Ojos apagados de brillos efímeros
De labios carmesí entre el delirio más ínfimo,
De brillos angelicales; ropajes monárquicos
Besos cardinales, de encuentros íntimos.
Hija del rey, diosa de diosas; linaje élfico
Cantares de coloquios, en runas remotas
De lenguas perdidas, de zares absurdos
Mi madrigal por nombre, lleva el suyo.
En la ciénaga hueca, de las laderas altas
Bajo la falda de las montañas, dónde la luz es baja.
Sobre rocas, sobre ruina, sobre ti
Cantan en tierras lejanas, de la reina y sobre mí.
Oh, sin el rey que canto ama.
Porque acá sólo hay delito,
¡Ay! ¡Sin ese rey, que tanto aclaman!
Porque este amor es finito.
Un errante peregrino; ambulante de compañía
Señor de nada que se e haya perdido,
Pero de extraña joyería
La reina cabellos de oro, y un mercader vendido.