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Santiago Jun 2015
Por presumir, a mis amigos les conte.
Que en el amor ninguna pena me aniquila,
Que pa' probarles, de tus besos me olvide,
Y me bastaron unos tragos de tequila.

Les platique que me encontrй con otro amor,
Y que en sus brazos fui dejando de quererte.
Que te aborrezco desde el dia de tu traiciуn
Y que hay momentos que he deseado hasta tu muerte.

Aca entre Nos, Quiero que sepas la verdad,
No te he dejado de adorar, alla en mi triste soledad
Me han dado ganas de gritar, salir corriendo
Y preguntar que es lo que ha sido de tu vida.

Aca entre nos, Siempre te voy a recordar
Y hoy que a mi lado ya no estas no queda mas confesar
Que ya no puedo soportar, que estoy odiando sin odiar
Porque respiro por la herida.

Y ay Martin no cabe duda que tambiйn de dolor se canta
Cuando llorar no se puede.

Aca entre Nos, Quiero que sepas la verdad,
No te he dejado de adorar, alla en mi triste soledad
Me han dado ganas de gritar salir corriendo
Y preguntar que es lo que ha sido de tu vida.

Aca entre nos, Siempre te voy a recordar
Y hoy que a mi lado ya no estas no queda mas confesar
Que ya no puedo soportar que estoy odiando sin odiar
Porque respiro por la herida.
Piano llorón de Genoveva, doliente piano
que en tus teclas resumes de la vida el arcano;
piano llorón, tus teclas son blancas y son negras,
como mis días negros, como mis blancas horas;
piano de Genoveva que en la alta noche lloras,
que hace muchos inviernos crueles que no te alegras,
tu música es historia de poéticos males:
habla de encantamientos y de princesas reales,
de los pequeños novios que por robar los nidos
una tarde nublada se quedaron perdidos
en el bosque; y nos cuenta de la niña agraciada
que recibió regalos de sus once madrinas,
que no invitó a la otra a sus bodas divinas
y que sufrió por ello los enojos del hada.
Me pareces, oh piano, por tu voz lastimera,
una caja de lágrimas, y tu oscura madera
me evoca la visita del primer ataúd
que recibí en mi casa en plena juventud.
Piano de Genoveva, te amo por indiscreto;
de tu alma a todo el mundo revelas el secreto;
cuentas, uno por uno, todos tus desengaños.
Piano llorón, la hermosa más hermosa del valle
se nos ha vuelto triste por que tiene treinta años
y no hay por todo el pueblo quien ronde por su calle.
Genoveva, regálame tu amor crepuscular:
esos dulces treinta años yo los puedo adorar.
¡Ruégala tú que al menos, pobre piano llorón,
con sus plantas minúsculas me pise el corazón!
Yo tuve una prima
como un lirio bella,
como un mirlo alegre,
como un alba fresca,
rubia como una
mañana abrileña.   Amaba los versos aquella rapaza
con predilecciones a su edad ajenas.
La música augusta del rtimo cantaba
dentro de su espíritu como ignota orquesta;
todo lo que un astro le dice a otro astro,
todo lo que el cielo le dice a la tierra,
todo lo que el alma pregunta a la Esfinge,
todo lo que al alma la Esfinge contesta.   Pobre prima rubia,
pobre prima buena;
hace muchos años que duerme ese sueño
del que ni los pájaros, alegres como ella,
ni el viento que pasa, ni el agua que corre,
ni el sol que derrocha vida, la recuerdan.   Yo suelo, en los días
de la primavera,
llevar a su tumba
versos y violetas;
versos y violetas, ¡lo que más amaba!   En torno a su losa riego las primeras,
luego las estrofas recito que antaño
su deleite eran:
las más pensativas, las más misteriosas,
las más insinuantes, las que son más tiernas;
las que en sus pestañas, como en blonda de oro,
ponían las joyas de lágrimas, trémulas,
con diafanudades de beril hialino
y oriente de perlas.
  Se las digo bajo, bajito, inclinándome
hacia donde yace, por que las entienda.
Pobre prima rubia, ¡pero no responde!
Pobre prima rubia, ¡pero no despierta!   Cierto día, una joven condiscípula,
con mucho sigilo le prestó en la escuela
un libro de versos musicales, hondos.
¡Eran los divinos versos de Espronceda!   Se los llevó a casa bajo el chal ocultos,
y los escondimos, con sutil cautela,
del padre y la madre, y hasta de su sombra;
de la anciana tía, devota e ingenua,
que sólo gustaba de jaculatorias
y sólo entendía los versos de Trueba.   En aquellas tardes embermejecidas
por conflagraciones de luz, en que bregan
gigánticamente monstruos imprecisos
del Apocalipsis o de las leyendas;
de aquellas tardes que fingen catástrofes;
en aquellas tardes en que el iris vuelca
todos sus colores, en que el sol vacía
toda su escarcela;
en aquellas tardes del trópico, juntos
los dos, en discreto rincón de la huerta,
bajo de la trémula hospitalidad
de nuestras palmeras,
a furto de extraños, vibrantes leíamos
el Canto a Teresa.   ¡Qué revelaciones nos hizo ese canto!
Todas las angustias, todas las tristezas,
todo lo insondable del amor, y todo
lo desesperante de las infidencias:
todo el doloroso mundo que gravita
sobre el alma esclava que amó quimeras,
del que puso estrellas en la frente amada,
y al tornar a casa ya no encontró estrellas.   Todo el ansia loca de adorar en vano
tan sólo a una sombra, tan sólo a una muerta;
todos los despechos y las ironías
del que se revuelca
en zarzal de dudas y de escepticismos;
todos los sarcasmos y las impotencias.   Y después, aquellas ágiles canciones
de prosodia alada, de gracia ligera,
que apenas si tocan el polvo del mundo
con la orla de oro del brial de seda;
que, como el albatros, se duermen volando
que, como el albatros, volando despiertan:
  La ideal canción del bravo Pirata
que iba viento en popa, que iba a toda vela,
y a quien por los mares nuestros pensamientos,
como dos gaviotas, seguían de cerca;   Y la del Mendigo, cínico y osado,
y la del Cosaco del Desierto, bélica,
bárbara, erizada de ferrados hurras,
que al oído suenan
como los tropeles de potros indómitos
con jinetes rubios, sobre las estepas...   Pasaba don Félix, el de Montemar,
con una aureola roja en su cabeza,
satánico, altivo; luego, doña Elvira,
«que murió de amor», en lirios envuelta.
¡Con cuántos prestigios de la fantasía
ante nuestros ojos se alejaba tétrica!   Y el Reo de muerte que el fatal instante,
frente a un crucifijo, silencioso espera;
y aquella Jarifa, cuya mano pálida
la frente ardorosa del bardo refresca.
  Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas   ¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!   Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!   Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!   ¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta!
Cristal, oro y rosa. Alba en Palestina.
Salen los tres reyes de adorar al rey,
flor de infancia llena de una luz divina
que humaniza y dora la mula y el buey.
Baltasar medita, mirando la estrella
que guía en la altura. Gaspar sueña en
la visión sagrada. Melchor ve en aquella
visión la llegada de un mágico bien.
Las cabalgaduras sacuden los cuellos
cubiertos de sedas y metales. Frío
matinal refresca belfos de camellos
húmedos de gracia, de azul y rocío.
Las meditaciones de la barba sabia
van acompasando los plumajes flavos,
los ágiles trotes de potros de Arabia
y las risas blancas de negros esclavos.
¿De dónde vinieron a la Epifanía?
¿De Persia? ¿De Egipto? ¿De la India? Es en vano
cavilar. Vinieron de la luz, del Día,
del Amor. Inútil pensar, Tertuliano.
El fin anunciaban de un gran cautiverio
y el advenimiento de un raro tesoro.
Traían un símbolo de triple misterio,
portando el incienso, la mirra y el oro.
En las cercanías de Belén se para
el cortejo. ¿A causa? A causa de que
una dulce niña de belleza rara
surge ante los magos, todo ensueño y fe.
¡Oh, reyes! -les dice-. Yo soy una niña
que oyó a los vecinos pastores cantar,
y desde la próxima florida campiña
miró vuestro regio cortejo pasar.
Yo sé que ha nacido Jesús Nazareno,
que el mundo está lleno de gozo por El,
y que es tan rosado, tan lindo y tan bueno,
que hace al sol más sol, y a la miel más miel.
Aún no llega el día... ¿Dónde está el establo?
Prestadme la estrella para ir a Belén.
No tengáis cuidado que la apague el diablo,
con mis ojos puros la cuidaré bien.
Los magos quedaron silenciosos. Bella
de toda belleza, a Belén tornó
la estrella y la niña, llevada por ella
al establo, cuna de Jesús, entró.
Pero cuando estuvo junto a aquel infante,
en cuyas pupilas miró a Dios arder,
se quedó pasmada, pálido el semblante,
porque no tenía nada que ofrecer.
La Madre miraba a su niño lucero,
las dos bestias buenas daban su calor;
sonreía el santo viejo carpintero,
la niña estaba temblando de amor.
Allí había oro en cajas reales,
perfumes en frascos de hechura oriental,
incienso en copas de finos metales,
y quesos, y flores, y miel de panal.
Se puso rosada, rosada, rosada...
ante la mirada del niño Jesús.
(Felizmente que era su madrina un hada,
de Anatole France o el doctor Mardrús).
¡Qué dar a ese niño, qué dar sino ella!
¿Qué dar a ese tierno divino Señor?
Le hubiera ofrecido la mágica estrella,
la de Baltasar, Gaspar y Melchor...
Mas a los influjos del hada amorosa,
que supo el secreto de aquel corazón,
se fue convirtiendo poco a poco en rosa,
en rosa más bella que las de Sarón.
La metamorfosis fue santa aquel día
(la sombra lejana de Ovidio aplaudía),
pues la dulce niña ofreció al Señor,
que le agradecía y le sonreía,
en la melodía de la Epifanía,
su cuerpo hecho pétalos y su alma hecha olor.
Intuitivamente he dejado de buscarte
para quedarme en ti.
Ya no camino perdida esperando un rayo de luz traslucida
ni deseo con fervor que el cielo se torne gris.

No he dejado de ser yo, sino lo contrario.
He dejado de ser vil y pesimista,
dejado donde estaba lo que no se me perdió,
tentando a los dioses que mal pagan
remidiéndose contigo;
regalo eterno y puro.

Ahora no sueño tanto con la bohemia,
sueño más con convertirme en marinera,
entregarme a la mar de tu entrepierna,
salir a zarpar en tu espalda.

Me convierto en sirena y me ahogo
con lo densa de tu agua; ardiente.
Ahora no respiro si no es de tu boca,
ni me muevo si no es con tu cuerpo.

No hace eco en mi cabeza las palabras del subsuelo,
mas bien me acarician palabras de tu encanto.
No pienso en lo eterno como algo etéreo,
pienso en tu mirada como algo divino.

Si no hay a quien adorar en este duelo
de la vida contra el fanatismo,
me confieso creyente de tu manto y senos.
Holden León May 2013
Perdido en la oscuridad
no puedo ver, estoy ciego
quien sabe que es la realidad
solo quiero un fuego-

una luz para salvarme
que puede ayudarme escapar
se que no tengo mucho para darte
pero si vienes conmigo,
siempre te voy a adorar

h.l.
Rui Serra May 2014
Sente-se o caminhar
sobre ladrilhos dourados
despe-te, ama
entra, a chuva é intensa
vive, ama, amar-te-ei
no jardim, cravos murchos
pétalas caídas.
Leva-me, deixa-me navegar
posso-te amar, tenho-te
desejo-te, depois tudo passa.
Queria ser como tu
adorar-te-ei até ao fim
enfrentarei minha sombra,
serei alguém, viverei para
te proclamar, aconchego-me,
fogo crepitante, doçura
de mulher, corpo imundo
mundo imundo, sobre pedras
de silêncio, vamos ao sabor
de uma melodia, o que sou
sombra inconstante, açambarcador
de poder, ricos falsos, acabar-se-à
no fogo do desespero
não hesites
caminha e vencerás
sobre tudo e todos
vai em frente
segue o teu caminho
e serás alguém, como o eu que eu queria.
Todo,
todo,
en el aire,
en el agua,
en la tierra,
desarraigado y ácido,
descompuesto,
perdido.
El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
Los toros transformados en sumisas poleas.
El engaño sin malla,
sin "tutu",
sin pezones.

La impúdica mentira exhibiendo el trasero
en todas las posturas,
en todas las esquinas.
Las polillas voraces de expediente cocido,
disfrazadas de hiena,
de tapir con mochila.
Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
Las ventanas que escupen dentaduras de piano,

cacerolas,
espejos,
piernas carbonizadas.

Porque mirad
sin musgo,
mi corazón de yesca,
qué hicimos,
qué hemos hecho
con nuestras pobres manos,
con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

Desatar el incendio.
Aplaudir el desastre.
Trasladar,
sobre caucho,
apetitos de pústula.
Prostituir los crepúsculos.
Adorar los bulones
y los secos cerebros de nuez reblandecida...
Como sí no existiera más que el sudor y el asco;
como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
las raíces del odio;
como si ya no fuese bastante deprimente
saber que sólo somos un pálido excremento
del amor,
de la muerte.
¿Mi secreto? ¡Es tan triste! ¿Estoy perdido
de amores por un ser desaparecido,
por un alma liberta,
que diez años fue mía, y que se ha ido...
¿ Mi secreto? te lo diré al oído:
¡Estoy enamorado de una muerta!

¿Comprendes -tú que buscas los visibles
transportes, las reales, las tangibles
caricias de la hembra, que se plasma
a todos tus deseos invencibles-
ese imposible de los imposibles
de adorar a un fantasma?

¡Pues tal mi vida es y tal ha sido
y será!

      Si por mí solo ha latido
su noble corazón, hoy mundo y yerto,
¿he de mostrarme desagradecido
y olvidarla, no más porque ha partido,
y dejarla, no más porque se ha muerto?
martin v Jan 2021
estoy completamente perdido en el añoramiento que te tengo
te veo y encuentro cosas hermosas que envidio
te escucho y mis oídos bailan una danza de felicidad y comodidad aguda,
pues no hay mejor sonido que el de la seguridad plena

siento la atracción efímera y la lujuria inconstante solo con recordarte
la manera patética y fantástica en la que tus ojos y tu sonrisa iluminan todo por lo que son observados

la grandeza entera del universo está condensada en ti y es injusto para los planetas y las estrellas

eres el motor de la vida,
las abejas recogen el pollen soñando con la posibilidad de que seas tu la que consuma su miel
y los árboles compiten por ver quién dura más tiempo vivo,
solo por que aún existe la posibilidad de que respires el oxígeno que ellos producen

realmente devastador es,
poder tener el privilegio inmenso de compartir un romance foráneo contigo, y no poder tenerte cuando el sol se vuelve en luna

hay momentos en los que no deseo nada más
y de todas formas mi cobardía no me permite escapar de la seguridad aburrida y gris de mi estado actual

mi sueño es que algún día coincidamos en nuestros deseos
que llegue el: o grandioso momento anhelado y esperado en el que la mescolanza amarga y la inseguridad lamentable se conviertan en
decisión ambiciosa y confianza violenta
para que por fin podamos adorar al otro como merecemos ser adorados

— The End —