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¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras.
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.

Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh, cuán suave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido!

Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros suave
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora.

¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor velaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescuras y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.

Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, Y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad, con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.

El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano Macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando:

El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna:

El dulce anhelo del amor que guarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo;
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura:

A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino:
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.

Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.

Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentado raya
Volaba al puerto de la patria mía:
Yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.

¡Una mujer!  En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.

¡Una mujer!  Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella,
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir, donde se mece.

Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del amor cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía:

¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquélla,
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo, con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:

Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas:
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.

¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh qué mujer! ¡qué imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera!...

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares
¡Ay! desgarraron y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
¡Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
En que perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?

Aun parece, Teresa, que te veo
Aérea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas:
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono y de amor y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias la contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban
Llanto tal vez vertiendo de ternura;
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.

¿Cómo caiste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
Rayos al mando tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído,
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.

Brota en el cielo del amor la fuente,
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana.
Mas ¡ay! huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.

Huid, si no queréis que llegue un día
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.

Los años ¡ay! de la ilusión pasaron,
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
Un pesar tan intenso!  Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío.
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu bondad reposa.

Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte
Y era llorar tu único destino:
¡Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino!
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel, te volviste al cielo.

Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones:
Tus hijos ¡ay! de ti se avergonzaran
Y hasta el nombre de madre te negaran.

Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido;
único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!

¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.

Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón: un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay de tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida!

Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía,
Yo inocente también ¡oh!, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!

Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado.
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo, sin horas ni medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa!  Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices se cambiaban;
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura,
Tu corazón al par de tu amargura;

Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando;

Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándole severa;
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado,
Sobre un lecho de espinas, maldiciendo,
Morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano, con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel!... ¡Ay! yo entretanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida;
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
Natalia Rivera May 2015
Quieres un poco mas de vino?
-Se me antojan otras cosas por hacer. Seguido de una risita, y una sonrisa levante su copa y la invite a la sala de estar. Su traje ondeaba cuando caminaba, su pelo era caso perdido y yo intentaba llevarle el paso. Coloque una manta y dos cojines en el suelo y ella se acostó, y a su lado me senté. Ella me hablaba de su día, de sus superficiales compañeras del trabajo, de la economía y política; ella no parecía notar que su traje se le había subido más allá de su rodilla, no notaba que mi respiración se acortaba al imaginar…
Ella interrumpió mi mente antes de poder imaginar cualquier cosa, colocándose frente a mí, tambaleándose me miro fijo a los ojos y me dijo “Soy una mujer según muchos fácil de leer, me gusta la vida, el olor a sal, los libros, tomarme una que otra cerveza, ser casualmente coqueta. Tengo mis miedos, a ser olvidada, a no ser alguien, al fracaso, a la oscuridad. Fácil de leer, muchas personas son así. Pero no muchos saben que puedo sumergirme en aguas profundas, o que puedo ser tan indispensable como yo lo desee; puedo hacer que me necesites solo por una noche o por el resto de tu vida sin llegar al ****. Puedo ser una isla privada, o una playa nudista, todo depende de quién pase por mí. Soy más compleja que común, más viva que ordinaria.”
Perplejo y aturdido me quede sentado esperando, a que se marchara, a que continuara hablando, a que hiciera algo. Ella soltó una risa y se bebió lo que quedaba de la botella; la luz de la luna entraba por la ventana era el foco que le difuminaba el traje y le resaltaba sus ojos. Se acerco a mí y se bajo el traje dejando sus pechos respirar, y de manera dulce  y continuó “Lo que he querido decirte con todo esto, amor, es que quiero ser tuya, pero de todas mis maneras. Que cuando sea difícil me tomes y te importe poco cuanto haya costado el traje, que cuando este romántica me trates con delicadeza, pero, hoy solo quiero sentirte dentro de mí. Acariciando tus manos sobre mi pezón, suave, porque tenemos toda la noche.”

Dejo caer el vestido en el suelo y quedo su silueta desnuda frente a mí. Ella quería que la siguiera y no me resistí,  y allí estábamos, ella desnuda corriendo y yo entrando a un laberinto sin salida.  Cuando por fin la encontré, estaba empapada desde el pelo hasta el piso. Se veía jugosa y sin pedirle permiso la tome en mis brazos y fue como tomar un pedazo de cielo. Estaba radiante, como si estuviera esperando este momento desde que entro por mi puerta. La acosté, y le bese los pies con la sutileza hasta llegar a su punto, su cumbre, la sonrisa de su cuerpo. Estaba húmeda, podía sentirlo en la lengua y sabía que eso le gustaba; se retorcía en la cama, y su gemido se fusionaba con risas.  Hice que tuviera una lluvia de estrellas a las seis de la tarde, ella estaba enredada en mis sabanas y le di un beso. Deseaba que se quedara una vida, pero ¿a quién engañaba? Era viento, el viento jamás se queda. Al despertar mi cama estaba vacia y mi botella llena con una nota que decía:
Por si deseas otra noche te dejo la botella y mi número,
Por si deseas una vida, te regalo el viento.
Primer trabajo para alguien mas.
Jose Sastre Jul 2012
Un pedazo de cielo
Una tibia canción
Una hoja en el viento
Unos versos en flor

Papel, flor y tinta
Un desierto fugaz
El brillo de sus ojos
Dos gotas en el mar
Ahogándome
Besándome

Un lucero, una luna
Abriéndose paso hacia el mar
Traspasando paredes de agua
Un suspiro, un aliento
Una velada de aire
Una tertulia de amor

Un pedazo de cielo
Una pizca de sol
Una sombra dilata
Y mi mente desnuda
Tu figura en mis dedos
Dibujando el contorno
De impaciente desvelo
Y así surge a mi favor
La imaginación se hace realidad
Preso de su olor

Un jilguero, una vida
Acariciando los aires
Sus alas surcando los vientos
Un suspiro, un aliento
Una velada de aire
Una tertulia de amor
Un arcoiris de letras
Dos pinceladas de ti
Natalia Rivera May 2015
Duermo, para poder sentir tus manos acariciando mis mejillas. Para ver la delicada sonrisa que me da vida, y para ver el cielo estrellado en tus ojos.


No duermo, porque el dolor que siento al despertar y saber que te has ido me destruye.

No puedo respirar.
Me acostumbre a que tu eras el aire que respiraba.
Y ya no estas.

¿Cómo puedo decirle a mi cuerpo que no te podrá tocar más?
¿Cómo le digo a mi mente que ya no debo pensarte?
¿Cómo le digo a mi corazón que me amas igual, pero tu estas allí y yo acá?
Estoy muerta, vacía.
Nat G Asúnsolo Jul 2013
Ya lo extrañaba; el rose de tus manos sobre mi piel, acariciando cada centímetro de mis brazos, mi cuello y mi cara. Extrañaba esa forma de mirar que solo tú y yo comprendemos que nos dice como nos sentimos entre nosotros. Extrañaba esa forma de seducción que aún sin nunca haber probado tus labios, sabía que era una de las cosas que más deseaba y necesitaba.

Aquí estamos de nuevo; la piel desnuda de tus manos contra la piel de mis brazos, pasando suavemente con caricias que mencionan un te quiero. Ahora es real, ahora estamos juntos y la distancia que nos había separado hizo crecer nuestras emociones.
Un día perfecto, una tarde de calor y finalmente el toque no accidental de nuestras bocas. Al final, mi risa junto con tu sonrisa se unen para festejar el sentimiento de nuestros labios juntos por primera vez.
17th Dec 2015
y seguíamos con los ojos cerrados
sintiendo la fría brisa de diciembre
las luces a medianoche
recordándome que no estás aquí
que no estás acariciando mi cabello
y seguíamos faltándonos el respeto
por no estar juntos
por ser como somos y no permitirnos estar juntos

“es cuestión de ocasión”
dondequiera y como sea
no te dejaré ni por un segundo
pensar que la noche muere
que la luna brilla
y nosotros no estamos juntos
mirando las mismas estrellas
preguntándonos de dónde vino esto

estarás siempre
serás parte de mi
incluso estando lejos
estarás cerca de mí
dedicated to my sweetest, Ben.
Natalia Rivera Jun 2014
Todo está tranquilo & quieto como una típica noche de verano. Todos duermen profundamente, menos tu & yo. Nadie se da cuenta que estamos en el auto envolviéndonos entre caricias & besos bajo la luna menguante. Tus manos acariciando cada detalle pequeño de mi cuerpo, mis labios besando cada lunar que yace en tu piel, teniendo el más placentero contacto ****** con la delicadeza que puede poseer un  artesano. Ahí estábamos, dos adolescentes enamorados dejándose llevar por un impulso ****** que no podían controlar, devorándose bajo las estrellas, dejando que su amor fluyera entre sus cuerpos. Entre gemidos, chupones, rasguños, mordiscos & mil cosas más culminaron su orgásmico encuentro ******. Al terminar el la toma en sus brazos, la mira a sus brillantes ojos hazel & le dice “Teamo, siempre lo hare & jamás voy a dejar que te vayas de mi lado”
Natalia Rivera May 2015
El decía que mi único vicio era escribir.
Aún cuando tenía sus manos acariciando mis virtudes.
Aún cuando tenía su lengua dibujándome sonrisas.
Aún cuando su respiración era la brisa que me refrescaba.

El decía que mi único vició era escribir.
Escribir sobre su sonrisa.
Escribir mientras pintaba.
Escribir orgasmos.

El decía que mi único vició era escribir.
Sin importar que bebiera.
Sin importar las mujeres que me hacían soñar.
Sin importar cuanto gastara en páginas.

El decía que mi único vició era escribir.
Yo le decía: ¿y el mar?
¿Y el cielo?
¿Y la noche?

El decía que mi único vició era escribir.
Y le dije que sí, mi vicio era escribir.
Escribir todo lo que vivía con el; así que todo lo que escribía era para el.
Mi vicio era el, mi poesía.
Canta el pájaro silencioso,
con efímero aleteo ladrón del viento,
vislumbra entre el pelaje manto de penumbra,
abrigo del ser y la finita locura.
Húmeda,
que cae y no sacia al sediento,
que ensucia,
y llena de amargura cada poro,
lucha con ternura
acariciando el frío vidrio,
resbala,
se escurre al infinito vacío.
Animal hambriento sin alma alguna,
salvaje rugir que espanta tinieblas,
instante trémulo alejado del tiempo,
luz fugaz que porta desgracia.
espaic09 May 2017
ayer saque tus memorias de paseo
de la mano caminamos por viejos senderos
oliendo flores buscando amparo
en juegos, recuerdos y amores
donde la alegria imperaba y tambien moría

contamos petalos llenos de pudor
y sus colores de dolor
acariciando nubes de locura
anduvimos riendonos del sabor viejo de la amargura

ya viendo el ocaso
las ternuras marchitaban
tu sombra lloraba y mi mano soltaba

se rompía

veia como se dividia en par
por que la puesta del sol me recibía

ahí la dejé entre llantos y sonrisas
balbuceando un arrullo sin matiz
al rato solo los coquís se oían
y con su canto borraban
tu sombra de raíz
en mi vida
¡Qué pareja tan hermosa
esta nuestra, Contemplado!
La mirada de mis ojos,
y tú, que te estoy mirando.
Todo lo que ignoro yo
te lo tienes olvidado;
y ese cantar que me buscan
las horas, sin encontrarlo,
de la mañana a la noche,
con blanquísimo estribillo,
tus olas lo van cantando.
Porque estás hecho de siglos
me curaste de arrebatos;
se aprende a mirar en ti
por tus medidas sin cálculo
-dos, nada más: día y noche-
gozosamente despacio.
No quieres tú que te busquen
los ojos apresurados,
los que te dicen hermoso
y luego pasan de largo.
No ven. A ti hay que mirarte
como te miran los astros,
a sus azules mirandas
serenamente asomados.
Tú, Lazarillo de ojos,
llévate a estos míos; guíalos,
por la aurora, con espumas,
con nubes, por los ocasos;
tú solo sabes trazar
los caminos de tus ámbitos.
Con las señas de la playa,
avísales de la tierra,
de su sombra, de su engaño.
A tu resplandor me entrego,
igual que el ciego a la mano;
se siente tu claridad
hasta en los ojos cerrados,
-presencia que no se ve-,
acariciando los párpados.
Por tanta luz tú no puedes
conducir a nada malo.
Con mi vista, que te mira,
poco te doy, mucho gano.
Sale de mis ojos, pobre,
se me marcha por tus campos,
coge azules, brillos, olas,
alegrías,
las dádivas de tu espacio.
Cuando vuelve, vuelve toda
encendida de regalos.
Reina se siente; las dichas
con que tú la has coronado.
¡De lo claro que lo enseñas
qué sencillo es el milagro!
Si bien se guarda en los ojos,
nunca pasa, lo pasado.
¿Conservar
un amor entre unos brazos?
No. En el aire de los ojos,
entre el vivir y el recuerdo,
suelto, flotando,
se tiene mejor guardado.
Aves de vuelo se vuelan,
tarde o temprano.
Los ojos son los seguros;
de allí no se van los pájaros.
Lo que se ha mirado así,
día y día, enamorándolo,
nunca se pierde,
porque ya está enamorado.
Míralo aunque se haya ido.
Visto o no visto, contémplalo.
El mirar no tiene fin:
si ojos hoy se me cerraron
cuando te raptó la noche,
mañana se me abrirán,
cuando el alba te rescate,
otros ojos más amantes,
para seguirte mirando.
Leydis Nov 2017
Puede ser muy posible
que te enamores de ella.
Que la beses con una intencional
pasión, que al cielo derrita.

Puede ser que le susurres
“te quiero” por doquier,
de que tu barbilla, se refugie en ella,
buscando aliento y calma,
tratando con toda tu fuerza
desprenderte de ese recuerdo
que te acosa.

Pero hay un desacuerdo entre tu
piel, corazón y garganta.
Cada vez que tú barba le acercas,
tu garganta se atranca.

Tus labios sienten una amenaza,
cuando intenta ella salvarte a besos.
Tu piel en un acto de rebeldía,
se impone y se pasma.

Puede ella ser una gran amante,
mas fui yo para tu cuerpo un santuario sagrado.

Puedes tener necesidad de ella,
de acariciarla y comenzar de nuevo,
pero cuando sus cuerpos se enlazan,
sientes mis manos acariciando tu pecho.

Puede ser,
que sea ella hoy dueña de tu cuerpo,
mas yo existo en ese espacio,
entre tu garganta y tu pecho.

LeydisProse
11/22/2017
https://m.facebook.com/LeydisProse/
Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.
Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.
Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.
La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.
Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.
Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.
Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.
Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.
Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.
Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.
Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.
Bastian M Pop Jul 2019
un muro opaco se interpone
a nuestro entendimiento

aterra encontrase querido
cuando recién aflora
sudorosa
&
fatigada
tu imagen

idealizar es sencillo

acariciando un suspiro
sin rencor a rememorar
insignificantes detalles en su rostro
para poder
quizá
darle un poco mas de vida
entre sueños

dejar entreabiertas
ventanas

libros sin terminar

para no sentirse
¿de este destierro subo a tu hermosura? /
¿entras en mí como contento? / ¿lágrimas
de contento o congoja? / ¿por qué aprietan
al corazón? / ¿tu mano es? / ¿apretando?/

¿acariciando moviendo? / ¿tus labios
besándome son? / ¿tu calor? / ¿tu pura
pasión donde me quiebro la cabeza? /
¿torpe? / ¿lágrimas o deseos? / ¿altos

en la humildad que das? / ¿bondad que sos? /
¿y qué es amar? / ¿o son señales del
amor lo que se ve? / ¿amar muchísimo? /
luz que bañas el apretado sueño /

meditación que vuela como pájaro
desatándome el cuerpo / corazón
que entendés en silencio / corazón /
como la tortolita del pensar
Leydis Jun 2017
¿Cómo no te reconocí?
Después de desvelarme décadas imaginando tu gran llegada!
Es que no pensé que serias así, tan casual, tan inusual.

Cuando te soñaba y te formaba en mis pensamientos
pensé que serias lluvia en mi sequia.
Te pensé como la lluvia de junio….lenta, refrescante, constante, y serena.

Pensé que serias la cosecha de la semilla que vengo cultivando en amores de tierra infértiles.

Pensé que reconocería tus manos…
Ya que hace tiempo las sentía acariciando mi cuerpo en hemisferios de distancias desconocidas.

Tus labios como no los reconocí?
Esos labios que tantos bese exasperadamente en luna creciente,
cuando llamaba tu nombre sin aun conocerlo…
te llame amor, cielo, mi eterno sueño.

Te garabateé poemas con letras que no entendía,
ya que no formaban parte de mi vocabulario,
pero así venían cada una de ellas
irrumpiendo mi mente forzándome a componerte versos,
baladas y dedicatorias que recitaría el día de tu gran llegada.

Hoy se entristece de nuevo mi corazón,
¡es que no te reconocí!

Ahora siento que te perdí dos veces;
Cuando no aun no te conocía
y ahora que no pude reconocerte.

Es que llegaste cuando menos me lo esperaba—
ya estaba ciega y desahuciada.

Cuando hiciste tu gran entrada,
con tu casual e inusual manera de robarme sonrisas.
Entre tus versos y rimas,
tus chistes que me hacían doler la barriga

En la forma más absurda me convertí en un espejo para ti.
El reflejo vestido de amistad.

Para cuando entendí que eras tú al que siempre espere,
esa paradójica e insensata manera que nos juega la vida
comprendí………………………………………..

que tú no me reconocías a mi!!

LeydisProse
11/16
Valeria Chauvel Feb 2020
Sometida siempre sometida
como el rendido sol ante el eterno ritual
que su lecho está vedado.

Veo por la ventana y es la misma ciudad,
igual de absurda, sin contenido,
con sus cotidianas calles y los detalles
previamente esbozados ante mis ojos.
Los mismos rostros, sombríos,
próximos al mármol,
transcurren diariamente indiferentes
los unos de los otros.
Tan contrarios, tan iguales,
tan presos a la rutina, tan humanos.

Los sueños y memorias de una rosa
existen solo en su navío
sin tener conocimiento alguno de los míos.
Ella se irá y yo me iré,
y nada sabrá de mí tras mi muerte,
así como la creencia que tengo de quizá conocerte.
Incluso, el sol seguirá ascendiendo tan indiferente
como el día en que nací y el día en que llegue mi muerte.

Soy un sueño extraviado
circunscrito bajo la misma bóveda
que contiene los miles de sueños de cada persona.
Diferentemente iguales, aunque sigan siendo ajenos
tanto el del hombre que ara la tierra
como el que es de otro hombre dueño.

Nací sin ser nada.
Moriré con el desvarío del hombre
filosofando si está aquello o esto o lo otro,
y cuando me vaya
será aun bajo el mismo destino:
sin saberlo nada.

Los días pasan absurdos,
y siguen pasando y siguen pasando...
sobreviviendo al alba y acariciando ocasos.

Tan inútil como una mañana,
el aire que respiro.
Si es que hay algún sentido...
si es que hay una madrugada....
si es que duermo todavía....
o si es que es todo una ilusión quebrada...

Quizá de nada valga que piense.
Quizá ahí afuera hay alguien que no piensa y no le importa.
Quizá a nadie le importa y son libres.
Quizá estoy yo insana.

La vida se forja de eso y solo de eso:
habladurías, ideas y promesas
por las que se debate y hay guerras,
hay muerte, hay exilio, hay esclavitud,
y más esclavitud y más esclavitud.

Pero ¿en qué creer?
Si los que miran en sí mismos
dejan al resto el suelo.

Yo solo soy esclavo de mi existencia
y no de creencias:
las calles son inciertas por las que andamos.
¿Son acaso mis ojos los que me limitan
o es mi mente la que me engaña?

Aunque así como si nada...
como todo en la vida...
el Olvido devorará estas palabras.
Así como el fuego devorará
el cigarro entre mis dedos.
Los soldados enterrados los veo en el humo.
El dolor que el tiempo ha borrado.
Así de efímero, así de ajeno
así como si nada...

— The End —