun ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
y en mi boca cerrada.
                                      ¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
hay cien teorías sobre la derrota,
hay argumentos para suicidarse,

Pero ¿y si hay un resquicio?
                                               ¿Es
tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?
Esta crônica é resultado de uma conversa que eu teria com o velho companheiro de lutas Chico da Cátia. Era um companheiro de toda hora, sempre pronto a dar ajuda a quem quer que fosse. Sua viúva, a Cátia, é professora da rede pública estadual do Rio de Janeiro e ele adquiriu esse apelido devido a sua obediência a ela, pois sempre que estávamos numa reunião ou assembleia ou evento, qualquer coisa e ela dissesse "vamos embora!", o Chico obedecia, e, ao se despedir dizia: com mulher, não se discute. Apertava a mão dos amigos e partia.

Hoje, terceiro domingo do janeiro de 2015, estou cercado. Literalmente cercado. Cercado sim e cercado sem nenhum soldado armado até aos dentes tomando conta de mim. Não há sequer um helicoptero das forças armadas americanas sobrevoando o meu prédio equipado com mísseis terra-ar para exterminar-me ao menor movimento, como está acontecendo agorinha em algum lugar do oriente asiático. Estou dentro de um apartamento super ventilado, localizado próximo a uma área de reserva da mata atlântica, local extremamente confortável, mas cercado de calor por todos os lados, e devido ao precário abastecimento de água na região, sequer posso ficar tomando um banhozinho de hora em hora, pois a minha caixa d'água está pela metade. Hoje, estou tão cercado que sequer posso sair cidade a fora, batendo pernas, ou melhor, chinelos, pegar ônibus ou metrô ou BRTs e ir lá na casa daquele velho companheiro de lutas Chico da Cátia, no Morro do Falet, em Santa Tereza, para pormos as ideias em dia. É que a mulher saiu, foi para a casa da maezinha dela e como eu tinha dentista ontem, não fui também e estou em casa, cercado também pelo necessário repouso orientado pelo médico, que receitou-me cuidados com o calor devido ao dente estar aberto.

Mas, firulas à parte, lembro-me de uma conversa que tive com o Chico após a eleição do Tancredo pelo colégio eleitoral, que golpeou as DIRETAS JÁ, propostas pelo povo, na qual buscávamos entender os interesses por detrás disso, uma vez que as eleições diretas não representavam nenhuma ameaça ao Poder Burguês no Brasil, aos interesses do capital, e até pelo contrário, daria uma fachada "democrática ao país" Nessa conversa, eu e o Chico procuramos esmiuçar os segmentos da burguesia dominante no Brasil, ao contrário do conceito de "burguesia brasileira" proposto pela sociologia dos FHCs da vida. Chegamos à conclusão de que ela também se divide, tem contradições internas e nos seus embates, o setor hegemônico do capital é quem predominar. Nesse quesito nos detivemos um bom tempo debatendo, destrinçando os comportamento orgânicos do capital, e concluímos que o liberalismo, fantasiado de neo ou não, é liberal até o momento em que seus interesses são atingidos, muitas vezes por setores da própria burguesia; nesses momentos, o setor dominante, hegemônico, lança mão do que estiver ao seu alcance, seja o aparelho legislativo, o judiciário e, na falta do executivo, serve qualquer instrumento de força, como eliminação física dos seus opositores, golpe de mídia ou golpe de estado, muitas vezes por dentro dos próprios setores em disputa, como se comprovou com a morte de Tancredo Neves, de Ulisses Guimarães e de uma série de próceres da burguesia, mortos logo a seguir.

Porém, como disse, hoje estou cercado. Cercado por todos os lados, cercado até politicamente, pois os instrumentos democratizantes do meu país estão dominados pelos instrumentos fascistizantes da sociedade. É que a burguesia tem táticas bastante sutis de penetração, de corrosão do poder de seus adversários e atua de modo tão venal que é quase impossível comprovar as suas ações. Ninguém vai querer concordar comigo em que os setores corruptos da esquerda sejam "arapongas" da direita; que os "ratos" que enchem o país de ONGs, só pra sugar verbas públicas com pseudo-projetos sociais, sejam "arapongas" da direita; que os ratazanas que usam a CUT, o MST, o Movimento por Moradia, e controlam os organismos de políticas sociais do país sejam "arapongas" da direita; que os LULAS, lulista e cia, o PT, a Dilma etc, sejam a própria direita; pois do contrário, como se explica a repressão aos movimentos sociais, como se explica a criminalização das ações populares em manifestações pelo país a fora? Só vejo uma única resposta: Está fora do controle "DELLES!"

Portanto, como disse, estou cercado. Hoje, num domingo extremamente quente, com parco provimento de água, não posso mais, sequer, ir à casa do meu amigo Chico da Cátia. Ela, já está com a idade avançada, a paciência esgotada de tanto lutar por democracia, não aguenta mais sair e participar dos movimentos sociais, e eu sou obrigado a ficar no meu canto, idoso e só, pois o Chico já está "na melhor!"; não disponho mais dele para exercitar a acuidade ideológica e não me permitir ser um "maria vai com as outras" social, um alienado no meio da *****, um zé-niguém na multidão, o " boi do Raul Seixas": "Vocês que fazem parte dessa *****, que passa nos projetos do futuro..."  Por exemplo, queria conversar com ele sobre esse "CASO CHARLIE HEBDO", lá da França, em que morreu um monte de gente graças a uma charge. Mas ele objetaria; "Uma charge?!" É verdade. Não foi a charge que matou um monte de gente, não foi o jornal que matou um monte de gente, não foram os humoristas que mataram um monte de gente. Assim como na morte de Tancredo Neves e tantos membros da própria burguesia no Brasil, quem matou um monte de gente é o instrumento fascistizante da sociedade mundial, ou seja, a disputa orgânica do capital, a concorrência entre o capital ocidental e o capital oriental, que promove o racismo e vende armas, que promove a intolerância religiosa e vende armas, que promove as organizações terroristas em todo o mundo e vende armas; que vilipendia as liberdades humanas intrínsecas, pisoteia a dignidade mais elementar, como o direito à crença, como o respeito etnico, a liberdade de escolhas, as opções sexuais, e o que é pior, chama isso de LIBERDADE e comete crimes hediondos em nome da Liberdade de Imprensa, da Liberdade de Expressão,  a ponto de a ministra da justiça francesa, uma mulher, uma negra, alguém que merece respeito, ser comparada com uma macaca, e ninguém falar nada. Com toda certeza do mundo, eu e o Chico jamais seremos CHARLIE....  

Sabbathius Sep 2014
Sou estudante de coexistência
Observo em bastante persistência
Mantendo sempre a minha distância
E aprendendo assim esta ciência

O quão difícil é de aprender
E quanto mais, tentar entender
Qual será a melhor forma de ser?
Como será que a hei-de manter?

Pois é imperdoável qualquer erro
Em meio de lobos, sou um bezerro
Que a todos pareço bastante tenro
Que cavam a cova do meu enterro


*Aprendiz da vida by João Massada is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License.
My beloved mother tongue <3
For those who understand it...
Land Raccoon Jan 2015
Anoche lloré mientras te recodaba
Y recordé las noches que pasamos juntos
En las que no tenía que atraer al gato, que ya bastante me odia, hasta mis pies para no tener frío.
Anoche recordé también la noche en que dijiste que te irías para siempre y lloré desconsolado.
Luego vinieron a mis ojos las lágrimas de aquella otra en la que regresaste,
en la que te ayudé a cargar tus maletas,
en la que juntos acomodamos mi espacio que se convirtió en nuestro
y las palabras dulces que dijimos optimistas sobre el futuro.
No pude detenerme hasta recordar todas las noches que despiertos o dormidos pasé tranquilo a tu lado,
en las que reímos,
en las que bailamos,
en las que gozamos,
en las que nos conocimos y reencontramos.
Las noches en las que te besé,
ésas fueron las mejores por sobre todas.  
Y al final me quebré porque esta noche,
como las que sigue, estoy solo.
Y me quedo repasando todos esos recuerdos y lloro,
te juro que lloro.  
Pero has de saber que entre lágrimas se escuchan también risas,
porqué si hay algo que me hace enteramente feliz,
es amarte,
es recordarte.
Victor Marques Apr 2012
Comboio do Destino

Não sei que fogo me aquece,
Não sei que chama me alumia,
Sinto que algo me fortalece,
Esperança de algo que perdia.

Num comboio bastante maltratado,
Sinto um sentimento forte,
Viajo um presente já passado,
Destino ou minha sorte.

O comboio começa a andar,
Nem vai depressa, nem devagar,
Colinas verdejantes, belas paisagens,
Para trás ternas imagens.

Palavas com cisnes eu te vi,
A sonhar eu adormeci.
No comboio do destino estou sem demora,
Vou acordar com a brancura da aurora.

Victor Marques
Desde temprano había menudeado las llamadas de
felicitación. Para el ex torturador (todavía no se
sentía cómodo con esa partícula: ex) ya no
había peligro. La tan cuestionada ley de amnistía ahora
tenía el aval del voto popular. A las felicitaciones él
había respondido con risas, con murmullos de aprobación,
con entusiasmo, sin escrúpulos. Sin embargo no se sentía
eufórico. Desayunó a solas, como siempre. A pesar de sus
cuarenta, se mantenía soltero. Estaba Eugenia, claro, pero en
una zona siempre provisional. Recogió los diarios que
habían deslizado bajo la puerta, pero se salteó
precisamente aquellas páginas, aparatosamente tituladas, que
analizaban la ahora confirmada amnistía. Sólo se detuvo
en Internacionales y en Deportes. Luego se dedicó a regar las
plantas y el césped del fondo. La recomendación oficial
decía que, hasta nuevo aviso, era imprescindible ahorrar agua
corriente y prohibía especialmente el riego de jardines. Pero
él gozaba de amnistía. Todo le estaba permitido. Si le
habían perdonado torturas, violaciones y muertes, no lo iban a
condenar por un gasto excesivo de agua. Democracia es democracia. El
agua salía con fuerza tal que algunos tallitos, los más
débiles, se inclinaban e incluso hubo uno que se quebró.
Lo apartó con el pie. Así estuvo dos horas. Regaba y
volvía a regar, dos o tres veces las mismas plantas, que ya no
agradecían la lluvia. Cuando sintió en los pies el
frío de las zapatillas húmedas, cerró por fin la
canilla, entró en la casa y se vistió informalmente para
ir al supermercado. Una vez allí, hizo un buen surtido de
bebidas y comestibles hasta llenar prácticamente el carrito y se
puso en la cola de la Caja. Un signo de igualdad y fraternidad,
pensó: aunque estaba amnistiado, de todos modos se resignaba a
hacer la cola. De pronto sintió que una mano fuerte le tomaba el
brazo y experimentó una corriente eléctrica. ¿Como
una picana? No. Simplemente una corriente eléctrica. Se dio
vuelta con rapidez y con cierta violencia y se encontró con un
vecino de rostro amable, un poco sorprendido por la reacción que
había provocado. Disculpe, dijo el señor, sólo
quería avisarle que se le cayó la billetera. Él
sintió que las mejillas le ardían. Emitió un breve
tartamudeo de excusas y agradecimiento y recogió la billetera.
Precisamente en ese momento había llegado su turno, así
que fue colocando sus compras frente a la cajera, pagó, y
metió todo en la bolsa que había traído a esos
efectos. Cuando abandonaba el supermercado, oyó que alguien le
decía, al pasar, enhorabuena, nadie hizo comentario alguno pero
él comprobó que uno de los clientes, un bancario que
pasaba a diario frente a su casa haciendo jogging, levantaba
inequívocamente las cejas. Pensó en los perros de caza,
cuando, al detectar la proximidad de la presa, levantan las orejas.
¿Él sería la presa? Boludeces, muchacho,
boludeces. Estoy amnistiado. Un hombre sin deudas con la sociedad. Todo
lo hice por obediencia debida (con alguna yapa, como es natural), mi
conciencia y yo estamos en paz. Ya en la casa, fue vaciando la bolsa,
metió en la heladera lo que correspondía, y lo
demás en la despensita, sin mayor orden. Mañana, cuando
viniera Antonia a hacer la limpieza, sabría a qué estante
pertenecía cada cosa. Encendió la radio pero sólo
había rock, así que la apagó y se quedó un
buen rato contemplando el techo y sus crecientes manchas de humedad.
Llamar al constructor, anotó mentalmente. Después fue al
dormitorio, se desnudó, se duchó, se vistió de
nuevo pero con ropa de salir, fue al garaje, encendió el motor
del Peugeot, pensó hacer todo el camino por la Rambla pero mejor
no, siempre es más seguro por Bulevar España y Maldonado.
Qué tontería. ¿Más seguro? Vamos, vamos, si
estoy amnistiado. Y rumbeó hacia la Rambla. No había
muchos coches. A la altura del puertito del Buceo, lo pasó un
Mercedes, que de pronto frenó. El conductor le hizo señas
para que se detuviera. Él vaciló. Sólo por una
décima de segundo. El corazón le golpeaba con fuerza. La
Rambla jamás es segura. Fue sólo un instante, pero en ese
destello calculó que, si bien había suficiente distancia
como para esquivar al otro coche y huir, el motor del otro era mucho
más potente y le daría alcance sin problemas. De modo que
se resignó y frenó junto al Mercedes. El otro
asomó una cara sonriente. Lleva la valija abierta, amigo,
¿no se había dado cuenta? No, no se había dado
cuenta, así que dijo gracias, ha sido muy amable, y se
bajó para cerrar la valija. Sin embargo, la valija no estaba
abierta. Todo él se llenó de sospecha y
prevención, pero el Mercedes ya había arrancado y se
había perdido tras la curva. Miró hacia atrás,
hacia el costado, hacia adelante. No había otros coches a la
vista. ¿Podría ser que la valija se cerrara sola?
¿Por qué no? Boludeces, muchacho, boludeces. Pero cuando
volvió a empuñar el volante, dejó abierta la
gaveta donde estaba el revólver y por supuesto no siguió
por la Rambla. Cuando llegó al Centro, y a pesar de que en esa
cuadra había dos sitios libres, no se arriesgó a dejar el
coche en la calle y lo llevó a una playa de estacionamiento.
Recordó que debía comprarse una camisa. Entró en
una tienda y le dijo al vendedor que la quería blanca, de mangas
largas, para vestir. ¿Es para usted? Sí, es para
mí. ¿La quiere con el cuello flojo o más bien
apretado? ¿Cómo apretado, qué quiere decir con
eso? Oh, no lo tome a mal, me parece bien que lo quiera flojo, hoy en
día nadie usa una camisa que lo estrangule. Hoy en día.
Naturalmente. Hoy en día nadie. Estoy amnistiado. Nadie quiere
que lo estrangulen. Ya no se usa. Se llevó la camisa blanca,
para vestir, de mangas largas, y de cuello flojo (39 en vez de 38, que
era su número). Le pareció carísima, pero no
quería llamar la atención, así que pagó con
un gesto de soberbia y a la vez de despreocupación por el
dinero, y empezó a caminar por Dieciocho. Desde un auto,
detenido porque el semáforo estaba en rojo, un desconocido le
gritó: felicidades. ¿Quién será? Por las
dudas saludó con la mano y entonces el otro le mostró la
lengua. Su intención fue acercarse, pero el semáforo se
había puesto verde y el auto arrancó con estruendo, entre
las risotadas de sus ocupantes. Guarangos, sólo eso, se dijo.
Pero por qué lo de felicidades. ¿Por la amnistía?
¿O simplemente había sido una palabra amable, destinada a
servir de contraste con el gesto ofensivo que la iba a seguir? Vaya,
después de todo no era la primera lengua que veía, por
cierto había visto otras, más dramáticas que la de
ese idiota. Cosas del pasado. Abur. Por orden del presidente, la buena
gente había cerrado los ojos de la nuca. Ahora ya no iban a
escribir verdugos a la cárcel, verdad y justicia, y otras
sandeces. Ahora habían aprendido a decir: se le cayó la
billetera, enhorabuena, amigo lleva la valija abierta, felicidades.
Almorzó solo, en un restaurante donde nadie lo conocía.
Sin embargo, cuando estaba en el churrasco a la pimienta, vio que desde
otra mesa alguien lo saludaba, pero estaba tan lejos que su
miopía no le permitió distinguir quién era. Al
rato vino el mozo con una tarjetita. El nombre era del corresponsal de
una agencia internacional, y había unas líneas
recién escritas: Tengo sumo interés en hacerle una
entrevista. Sobre la amnistía, ya se lo habrá imaginado.
Le pidió al mozo que le dijera a ese señor que muchas
gracias, pero que no era posible. Ya no pudo seguir comiendo a gusto.
Al concluir no pidió café sino un té de boldo,
pero ni así. Salió rápidamente, sin mirar al
corresponsal, que se quedó en el fondo, haciendo señas en
vano. Iría a lo de Eugenia, era la hora. Ella le había
telefoneado bien temprano para decirle que lo esperaba con
champán. Un alivio. Por lo menos aquel apartamento, que
él había financiado, era tierra conocida y no devastada.
Eugenia estaba vestida poco menos que para una fiesta. Estarás
tranquilo ahora, me imagino, fue la bienvenida. Sí, bastante.
Pero no lo estaba y ella lo advirtió. No seas estúpido,
mi amor, ese asunto se acabó, ya lo dijo el presidente, ahora
hay que mirar hacia adelante. En una ocasión como ésta, y
tras el brindis de rigor (por la democracia, dijo Eugenia, y
soltó una carcajada), estaba más que cantado que
irían a la cama. Y fueron. Durante todo el trámite,
él estuvo con la cabeza en otra parte, pero así y todo
pudo cumplir como un buen soldado. En un momento, ella había
apretado su abrazo de forma exagerada y él sintió que se
asfixiaba. Por un momento tuvo pánico, casi se mareó.
¿Será el abrazo, o el anís tendría algo?
¿Será posible? ¿Nada menos que Eugenia?
Afortunadamente, todo pasó, Eugenia había aflojado el
abrazo, dijo que había estado regio, él pudo respirar
normalmente, y ella empezó a besarlo, como lo hacía
siempre en la etapa post coitum, de abajo hasta arriba. De pronto
él anunció que se iba. ¿Ya? Esta noche tengo una
reunión y quiero estar despejado, quiero dormir un poco.
¿Es por la amnistía? No, dijo él, receloso, es por
otra cosa. ¿Y dónde es? Él la miró,
desconfiado. A esta altura del partido, no iba a caer en trampa tan
ingenua. También podía suceder que, precisamente por ser
tan ingenua, no fuese trampa. Todavía no lo sé, me
avisarán esta tarde. Nublado está mi cielo, dijo ella,
sí, es mejor que te vayas, a ver si mañana estás
menos tenso. Estoy cansado, sólo eso. Bajó a la calle,
caminó unas cuadras hasta donde había dejado el auto y
antes de arrancar lo examinó con cuidado. Esta vez no
tomó por la Rambla, entre otras cosas porque soplaba un viento
que auguraba tormenta. Trató de ir esquivando (antigua
precaución) las esquinas con semáforos, que obligaban
siempre a detenerse y de hecho convertirse en blanco fijo. Cuando
llegó a casa, notó con asombro que la luz de la cocina
estaba encendida. ¿Y eso? ¿La habré encendido yo
mismo hoy temprano, y luego, cuando me fui, como era de día, no
me di cuenta? Vaya, todo estaba en orden. Quería descansar.
Abrió la cama, se quitó la ropa (siempre dormía
desnudo) y tomó un somnífero suave, suficiente para
descansar unas horas. Por supuesto, no tenía ninguna
reunión esta noche. Experimentó un cosquilleo de
satisfacción cuando advirtió que sus ojos se iban
cerrando. Sólo cuando estuvo profundamente dormido,
comenzó a recorrer un corredor en tinieblas, una suerte de
túnel interminable, cuyas paredes eran sólo ojos, miles y
miles de ojos que lo miraban, sin ningún parpadeo. Y sin perdón.
Perdido. Tomado pela multidão histérica de memórias. Mutilação. Gritos de agonia. Horror nos olhos de  "inocentes". Memorias de imagens presas numa parede de incapacidade. Incapaz de ver. Incapaz de saber. De ser. Sou o luto de minha tragédia. Ser o algoz do mundo. Já não me lembro.  Ele se diz meu sogro. Minha mulher está morta. As crianças foram brutalmente assassinadas. Seus corpos foram abandonados. Todos fugiram pelo terror do algoz. E eu apaguei. Já não me lembro. É preciso acreditar?  Lembrei que não me lembro do meu rosto. Ele me pediu para olhar ao espelho. Olho diretamente para aquela figura. Então este sou eu.  Apático. Ele sorri. Também tento. Pele azul. Olhos de vidro. Meus braços se misturam com uma membrana de carne. Me estico. É possível voar? Sim! Nós todos podemos voar, este é um planeta muito grande para simplesmente caminharmos. Às vezes ele fala como um mentiroso. Eu o detesto. Meus pés são como minhas mãos, só que maiores. Você deseja cavar os túmulos com seus pés? Esse não é o ponto! A questão é que sou diferente. Que vivo num mundo diferente. Onde eles são como eu. Deixe- me viver a fantasia!
Me levaram para a sala de recuperação de memória. Fizeram um tratamento
intensivo.
Tema: quem é você?
Resultado: Você é Khaladesh! Você é Khaladesh! Você é Khaladesh!(...)
Tome estes remédios!
Não posso!
Tome estes remédios!
Não quero!
Resultado: há uma guerra acontecendo. Um inimigo misterioso destruiu tudo o que importa. Quem é tal inimigo? Uma legião de sadismo. Tudo o que é perverso neste mundo carrega o nome  Arcantsulyan. É preciso sentir ódio por Arcantsulyan! É necessário se proteger contra Arcantsulyan. Oremos aos deuses!  Será que não orei o bastante? Já não me lembro. Livrai-nos de Arcantsulyan!
Há dois Sóis em meu mundo! Há também um deserto. Um jovem caminha em direção à Thaeran'khur. Seus passos cambaleantes e exaustos seguem por dois dias inteiros pelas areias do deserto... Não há noite em Thaeran'khur. Um calor crepitante invade sua alma. Há calor em seus olhos. Há calor em suas mãos. Há calor em seus brônquios. O calor e a poeira espreitam sua angústia. Incidem sem avisar em sua esperança. Um calor tão horrível que faz curvar seu corpo em incomensurável e desesperada agonia. Nada mais importa. Seu lar já foi esquecido. Suas lembranças já são meros devaneios. O que lhe resta é apenas entregar-se para a iminente morte ou seguir caminhando até morrer. À sua frente há uma fronteira que divide a parte inabitável do restante do deserto: um local onde a radiação  dos Sóis transformou toda a extensão de  areia em puro vidro. Um local onde não ha como permanecer vivo. O jovem desesperado e quase inconsciente vê a luz refletida pela gigantesca camada vitrificada. Ele segue em direção à luz. Irá cruzar o limiar da consciência: adentra o deserto de vidro... Incineração fatal... Seu corpo se transforma em areia.  O que aconteceu depois? Ele deixou de ser. Sabe o que isso quer dizer? Quer dizer que já não é. Ele abriu caminho à todas as possibilidades. Seu corpo se fragmentou em pedaços infinitos e se misturou com os infinitos pedaços que ali haviam. Ele se tornou tudo o que existe. Ele é o deserto agora. Mas o deserto está se unificando. A luz está juntando os pedaços. Os grãos estão se tornando vidro. Reflita...
Você é Khaladesh. Membro da rebelião contra Arcantsulyan. Vive escondido nas florestas sobre- oceânicas do Oceano Yuregjorth. Sua mulher e suas crianças foram destroçadas. Você perdeu sua memória. Percebe o quão insano isso tudo parece? Você não está bem. Precisa se lembrar. Não posso me lembrar de nada. Lembre-se de sua família. Lembre-se de seu ódio por Arcantsulyan. Você deve se vingar. Você deve tomar os remédios. Você deve se juntar à rebelião novamente. Você deve se fixar no que é real. Você será espião em território inimigo. Você precisa perceber seus delírios. Você precisa descobrir o que é Arcantsulyan. Você precisa se lembrar quem você é.
Sólo una temporada provisoria,
tatuaje de incontables tradiciones,
oscuro mausoleo donde empieza
a existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar sus inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
fugaz, es un venero de primicias
que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje
del que persistirán sólo unas nubes,
un biombo, dos juguetes, tres racimos,
o apenas un olor, una ceniza.
Con luces queda atrás, a la intemperie,
yacente y aplazada para nunca,
sola con su aptitud irresistible
y un pudor incorpóreo, agazapado.
Para nunca aplazada, fabulosa
infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable
cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,
el azar hinca el diente en otra bruma,
somos los moribundos que nacemos
a la carne, a la sangre, al entusiasmo,
nos burlamos del sol, de la penumbra,
manejamos la gloria como un lápiz
y en las vírgenes tapias dibujamos
el amor y su viejo colmo, el odio,
el grito que nos pone la vergüenza
en las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla
bajo el cielo compacto, insolidario,
el asombro hace cuentas y no puede
mantenernos serenos, apacibles,
somos el invasor protagonista
que hace trizas el tiempo, que hace ruido
pueril, que hace palabras, que hace pactos,
somos tan poderosos, tan eternos,
que cerramos el puño y el verano
comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.
El verano es un.vaho, por lo tanto
no tiene ojos ni párpados ni lágrimas,
en sus tardes de atmósfera más tenue
es calor, es calor, y en las mañanas
de aire pesado, corporal, viscoso,
es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,
las ilumina, las ondula, y luego
las respira y suspira como acordes,
las envuelve en amor, las hace carne,
les pinta brazos con venitas tenues
en colores y luz complementarios,
les abre escotes para que alguien vierta
cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
imposible quietud cuando es la hora
para cada uno de morder su fruta,
de usar su espejo, de gritar su grito,
de escupir a los cielos, de ir subiendo
de dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
la que embruja, la que arde, la que agota,
la que enluta el amor, la que excrementa,
la que siega, la que usa, la que ablanda,
la muerte de arenal, la de pantano,
la de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
su insomnio enloquecido se desploma
sobre todos los sueños, su delirio
se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,
exhibe sus voraces argumentos,
sus afiches turísticos, explica
por qué es tan milagrosa su inminencia,
por qué es tan atractivo su desastre,
por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.
Su demagogia negra usa palomas,
telegramas y rezos y suspiros,
sonatas para piano, arpas de herrumbre,
vitrinas del amor momificado,
relojes de lujuria que amontonan
segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara,
su espanto vendaval silba en la espiga,
su pregunta repica en el silencio,
su loco desparpajo exuda un réquiem
que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,
sordo de amor, de amor enmudecido,
ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
quedan para alejar la muerte y para
hundirse en la mujer, en esa ola
que es tiempo y lengua y brazos y latido,
esa mujer descanso, mujer césped,
que es llanto y rostro y siembra y apetito,
esa mujer cosecha, mujer signo,
que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagroso caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
-que puede ser mil y una- el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones
o sea la razón. El mundo existe
con manchas, sin arar, y no hay conjuro
ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,
la sangre fluye, el odio se hace muro,
¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino
y dios padrastro todopoderoso,
ese señor del vómito, ese artífice
de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?
Surtidor de ******, profeta imbécil,
¿ése, mi prójimo?, ¿ése, el
semejante?
Sindico en todo caso de la muerte,
argumento Y proclama de la ruina,
poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos
sino el contorno triste, calcinado.
Miro a mi sombra que está envejeciendo,
la sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,
con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,
con mis amigos-enemigos, esos
que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola
y está más sola cuando no la tiendo,
pienso en los compradores emboscados
y tengo duelo y tengo rabia y tengo
un reproche que empieza en mis lealtades,
en mis confianzas sin mayor motivo,
en mi invención del prójimo-mi-aliado.
Ni aun ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
y en mi boca cerrada.
                                      ¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
hay cien teorías sobre la derrota,
hay argumentos para suicidarse,

Pero ¿y si hay un resquicio?
                                               ¿Es
tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?
Ahora que empecé el día
volviendo a tu mirada
y me encontraste bien
y te encontré más linda
ahora que por fin
está bastante claro
dónde estás y dónde
                                    estoy

sé por primera vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola
que del vecino
territorio del amor
ese desesperado
empezarán a mirarnos
con envidia
y acabaran organizando
excursiones
para venir a preguntarnos
cómo hicimos.
Anyelo Montero Jun 2014
A la final me dejé de tantos tecnicismos. De tantos margenes y cánones.
Me aburrí del molde cortazariano y de los coloquios de García Márquez.

Me cansé de tantos esquemas y lineas.
Las palabras cursis no enamoran a todas las chicas.

Y menos a ti. Y a ti que no te gusta la melancolía ni los suspiros ni las tardes frías.
A ti que no te gustan las cosas tan profundas; ni Cultura Profética ni Vicente García.

Así que te escribí esa carta en la que te decía lo que sentía.

Y recuerdo que cuando te dije que te escribí una carta de amor en mi cara te reíste y me dijiste que aborrecías.

Ay, cariño. Bastante cara me saliste.

Mucho gasté en rosas y chocolates que a la final no te entregué.
Y ahora me encapsulo de nuevo en mis moldes.

Y supongo que después de tu fiasco más nunca de nuevo saldré.
¿Te llama la atención mi reloj? ¿Verdad que es
lindo? A mí siempre me gustaron los relojes con números
romanos. ¿Crees que está atrasado porque marca las once y
cuarto? No, no está atrasado. Simplemente, hace diez años
que está detenido en esa hora. ¿Por qué? No es tan
simple de contar. Nunca hablo de eso, nada más que por miedo a
que no me crean. ¿Serías capaz de creerme? Entonces te lo
cuento. Más que un recuerdo, es un homenaje. Diez años.
Recuerdo la fecha, porque todo ocurrió al día siguiente
de mi cumpleaños. Tenía quince y estaba bastante
orgulloso de mi nueva edad. Pasaba ese verano en casa de mis
tíos, en un pueblecito mallorquín, en medio de un
increíble paisaje montañoso. Después de las
muchedumbres y el tránsito enloquecido de Barcelona, aquello era
un paraíso. Por las mañanas me gustaba ir a la cala que
quedaba allá abajo; en hora tan temprana estaba siempre
desierta. En esa época nadaba muy mal, así que nunca me
alejaba mucho de la orilla porque en ciertos momentos del día
las olas, altísimas y todopoderosas, eran siempre un peligro. Me
bañaba desnudo y eso constituía todo un disfrute en aquel
agosto particularmente caluroso. Esa mañana descendí casi
corriendo por el sendero irregular y pedregoso que llevaba a la cala, y
una vez allí, sin mirar siquiera a mi alrededor, me quité
el short. Iba a meterme en el agua, cuando sentí que alguien me
gritaba, algo como buenos días. Miré entonces y vi a una
mujer joven, morena, hermosa. Llevaba una mínima tanga, pero su
busto estaba al descubierto. Sentí un poco de vergüenza y
me tapé con las manos, pero ella empezó a caminar y
enseguida estuvo junto a mí. No tengas vergüenza, dijo (en
un correcto español pero con acento extranjero, como si fuese
inglesa o alemana). Mira, yo también me quito esta menudencia,
agregó, y así estamos iguales. Preguntó
cómo me llamaba y le dije que Tomás. Tom, repitió
ella. Eres lindo, Tom. Creo que me puse rojo. Ven, dijo, y
tendió su mano hacia mí. Yo le di la mía. Ven,
repitió y me miró calmosamente. Sonreía, pero era
una sonrisa triste. ¿Nunca has estado con una mujer? Dije que
no, pero sólo con la cabeza. ¿Y qué edad tienes?
Ayer cumplí quince, contesté con mi orgullo algo
recuperado. Entonces empezó a acariciarme, primero los hombros,
luego el pecho (yo reí porque me hizo cosquillas), la cintura,
siempre sonriendo con infinita tristeza. Cuando llegó a mi ****,
éste ya la estaba esperando. Entonces sonrió más
francamente y con un poco menos de tristeza, pero no se detuvo
allí, continuó acariciándome y así
llegó a mis tobillos y a mis pies llenos de arena. En ese
momento comprendí que me estaba enseñando algo y
resolví ser un buen alumno. También yo empecé a
acariciarla, pero en sentido inverso, de abajo hacia arriba, pero
cuando llegué a aquellos pechos tan celestiales, me sentí
desfallecer. De amor, de angustia, de esperanza, de nueva vida,
qué sé yo. Nunca más he sentido una
sensación así. Entonces, sin decirnos nada, nos tendimos
un poco más allá, donde el agua apenas lamía la
arena, y ella prosiguió minuciosamente su clase de
anatomía. La verdad es que a esa altura yo ya no precisaba
más lecciones y la cubrí sin ninguna timidez, casi te
diría que con descaro. Y mientras disfrutaba como un loco,
recuerdo que pensaba, o más bien deliraba: esta mujer es
mía, esta mujer es mía. Cuando todo acabó,
continuó besándome durante un rato. Luego se quitó
el reloj (precisamente este reloj) de su muñeca y me lo dio.
Mira, se ha detenido, eso quiere decir algo, guárdalo contigo. Y
yo, que siempre había querido tener un reloj con números
romanos, lo puse en mi muñeca, a ella le dije gracias y la
besé otra vez. Entonces dijo: Eres lo mejor que me podía
haber pasado, justamente hoy. Ahora me voy contenta, porque nos
descubrimos y fue algo maravilloso, ¿no te parece? Sí,
maravilloso, pero a dónde vas. Al mar, Tom, me voy al mar.
Tú te quedas aquí, con el reloj que se ha detenido, y no
digas nada a nadie. A nadie. Me besó por última vez y su
lengua estaba salada, como si fuera un anticipo del mar que la
esperaba. Empezó a caminar lentamente, se metió en el
agua y de inmediato fue rodeada por el coro de las olas, que cada vez
se fueron encrespando más. Ella siguió avanzando, sin
nadar, dejándose llevar, empujar, acosar violentamente por aquel
mar que (lo pensé entonces) era un viejo celoso, desbordante de
ira y de lujuria. Un viejo que no la iba a perdonar y a mí me
salpicaba como escupiéndome. Y así hasta que la
perdí de vista, porque las olas, una vez que golpeaban en las
rocas, regresaban con ímpetu y la llevaban cada vez más
lejos, más lejos, hasta que por fin tomé conciencia de mi
abandono y empecé a llorar, no como un muchacho de quince
años sino como un niño de catorce, sobre los despojos de
mi brevísima, casi instantánea felicidad. Jamás
apareció su cuerpo en las costas de Mallorca, nunca supe
quién era. Durante unos meses quise convencerme de que tal vez
fuese una sirena, pero luego descartaba esa posibilidad, ya que las
sirenas no usan relojes con números romanos. Bueno, creo que no
usan relojes en general. Aun hoy, cuando voy de vacaciones a Mallorca,
bajo siempre hasta la cala y me quedo allí, desnudo y a la
espera, dispuesto a darle cuerda nuevamente al reloj no bien ella surja
desde el mar, huyéndole a las olas iracundas de aquel viejo
rijoso. Pero ya ves, en mi reloj de números romanos las agujas
siguen marcando las once y cuarto, igual que hace diez años.
Wörziech May 2014
Mil-réis entre réis pagos pelo algodão e pelo o material sinteticamente enfadonho – ambos traçados na sala abafada em que, agora, a escuridão de frequência vibrante busca-me, parado, observando o sangue que segue, que traça, desenha os seus próprios afluentes em uma elaborada figura de empalhamento. Tropeço por entre galhos, perco um ou outro membro e abro os olhos. Agora, veja! Eles estão lá! Meus membros estão lá! Mas atente-se! Aquele, meio torto, veja-o com perfeição.
Digo, eram meus. Sim, pois agora a este outro pertence.  Está lá, na poça de meu sangue, com a minha própria estrutura, o que parece ter sido um simpático palhaço. Confirmo aquela minha primeira impressão: empalhado palhaço. Agora há algo dentro daqueles membros. Definitivamente há! Até vejo alguma perenidade por entre as articulações, à mostra - resultado de um trabalho mal feito pelo meu próprio líquido vermelho intenso.
Depois de muito apreciar minhas partes nunca tão bem aproveitadas, vejo algo mais além - vejo asas! Inicialmente, um âmago bastante ridículo e tedioso - mas observando mais atentamente, percebo profundamente que aquela minha obra orgânica possui, como verdadeira essência, o plano mais ao fundo, que não só se colocava de forma discreta, como aspirava se esconder do foco do olhar, retirando nitidez que a ele é supostamente é inerte. Percebi a explicação para minha atrapalhada e inconsciente criação. Humano algum será capaz de apreciá-la como eu aprecio. Amo-a agora como amo a morte! E morta está minha obra, afastada para sempre de mim. Assim como os meus olhos e libido.

*É um sangue amaldiçoado aquele que escorrera de mim, seria está a plausível explicação? Sequer traçara ele uma imagem de uma mecânica funcional.
Nienke Mar 2016
por mi parte soy o creo ser músico
escuchadora de la nada, visitante del mundo,
admiradora de los gatos, uno de los animales,
la interpelante, creyente que todo es interesante,
investigadora de los ojos, amante de las ondas,
bastante obstinada, pero cada vez tu ayudante

una habladora, la interruptora del silencio
de todos modos la guardia de tu gran secreto
simpatizante del arte, todo lo que es dulce,
las lenguas romanas y las puestas del sol
enemigo de la monotonía y el capitalismo
luchadora por todo lo que es un organismo
something written for the University (Diego Portales)
Voy a contarte en secreto
quién soy yo,
así, en voz alta,
me dirás quién eres,
quiero saber quién eres,
cuánto ganas,
en qué taller trabajas,
en qué mina,
en qué farmacia,
tengo una obligación terrible
y es saberlo,
saberlo todo,
día y noche saber
cómo te llamas,
ése es mi oficio,
conocer una vida
no es bastante
ni conocer todas las vidas
es necesario,
verás,
hay que desentrañar,
rascar a fondo
y como en una tela
las líneas ocultaron,
con el color, la trama
del tejido,
yo borro los colores
y busco hasta encontrar
el tejido profundo,
así también encuentro
la unidad de los hombres,
y en el pan
busco
más allá de la forma:
me gusta el pan, lo muerdo,
y entonces
veo el trigo,
los trigales tempranos,
la verde forma de la primavera
las raíces, el agua,
por eso
más allá del pan,
veo la tierra,
la unidad de la tierra,
el agua,
el hombre,
y así todo lo pruebo
buscándote
en todo,
ando, nado, navego
hasta encontrarte,
y entonces te pregunto
cómo te llamas,
calle y número,
para que tú recibas
mis cartas,
para que yo te diga
quién soy y cuánto gano,
dónde vivo,
y cómo era mi padre.
Ves tú qué simple soy,
qué simple eres,
no se trata
de nada complicado,
yo trabajo contigo,
tú vives, vas y vienes
de un lado a otro,
es muy sencillo:
eres la vida,
eres tan transparente
como el agua,
y así soy yo,
mi obligación es ésa:
ser transparente,
cada día
me educo,
cada día me peino
pensando como piensas,
y ando
como tú andas,
como, como tú comes,
tengo en mis brazos a mi amor
como a tu novia tú,
y entonces
cuando esto está probado,
cuando somos iguales
escribo,
escribo con tu vida y con la mía,
con tu amor y los míos,
con todos tus dolores
y entonces
ya somos diferentes
porque, mi mano en tu hombro,
como viejos amigos
te digo en las orejas;
no sufras,
ya llega el día,
ven,
ven conmigo,
ven
con todos
los que a ti se parecen,
los más sencillos,
ven,
no sufras,
ven conmigo,
porque aunque no lo sepas,
eso yo sí lo sé:
yo sé hacia dónde vamos,
y es ésta la palabra:
no sufras
porque ganaremos,
ganaremos nosotros,
los más sencillos,
ganaremos,
aunque tú no lo creas,
ganaremos.
Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio.
A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos
rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque
es un poco cegatón y bastante torpe con las manos.
Nos ha enviado a algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o
Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien.
Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez
grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña,
que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para
que la vida -no tú ni yo- la vida, sea para siempre.
Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang...
Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente
o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.
A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye
bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón
y travieso que el otro día descubrí que ha hecho -frente
al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes!
Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos
de plomo y de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble.
Mueve una mano y hace el mar, y mueve la otra y hace el bosque. Y cuando
pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento.
Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos, y manda tormentas,
caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres.
Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -y se agita y crece- cuando Dios se aleja.
Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis
padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos,
la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más
antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce,
la noche insondable, el borboteo de luz, el manantial que soy.
A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios.
Las ventanas se han estremecido, elaborando una metafísica del universo. Vidrios han caído. Un enfermo lanza su queja: la mitad por su boca lenguada y sobrante, y toda entera, por el ano de su espalda.
Es el huracán. Un castaño del jardín de las Tullerías habráse abatido, al soplo del viento, que mide ochenta metros por segundo. Capiteles de los barrios antiguos, habrán caído, hendiendo, matando.
¿De qué punto interrogo, oyendo a ambas riberas de los océanos, de qué punto viene este huracán, tan digno de crédito, tan honrado de deuda derecho a las ventanas del hospital? Ay las direcciones inmutables, que oscilan entre el huracán y esta pena directa de toser o defecar! Ay! las direcciones inmutables, que así prenden muerte en las entrañas del hospital y despiertan células clandestinas a deshora, en los cadáveres.
¿Qué pensaría de si el enfermo de enfrente, ése que está durmiendo, si hubiera percibido el huracán? El pobre duerme, boca arriba, a la cabeza de su morfina, a los pies de toda su cordura. Un adarme más o menos en la dosis y le llevarán a enterrar, el vientre roto, la boca arriba, sordo el huracán, sordo a su vientre roto, ante el cual suelen los médicos dialogar y cavilar largamente, para, al fin, pronunciar sus llanas palabras de hombres.
La familia rodea al enfermo agrupándose ante sus sienes regresivas, indefensas, sudorosas. Ya no existe hogar sino en torno al velador del pariente enfermo, donde montan guardia impaciente, sus zapatos vacantes, sus cruces de repuesto, sus píldoras de opio. La familia rodea la mesita por espacio de un alto dividendo. Una mujer acomoda en el borde de la mesa, la taza, que casi se ha caído.
Ignoro lo que será del enfermo esta mujer, que le besa y no puede sanarle con el beso, le mira y no puede sanarle con los ojos, le habla y no puede sanarle con el verbo. ¿Es su madre? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su amada? ¿Y cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es su hermana? Y ¿cómo, pues, no puede sanarle? ¿Es, simplemente, una mujer? ¿Y cómo pues, no puede sanarle? Porque esta mujer le ha besado, le ha mirado, le ha hablado y hasta le ha cubierto mejor el cuello al enfermo y ¡cosa verdaderamente asombrosa! no le ha sanado.
El paciente contempla su calzado vacante. Traen queso. Llevan sierra. La muerte se acuesta al pie del lecho, a dormir en sus tranquilas aguas y se duerme. Entonces, los libres pies del hombre enfermo, sin menudencias ni pormenores innecesarios, se estiran en acento circunflejo, y se alejan, en una extensión de dos cuerpos de novios, del corazón.
El cirujano ausculta a los enfermos horas enteras. Hasta donde sus manos cesan de trabajar y empiezan a jugar, las lleva a tientas, rozando la piel de los pacientes, en tanto sus párpados científicos vibran, tocados por la indocta, por la humana flaqueza del amor. Y he visto a esos enfermos morir precisamente del amor desdoblado del cirujano, de los largos diagnósticos, de las dosis exactas, del riguroso análisis de orinas y excrementos. Se rodeaba de improviso un lecho con un biombo. Médicos y enfermeros cruzaban delante del ausente, pizarra triste y próxima, que un niño llenara de números, en un gran monismo de pálidos miles. Cruzaban así, mirando a los otros, como si más irreparable fuese morir de apendicitis o neumonía, y no morir al sesgo del paso de los hombres.
Sirviendo a la causa de la religión, vuela con éxito esta mosca, a lo largo de la sala. A la hora de la visita de los cirujanos, sus zumbidos nos perdonan el pecho, ciertamente, pero desarrollándose luego, se adueñan del aire, para saludar con genio de mudanza, a los que van a morir. Unos enfermos oyen a esa mosca hasta durante el dolor y de ellos depende, por eso, el linaje del disparo, en las noches tremebundas.
¿Cuánto tiempo ha durado la anestesia, que llaman los hombres? ¡Ciencia de Dios, Teodicea! si se me echa a vivir en tales condiciones, anestesiado totalmente, volteada mi sensibilidad para adentro! ¡Ah doctores de las sales, hombres de las esencias, prójimos de las bases! Pido se me deje con mi tumor de conciencia, con mi irritada lepra sensitiva, ocurra lo que ocurra aunque me muera! Dejadme dolerme, si lo queréis, mas dejadme
despierto de sueño, con todo el universo metido, aunque fuese a las malas, en mi temperatura polvorosa.
En el mundo de la salud perfecta, se reirá por esta perspectiva en que padezco; pero, en el mismo plano y cortando la baraja del juego, percute aquí otra risa de contrapunto.
En la casa del dolor, la queja asalta síncopes de gran compositor, golletes de carácter, que nos hacen cosquillas de verdad, atroces, arduas, y, cumpliendo lo prometido, nos hielan de espantosa incertidumbre.
En la casa del dolor, la queja arranca frontera excesiva. No se reconoce en esta queja de dolor, a la propia queja de la dicha en éxtasis, cuando el amor y la carne se eximen de azor y cuando, al regresar, hay discordia bastante para el diálogo.
¿Dónde está, pues, el otro flanco de esta queja de dolor, si, a estimarla en conjunto, parte ahora del lecho de un hombre? De la casa del dolor parten quejas tan sordas e inefables y tan colmadas de tanta plenitud que llorar por ellas sería poco, y sería ya mucho sonreír.
Se atumulta la sangre en el termómetro.
¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que se deja en la vida! ¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que se deja en la vida! ¡No es grato morir, señor, si en la vida nada se deja y si en la muerte nada es posible, sino sobre lo que pudo dejarse en la vida!
De vuelta de una gloria inexistente,
después de haber avanzado un paso hacia ella,
retrocedo a velocidad indecible,
alegre casi como quien dobla la esquina de la
calle donde hay una reyerta,
llorando avergonzado como el adolescente
hijo de viuda sexagenaria y pobre
expulsado de la escuela vespertina en la que era becario.
Estoy aquí,
donde yo siempre estuve,
donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.

La soledad es un farol certeramente apedreado:
sobre ella me apoyo.

La esperanza es el quicio de una puerta
de la casa que fue desarraigada
de sus cimientos por los huracanes:
quicio-resquicio por donde entro y salgo
cuando paso del nunca (me quisiste) al todavía (te odio),
del tampoco (me escuchas) al también (yo me callo),
del todo (me hace daño) al nada (me lastima).

No importa, sin embargo.

Los aviones de propulsión a chorro salvan rápidamente
la distancia que separa Tokio de Copenhague,
pero con más rapidez todavía
me desplazo yo a un punto situado a diez centímetros
de mí mismo,
de prisa,
muy de prisa,
en un abrir y cerrar de ojos,
en sólo una diezmilésima de segundo,
lo cual supone una velocidad media de setenta kilómetros a la hora,
que me permite,
si mis cálculos son correctos,
estar en este instante aquí,
después mucho más lejos,
mañana en un lugar sito a casi mil millas,
dentro de una semana en cualquier parte
de la esfera terrestre,
por alejada que os parezca ahora.
Consciente de esa circunstancia,
en muchas ocasiones emprendo largos viajes;
pero apenas me desplazo unos milímetros
hacia los destinos más remotos,
la nostalgia me muerde las entrañas,
y regreso a mi posición primera
alegre y triste a un tiempo
-como dije al principio:
alegre,
porque sé que tú eres mi patria,
amor mío;
y triste,
porque toda patria, para los que la amamos,
-de acuerdo con mi personal experiencia de la patria-
tiene también bastante de presidio.

Así,
en ti me quedo,
paseo largamente tus piernas y tus brazos,
asciendo hasta tu boca, me asomo
al borde de tus ojos,
doy la vuelta a tu cuello,
desciendo por tu espalda,
cambio de ruta para recorrer tus caderas,
vuelvo a empezar de nuevo,
descansando en tu costado,
miro pasar las nubes sobre tus labios rojos,
digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente,
y si cierras los ojos cierro también los míos,
y me duermo a tu sombra como si siempre fuera
verano,
amor,
pensando vagamente
en el mundo inquietante
que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.
Michael Hoffman Dec 2011
El soldado no quiere matar el enemigo.
Una guerra bastante grande pasa
en la mente suyo.

Lo que molesta son los temos de un hijo
no son peligros verdaderos
pero en vez son suenos
en que el hombre ve
lo que no tiene vida real.

No puede luchar mas.
El ha sufrido todo possible.
Apurate al lado de este gran Corazon.
Da le un beso.
Que el puede aprender sonreir.



THE SOLDIER

The soldier does not want to **** the enemy.
A great enough war is happening
in his own mind.

What bothers him are the fears of a child
not real dangers
but rather dreams
in which the man sees
that which has no real life.

He cannot fight anymore.
He has suffered everything possible.
Hurry to the side of this great heart.
Give him a kiss.
That he may learn to smile.
aldo kraas Sep 2023
Father
Eu tenho bastante
Juizo
I will never insult you
My father
Because you will be
Upset with me father
End I don’t want to make you
Upset father
I  know that I am you son
And I should have lots of respect
For you
That is what You need from me
Father you don’t need to worry
Because I will treat you with respect
Also father you made me
In you image
58 years ago
And I am happy that  I am you son
Also you are keeping me alive
Every single day here on earth
And I must thank you
For giving me
A beautiful life here on earth
And I must tell you that
I just love living on earth
I also have good friends
That you also made my friends
In you image
Já são tantos desencontros
que não me encontro mais,
estou perdido sem você para me guiar

Quanto tempo a gente não se vê
Talvez falta de sorte
Ou talvez falte esforço de ambas as partes

E assim sendo, eu vou te buscar

Não sou triste nem feliz
Apenas vivo em um estado de
Homeostase constante
Talvez aja algo maior, mas sou frio
Demais para perceber

E cansado de não conseguir o que almejo
Sempre falando que vou me
Esforçar, mas nunca é bastante
Me sinto um perdedor são tempos difíceis
Não é preciso dizer que sonhei com você

E assim sendo, eu vou te buscar.

Eu sou agua, você fogo,
Eu sou garoa, você furacão
Eu sou calmaria, você  vulcão.
aldo kraas Sep 2023
Father
Eu tenho bastante
Juizo
I will never insult you
My father
Because you will be
Upset with me father
End I don’t want to make you
Upset father
I  know that I am you son
And I should have lots of respect
For you
That is what You need from me
Father you don’t need to worry
Because I will treat you with respect
Also father you made me
In you image
58 years ago
And I am happy that  I am you son
Also you are keeping me alive
Every single day here on earth
And I must thank you
For giving me
A beautiful life here on earth
And I must tell you that
I just love living on earth
I also have good friends
That you also made my friends
In you image
aldo kraas Aug 2023
Father
Eu tenho bastante
Juizo
I will never insult you
My father
Because you will be
Upset with me father
End I don’t want to make you
Upset father
I know that I am you son
And I should have lots of respect
For you
That is what You need from me
Father you don’t need to worry
Because I will treat you with respect
Also father you made me
In you image
58 years ago
And I am happy that I am you son
Also you are keeping me alive
Every single day here on earth
And I must thank you
For giving me
A beautiful life here on earth
And I must tell you that
I just love living on earth
I also have good friends
That you also made my friends
In you image
Antonio Machado, Fernando Pessoa, Juan Gelman crearon de un plumazo sus heterónimos, unos señores que tuvieron la virtud de complementarlos, ampliarlos, hacer que de algún modo fueran más ellos mismos. También yo (vanitas vanitatum) quise tener el mío, pero la única vez que lo intenté resultó que mi joven heterónimo empezó a escribir desembozadamente sobre mis cataratas, mis espasmos asmáticos, mi ****** zoster, mi lumbago, mi hernia diafragmática y otras fallas de fábrica. Por si todo eso fuera poco se metía en mis insomnios para mortificar a mi pobre, valetudinaria conciencia. Fue precisamente ésta la que me pidió: por favor, colega, quítame de encima a este estorbo, ya bastante tenemos con la crítica.

Sin embargo, como los trámites para librarse de un heterónimo son más bien engorrosos, opté por una solución intermedia, que fue nombrarlo mi representante plenipotenciario en la isla de Pascua. Por cierto que desde allí acaba de enviarme un largo poema sobre la hipotética vida ****** de los moairs. Reconozco que no está nada mal. Se nota mi influencia.
Yo escribí cinco versos:
uno verde,
otro era un pan redondo,
el tercero una casa levantándose,
el cuarto era un anillo,
el quinto verso era
corto como un relámpago
y al escribirlo
me dejó en la razón su quemadura.

Y bien, los hombres,
las mujeres,
vinieron y tomaron
la sencilla materia,
brizna, viento, fulgor, barro, madera
y con tan poca cosa
construyeron
paredes, pisos, sueños.
En una línea de mi poesía
secaron ropa al viento.
Comieron
mis palabras,
las guardaron
junto a la cabecera,
vivieron con un verso,
con la luz que salió de mi costado.
Entonces,
llegó un crítico mudo
y otro lleno de lenguas,
y otros, otros llegaron
ciegos o llenos de ojos,
elegantes algunos
como claveles con zapatos rojos,
otros estrictamente
vestidos de cadáveres,
algunos partidarios
del rey y su elevada monarquía,
otros se habían
enredado en la frente
de Marx y pataleaban en su barba,
otros eran ingleses,
sencillamente ingleses,
y entre todos
se lanzaron
con dientes y cuchillos,
con diccionarios y otras armas negras,
con citas respetables,
se lanzaron
a disputar mi pobre poesía
a las sencillas gentes
que la amaban:
y la hicieron embudos,
la enrollaron,
la sujetaron con cien alfileres,
la cubrieron con polvo de esqueleto,
la llenaron de tinta,
la escupieron con suave
benignidad de gatos,
la destinaron a envolver relojes,
la protegieron y la condenaron,
le arrimaron petróleo,
le dedicaron húmedos tratados,
la cocieron con leche,
le agregaron pequeñas piedrecitas,
fueron borrándole vocales,
fueron matándole
sílabas y suspiros,
la arrugaron e hicieron
un pequeño paquete
que destinaron cuidadosamente
a sus desvanes, a sus cementerios,
luego
se retiraron uno a uno
enfurecidos hasta la locura
porque no fui bastante
popular para ellos
o impregnados de dulce menosprecio
por mi ordinaria falta de tinieblas,
se retiraron
todos
y entonces,
otra vez,
junto a mi poesía
volvieron a vivir
mujeres y hombres,
de nuevo
hicieron fuego,
construyeron casas,
comieron pan,
se repartieron la luz
y en el amor unieron
relámpago y anillo.
Y ahora,
perdonadme, señores,
que interrumpa este cuento
que les estoy contando
y me vaya a vivir
para siempre
con la gente sencilla.
Victor D López Dec 2019
Tu esposo murió a los 40 años, dejándote sola con siete hijos a mantener,
Pero no antes de que tu hijo mayor más, Juan, muriera ahogado en el mar,
Aun en su adolescencia, trabajando como pescador para ayudarte a ti y a tu esposo
A poner comida en la mesa.

Habías también perdido a una hija,
Toñita, también en su tierna adolescencia, a la enfermedad.
Sus gentiles almas puras encontraron
Su camino de regreso a casa demasiado pronto.

Más tarde en la vida que perderías dos hijos más a la tragedia, Paco (Francisco),
Un, hombre sumamente trabajador, honesto, y bueno cuya inclinación a usar lenguaje ******
Nunca pudieron desmentir una naturaleza apacible y un corazón generoso. Se electrocutó con una
Luz portátil defectuosa mientras trabaja en torno a su piscina.

Y el niño de tus ojos, Sito ( José ), el último en nacer y tu preferido, quien
Había heredado la hermosura física de su padre y también su conciencia social, su política de izquierdas, Su imponente presencia, su ***** de oro, y su mala, mala suerte, terminando su vida tal vez por
Accidente debajo del carril de un tren en movimiento.

Ni la desesperación ni la pobreza pudieron doblar tu espíritu. Tú te levantaste todos los
Días antes de la madrugada para vender el pescado en un puesto en la plaza.
Y cada tarde colocaste una enorme cesta de mimbre en la cabeza y
Caminaste muchos, muchos kilómetros para vender más pescado en otros pueblos.

El dinero era escaso, por lo cual a menudo recibías otros bienes a cambio de tu pescado.
También le dabas tu pescado a quien solo te lo podía pagar con su bendición. Caminabas
De vuelta a casa, a altas horas de la noche, a través de la oscuridad o por
Caminos iluminados por la luna, cargada de lo que te dieran a cambio de tu pescado.

Verduras, huevos, y tal vez un conejo o un pollo llenaban tu cesta de mimbre sobre tu
Fuerte cabeza. Caminabas recta sobre tus piernas repletas de venas varicosas, impulsada
Siempre hacia delante por un propósito noble: alimentar a tus hijos y poder darles
Esperanza de que vendrían tiempos mejores.


Durante la peor época de hambre mediante y después de la Guerra Civil, la chimenea de tu
Casa alquilada con vistas al Puerto de Fontan, expulsó humo ***** todos los días.
El fuego de tu lareira alimentó no sólo a tus hijos, sino también a muchos vecinos aun
Menos afortunados que tú, alimentando su cuerpo y manteniendo en vida la esperanza.

Fuiste criticada por algunos vecinos cuando lo peor había pasado, después de la guerra.
"¿Por qué trabajas tan duro, Remedios, y permites que tus niños pequeños trabajen
Tan jóvenes? Los sacrificas a ellos y a ti misma sin necesidad por un orgullo imbécil
Cuando Franco y la ayuda extranjera otorgan comidas gratis para los necesitados”.

“Mis hijos nunca vivirán de la caridad pública mientras mi espalda lo permita,” era tu
Contestación. Resentiste a tu esposo por poner la política por encima de su familia, y por
Arrastrarte a ti y a tus dos hijas mayores de tu cómoda y sana vida en tu casa, en el
Numero 10 Perry Street cerca del Grenwich Village a una Galicia sin esperanzas.

El optó por inclinar su lanza a molinos de viento por a la eterna gloria de otros hombres
Necios. Y te dejó a ti sola para enfrentar la ingloriosa lucha por la sobrevivencia diaria.
No obstante su corazón enfermo, el trabajó  con gran diligencia para promover un futuro
Justo en su querida España, ignorando la realidad practica de tu doloroso presente.

Te llenó de hijos y construyó con gran cuidado la cruz en la cual lo crucificaron, una
Palabra a la vez, dejándote a ti la dolorosa tarea de recoger los rasgos de su idealismo
Destrozado.  Pero tú sobreviviste y prosperaste sin sacrificar tus propios principios
Sólidos y sin permitir que tus hijos sufrieran más privaciones que las del trabajo duro.

Nunca perdiste tu sentido del humor. Nunca tomaste a nada ni a nadie con gran seriedad.
Enfrentada con la absurdidad de la vida, siempre optaste por reírte con ganas.
Te vi llorar muchas lágrimas de risa, Pero nunca te vi llorar lágrimas de tristeza o de dolor.
Nunca te verías a ti misma como una víctima ni permitiría que otros lo hicieran.

Te encantaba la gente. Tu sentido del humor fue siempre irreverente y repleto de suave Ironía.
Y de gran sabiduría. Te encantaba reírte de ti misma, de otros, y especialmente de
Tontos pomposos que invariablemente no se daban cuanta que eran los objetos de tu gran
Diversión, inconscientes de tu despito, proveído con gentiles palabras y ojos luminosos.

Tus cataratas y miopía hicieron difícil que leyeras, No obstante leías
Vorazmente y te encantaba escribir largas cartas a tus seres queridos
Y amigos. Eras una anciana sabia, la persona más sabia y más fuerte que jamás conoceré.
Eras sabia, si, pero con el corazón de una niña y el alma de un ángel.

Fuiste el ser más sano, más racional, más bien ajustado y humano que jamás he conocido. Eras
Traviesa, pero incapaz de malicia. Fuiste aventurera; nunca tuviste miedo de probar o de aprender algo Nuevo. Fuiste amante de la diversión, interesante, amable, traviesa, divertida e infernalmente inteligente.


Habrías sido una de las primeras adoptadoras de toda la
Tecnología moderna, si hubieras tenido una vida más larga,
Y te hubiera encantado jugar-y trabajar con
Todos mis juguetes electrónicos.

Habrías sido un terror con un procesador de textos, con el correo electrónico
Y con las redes sociales y una gran campeona con mis juegos de video.
Me habrías ganando en todos ellos. Éramos grandes amigos tú y yo,
Y compañeros de juego a lo largo de la mayor parte de mi infancia.

Nos seguiste a nosotros aquí en breve después de que emigramos en 1967, dejando atrás a 20 nietos. Nunca entendí a plenitud la profundidad de ese sacrificio,
O el amor que lo hizo soportable para ti. Lo comprendo ahora. Demasiado tarde.
Es uno de los grandes pesares de mi vida.

Jugamos juegos de mesa, a vaqueros e indios, carreras de coches eléctricos,
Volteamos tarjetas de béisbol y compartimos miles de manos de cartas juntos. Nunca
Se me ocurrió que tú eras el más mínimo inusual de ninguna manera. Te amé profundamente, pero Nunca me moleste mucho por demostrártelo. Eso también me pesa, y es también demasiado tarde.

Después de mudarse a Buenos Aires, cuando mamá se había ganado suficiente dinero
Para llevarte a ti y a los dos hermanos más jóvenes, el sistema de cuotas entonces
No permitía que emigraran también tus dos hijos menores, quienes quedaron
Al buen cuidado de tu hija casada mayor en España, María, y su esposo, Fausto.

Los querías contigo. Te dirigiste directamente a Evita Perón para pedirle ayuda.
Como era de esperar, no pudiste conseguir esquivar a sus porteros. Pero no eras nada si no persistente. Sabías que Evita salía temprano cada mañana para su oficina. Y te
Estacionaste a las 6:00 de la mañana, mediante muchos, días por su camino de salida.

Con el tiempo, Evita le hizo parar a su chofer y te señalo que te acercaras.
"Abuela, ¿por qué me hace señas a mí cada mañana cuando salgo para mi trabajo? "
Ella preguntó. Tu le explicaste acerca de tus hijos en España. Evita se apiadó y
Te escribió un pase en su tarjeta para verte en su oficina al día siguiente.

La fuiste a ver al día siguiente y ella te aseguró que la visa se expediría inminentemente;
Cuando se enteró de que hacías la vida de lavandera y de limpieza,
Ella te ofreció una máquina de coser y entrenamiento para
Convertirte en una costurera con la intención de promoverte una vida mejor.

Tú se lo agradeciste, pero declinaste la oferta. "Dele la máquina de coser a otra madre Necesitada. Mi espalda es fuerte y mis manos me sirven bastante bien, igual que siempre Me sirvieron. “Evita debió haber quedado impresionada, puesto a que te pidió que la Visitaras una vez más cuando los niños hubiesen ya  llegado a Buenos Aires.


Te dio otro pase y tú cumpliste tu palabra, como siempre, de volver a verla con tus niños.
Evita te volvió a ver en su despacho brevemente y compartieron chocolate en taza y Galletas tu, Evita y tus dos hijos menores—Emilio y José (Sito). No eras partidaria de la Política ni del
Peronismo, pero siempre defendiste a Evita mediante tu larga vida.

Te fuiste demasiado pronto. No te había dicho “te quiero” en muchos años, estando
Demasiado ocupado con mis estudios y con otras ocupaciones igualmente inútiles.
Falleciste sin poder volverte a ver. Mamá tuvo que ir a tu lado sola. La última vez que
Te había escrito te envié una foto de mi graduación de abogado.

Según mamá la llevabas en el bolsillo antes de que te diera el ictus cerebral del cual
No hubo recuperación. Como siempre, me quisiste con todas mis faltas que me hacen
Indigno de tu cariño. Yo presentí el momento de tu muerte. Desperté de un profundo
Sueño desperté y vi un pájaro blanco parado encima de mi escritorio al pie de mi cama.

Ese pájaro de tamaño humano extendió unas enormes alas y voló hacia mí,
Traspasándome y dejándome en un fuerte escalofrió. Supe en ese momento que
Habías muerto. Lloré y recé por ti. Mamá llamo el próximo día por la mañana
Para confirmar la triste noticia.

Mamá también me comunicó muchos años después que habías estado en una
Coma por un tiempo pero que habías despertado y que, sin conocerla, le
Habías dicho que viajabas a Nueva York par ver a tu nieto. Luego te dormiste
Por última vez, según mamá.  Te echo de menos todos los días.

Translated by the author from Of Pain and Ecstasy: Collected Poems (C) 2011 Victor D. Lopez (Amazon Kindle and CreateSpace)]
Todo,
todo,
en el aire,
en el agua,
en la tierra,
desarraigado y ácido,
descompuesto,
perdido.
El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
Los toros transformados en sumisas poleas.
El engaño sin malla,
sin "tutu",
sin pezones.

La impúdica mentira exhibiendo el trasero
en todas las posturas,
en todas las esquinas.
Las polillas voraces de expediente cocido,
disfrazadas de hiena,
de tapir con mochila.
Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
Las ventanas que escupen dentaduras de piano,

cacerolas,
espejos,
piernas carbonizadas.

Porque mirad
sin musgo,
mi corazón de yesca,
qué hicimos,
qué hemos hecho
con nuestras pobres manos,
con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

Desatar el incendio.
Aplaudir el desastre.
Trasladar,
sobre caucho,
apetitos de pústula.
Prostituir los crepúsculos.
Adorar los bulones
y los secos cerebros de nuez reblandecida...
Como sí no existiera más que el sudor y el asco;
como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
las raíces del odio;
como si ya no fuese bastante deprimente
saber que sólo somos un pálido excremento
del amor,
de la muerte.
«Aquel purpúreo monte, que tenía
la formación más viva hacia el ocaso,
desviado secreto de espesura»,
vuelve hacia mí, se instala
ante mi fe, lo mismo
que un dios, una inmortal mujer dorada.

¿El sabe que es bastante,
sabe que lo esperaba yo cantando,
que es deseado para plenitud,
para paz, para gloria?

Viajan los lugares, a las horas
propicias. Entrecruzan sin estorbo,
en concesión magnánima de espacio,
sus formas de infinita especie bella,
cada uno a su fe. (Y hacen un mundo
nuevo perpetuamente...)

«Este mar plano frente a la pared
blanca al sur neto de la noche ébana,
con la luna acercada en inminencia
de alegre eternidad».

                                        Así encontramos,
de súbito, hondas patrias imprevistas,
paraísos profundos de hermosura,
que parecieron de otro modo:
claros ante la luz, distintos,
olas bien limitadas, otras,
altos árboles solos, diferentes.

La armonía recóndita
de nuestro estar coincide con la vida.
Y en tales traslaciones, realidades
paralelas, bellísimas, del sueño,
dejamos sonriendo nuestra sien
contra la fresca nube
cuajada, momentánea eternidad,
en un pleno descanso transparente,
advenimiento firme de imposible.

«Mi galería al único levante,
cielo amarillo y blanco trasluciente,
sobre el pozo primero, entre la adelfa».
Los que dicen que escriben versos
mejor que los dioses, no serán
castigados como Niobe, que tejía
mejor que las diosas y osó
decirlo y le mataron
los hijos y la convirtieron en mármol. No. Hoy
a esos poetas darán
becas, puestitos, los
nombrarán embajadores y
marmolizarán su respiro.
La palabra está harta de mentiras
y aprueba esa decisión. Tiene
bastante consigo misma, con
preguntarse qué es, quién es,
con no saber si habla entre
el ser y la ficción de ser, mientras
escribe en un cuaderno
donde nada está dicho.
aldo kraas Sep 2023
Father
Eu tenho bastante
Juizo
I will never insult you
My father
Because you will be
Upset with me father
End I don’t want to make you
Upset father
I know that I am you son
And I should have lots of respect
For you
That is what You need from me
Father you don’t need to worry
Because I will treat you with respect
Also father you made me
In you image
58 years ago
And I am happy that I am you son
Also you are keeping me alive
Every single day here on earth
And I must thank you
For giving me
A beautiful life here on earth
And I must tell you that
I just love living on earth
I also have good friends
That you also made my friends
In you image
Mujer estatua / tu historia
azul verde malva roja
quedó blanca de congoja
extenuada y sin memoria

mujer estatua / por suerte
fuiste hueso / carne fuiste
y sin embargo qué triste
es tenerte y no tenerte

mujer con lluvia y pasado
avara de tus mercedes
ojalá escampe y te quedes
para siempre de este lado

mujer de sal y rocío
tu corazón sigue en celo
y tu voz está de duelo
como la tierra y el río

no olvides que no se olvida
hacia atrás o hacia adelante
ya el castigo fue bastante
reincorpórate a la vida

con audacia / sin alertas
con razón o sin motivo
mujer de lot / te prohíbo
que en estatua te conviertas

mujer otra / diferente
si no fuera juez y parte
jugaría a desnudarte
lentamente / lentamente.
Dice octavio que en latinoamérica
los intelectuales somos la catástrofe
entre otras cosas porque defendemos
las revoluciones que a él no le gustan

somos la catástrofe asimismo
porque hemos sido derrotados
pero ¿no es raro que octavio ignore
que la verdad no siempre está
del lado de los victoriosos?

de cualquier manera
ya que con la derrota aprendimos la vida
exprimamos la memoria como un limón
quedémonos sin ángeles ni demonios
solos como la luna en el crepúsculo

desde paco pizarro y hernán cortés
hasta los ávidos de hogaño
nos han acostumbrado a la derrota
pero de la flaqueza habrá que sacar fuerzas
a fin de no humillarnos / no humillarnos
más de lo que permite el evangelio
que ya es bastante

para bien o para mal no es imposible
que los veteranos del naufragio
sobrevivamos como tantas veces
y como tantas veces empecemos
desde cero o desde menos cuatro

es casi una rutina

los derrotados mantenemos la victoria
como utopía más o menos practicable
pero una victoria que no pierda el turno
de la huesuda escuálida conciencia

los vencidos concebimos el milagro
como quimera de ocasión
pero siempre y cuando sea un milagro
que no nos cubra de vergüenza histórica
o simplemente de vergüenza
Eva ya no está, de un momento a otro dejó de hablar. Se quedó quieta y dura. En un principio pensé que dormía. Más tarde la toqué y no tenía calor. La moví, le hablé. La dejé ahí tirada.

Pasaron varios días y no se levantó. Empezó a oler mal. Se estaba pudriendo como la fruta, y tenía moscas y hormigas. Estaba muy fea.

La arrastré afuera y le puse bastante paja encima. Diariamente iba a ver como estaba. Hasta que me cansé y la llevé más lejos. Nunca volvió a hablar. Era como una rama seca.

No sirve para nada, no hace nada. Poco a poco se la come la tierra. Allí está.

Se la come el sol, no me gusta. No se levanta, no habla, no retoña.

Yo la he estado mirando. Es inútil. Cada vez es menos, pesa menos, se acaba.
habría un par de cosas que decir/
que nadie la lee mucho/
que esos nadie son pocos/
que todo el mundo está con el asunto de la crisis mundial/ y
con el asunto de comer cada día/se trata
de un asunto importante/recuerdo
cuando murió de hambre el tío juan/
decía que ni se acordaba de comer y que no había problema/
pero el problema fue después/
no había plata para el cajón/
y cuando finalmente pasó el camión municipal a llevárselo
el tío juan parecía un pajarito/
los de la municipalidad lo miraron con desprecio o desdén/
murmuraban
que siempre los están molestando/
que ellos eran hombres y enterraban hombres/y no
pajaritos como el tío juan/especialmente
porque el tío estuvo cantando pío-pío todo el viaje
hasta el crematorio municipal/
y a ellos les pareció un irrespeto y estaban muy ofendidos/
y cuando le daban un palmetazo para que se callara la boca/
el pío-pío volaba por la cabina del camión y ellos
sentían que
les hacía pío-pío en la cabeza/el
tío juan era así/le gustaba cantar/
y no veía por qué la muerte era motivo para no cantar/
entró al horno cantando pío-pío/salieron sus
cenizas y piaron un rato/
y los compañeros municipales se miraron los zapatos grises de
vergüenza/pero
volviendo a la poesía/
los poetas ahora la pasan bastante mal/
nadie los lee mucho/esos nadie son pocos/
el oficio perdió prestigio/para un poeta es cada día
más difícil
conseguir el amor de una muchacha/
ser candidato a presidente/que algún almacenero le fíe/
que un guerrero haga hazañas para que él las cante/
que un rey le pague cada verso con tres monedas de oro/
y nadie sabe si eso ocurre porque se terminaron
las muchachas/los almaceneros/los guerreros/los reyes/
o simplemente los poetas/
o pasaron las dos cosas y es inútil
romperse la cabeza pensando en la cuestión/
lo lindo es saber que uno puede cantar pío-pío
en las más raras circunstancias/
tío juan después de muerto/yo ahora
para que me quierás/

— The End —