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Ahora que me acuerdo, fue así:

Hecho de fiebre, atravesé ciudades hermafroditas
donde las mujeres y los hombres recibían los cuerpos de los vagabundos
y los lavaban en las fuentes,
con el manto de fuego que no cesa.
Una noche saturada de invierno, bebiendo la sopa de la eternidad,
gané mi virginidad y fui otro yo en mí mismo,
porque olvidé cómo responder sobre el misterio de las cosas.

De silencio me armé y salí hacia campo abierto
 a traficar imágenes junto a las constelaciones.

Fue entonces cuando indagué la pulpa del mestizaje,
cuando probé la sangre metafísica derramada en Tebas
-es que esa mañana liquidé a la esfinge
Cerca de una Wasserfall contaminada.-

Pies desarmados, peregriné mi jornada intuitiva,
saludé a las moléculas del fruto y a las sombras de la adivinación,
en un árbol vi la doble cifra de mi vida,
y grité, siendo montaña, la genealogía de mi conciencia.

Cuando la purificación se había ya extinguido
troqué el umbral de hueso por el marfil brillante
y así fue que entré en Coroico, urbe flotante,
cual símbolo, por material de sueño ungido.

Ahora miro con estos ojos destruidos
donde la sal del delirio antes tuvo morada,
(intuyo en esa forma liminar, la espada,
el camino que me arrastró al divino Omphalos).

Escucho, a veces, con saturnal resignación,
la crónica de mi negligencia.
Mercedes M Bell Oct 2020
Quería una escalera muy alta,
trepar por las gotas de agua,
escalar las nubes empinadas,
volar lejos sin tener alas,
encender las luciérnagas
anidando en el mar verde del cielo.

Quería un rayo de luz elocuente
como cínico rugido a la muerte,
quemar las arrugas del dolor
inerte al no poder verte.

Quería lavar mis lágrimas y
forjarla con una asesina espada,
apuñalar mis locos quebrantos
sin olvidar el atesorado acantilado
de tus abrazos.

Quería hallar la sombra de tu figura  
sacándola del cajón de los espantos,
liberar tu espíritu de la botella,
arroparte en espuma de recuerdos.

Quería acariciar tus cabellos blancos,
navegar al lejano infinito,
traficar la moneda del barquero,
hallar silenciosas palabras,
vomitar maléficos lamentos,
pernoctar en las agitadas aguas.

No quería una montaña
quería tocar tu corazón con mi alma,
mimar tus ojos de perla,
vestir tus dedos desnudos,
quería que no desplomara el telón de tus ojos,
quería seguir viéndote
quería no perderte.

— The End —