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¿Sevilla?... ¿Granada?... La noche de luna.
Angosta la calle, revuelta y moruna,
de blancas paredes y obscuras ventanas.
Cerrados postigos, corridas persianas...
El cielo vestía su gasa de abril.Un vino risueño me dijo el camino.
Yo escucho los áureos consejos del vino,
que el vino es a veces escala de ensueño.
Abril y la noche y el vino risueño
cantaron en coro su salmo de amor.La calle copiaba, con sombra en el muro,
el paso fantasma y el sueño maduro
de apuesto embozado, galán caballero:
espada tendida, calado sombrero...
La luna vertía su blanco soñar.Como un laberinto mi sueño torcía
de calle en calleja. Mi sombra seguía
de aquel laberinto la sierpe encantada,
en pos de una oculta plazuela cerrada.
La luna lloraba su dulce blancor.La casa y la clara ventana florida,
de blancos jazmines y nardos prendida,
más blancos que el blanco soñar de la luna...
-Señora, la hora, tal vez importuna...
¿Que espere? (La dueña se lleva el candil).Ya sé que sería quimera, señora, mi sombra
galante buscando a la aurora
en noches de estrellas y luna, si fuera
mentira la blanca nocturna quimera
que usurpa a la luna su trono de luz.¡Oh dulce señora, más cándida y bella
que la solitaria matutina estrella
tan clara en el cielo! ¿Por qué silenciosa
oís mi nocturna querella amorosa?
¿Quién hizo, señora, cristal vuestra voz?...La blanca quimera parece que sueña.
Acecha en la obscura estancia la dueña.
-Señora, si acaso otra sombra, emboscada
teméis, en la sombra, fiad en mi espada...
Mi espada se ha visto a la luna brillar.¿Acaso os parece mi gesto anacrónico?
El vuestro es, señora, sobrado lacónico.
¿Acaso os asombra mi sombra embozada,
de espada tendida y toca plumada?...
¿Seréis la cautiva del moro Gazul?Dijéraislo, y pronto mi amor os diría
el son de mi guzla y la algarabía
más dulce que oyera ventana moruna.
Mi guzla os dijera la noche de luna,
la noche de cándida luna de abril.Dijera la clara cantiga de plata
del patio moruno, y la serenata
que lleva el aroma de floridas preces
a los miradores y a los ajimeces,
los salmos de un blanco fantasma lunar.Dijera las danzas de trenzas lascivas,
las muelles cadencias de ensueños, las vivas
centellas de lánguidos rostros velados,
los tibios perfumes, los huertos cerrados;
dijera el aroma letal del harén.Yo guardo, señora, en viejo salterio
también una copla de blanco misterio,
la copla más suave, más dulce y más sabia
que evoca las claras estrellas de Arabia
y aromas de un moro jardín andaluz.Silencio... En la noche la paz de la luna
alumbra la blanca ventana moruna.
Silencio... Es el musgo que brota, y la hiedra
que lenta desgarra la tapia de piedra...
El llanto que vierte la luna de abril.-Si sois una sombra de la primavera
blanca entre jazmines, o antigua quimera
soñada en las trovas de dulces cantores,
yo soy una sombra de viejos cantares,
y el signo de un álgebra vieja de amores.Los gayos, lascivos decires mejores,
los árabes albos nocturnos soñares,
las coplas mundanas, los salmos talares,
poned en mis labios;
yo soy una sombra también del amor.Ya muerta la luna, mi sueño volvía
por la retorcida, moruna calleja.
El sol en Oriente reía
su risa más vieja.
Rui Serra Feb 2014
Momento efémero
Ondas de oiro
Suave no toque
Leveza insustentável
Quimera
Noite
Sangue de veludo
Ocultas-te
Para te poderes encontrar
E fazes de um não o valor da vida
Rui Serra Jul 2014
Corpos moribundos arrastam-se por entre as sombras de débeis humanos, raios de sol atravessam cérebros putrificados pelo perecer das eras. O caos havia chegado, campos arrasados, mostravam-se nus e tristes, mas tudo isto é uma quimera e a felicidade manter-se-á eterna.
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular,
aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que,
con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar
un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de
ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de
plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto
forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero
simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros
cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol
decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre
otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos,
cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna
es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama
particular de cada vencido. Por supuesto, ciertos avispados
espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no
acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por
qué este o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el
árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también
intuye hacia qué lado irá el tiro, y un segundo
después, cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso
sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al
otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez
congénita. Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la
historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes
como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero
olímpico con la torpeza del patadura actual, que no acierta
nunca y es esquivado una y mil veces. Recuerdo borroso de una
época en que había un centre-half y un centre-forward,
cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el
juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El
espectador veterano sabe que cuando el fútbol se
convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling
en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en
pena, todo se vino abajo y ésa es la explicación de que
muchos lleven al estadio sus radios a transistores, ya que al menos
quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las
estupendas jugadas que imaginan. Bueno, para eso les pagan,
¿verdad? Para imaginar estupendas jugadas y está bien.
Por eso, cuando alguien ha hecho un gol y después de los abrazos
y pirámides humanas el juego se reanuda, el locutor
idóneo sigue colgado de la "o" de su gooooooool, que en realidad
es una jugada suya, subjetiva, personal, y no exactamente del delantero
que se limitó a empujar con la frente un centro que, entre todas
las otras, eligió su cabeza. Y cuando el locutor idóneo
llega por fin al desenlace de la "ele" final de su gooooooool privado,
ya el árbitro ha señalado un orsai que favorece,
¿por qué no?, al locatario.

Es bueno contemplar alguna vez la cancha desde aquí, desde lo
alto. Así al menos piensa Benjamín Ferrés,
veintitrés años, digamos delantero de un Club Chico,
alguien últimamente en alza según los cronistas
deportivos más estrictos, y que hoy, después de empatarle
al Club Grande y ducharse y cambiarse, no se fue del estadio con el
resto del equipo y prefirió quedarse a mirar, desde la tribuna
ya vacía (sólo quedan los cafeteros y heladeros y
vendedores de banderitas, que recogen sus bártulos o tal vez
hacen cuentas) aquel campo en el que estuvo corriendo durante noventa
minutos e incluso convirtió uno, el segundo, de los dos goles
que le otorgan al Club Chico eso que suele llamarse un punto de oro.
Sí, desde aquí arriba el césped es una alfombra,
casi un paño verde como el del casino, con la importante
diferencia de que allá los números son fijos,
permanentes, y aquí (él, por ejemplo, es el ocho) cambian
constantemente de lugar y además se repiten. A lo mejor con el
flaco Suárez (que lleva el once prendido en la espalda)
podrían ser una de las parejas negras. O no. Porque de ambos,
sólo el Flaco es oscurito.

Ahora se levanta un viento arisco y las gradas de cemento son
recorridas por vasos de plástico, hojas de diario, talones de
entradas, almohadillas, pelotas de papel. Remolinos casi fantasmales
dan la falsa impresión de que las gradas se mueven, giran,
bailotean, se sacuden por fin el sol de la tarde. Hay papeles que suben
las escaleras y otros que se precipitan al vacío. A
Benjamín (Benja, para la hinchada) le sube una bocanada de
desconsuelo, de extraña ansiedad al enfrentarse, ¿por
primera vez?, con la quimera de cemento en estado de pureza (o de
basura, que es casi lo mismo) y se le ocurre que el estadio
vacío, desolado, es como un esqueleto de multitud, un eco
fantasmal de esa misma muchedumbre cuando ruge o aplaude o insulta o
agita banderas. Se pregunta cómo se habrá visto su gol
desde aquí, desde esta tribuna generalmente ocupada por las
huestes del adversario. Para los de abajo en la tabla, el estadio
siempre es enemigo: miles y miles de voces que los acosan, los
persiguen, los hunden, porque generalmente el que juega aquí, el
permanente locatario, es uno de los Grandes, y los de abajo sólo
van al estadio cuando les toca enfrentarlos, y en esas ocasiones apenas
si acarrean, en el mejor de los casos, algunos cientos de
fanáticos del barrio, que, aunque se desgañitan y agitan
como locos su única y gastada bandera, en realidad no cuentan,
es imposible que tapen, desde su islote de alaridos, el gran rugido de
la hinchada mayor. Desde abajo se sabe que existen, claro, y eso es
bueno, y de vez en cuando, cuando se suspende el juego por
lesión o por cambio de jugadores, los del Club Chico van con la
mirada al encuentro de aquel rinconcito de tribuna donde su bandera
hace guiños en clave, señales secretas como las del
truco. Y ésta es la mejor anfetamina, porque los llena de
saludable euforia y además no aparece en los controles
antidopping.

Hoy empataron, no está mal, se dice Benja, el número
ocho. Y está mejor porque todos sus huesos están enteros,
a pesar de la alevosa zancadilla (esquivada sólo por
intuición) que le dedicaran en el toletole previo al primer gol,
dos segundos antes de que el Colorado empujara nuevamente la globa con
el empeine y la colocara, inalcanzable, junto al poste izquierdo.
Después de todo, la playa es mía. Desde hace quince
años la vengo adquiriendo en pequeñas cuotas. Cuotas de
sol y dunas. Todos esos prójimos, prójimas y projimitos
que se ven tendidos sobre las rocas o bajo las sombrillas o corriendo
tras una pelota de engañapichanga o jugando a la paleta en una
cancha marcada en la arena con líneas que al rato se borran,
todos esos otros, están en la playa gracias a que yo les permito
estar. Porque la playa es mía. Mío el horizonte con
toninas remotas y tres barquitos a vela. Míos los peces que
extraen mis pescadores con mis redes antiguas, remendadas. El aire
salitroso y los castillos de arena y las aguas vivas y las algas que ha
traído la penúltima ola. Todo es mío.
¿Qué sería de mí, el número ocho,
sin estas mañanas en que la playa me convence de que soy libre,
de que puedo abrazar esta roca, que es mi roca mujer o tal vez mi roca
madre, y estirarme sin otros límites que mi propio límite
o hasta que siento las tenazas del cangrejo barcino sobre mi dedo
gordo? Aquí soy número ocho sin llevarlo en la espalda.
Soy número ocho sencillamente porque es mi identidad. Un cura o
un teniente o un payaso no necesitan vestir sotana o uniforme o traje
de colores para ser cura o teniente o payaso. Soy número ocho
aunque no lo lleve dibujado en el lomo y aunque ningún botija se
arrime a pedirme autógrafos, porque sólo se piden
autógrafos a los de los Clubes Grandes. Y creo que siempre
seré de Club Chico, porque me gusta amargarles la fiesta, no a
los jugadores que después de todo son como nosotros, sólo
que con más suerte y más guita, ni siquiera a la hinchada
grande por más que nos insulte cuando hacemos un fau y festeje
ruidosamente cuando el otro nos propina un hachazo en la canilla. Me
gusta arruinarles la fiesta, sobre todo a los dirigentes, esos
industriales bien instalados en su cochazo, en su piso de la Rambla y
en su mondongo, señores cuya gimnasia sabatina o dominical
consiste en sentarse muy orondos, arriba en el palco oficial, y desde
ahí ver cómo allá abajo nos reventamos, nos
odiamos, nos derretimos en sudores, y cuando sus jugadores ganan,
condescienden a llegar al vestuario y a darles una palmadita en el
hombro, disimulando apenas el asco que les provoca aquella piel
todavía sudada, y en cambio, cuando sus jugadores pierden, se
van entonces directamente a su casa, esta vez por supuesto sin ocultar
el asco. En verdad, en verdad os digo que yo ignoro si hacen eso, pero
me lo imagino. Es decir, tengo que imaginarlo así, porque una
cosa son las instrucciones del entrenador, que por supuesto trato de
cumplir si no son demasiado absurdas, y otra cosa son las instrucciones
que yo me doy, verbigracia vamo vamo número ocho hay que aguarle
la fiesta a ese presidente cogotudo, jactancioso y mezquino, que viene
al estadio con sus tres o cuatro nenes que desde ya tienen caritas de
futuros presidentes cogotudos. Bueno, no sé ni siquiera si tiene
hijos, pero tengo que imaginarlo así porque soy el número
ocho, insustituible titular de un Club Chico y, ya que cobro poco,
tengo que inventarme recompensas compensatorias y de esas recompensas
inventadas la mejor es la posibilidad de aguarle la fiesta al cogotudo
presidente del Grande, a fin de que el lunes, cuando concurra a su
Banco o a su banca, pase también su vergüenza rica, su
vergüenza suntuosa, así como nosotros, los que andamos en
la segunda mitad de la tabla, sufrimos, cuando perdemos, nuestra
vergüenza pobre. Pero, claro, no es lo mismo, porque los Grandes
siempre tienen la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio,
sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. Y
cuando no ganamos y volvemos al barrio, la gente no nos mira con
menosprecio sino con tristeza solidaria, en tanto que al presidente
cogotudo, cuando vuelve el lunes a su Banco o a su banca, la gente, si
bien a veces se atreve a decirle qué barbaridad doctor porque
ustedes merecieron ganar y además por varios goles, en realidad
está pensando te jodieron doctor qué salsa les dieron
esos petizos. Por eso a mí no me importa ser número ocho
titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni
en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con
autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé
hacer. Por ahora al menos. También es un consuelo que la playa
sea mía, y como mía pueda recorrerla descalzo, casi
desnudo, sintiendo el sol en la espalda y la brisa en los ojos, o
tendiéndome en las rocas pero de cara al mar, consciente de que
atrás dejo la ciudad que me espía o me protege,
según las horas y según mi ánimo, y adelante
está esa llanura líquida, infinita, que me lame, me
salpica, a veces me da vértigo y otras veces me brinda una
insólita paz, un extraño sosiego, tan extraño que
a veces me hace olvidar que soy número ocho.
Alejandra. Lo extraño había sido que Benja conociera sus
manos antes que su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus
manos antes que de su rostro. Él regresaba de San Pablo en un
vuelo de Pluna. El equipo se había trasladado para jugar dos
amistosos fuera de temporada, pero Benja sólo había
participado en el primero porque en una jugada tonta había
caído mal y el desgarramiento iba a necesitar por lo menos cinco
días de cuidado, así que el preparador físico
decidió mandarlo a Montevideo para que allí lo atendieran
mejor. De modo que volvía solo. A la media hora de vuelo se
levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio
tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró.
Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha
Christie, que le proponía un enigma afilado, bienhumorado y
sutil como todos los suyos.

De pronto percibió que algo singular estaba ocurriendo. En el
respaldo que estaba frente a él apareció una mano de
mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas
cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que
expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo
irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual.
Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda
compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su
lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. Las manos se
movían con sobriedad, se rozaban a veces. Él
imaginó que lo llamaban sin llamarlo, que le contaban una
historia, que le ofrecían respuestas a interrogantes que
aún no había formulado; en fin, que querían ser
asidas. Y lo más preocupante era que él también
quería asirlas, con todos los riesgos que un acto así
podía implicar, verbigracia que la dueña de aquellas
manos llamara inmediatamente a la azafata, o se levantara, enfrentada a
su descaro, y le propinara una espléndida bofetada, con toda la
vergüenza, adicional y pública, que semejante castigo
podía provocar. Hasta llegó a concebir, como un destello,
un título, a sólo dos columnas (porque era número
ocho, pero sólo de un Club Chico): conocido futbolista uruguayo
abofeteado en pleno vuelo por dama que se defiende de agresión
******.

Y sin embargo las manos hablaban. Sutiles, seductoras,
finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como
creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado
el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir
la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a
convocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió
jugarse el todo por el todo y asumir el riesgo del ridículo, el
escándalo y el titular a dos columnas que acabaran con su
carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil
decisión y tras ajustarse también él el
cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos
cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó
un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya
prolongó aquel extraño contacto por unos segundos, luego
se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron,
pero no pasó nada. No hubo llamada a la azafata ni bofetada.
Él respiró y quedó a la espera. Cuando el
avión comenzaba el descenso, una de las manos apareció de
nuevo y traía un papel, más bien un papelito, doblado en
dos. Benja lo recogió y lo abrió lentamente. Conteniendo
la respiración, leyó: 912437.

Se sintió eufórico, casi como cuando hacía un gol
sobre la hora y la hinchada del barrio vitoreaba su nombre y él
alzaba discretamente un brazo, nada más que para comunicar que
recibía y apreciaba aquel apoyo colectivo, aquel afecto, pero
los compañeros sabían que a él no le gustaba toda
esa parafernalia de abrazos, besos y palmaditas en el trasero, algo que
se había vuelto habitual en todas las canchas del mundo.
Así que cuando metía un gol sólo le tocaban un
brazo o le hacían desde lejos un gesto solidario. Pero ahora,
con aquel prometedor 912437 en el bolsillo, descendió del
avión como de un podio olímpico y diez minutos
después pudo mirar discretamente hacia la dueña de las
manos, que en ese instante abría su valija frente al funcionario
aduanero, y Benja comprobó que el rostro no desmerecía la
belleza y la seducción de las manos que lo habían enamorado.
Benja y Martín se encontraron como siempre en la pizzería
del sordo Bellini. Desde que ambos integraran el cuadrito juvenil de La
Estrella habían cultivado una amistad a prueba de balas y
también de codazos y zancadillas. Benja jugaba entonces de
zaguero y sin embargo había terminado en número ocho.
Martín, que en la adolescencia fuera puntero derecho, más
tarde (a raíz de una sustitución de emergencia, tras
lesiones sucesivas y en el mismo partido del golero titular y del
suplente) se había afincado y afirmado en el arco y hoy era uno
de los guardametas más cotizados y confiables de Primera A.

El sordo Bellini disfrutaba plenamente con la presencia de los dos
futbolistas. Él, que normalmente no atendía las mesas
sino que se instalaba en la caja con su gorra de capitán de
barco, cuando Martín y Benja aparecían, solos o
acompañados, de inmediato se arrimaba solícito a dejarles
el menú, a recoger los pedidos, a recomendarles tal o cual plato
y sobre todo a comentar las jugadas más notables o más
polémicas del último domingo.

Era algo así como el fan particular de Benja y Martín y
su caballito de batalla era hacerles bromas c
¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras.
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.

Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh, cuán suave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido!

Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros suave
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora.

¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor velaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescuras y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.

Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, Y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad, con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.

El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano Macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando:

El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna:

El dulce anhelo del amor que guarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo;
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura:

A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino:
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.

Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.

Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentado raya
Volaba al puerto de la patria mía:
Yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.

¡Una mujer!  En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.

¡Una mujer!  Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella,
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir, donde se mece.

Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del amor cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía:

¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquélla,
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo, con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:

Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas:
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.

¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh qué mujer! ¡qué imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera!...

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares
¡Ay! desgarraron y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
¡Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
En que perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?

Aun parece, Teresa, que te veo
Aérea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas:
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono y de amor y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias la contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban
Llanto tal vez vertiendo de ternura;
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.

¿Cómo caiste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
Rayos al mando tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído,
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.

Brota en el cielo del amor la fuente,
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana.
Mas ¡ay! huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.

Huid, si no queréis que llegue un día
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.

Los años ¡ay! de la ilusión pasaron,
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
Un pesar tan intenso!  Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío.
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu bondad reposa.

Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte
Y era llorar tu único destino:
¡Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino!
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel, te volviste al cielo.

Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones:
Tus hijos ¡ay! de ti se avergonzaran
Y hasta el nombre de madre te negaran.

Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido;
único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!

¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.

Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón: un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay de tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida!

Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía,
Yo inocente también ¡oh!, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!

Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado.
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo, sin horas ni medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa!  Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices se cambiaban;
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura,
Tu corazón al par de tu amargura;

Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando;

Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándole severa;
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado,
Sobre un lecho de espinas, maldiciendo,
Morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano, con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel!... ¡Ay! yo entretanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida;
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
Spanish

    Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios…
En el regazo cálido de rubia primavera
Amáronse talmente que entre sus dedos sabios
Palpitó la divina forma de la Quimera.

    En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
Hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
Y se besaban hondo hasta morderse el alma!…
Las horas deshojáronse como flores de oro,

    Y el Destino interpuso sus dos manos heladas…
Ah! los cuerpos cedieron, mas las almas trenzadas
Son el más intrincado nudo que nunca fue…
En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
Las Furias de la vida se rompieron las manos
Y fatigó sus dedos supremos Ananké…


              English

    Their idyll was a smile of four lips…
In the warm lap of blond spring
They loved such that between their wise fingers
the divine form of Chimera trembled.

    In the glimmering palaces of quiet afternoons
They spoke in a language heartfelt as weeping,
And they kissed each other deeply, biting the soul!
The hours fluttered away like petals of gold,

    Then Fate interposed its two icy hands…
Ah! the bodies yielded, but tangled souls
Are the most intricate knot that never unfolds…
In strife with its mad superhuman entanglements,
Life’s Furies rent their coupled hands
And wearied your powerful fingers, Ananké

Ananké: Goddess (Greek) of Unalterable Necessity
Otra canción
he de cantar,
ingenua.

Otra canción (desnuda de artificios
como mi pena:
que no llora, ni se crispa,
ni se queja).

Otra canción desnuda de artificios
como mi pena,
(como mi pena: muda,
así la relate mórbidamente; y quieta:
no importa que sea motor de mi cansancio,
hélice de mi pereza,
remo de mi estatismo,
ala de mi indiferencia;
como mi pena: -por más que avizore y otee
los horizontes- ciega).

Otra canción he de cantar
ingenua.

Otra canción, de un ritmo opacado, de brumas
y de leyenda,
de brumas
y de quimera:
sin timbres gárrulos de Oriente
-asordinada-; sin tamboriles gayos ni danzarinas bayaderas;
sin bélicos clarines y sin fanfarrias épicas.
Una canción hiperbórea,
gris: que la cantasen noruegos marinos
en sus barcazas pesqueras;
que la cantasen campesinos de Helsingor y aldeanas
de Abylund y de la Karelia.

Otra canción
he de cantar
ingenua.

Sin este sol vibrante ni los estridores
que me circundan:
como si no habitase las tropicales
beocias antitéticas
-burgos sordos,
cálidas selvas-:
como si no retumbase en mis oídos
la fragorosa cantinela
del río que rompe su fastidio
en las filudas peñas!

Canción que nada diga
y apenas sí sugiera.
Que nada diga
mas deje en los oídos
vaga impresión insegura de leyenda
y de quimera:
(el hondo rumor que de los caracoles
en la rósea espiral se aposenta).
Canción de gente tosca,
de ruda gente marinera,
canción que se cantase en la hora de los coloquios
-del norteño puerto nativo en el muelle
o en la taberna-.

Otra canción he de cantar, ingenua.
Desnuda de artificios
como mi pena,
Sobria de afeites frívolos,
burda como la lona de las velas
de los esquifes pescadores;
burda: ¡y encinta de odiseas,
de temporales y de naufragios
como las velas!
Victor Marques Apr 2010
Olhar a  água do ribeiro,
Encostado ao sobreiro.
Paisagens feitas de qualquer jeito,
Douro e Tua sem leito.


Muros com primor e mestria,
Encantos teus que nos vicia,
Olivais que lindos sois assim,
Quimera do meu jardim.


Papoilas avermelhadas,
cepas mal tratadas.
Figueiras com figos,
Douro e amigos.



Não existe outro amor,
Douro te adorna com labor,
Os cavalos e rebanhos,
Rabelos dos teus enganos.


Victor Marques
tenho estado morta na vida e não sonho muito
distraio-me com o querer disfarçado de quimera disfarçado de amor
tenho estado
e quando me canso de estar
crio versos e mundos e personalidades e sentires
crio-os tão avidamente que começo a crê-los reais
faço-me crer tanto e tão avidamente neles que, quando dou por mim,
já não sei se não serão reais mesmo
não sonho
e por frustração de não sonhar
chamo de sonho a cada envolver ténue de sensação
que quase reanima este punho ensanguentado coração dito
e corro atrás de si como se pela vida como se por mim
vou estando, em toda a insuficiência que é estar apenas
e forço-me à queda livre das sensações pensadas
o frio na barriga lembrando-me que Sou.
16-05-2017
Jr Mar 2018
Me descuido en las manos del oscuro
formas intangibles
amenazan con arrastrar mi cuerpo
al olvido
                            Tu alma hala
con toda su fuerza

Guerra negra, marchita, opaca
señalo los agravios del pasado
me halan
me quemo
                            anhelo tu llegada
pero si siempre estuviste
¿quién eres?

Campeón del olimpo
matando fieras con tus propias manos
del Hades nadie se salva

Aborda la balsa rota por el rio del olvido
los gritos ahogados
rompen los tímpanos del espíritu

más la luz aún no se extingue
                            tú eres

No te extingues, sigues ardiendo
mientras llueva
                            no te extingues
Traigo sus ojos conmigo,
los llevo para poder observar de cerca
como él, para olvidarme, se aleja a toda prisa
magullando y lastimando sus encogidas huellas,
entre las espigas empalagosas,
más allá de una vieja y arcaica alameda.

El ya no huele a miel naranja en sus pupilas,
tiene tantas mentiras arrastrando por ese campo!
que las últimas primaveras que viva,
las vivirá fingiendo,
que ama los huecos de los árboles,
cuando yo sé muy bien,
que mueres por la alquimia filosofía.

Un día cualquiera, lo sé,
cuando el sol venza al fin su cansancio,
oxigenará su monótona vida
con alguna brisa perdida por el terruño,
y me recordará.
Me recordará en los murmullos opacos
y casi con amargura en su piel,
sabrá, que jamás pudo olvidarme,
a mi, a su única quimera endemoniada,
la que lo hacia encender
vibrar, morir y vivir.

Entonces, cuando los días se le acobarden
en los orgasmos,
clamara en silencio mis labios
y se maldecirá por haber dicho
tantas mentiras
y por ocultar tantas verdades.

Ya sabes que no te bendigo vida mía,
porque siempre yo fui, una mujer
con infiernos perversos, en los labios.

LAS PALABRAS QUE PARTIERON

Valentina de la Canal.
copyleft Reserved 2008
La espuma me salpica como un rocío blanco
y el viento me enmaraña el cabello en la frente.
A mi espalda está el verde respaldo del barranco
y a mis pies el gran río de elástica corriente.

Rumores de la selva y rezongos del agua
y tal como una lepra sobre el dorso del río,
la mancha oblonga y negra que pinta la piragua,
en la fresca penumbra del recodo sombrío.

No medito, no sueño, no anhelo, estoy ligera
de todo pensamiento y de toda quimera.
Soy en este momento la hembra primitiva,

atenta sólo al grave problema de su cena,
y vigilo glotona, con un ansia instintiva,
el corcho que se mece sobre el agua serena.
Entre la noche y el día
hay un territorio indeciso.
No es luz ni sombra:
                                      es tiempo.
Hora, pausa precaria,
página que se obscurece,
página en la que escribo,
despacio, estas palabras.
                                                La tarde
es una brasa que se consume.
El día gira y se deshoja.
Lima los confines de las cosas
un río obscuro.
                            Terco y suave
las arrastra, no sé adónde.
La realidad se aleja.
                                    Yo escribo:
hablo conmigo
                          -hablo contigo.

Quisiera hablarte
como hablan ahora,
casi borrados por las sombras
el arbolito y el aire;
como el agua corriente,
soliloquio sonámbulo;
como el charco callado,
reflector de instantáneos simulacros;
como el fuego:
lenguas de llama, baile de chispas,
cuentos de humo.
                                  Hablarte
con palabras visibles y palpables,
con peso, sabor y olor
como las cosas.
                              Mientras lo digo
las cosas, imperceptiblemente,
se desprenden de sí mismas
y se fugan hacia otras formas,
hacia otros nombres.
                                        Me quedan
estas palabras: con ellas te hablo.

Las palabras son puentes.
También son trampas, jaulas, pozos.
Yo te hablo: tú no me oyes.
No hablo contigo:
                                  hablo con una palabra,
Esa palabra eres tú,
                                        esa palabra
te lleva de ti misma a ti misma.
La hicimos tú, yo, el destino.
La mujer que eres
es la mujer a la que hablo:
estas palabras son tu espejo,
eres tú misma y el eco de tu nombre.
Yo también,
                        al hablarte,
me vuelvo un murmullo,
aire y palabras, un soplo,
un fantasma que nace de estas letras.

Las palabras son puentes:
la sombra de las colinas de Meknès
sobre un campo de girasoles estáticos
es un golfo violeta.
Son las tres de la tarde,
tienes nueve años y te has adormecido
entre los brazos frescos de la rubia mimosa.
Enamorado de la geometría
un gavilán dibuja un círculo.
Tiembla en el horizonte
la mole cobriza de los cerros.
Entre peñascos vertiginosos
los cubos blancos de un poblado.
Una columna de humo sube del llano
y poco a poco se disipa, aire en el aire,
como el canto del muecín
que perfora el silencio, asciende y florece
en otro silencio.
                              Sol inmóvil,
inmenso espacio de alas abiertas;
sobre llanuras de reflejos
la sed levanta alminares transparentes.
Tú no estás dormida ni despierta:
tú flotas en un tiempo sin horas.
Un soplo apenas suscita
remotos países de menta y manantiales.
Déjate llevar por estas palabras
hacia ti misma.
Las palabras son inciertas
y dicen cosas inciertas.
Pero digan esto o aquello,
                                                nos dicen.
Amor es una palabra equívoca,
como todas.
                        No es palabra,
dijo el Fundador:
                                  es visión,
comienzo y corona
de la escala de la contemplación
-y el florentino:
                              es un accidente
-y el otro:
                      no es la virtud
pero nace de aquello que es la perfección
-y los otros:
                          una fiebre, una dolencia,
un combate, un frenesí, un estupor,
una quimera.
                          El deseo lo inventa,
lo avivan ayunos y laceraciones,
los celos lo espolean,
la costumbre lo mata.
                                        Un don,
una condena.
                          Furia, beatitud.
Es un nudo: vida y muerte.
                                                  Una llaga
que es rosa de resurrección.
Es una palabra:
                              al decirla, nos dice.

El amor comienza en el cuerpo
¿dónde termina?
                                Si es fantasma,
encarna en un cuerpo;
                                        si es cuerpo,
al tocarlo se disipa.
                                    Fatal espejo:
la imagen deseada se desvanece,
tú te ahogas en tus propios reflejos.
Festín de espectros.

Aparición:
                    el instante tiene cuerpo y ojos,
me mira.
                  Al fin la vida tiene cara y nombre.
Amar:
              hacer de un alma un cuerpo,
hacer de un cuerpo un alma,
hacer un tú de una presencia.
                                                          Amar:
abrir la puerta prohibida,
                                             
pasaje
que nos lleva al otro lado del tiempo.
Instante:
                  reverso de la muerte,
nuestra frágil eternidad.

Amar es perderse en el tiempo,
ser espejo entre espejos.
                                                Es idolatría:
endiosar una criatura
y a lo que es temporal llamar eterno.
Todas las formas de carne
son hijas del tiempo,
                                      simulacros.
El tiempo es el mal,
                                      el instante
es la caída;
                      amar es despeñarse:
caer interminablemente,
                                             
nuestra pareja
es nuestro abismo.
                                    El abrazo:
jeroglífico de la destrucción.
Lascivia: máscara de la muerte.

Amar: una variación,
                                        apenas un momento
en la historia de la célula primigenia
y sus divisiones incontables.
                                                      Eje
de la rotación de las generaciones.

Invención, transfiguración:
la muchacha convertida en fuente,
la cabellera en constelación,
en isla la mujer dormida.
                                             
La sangre:
música en el ramaje de las venas;
                                                              el tacto:
luz en la noche de los cuerpos.

                                                        Trasgresión
de la fatalidad natural,
                                          bisagra
que enlaza destino y libertad,
                                                      pregunta
grabada en la frente del deseo:
¿accidente o predestinación?

Memoria, cicatriz:
-¿de dónde fuimos arrancados?,
memoria: sed de presencia,
                                                    querencia
de la mitad perdida.
                                      El Uno
es el prisionero de sí mismo,
                                                      es,
solamente es,
                            no tiene memoria,
no tiene cicatriz:
                                amar es dos,
siempre dos,
                        abrazo y pelea,
dos es querer ser uno mismo
y ser el otro, la otra;
                                      dos no reposa,
no está completo nunca,
                                          gira
en torno a su sombra,
                                        busca
lo que perdimos al nacer;
la cicatriz se abre:
                                  fuente de visiones;
dos: arco sobre el vacío,
puente de vértigos;
                                    dos:
Espejo de las mutaciones.
Amor, isla sin horas,
isla rodeada de tiempo,
                                            claridad
sitiada de noche.
                                Caer
es regresar,
                        caer es subir.
Amar es tener ojos en las yemas,
palpar el nudo en que se anudan
quietud y movimiento.
                                          El arte de amar
¿es arte de morir?
                                  Amar
es morir y revivir y remorir:
es la vivacidad.
                            Te quiero
porque yo soy mortal
y tú lo eres.
                        El placer hiere,
la herida florece.
En el jardín de las caricias
corté la flor de sangre
para adornar tu pelo.
La flor se volvió palabra.
La palabra arde en mi memoria.

Amor:
              reconciliación con el Gran
todo
y con los otros,
                              los diminutos todos
innumerables.
                            Volver al día del comienzo.
Al día de hoy.

La tarde se ha ido a pique.
Lámparas y reflectores
perforan la noche.
                                  Yo escribo:
hablo contigo:
                            hablo conmigo.
Con palabras de agua, llama, aire y tierra
inventamos el jardín de las miradas.
Miranda y Fernand se miran,
interminablemente, en los ojos
-hasta petrificarse.
                                      Una manera de morir
como las otras.
                              En la altura
las constelaciones escriben siempre
la misma palabra;
                                  nosotros,
aquí abajo, escribimos
nuestros nombres mortales.
                                                    La pareja
es pareja porque no tiene Edén.
Somos los expulsados del Jardín,
estamos condenados a inventarlo
y cultivar sus flores delirantes,
joyas vivas que cortamos
para adornar un cuello.
                                            Estamos condenados
a dejar el Jardín:
                                delante de nosotros
está el mundo.
Tal vez amar es aprender
a caminar por este mundo.
Aprender a quedarnos quietos
como el tilo y la encina de la fábula.
Aprender a mirar.
Tu mirada es sembradora.
Plantó un árbol.
                              Yo hablo
porque tú meces los follajes.
Ay, Poesía, pero mira que eres difícil,
aunque busco hallar los cánones que te rigen
termino encontrándome un insondable arcano
que al pensar que me acerco, se hace más lejano.

Eres tan inconsútil, intangible y etérea,
creo atraparte en frases y huyes en la idea;
cuando pienso que avisté la intuición onírica,
me doy cuenta que se ha diluído la lírica.

Tan real cual vida, muerte o la Primavera
te presentas además como una Quimera
que intentamos esculpir en finas palabras,
pero sólo por momentos, ya que te escapas,
cuando por siempre quedamos insatisfechos
al ver que no hilamos el vestido perfecto.

(Jorge Gómez A.)
Victor Marques Dec 2011
AMOR DE MULHER

Azul do mar que o amor sabe amar,
Lua com magia purificadora.
Estrelas que brilham na subtileza do olhar,
Nuvens brancas que envolvem sentimento.
Carinhos que purificam a dor,
Lençóis ao vento para secar.
Ribeiro que corre sem corrente,
Água cristalina, redentora.
Amor para sempre….
Escrito nos olhos, na boca,
Beijo que alguém quer,
Flores abertas com desejos,
Pintado o amor de mulher,
Sem sentido ele impera,
Aromas de uma quimera,
Madrugada que se ignora,
Mulher que não chora.

Victor Marques
DAVID Jul 2016
acallado el fuego,
imperecedero, y la
sed de tu piel, saciada
con creces.

vacilante nunca, pues
tus ojos brillan,de placer,
deseo, satisfaccion total
y absoluta.

la humedad en mi pelviz,
el brillo sedoso, y agridulce
en mi regazo de leon amado.

y por un momento, justo en
ese momento, estoy completo,
sereno, amado, deseado, una
bestia plena, serena, agradecida.

la pena, el dolor, la ira y su desidia,
y el latrocinio brutal, son solo escollos
borrados con la humedad de tu ****.

vacilante es aquella, que no ha amado,
su mentira es una cruz pesada, oscura,
fatua, inerte, su alma jamas podra amar,
bajo  el falo divino.

en cambio, tus ojos, verdad, amor y ventura,
amando un imposible, y aun asi amando,
los estertores de tu ****** amada, besada,

penetrada, tierna y ferozmente, son el eco
del fuego chocando con el mar, provocando la vida,
el vapor, que riega la tierra, que genera el ciclo troffico
de la vida, fuego y agua, vapor de vida, pasion,
entre dos bestias, bellas y amadas.

tu miel y tu deseo, SALVAJE, intenso,
perenne, son vitales en la soledad,
de una bestia de montecristo, que solo, acarrea

el daño y el dolor, de las traiciones,
cada corte y puñalada, me hicieron el
hombre fuerte, que ahora soy.

indestructible, y viviendo, amando
imposibles, destruyendo la mentira,
acabando con las debilidades, de los que solo
mienten, llenos de odio, envidia y rencor,
por haber perdido el tornillo que sujeta
nuestra vida.

luego de eso, y por sus debilidades, montecristo
es vencedor, una bestia con corazon, que aprendio
a amar, lo imposible y lo posible, a desaparecerse
en el otro, envuelto en su luz, y su belleza, y la
debilidad y maldad de aquellas chicas mondego,

solo apuraron la debacle, me bato solo
frente a sus errores, riendo y contestando
a las mentiras, sus mentiras y anatemas,
se volvieron en su contra, la verdad limpio el agua,
y el fuego hizo el vapor, completando el ciclo de vida.

asi, mediante el deseo, y  la mutua pasion, ocurrioze
lo imposible, en pos de la vida, y el amor.
la quimera del deseo, nunca borro, aquella vez
que nos tocamos, a pesar de las diferencias, plenos,
salvajes.

generando el vapor, cogiendo, gruñendo, bramando,
en mi mente y en la tuya, el mismo deseo,
la inconmesurable verdad, nuestra verdad,
y la incomprensible mentira, fatua, el eco de lo falso,
y sus mentiras infecciosas, corrompiendo, y enlutando
lo que siempre fue luz y vida.

la falsa nocion de amor, en el yerro, y sus
secuazes, con su engaño de la no aceptacion,
la necedad, u la locura, fatuos oscuros incompletos.
clauditis inspirativa
En nombre de tu rostro de lirio enfermo,
en nombre de tu seno, frágil abrigo
donde en noches pobladas de espanto duermo,
                ¡yo te bendigo!

En nombre de tus ojos de adormideras,
doliente y solitario fanal que sigo;
en nombre de lo inmenso de tus ojeras,
               
¡yo te bendigo!                 Yo te dedico
el ímpetu orgulloso con que en las cimas
de todos los calvarios, me crucifico
iluso ¡pretendiendo que te redimas!

                Yo te consagro
un cuerpo que martirio sólo atesora
y un alma siempre oscura, que por milagro,
del cáliz de ese cuerpo no se evapora...
Mujer, tu sangre yela mi sangre cálida;
mujer, tus besos fingen besos de estrella;
mujer, todos me dicen que eres muy pálida,
                pero muy bella...


Te hizo el Dios tremendo mi desposada;
ven, te aguardo en un lecho nupcial de espinas;
no puedes alejarte de mi jornada,
porque une nuestras vidas ensangrentada
cadena de cilicios y disciplinas.
Pablo Paredes Jan 2015
La víspera de un nuevo despertar
se nubla en neblina de adicción,
mi garganta se seca de tanto cantar
y a mi voz le hace falta una musa.

Por latir y perseguir a la quimera de ilusión
que me hace perder la razón,
Cansado mi bohemio corazón está.

En un trago amargo
se ahoga el llanto de lagrimas disecadas;
mientras tanto sus besos embargo
con las palabras de un enamorado trovador

Soy el loco bohemio, no se a donde voy
y acepto que no me importa,
pero aún en las veredas de húmedos desiertos
mi alma yo le doy.

No son los primeros versos que te escribo,
los últimos espero tampoco.
Mil palabras de vino tinto este poeta escribe
a la vena de fábula
Esperando algún día,
el mito clandestino se vuelva realidad.
Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.

  Sin placer y sin fortuna,
pasó como una quimera
mi juventud, la primera...
la sola, no hay más que una:
la de dentro es la de fuera.

  Pasó como un torbellino,
bohemia y aborrascada,
harta de coplas y vino,
mi juventud bien amada.

  Y hoy miro a las galerías
del recuerdo, para hacer
aleluyas de elegías
desconsoladas de ayer.

  ¡Adiós, lágrimas cantoras,
lágrimas que alegremente
brotabais, como en la fuente
las limpias aguas sonoras!

  ¡Buenas lágrimas vertidas
por un amor juvenil,
cual frescas lluvias caídas
sobre los campos de abril!

  No canta ya el ruiseñor
de cierta noche serena;
sanamos del mal de amor
que sabe llorar sin pena.

  Poeta ayer, hoy triste y pobre
filósofo trasnochado,
tengo en monedas de cobre
el oro de ayer cambiado.
Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.
DAVID Aug 2016
silence the everlasting
fire, and the thirst of
your skin,  well satisfed.


never doubtfull,  your eyes
shine of placer, desire, and
complete satisfaction.

humdty in my pelvis, the
silky and sour shine, in the
lap of this gratefull  and loved
lion.

and for a minute,
just in that moment, im
complete, serene, loved, wanted,
a full beast, serened and thankfull

the sorrow, the pain, and fouling acts,
and the brutal theft, are just bumps,
overcomed, erased with the humidity
of your ***.

doubtfull is the one, that  
has not loved, her lie is a heavy
cross, dark, fatal, deadly, her soul
will never love beneath the divine
phalus.

in return, your eyes, truth,
love and venture, loving an
impossible, but loving even so,
stertores of your  loved and
kissed ******.

penetrated, softly and ferouciously,
are the echo of the fire, crashing the
sea, making life, steam, watering the
earth, generating the trofhic cicle,
of life, fire and water, steam of life,
passion between two beasts,
beautiful and loved.

your honney and your
desire, WILD, intense,
evergreene,  are vitals,
for a beast of montecristo,

that just drags, harm and pain,
of betrayal, every cut, every  scratch,
every stabing, made of me, the strong man
that y am.

unbreakcable, and living, loving impossibles
destroying the lies, ending the weakness
of  layars, full of hate,  and envy,
for losing  that, holding our
lives.

after that, and for their weakness
montecristo is the winner, a beast
with a heart, learning to love, the possible
and the impossible, to dissapear in the other,
rapped in her ligth, and her beauty,


the evil and weak of the mondego girls,
only speed up, their catastrophy,
y stand alone before their mistakes, and their
lies and anathems, turn against them,
truth clean the waters, and the fire make the
steam, that generates life, makng a full cicle.

so, threw desire, and mutual passion,
impossible happens, in the name of life,
and love, the desire quimera, could never erase
the time we touch, dispise the difference
full and wild.

generating steam, making life,
roaring, *******, groaning, and
in my mind and in yours, the same
desire, the overwelming truth, our truth,
and the incompresible lie, vain, the
echoes of the false, and ther infectious lies,
corrupting wath was always life.

the false notion of love, and their
acomplisses, with her conning, and the
not aceptacion, vain or insane,
dark, crazy and
incomplte.
this one's for the ladies. is not the engine is the choices, just that and aceptation , ] all mi love for the ones with aceptation and a clean heart.[
Rui Serra Jan 2014
Nos meus lábios tocam lágrimas. Lágrimas que
meus olhos vertem sobre v e r d a d e s c r u a s e
insuportáveis. Passo os dias a recordar-te e aos
momentos que passámos “ juntos “. Momentos
tão especiais em que eu era capaz de jurar que
me amavas. Eram os teus olhos sem fim que o diziam...
era tanta a mentira nas tuas palavras
e nos teus carinhos... era, e é tanto o amor em mim.
Mais uma quimera.
Mas tu partiste... partiste dizendo que não me amavas.
Que julgavas tê-lo sentido, mas não. E agora cabisbaixo
e triste divagarei constantemente com meus olhos,
como duas nuvens nostálgicas.
Delinquiría
de leso corazón
si no anegara con mi idolatría,
en lacrimosa ablución,
la imagen de la párvula sombría.
Retrato para quien mi llanto mana
a la una de la mañana,
reflejando en su sal, que va sin brida,
la minúscula frente desmedida...
Cejas, andamio
del alcázar del rostro , en las que ondula
mi tragedia mimosa, sin la bula
para un posible epitalamio...
La niña del retrato
se puso seria, y se veló su frente,
y endureció los dos ojos profundos,
como una migajita de otros mundos
que caída en brumoso interinato,
toda la angustia sublunar presiente.
Fiereza desvalida, hecha a mirar
el mar...
Boca en bisel, como un espejo afable
que no hable...
Medias de almo color; para que vaya
por la cernida arena de la playa...
Las deleznables manos,
que cavan pozos enanos,
son carceleras de los océanos...
Linda congoja de la frente linda,
la que inerme y tiránica se brinda
por modelo de copa y de coyunda
y de lira rotunda...
Retrato de iniciales sinfonías:
tus cinco años son cinco bujías
a cuya luz el alma llora;
por eso a ti me abro
como a la honestidad versicolora
de un diminutivo candelabro.
Los invisibles hombros, cual quimera
en que un genio marítimo retoza,
no columbran siquiera
la adoración venidera
que los ha de rozar, como se roza
el codo de una estricta compañera.
Párvula del retrato;
seriedad prematura;
linda congoja de un juego nonato
que enfrente del fotógrafo se apura;
pelo de enigma, como los edenes
enigmáticos desde donde vienes;
víspera bella que cantas
en la Octava de mi más negra hora:
hoy hice un alto por mojar tus plantas
con sangre de mis ojos, y miré
que salías del óvalo de bruma,
como punto final que se incorpora
y como duende de relojería,
a dar en los relojes de mi fe
la campanada de la dicha suma.
Niña, venusto manual:
yo te leía al borde de una estrella,
leyéndote mortífera y vital;
y absorto en el primor de la lectura
pisé el vacío...
                            Y voy en la centella
de una nihilista locura.
Un Ofir imposible de perseguir cansado,
De ese golfo risueño fundaste en la ribera,
Donde plantó tu mano la española bandera,
Una Cartago nueva en país ignorado.

Quisiste que tu nombre quedara cimentado
Sobre el suelo en que alzaste tu ciudad,
y que fuera eternamente gloria de tu raza guerrera,
¡Mas tu anhelo escribiste sobre arena, oh soldado!

Cartagena abrasada bajo ardiente azul puro,
Ve sus grises palacios derrumbarse y su muro,
En el mar que la costa cavando se dilata;

Y hoy, Fundador, tan sólo brilla en tu alta cimera,
Heráldico, testigo de tu ideal quimera,
Bajo una palma de oro, blanca ciudad de plata.
Perdí tu presencia,
pero la hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.

Tú fuiste en mi senda
la única prenda
que nunca busqué;
llegaste a mi tienda
con tu noble ofrenda,
¡quén sabe por qué!

¡Ay!, por cuánta y cuánta
quimera he anhelado
que jamás logré...,
y en cambio, a ti, santa,
dulce bien amado,
te encontré a mi lado,
¡quién sabe por qué!

Viniste, me amaste;
diez años me amaste;
diez años llenaste
mi vida de fe,
de luz y de aroma;
en mi alma arrullaste
como una paloma,
¡quién sabe por qué!

Y un día te fuiste:
¡Ay triste!, ¡ay triste!;
pero te hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.
Marco Raimondi Aug 2018
A bruma carnívora e ameaçadora
Enreda cousas furiosas, degrada os rios
Em histerismo tortuoso dos campos sombrios
No relógio que encrava a besta afora

O sangue regela, crânio funéreo estoura
Entoando cânticos gemedores aos navios
Retumba meus cabelos em ais bravios
Como cristal,  febril, uma vigília fria e aterradora

Vazeia o corpo anêmico morto sob rapistro
Aos paradoxais lábios, bela vastidão complexa
Docemente sangra e chora ferida ao medo

Ó eterna! Esbravejando um fulgor sinistro
Na dualidade catastrófica da quimera desconexa
Falta às florestas como fruto que desvai cedo
2015
Que a vida fosse sempre assim uma espera.
E o teu olhar pousado sempre
no meu.
Como uma quimera.
A imagem de morar numa casa diante
da tua. A vã esperança, que de longe,
te conseguisse escutar.
Mi juventud al desconsuelo emigra.
Mi juventud!, al beso de Quimera...
En mi barca o chalupa, en mi galera,
o en steamer fumante, que denigra

la diáfana azulez! -Loca ribera
adiós! abur!...- El torvo tiempo atigra
su ceño, y en sus zarpas ya peligra
mi juventud, desnuda prisionera!

Los pebeteros lento aroma exhalan,
grave, plúmbeo... Se aduermen ritmos bravos...
Los años en deshielo, por declivios

de un velludo dulcísimo, resbalan,
indolentes e ilusos, como esclavos
que el vino aportan y perfumes tibios...
Un libro de amores,
de flores
fragantes y bellas,
de historias de lirios que amasen estrellas;
un libro de rosas tempranas
y espumas
de mágicos lagos en tristes jardines,
y enfermos jazmines,
y brumas
lejanas
de montes azules...
Un libro de olvido divino
que dice fragancia del alma, fragancia
que puede curar la amargura que da la distancia,
que sólo es el alma la flor del camino.
Un libro que dice la blanca quimera
de la Primavera,
de gemas y rosas ceñida,
en una lejana, brumosa pradera
perdida...
Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.
Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos,
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia,
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.
Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.
Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.
En la cúspide radiante
que el metal de mi persona
dilucida y perfecciona,
y en que una mano celeste
y otra de tierra me fincan
sobre la sien la corona;
en la orgía matinal
en que me ahogo en azul
y soy como un esmeril
y central y esencial como el rosal;
en la gloria en que melifluo
soy activamente casto
porque lo vivo y lo inánime
se me ofrece gozoso como pasto;
en esta mística gula
en que mi nombre de pila
es una candente cábala
que todo lo engrandece y lo aniquila;
he descubierto mi símbolo
en el candil en forma de bajel
que cuelga de las cúpulas criollas
su cristal sabio y su plegaria fiel.
¡Oh candil, oh bajel, frente al altar
cumplimos, en dúo recóndito,
un solo mandamiento: venerar!
Embarcación que iluminas
a las piscinas divinas:
en tu irisada presencia
mi humildad se esponja y se anaranja,
porque en la muda eminencia
están anclados contigo
el vuelo de mis gaviotas
y el humo sollozante de mis flotas.
¡Oh candil, oh bajel: Dios ve tu pulso
y sabe que anonadas
en las cúpulas sagradas
no por decrépito ni por insulso!
Tu alta oración animas
con el genio de los climas.
Tú conoces el espanto
de las islas de leprosos,
el domicilio polar
de los donjuanescos osos,
la magnética bahía
de los deliquios venéreos,
las garzas ecuatoriales
cual escrúpulos aéreos,
y por ello ante el Señor
paralizas tu experiencia
como el olor que da tu mejor flor.
Paralelo a tu quimera,
cristalizo sin sofismas
las brasas de mi ígnea primavera,
enarbolo mi júbilo y mi mal
y suspendo mis llagas como prismas.
Candil, que vas como yo
enfermo de lo absoluto,
y enfilas la experta proa
a un dorado archipiélago sin luto;
candil, hermético esquife:
mis sueños recalcitrantes
enmudecen cual un cero
en tu cristal marinero,
inmóviles excelsos y adorantes.
En sueños yo te salvo sin querer,
Y vuelvo hasta el antaño en un segundo,
Pensando en lo vano, en lo profundo,
En lo sincero y en lo vagabundo;
Y cuando tú apareces, mediodía,
Con el sol paralelo a tu sonrisa,
Desarmas las estrategias y guías
Y ganas la batalla por un día.
De noche yo te abrazo de costumbre,
Buscando el calorcito de tus brazos,
Escondiéndome como un niño en tu regazo,
Huyendo realidades con engaños.
Y a veces tú me miras "diadeberas",
Te das cuenta que existo y me liberas,
De lo mortificante que es quererte,
Sin a veces saber que puedes verme.
Quizás yo por mi letra y mis consejos,
Debería de quitarme de complejos,
Buscando algún guiño en aquel espejo,
O una señal de vida en tus montañas.
Yo soy expedición de vez en cuando,
Y tú un dios que se esconde en el ocaso,
Me vuelvo eterno como el firmamento,
A ver si en tu creación te pertenezco.
No quiero ser tu vida o tu sustento,
Ni tú necesidad semi-quimera,
Quiero ser tentación y vicio eterno,
Ser algo como una suave condena.
Vivimos entre espuma y medianoche,
Entre miel que nos cubre los adentros,
Llenando poco a poco los silencios,
Yo me lleno de ti
Y tú
Me salvas luego.
Era el silencio miel sobre seda,
y era un ungüento de paz la brisa.
Yo iba del brazo con tu sonrisa
   por la alameda.

Tu boca dulce como un olvido
me dio sus jugos bajo el follaje,
y su chasquido
    rozó mi oído
        como un plumaje
          de un cisne herido;
              como un encaje
                desvanecido;
                  como un celaje
                    loco de viaje
                      sobre un paisaje
                          desconocido...

Tu boca ungida de luz de trino,
bordó una sombra de frases quedas...
Tu boca tibia me supo a vino,
y en la hojarasca de las veredas
se alzó el revuelo de un remolino
   de áureas monedas...

Y fue el silencio como una gruta,
y la quimera fue como un río
donde bogaron tu amor y el mío...
Y fue tu boca como una fruta
humedecida por el rocío...
 Como amputando gestos sombríos
bruñó la luna su filo de hacha,
y retorciendo sus dedos fríos
   cruzó una racha...

Yo unté de besos tu boca roja,
tu boca dulce como un regreso,
y en cada árbol fue cada hoja
un eco verde de cada beso.

Tu boca intacta me dio sus rasos,
tu voz sin bordes me dio su seda,
y, en la delicia de los retrasos,
moría el roce de nuestros pasos
en el silencio de la alameda...
La noche de verano que amante nos cubría
De ti era digna: ¡el cielo tantos astros tenía!
¡Tan diáfano en las sombras era su azul turquí,
Tan gratos sus rumores en el boscaje umbrío,
y tanta la dulzura que bajaba en rocío
                        Sobre ti y sobre mí!

Tus manos en las mías, mi espíritu de hinojos,
Te admiraba en silencio, porque en tus bellos ojos
Cuanto es amor y dicha veía yo irradiar.
y sin nada decirnos en esa dulce calma,
El ensueño que en tu alma comenzaba, en mí alma
                        Venía a terminar.

y a Dios en lo más íntimo del alma bendecía
Porque a ti y a la noche dio secreta armonía,
y porque una infinita ternura puso en mí,
y os hizo. a ti y la noche, tan puras y tan bellas,
y a la callada noche dio encantos y dio estrellas,
                        y la hermosura a ti.

A Dios, en nuestras almas, con un amor profundo
Bendigamos contritos; hizo tu alma y el mundo,
y es él quien a mi pecho dio anhelos y dio amor.
Es él quien en su fondo todo misterio encierra;
Es él quien brillar hace tus ojos en la tierra,
                        y al astro da fulgor.

Es él quien hizo siempre del amor faro y guía;
El, quien hizo la noche más hermosa que el día,
y al amor dio la fuerza de vencer al dolor.
Es Dios quien en tu cuerpo, don de su mano pura,
Como en celeste copa derramó la hermosura,
                        y en mi alma, el amor.

Déjate amar, bien mío. Sólo vive quien ama;
El amor es la vida, lo que la mente inflama,
Lo que deplora el hombre su vida al declinar.
Sin él, nada es completo, y a él todo se eslabona.
La belleza es la frente, y el amor la corona:
                        ¡Déjate coronar!

Lo que llena el espíritu batallador del hombre
No ha sido nunca el oro, ni aún el mismo renombre,
Polvo vil que traemos de la lucha feral;
Ni la ambición que siempre va tras quimera vana,
y roe lentamente cuanto en la vida humana
                        Es anhelo ideal.

Lo que basta es el cambio risueño de miradas,
Los ahogados suspiros, las manos enlazadas,
El beso, licor de éxtasis, aroma de ilusión;
Todo lo que adivina la mente en otra mente,
y todas las canciones que surgen de la ardiente
                        Lira del corazón.

No hay nada bajo el cielo sin una ley secreta;
Todo tiene su abrigo, su retiro y su meta
Do el instinto nos fija: su barca, el pescador;
El águila, las cumbres do en clara luz se baña,
El lago azul, el cisne; y el ave, la montaña...
                        Las almas, el amor.
Leydis Jun 2017
¿Habrá alguien que ame realmente,
en un mundo donde el amor y una quimera son lo mismo?
   ¿Habrá alguien que quiera algo más allá de ensueños?
     ¿De una rápida entrega?
      ¿Habrá alguien que todavía crea en las palabras;
         amor fulminante,
       amor palpante,
     amor entero,
  amor franco,
amor eterno,
amor sin miedos,
  amor con riesgos,
    amor sin tiempos,
       amar sin olvidos,
           amar en silencio,    
         amor seguro,
       amor puro,
    amor excitante?
    ¿Habrá alguien que crea en la magia de conquistar en poemas?
       ¿De la declaración de amor en una canción que expongas sus más ardientes penas?
          ¡De una noche extasiando las estrellas!
           ¡De agradecerle al universo su majestuosa y divina estructura!
          ¿Habrá alguien que todavía le reza a Dios para que vele por su amor?
      Creo que sí,
   ¡lo sueño en cada despertar!
        
LeydisProse
6/15/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/about/
Dice octavio que en latinoamérica
los intelectuales somos la catástrofe
entre otras cosas porque defendemos
las revoluciones que a él no le gustan

somos la catástrofe asimismo
porque hemos sido derrotados
pero ¿no es raro que octavio ignore
que la verdad no siempre está
del lado de los victoriosos?

de cualquier manera
ya que con la derrota aprendimos la vida
exprimamos la memoria como un limón
quedémonos sin ángeles ni demonios
solos como la luna en el crepúsculo

desde paco pizarro y hernán cortés
hasta los ávidos de hogaño
nos han acostumbrado a la derrota
pero de la flaqueza habrá que sacar fuerzas
a fin de no humillarnos / no humillarnos
más de lo que permite el evangelio
que ya es bastante

para bien o para mal no es imposible
que los veteranos del naufragio
sobrevivamos como tantas veces
y como tantas veces empecemos
desde cero o desde menos cuatro

es casi una rutina

los derrotados mantenemos la victoria
como utopía más o menos practicable
pero una victoria que no pierda el turno
de la huesuda escuálida conciencia

los vencidos concebimos el milagro
como quimera de ocasión
pero siempre y cuando sea un milagro
que no nos cubra de vergüenza histórica
o simplemente de vergüenza
Tal vez se le olvidó tu santo y seña
después de todo no es tan importante
no va a flamear el cielo por su ausencia
ayúdate secúndate solázate
búscate en la quimera de los otros
inventa tus estrellas y repártelas
besa los nombres en sus dos mejillas
deja que el corazón te elija el mundo
abrázate del miedo y no lo sueltes
vuélvete sombra pero no te envicies
sálvate de turbiones y de nieblas
ponte el otoño con su sol de gala
libérate en las manos que te avisan
descúbrete en los ojos que te nombran
ya no vendrá deslígate distánciate
de su resuello de sus sortilegios
de sus malas noticias de su rabia
no dejes que te ensalme de amargura
defiende como loba tu alegría
el tiempo no diseña el pasatiempo
el canto no reclama el desencanto
el viento no vindica el aspaviento
la fiesta no perdona al aguafiestas
Hay ciudades que son capitales de gloria
y otras que son ciudadelas del asco

hay ciudades que son capitales de audacia
y otras que apenas son escombreras del miedo

pero aun sin llegar a esos extremos
en unas y otras hay rasgos comunes

el puerto / la avenida principal /
callejón de burdeles / la catedral severa

monumentos donde dejan sus flores
ex tiranos y sus máscaras de odio

hay suburbios que ocultan la otra cara
la miserable la mendiga

metrópolis de atmósfera viciada
y otras que apenas tienen un smog espiritual

ciudades con sus mafias barrasbravas y sectas
y otras con angelitos ya pasados de moda

pero aun sin llegar a esos extremos
ostentan atributos compartidos

por ejemplo el deber de estar alegres
durante el carnaval de fecha fija

y mostrarse llorosas y agobiadas
el día de difuntos o en su víspera

o estar enamoradas y tiernísimas
el st.valentine's day que trajeron del norte

hay ciudades que osan defenderse
de la hipocresía y el consumismo

y otras que se entregan indefensas
al consumismo y la hipocresía

ciertamente ninguna ciudad es tan infame
ni tan espléndida o deslumbrante

tal vez una y otra sean de fábula
pensadas desde cierta soledad ominosa

pero aun en las franjas de quimera
en los puntos que nacen del desvelo

hay ciudades para vivir / y otras
en las que no querría ni caerme muerto
En sueños yo te salvo sin querer,
Y vuelvo hasta el antaño en un segundo,
Pensando en lo vano, en lo profundo,
En lo sincero y en lo vagabundo;
Y cuando tú apareces, mediodía,
Con el sol paralelo a tu sonrisa,
Desarmas las estrategias y guías
Y ganas la batalla por un día.
De noche yo te abrazo de costumbre,
Buscando el calorcito de tus brazos,
Escondiéndome como un niño en tu regazo,
Huyendo realidades con engaños.
Y a veces tú me miras "diadeberas",
Te das cuenta que existo y me liberas,
De lo mortificante que es quererte,
Sin a veces saber que puedes verme.
Quizás yo por mi letra y mis consejos,
Debería de quitarme de complejos,
Buscando algún guiño en aquel espejo,
O una señal de vida en tus montañas.
Yo soy expedición de vez en cuando,
Y tú un dios que se esconde en el ocaso,
Me vuelvo eterno como el firmamento,
A ver si en tu creación te pertenezco.
No quiero ser tu vida o tu sustento,
Ni tú necesidad semi-quimera,
Quiero ser tentación y vicio eterno,
Ser algo como una suave condena.
Vivimos entre espuma y medianoche,
Entre miel que nos cubre los adentros,
Llenando poco a poco los silencios,
Yo me lleno de ti
Y tú
Me salvas luego.
Spanish Español Chicano Xicano Latino Love Amor Poema de Amor
Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
      Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
      Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
      El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesta su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
      Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
      Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
-rojo de herrumbre y pardo de ceniza-
hay un sueño de lirio en lontananza.
      Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
-¡carne triste y espíritu villano!-.
 No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.
Érase un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al azar...
El niño entró en el bosque siguiendo una quimera;
entró en el bosque... y nadie lo ha visto regresar.

Érase un mar sereno, de tan hondo que era,
y érase un nauta loco que vio un día aquel mar...
El nauta aborrecía la paz de la ribera;
empuñó el remo... y nadie lo ha visto regresar.

Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar.

Porque en tus ojos verdes se extravió mi destino,
como el niño en el bosque, como el loco marino en el mar.

— The End —