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Un año antes del día, designado era
El mancebo sin tacha, cuyo cuerpo,
Perfecto igual en proporción que en alma,
Mantenían en delicia, y aprendía
A tañer flautas, cortar cañas de humo,
Recoger flores, aspirando su aroma,
Con gracia cortesana a expresarse y moverse.

Estaba luego su jornada exenta
De otro cuidado, e iba, ocioso y libre,
Por la espalda la cabellera oscura,
Ornado de guirnaldas y metales
El cuerpo, como el de un dios ungido,
Y a su paso los otros en honor le tenían
Hasta besar la tierra que pisaba.

Veinte días antes del día, desnuda ahora
La piel de los perfumes, afeites y resinas,
El cabello cortado como aquel de un guerrero,
Las galas ya trocadas por más simple atavío,
Puro en el cuerpo como puro en la mente,
Cuatro doncellas bajo nombres de diosas
Para acceso carnal destinadas le eran.

Cinco días antes del día, las finales
Fiestas le aderezaban, en jardines
De la ciudad, el campo, la colina y el lago,
Por cuyas aguas iba la falúa entoldada,
Con él y sus mujeres, para darle consuelo
Antes de desertarle, y en la ribera opuesta
Quedaba sólo al fin, sin afectos ni bienes.

Sobre cada escalón, en la pirámide del llano,
Cada una de las flautas tañidas por el gozo,
Rotas entre sus dedos, iban cayendo,
Hasta alcanzar el templo de la cima,
A cuyo umbral estaba el sacerdote:
Como una de sus cañas, allí, rota la vida,
Quedaba en su hermosura para siempre.
Natalia Rivera May 2015
Quieres un poco mas de vino?
-Se me antojan otras cosas por hacer. Seguido de una risita, y una sonrisa levante su copa y la invite a la sala de estar. Su traje ondeaba cuando caminaba, su pelo era caso perdido y yo intentaba llevarle el paso. Coloque una manta y dos cojines en el suelo y ella se acostó, y a su lado me senté. Ella me hablaba de su día, de sus superficiales compañeras del trabajo, de la economía y política; ella no parecía notar que su traje se le había subido más allá de su rodilla, no notaba que mi respiración se acortaba al imaginar…
Ella interrumpió mi mente antes de poder imaginar cualquier cosa, colocándose frente a mí, tambaleándose me miro fijo a los ojos y me dijo “Soy una mujer según muchos fácil de leer, me gusta la vida, el olor a sal, los libros, tomarme una que otra cerveza, ser casualmente coqueta. Tengo mis miedos, a ser olvidada, a no ser alguien, al fracaso, a la oscuridad. Fácil de leer, muchas personas son así. Pero no muchos saben que puedo sumergirme en aguas profundas, o que puedo ser tan indispensable como yo lo desee; puedo hacer que me necesites solo por una noche o por el resto de tu vida sin llegar al ****. Puedo ser una isla privada, o una playa nudista, todo depende de quién pase por mí. Soy más compleja que común, más viva que ordinaria.”
Perplejo y aturdido me quede sentado esperando, a que se marchara, a que continuara hablando, a que hiciera algo. Ella soltó una risa y se bebió lo que quedaba de la botella; la luz de la luna entraba por la ventana era el foco que le difuminaba el traje y le resaltaba sus ojos. Se acerco a mí y se bajo el traje dejando sus pechos respirar, y de manera dulce  y continuó “Lo que he querido decirte con todo esto, amor, es que quiero ser tuya, pero de todas mis maneras. Que cuando sea difícil me tomes y te importe poco cuanto haya costado el traje, que cuando este romántica me trates con delicadeza, pero, hoy solo quiero sentirte dentro de mí. Acariciando tus manos sobre mi pezón, suave, porque tenemos toda la noche.”

Dejo caer el vestido en el suelo y quedo su silueta desnuda frente a mí. Ella quería que la siguiera y no me resistí,  y allí estábamos, ella desnuda corriendo y yo entrando a un laberinto sin salida.  Cuando por fin la encontré, estaba empapada desde el pelo hasta el piso. Se veía jugosa y sin pedirle permiso la tome en mis brazos y fue como tomar un pedazo de cielo. Estaba radiante, como si estuviera esperando este momento desde que entro por mi puerta. La acosté, y le bese los pies con la sutileza hasta llegar a su punto, su cumbre, la sonrisa de su cuerpo. Estaba húmeda, podía sentirlo en la lengua y sabía que eso le gustaba; se retorcía en la cama, y su gemido se fusionaba con risas.  Hice que tuviera una lluvia de estrellas a las seis de la tarde, ella estaba enredada en mis sabanas y le di un beso. Deseaba que se quedara una vida, pero ¿a quién engañaba? Era viento, el viento jamás se queda. Al despertar mi cama estaba vacia y mi botella llena con una nota que decía:
Por si deseas otra noche te dejo la botella y mi número,
Por si deseas una vida, te regalo el viento.
Primer trabajo para alguien mas.
¿Te llama la atención mi reloj? ¿Verdad que es
lindo? A mí siempre me gustaron los relojes con números
romanos. ¿Crees que está atrasado porque marca las once y
cuarto? No, no está atrasado. Simplemente, hace diez años
que está detenido en esa hora. ¿Por qué? No es tan
simple de contar. Nunca hablo de eso, nada más que por miedo a
que no me crean. ¿Serías capaz de creerme? Entonces te lo
cuento. Más que un recuerdo, es un homenaje. Diez años.
Recuerdo la fecha, porque todo ocurrió al día siguiente
de mi cumpleaños. Tenía quince y estaba bastante
orgulloso de mi nueva edad. Pasaba ese verano en casa de mis
tíos, en un pueblecito mallorquín, en medio de un
increíble paisaje montañoso. Después de las
muchedumbres y el tránsito enloquecido de Barcelona, aquello era
un paraíso. Por las mañanas me gustaba ir a la cala que
quedaba allá abajo; en hora tan temprana estaba siempre
desierta. En esa época nadaba muy mal, así que nunca me
alejaba mucho de la orilla porque en ciertos momentos del día
las olas, altísimas y todopoderosas, eran siempre un peligro. Me
bañaba desnudo y eso constituía todo un disfrute en aquel
agosto particularmente caluroso. Esa mañana descendí casi
corriendo por el sendero irregular y pedregoso que llevaba a la cala, y
una vez allí, sin mirar siquiera a mi alrededor, me quité
el short. Iba a meterme en el agua, cuando sentí que alguien me
gritaba, algo como buenos días. Miré entonces y vi a una
mujer joven, morena, hermosa. Llevaba una mínima tanga, pero su
busto estaba al descubierto. Sentí un poco de vergüenza y
me tapé con las manos, pero ella empezó a caminar y
enseguida estuvo junto a mí. No tengas vergüenza, dijo (en
un correcto español pero con acento extranjero, como si fuese
inglesa o alemana). Mira, yo también me quito esta menudencia,
agregó, y así estamos iguales. Preguntó
cómo me llamaba y le dije que Tomás. Tom, repitió
ella. Eres lindo, Tom. Creo que me puse rojo. Ven, dijo, y
tendió su mano hacia mí. Yo le di la mía. Ven,
repitió y me miró calmosamente. Sonreía, pero era
una sonrisa triste. ¿Nunca has estado con una mujer? Dije que
no, pero sólo con la cabeza. ¿Y qué edad tienes?
Ayer cumplí quince, contesté con mi orgullo algo
recuperado. Entonces empezó a acariciarme, primero los hombros,
luego el pecho (yo reí porque me hizo cosquillas), la cintura,
siempre sonriendo con infinita tristeza. Cuando llegó a mi ****,
éste ya la estaba esperando. Entonces sonrió más
francamente y con un poco menos de tristeza, pero no se detuvo
allí, continuó acariciándome y así
llegó a mis tobillos y a mis pies llenos de arena. En ese
momento comprendí que me estaba enseñando algo y
resolví ser un buen alumno. También yo empecé a
acariciarla, pero en sentido inverso, de abajo hacia arriba, pero
cuando llegué a aquellos pechos tan celestiales, me sentí
desfallecer. De amor, de angustia, de esperanza, de nueva vida,
qué sé yo. Nunca más he sentido una
sensación así. Entonces, sin decirnos nada, nos tendimos
un poco más allá, donde el agua apenas lamía la
arena, y ella prosiguió minuciosamente su clase de
anatomía. La verdad es que a esa altura yo ya no precisaba
más lecciones y la cubrí sin ninguna timidez, casi te
diría que con descaro. Y mientras disfrutaba como un loco,
recuerdo que pensaba, o más bien deliraba: esta mujer es
mía, esta mujer es mía. Cuando todo acabó,
continuó besándome durante un rato. Luego se quitó
el reloj (precisamente este reloj) de su muñeca y me lo dio.
Mira, se ha detenido, eso quiere decir algo, guárdalo contigo. Y
yo, que siempre había querido tener un reloj con números
romanos, lo puse en mi muñeca, a ella le dije gracias y la
besé otra vez. Entonces dijo: Eres lo mejor que me podía
haber pasado, justamente hoy. Ahora me voy contenta, porque nos
descubrimos y fue algo maravilloso, ¿no te parece? Sí,
maravilloso, pero a dónde vas. Al mar, Tom, me voy al mar.
Tú te quedas aquí, con el reloj que se ha detenido, y no
digas nada a nadie. A nadie. Me besó por última vez y su
lengua estaba salada, como si fuera un anticipo del mar que la
esperaba. Empezó a caminar lentamente, se metió en el
agua y de inmediato fue rodeada por el coro de las olas, que cada vez
se fueron encrespando más. Ella siguió avanzando, sin
nadar, dejándose llevar, empujar, acosar violentamente por aquel
mar que (lo pensé entonces) era un viejo celoso, desbordante de
ira y de lujuria. Un viejo que no la iba a perdonar y a mí me
salpicaba como escupiéndome. Y así hasta que la
perdí de vista, porque las olas, una vez que golpeaban en las
rocas, regresaban con ímpetu y la llevaban cada vez más
lejos, más lejos, hasta que por fin tomé conciencia de mi
abandono y empecé a llorar, no como un muchacho de quince
años sino como un niño de catorce, sobre los despojos de
mi brevísima, casi instantánea felicidad. Jamás
apareció su cuerpo en las costas de Mallorca, nunca supe
quién era. Durante unos meses quise convencerme de que tal vez
fuese una sirena, pero luego descartaba esa posibilidad, ya que las
sirenas no usan relojes con números romanos. Bueno, creo que no
usan relojes en general. Aun hoy, cuando voy de vacaciones a Mallorca,
bajo siempre hasta la cala y me quedo allí, desnudo y a la
espera, dispuesto a darle cuerda nuevamente al reloj no bien ella surja
desde el mar, huyéndole a las olas iracundas de aquel viejo
rijoso. Pero ya ves, en mi reloj de números romanos las agujas
siguen marcando las once y cuarto, igual que hace diez años.
Natalia Rivera Sep 2014
El era fuego
Ella, agua.
Los dos cautivaban el mundo
Eran grandes, ingeniosos, brillantes
Pero diferentes.
El era artista
Ella una escritora
Ella leía hasta dormida
El no quería saber de libros
El salía a fiestas
Ella se quedaba en casa
Ella era demasiado sensible
El no creía en eso
Ambos arrasaban con lo que encontraban a su paso
Y poco a poco todo fue encajando
Juntos formaban uno
Un gran & hermoso caos
Una gran batalla les esperaba por delante debido a sus diferencias
Pero culminaban los días
Despidiendo al sol & saludando a la luna.
Helsy Flores Aug 2016
Ella quería construir
Él sólo sabía destruir
Ella buscaba lo positivo
Él siempre tan negativo

Ella caía en sus redes
Él ponía paredes
Ella le daba flores
Él le daba desamores

Ella por las noches lloraba
Él con sus palabras la lastimaba
Ella por él cambiaba
Él igual se quedaba

Un mundo tenían por descubrir
Tantas aventuras por vivir
Pero él prefirió rendirse
Y a ella no le quedó más que irse
Agosto 11, 2016
Português

"Lembranças, fragmentos de pensamentos que tivemos, vidas que vivemos. Este é o nosso purgatório, nosso inferno. Sim, estamos mortos. Nós destruímos a terra e já não mais vivemos e tudo o que nos restou foram as lembranças, fragmentos de pensamentos que tivemos. Estamos mortos agora...".

Francês

"Souvenirs, des fragments de pensées que nous avons eues, vit dans lequel nous vivons. Ceci est notre purgatoire, notre enfer. Oui, nous sommes morts. Nous détruisons la terre et ne plus vivre, et il ne restait que des souvenirs, des fragments de pensées que nous avons eues. Nous sommes morts maintenant ..."

Inglês

"Memories, fragments of thoughts we had, lives we live. This is our purgatory, our hell. Yes, we're dead. We destroy the land and no longer live and all that remained were the memories, fragments of thoughts we had. We are dead now ..."

Italiano

"Ricordi, frammenti di pensieri che abbiamo avuto, vive viviamo. Questo è il nostro purgatorio, il nostro inferno. Sì, siamo morti. Noi distruggere la terra e non più dal vivo e tutto ciò che restava erano i ricordi, frammenti di pensieri che abbiamo avuto. Ci sono morti oggi ..."

Espanhol

"Recuerdos, fragmentos de pensamientos que teníamos, vive vivimos. Este es nuestro purgatorio, nuestro infierno. Sí, estamos muertos. Destruimos la tierra y ya no vivo y lo único que quedaba eran los recuerdos, fragmentos de pensamientos que teníamos. Estamos muertos ahora ..."

Dinamarquês

*"Memories, fragmenter af tanker, vi havde, lever vi lever. Dette er vores skærsilden, vores helvede. Ja, vi er døde. Vi ødelægger jorden og ikke længere bor og alle, der forblev var minderne, fragmenter af tanker, vi havde. Vi er døde nu ..."
Siempre borracho entraba y siempre altivo,
Y el ebrio, sin motivo,
Puñetazos le daba a su querida.
Dura cadena ató sus corazones;
Unió los eslabones:
La Miseria en el fango de la vida.

Por no dormir, en noches tenebrosas,
Sobre las frías losas,
De ese hombre vil buscó la compañía.
Ella malhumorada, él displicente,
La riña era frecuente,
Y al fin a puñetazos la rendía.

El vecindario despertaba todo
Al llegar el beodo
A su tabuco, de bebidas harto.
La vieja puerta abríala a empellones...
Se oían maldiciones...
Después quedaba silencioso el cuarto.

El invierno arreciaba. Un triste día,
En que lenta caía
A los techos la nieve como un manto,
Un hijo les nació... Y esa inocente
Inmaculada frente
No tuvo más bautismo que el del llanto.

A la siguiente noche, el rostro duro,
Y a tientas por el muro,
Llegó a la puerta de su hogar el padre.
De pronto se detuvo el inhumano...
No levantó la mano;
La respetó el borracho... Ya era madre.

Al mirarle extraviada la pupila,
Y al verlo que vacila
Y a darle puntapiés no se decide,
Meciendo al niño que dormía: «¡Infame!»

Le dijo: «Muerte dame.

¿No me pegas? ¿Por qué? ¿Quién te lo impide?

Te aguardé todo el día. Estoy dispuesta;
¿Más barato te cuesta
Hoy el pan? ¿El invierno es menos triste?
¿Licor en la taberna no encontraste?
¿Acaso te enmendaste?
¿Borracho, como siempre, no viniste?»

Fingió el turbado padre no oír nada;
Dio al hijo una mirada,
Mezcla de estupidez y de cariño,
Y dijo a la mujer: «¿Por qué me ofendes?

¿No sabes, no comprendes,
Que si te pego se despierta el niño?»
Pártese el moro Alicante   víspera de San Cebrián;
ocho cabezas llevaba,   todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor,   a recebírselo sale;
aunque perdió muchos moros   piensa en esto bien ganar.
Mandara hacer un tablado   para mejor los mirar;
mandó traer un cristiano   que estaba en captividad,
como ante sí lo trujeron   empezóle de hablar:
díjole: -Gonzalo Gustos,   mira quien conocerás;
que lidiaron mis poderes   en el campo de Almenar,
sacaron ocho cabezas,   todas son de gran linaje.
Respondió Gonzalo Gustos:   -Presto os diré la verdad.
Y limpiándoles la sangre   asaz se fuera a turbar;
dijo llorando agramente:   -¡Conózcolas por mi mal!
La una es de mi carillo;   las otras me duelen más,
de los Infantes de Lara   son, mis hijos naturales.
Así razona con ellas   como si vivos hablasen:
-¡Sálveos Dios, Nuño Salido,   el mi compadre leal!,
¿adónde son los mis hijos   que yo os quise encomendar?
Mas perdonadme, compadre,   no he por qué os demandar,
muerto sois como buen ayo,   como hombre muy de fiar.
Tomara otra cabeza   del hijo mayor de edad:
-¡Oh hijo Diego González,   hombre de muy gran bondad,
del conde Garci Fernández   alférez el principal,
a vos amaba yo mucho,   que me habíades de heredar.
Alimpiándola con lágrimas   volviérala a su lugar.
Y toma la del segundo,   don Martín que se llamaba:
-¡Dios os perdone, el mi hijo,   hijo que mucho preciaba;
jugador de tablas erais   el mejor de toda España;
mesurado caballero,   muy bien hablabais en plaza!
Y dejándola llorando   la del tercero tomaba:
-¡Hijo don Suero González,   todo el mundo os estimaba;
el rey os tuviera en mucho,   sólo para la su caza!
¡Ruy Velázquez, vuestro tío,   malas bodas os depara;
a vos os llevó a la muerte,   a mí en cautivo dejaba!
Y tomando la del cuarto   lasamente la miraba:
-¡Oh, hijo Fernán González,   (nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla,   aquel que vos baptizara),
matador de oso y de puerco,   amigo de gran compaña;
nunca con gente de poco   os vieran en alianza!
Tomó la de Ruy González,   al corazón la abrazaba:
-¡Hijo mío, hijo mío,   quién como vos se hallara;
gran caballero esforzado,   muy buen bracero a ventaja;
vuestro tío Ruy Velázquez   tristes bodas ordenara!
Y tomando otra cabeza,   los cabellos se mesaba:
-¡Oh, hijo Gustios González,   habíades buenas mañas,
no dijérades mentira,   ni por oro ni por plata,
animoso, buen guerrero,   muy gran heridor de espada,
que a quien dábades de lleno   tullido o muerto quedaba!
Tomando la del menor   el dolor se le doblaba:
-¡Hijo Gonzalo González,   los ojos de doña Sancha!
¡Qué nuevas irán a ella   que a vos más que a todos ama!
¡Tan apuesto de persona,   decidor bueno entre damas,
repartidor en su haber,   aventajado en la lanza!
¡Mejor fuera la mi muerte   que ver tan triste jornada!
Al duelo que el viejo hace,   toda Córdoba lloraba.
El rey Almanzor, cuidoso,   consigo se lo llevaba
y mandaba a una morica   lo sirviese muy de gana.
Esta le torna en prisiones   y con amor le curaba;
hermana era del rey,   doncella moza y lozana;
con ésta Gonzalo Gustios   vino a perder la su saña,
que de ella le nació un hijo   que a los hermanos vengara.
Madres desventuradas, pobres madres en duelo,
Vuestros gritos de angustia los oye siempre el cielo.
Dios, que guía en los aires al pájaro perdido,
A una misma paloma conduce a un mismo nido.
Madres desventuradas, ¡oh madres sin fortuna,
Siempre se comunican el sepulcro y la cuna!...
¡Cuántos secretos guarda la Eternidad sombría!

La madre cuya historia voy a narrar vivía
En Blois, su hogar quedaba contiguo a nuestra casa;
Lo que Dios da o permite lo tenía sin tasa;
Se casó con el hombre a quien amó rendida,
Y un hijo tuvo: el goce más grande de su vida.

La cuna parecía, bajo un blanco cendal,
Nido de encaje y seda, junto al lecho nupcial.
De noche, a ¡cuántos dulces ensueños se entreabría
Su corazón de madre, y cuál resplandecía
Su mirada en la sombra, cuando ahogando el aliento,
Sin sueño, y en la cuna clavado el pensamiento,
Incorporada oía, con maternal cariño,
La serena y tranquila respiración del niño!

Feliz, al verse madre, cantaba a toda hora;
Su vida, por lo alegre, semejaba una aurora.

Sentado en sus rodillas bajo el materno arrullo,
«¡Ángel mío!», decíale, loca de amor y orgullo;

Mil nombres inventaba para llamarlo, cuanto

Se inventa para un hijo: «¡Tesoro, luz, encanto!»

Lo alzaba, lo ponía sobre el seno. Después
Le devoraba a besos los sonrosados pies,
Tanta dicha en la tierra sueño le parecía...
Con sonrisa de ángel el niño sonreía.

Frágil trémulo, como cervatillo a que espanta
El ruido de una hoja que la brisa levanta,
Crecía, Para el niño crecer es vacilar.
Dio los primeros pasos. Después empezó a hablar,
Tres años tuvo, gárrula edad en que locuela,
La palabra, como ave, las alas bate y vuela.


«Hijo mío», decía con inefable goce;

«¡Cuán grande está, miradlo! Ya las letras conoce;
Pide vestidos de hombre. Ya no quiere el muy pillo
Ni dulces, ni juguetes, ni ropas de chiquillo.
Son el diablo estos niños de ahora. ¡Cómo aprenden!
¡Si todo lo adivinan, si todo ya lo entienden!
El mío irá muy lejos. Será hermoso su sino,
¡Y al correr de los años sabrá abrirse
camino!»
Y al mirarlo con ojos de orgullo y de pasión
Latir sentía en su hijo su propio corazón.

Un día -¡de esas fechas fúnebres quién no tiene!-
El crup, horrible buitre de las sombras, que viene
Siempre a traición, el vuelo para sobre ese techo
Que cubría tres seres felices; en acecho
Espera al niño; rápido cae sobre él; lo agarra,
Y en la garganta frágil hinca la artera garra.

Si acaso no habéis visto la horrorosa agonía
De esos pobres pequeños, de la tierra alegría,
No sabéis de amarguras, ni del dolor que mata.
Luchan y se retuercen bajo el nudo que ata
Sus gargantas; la sombra les invade los ojos
Que sin vida se mueven entre círculos rojos;
El aliento les falta... Se siente angustia y frío...
¿Por qué los niños sufren y uno vive, Dios mío?
Y surge de sus labios tan extraño extertor,
Tan triste y misterioso, que el alma con pavor
Parece oír en esos angustiosos quejidos
Del cuervo del sepulcro los fúnebres graznidos.

Silenciosa, furtiva, la Muerte entra a la alcoba,
Y de ese hogar la dicha como ladrón se roba.

Un padre y una madre de hinojos ante el lecho;
Lágrimas y sollozos que desgarran el pecho,
E impasible ante tanto dolor el infinito...
¡Oh, la palabra expira donde comienza el grito!

Con el alma transida por el dolor, la madre,
En tanto que a su lado lloraba el pobre padre,
Tres meses duró inmóvil, con aspecto sombrío,
Y los ojos clavados en el lecho vacío.

Triste, febril, sin fuerzas, a nadie respondía;
Y a veces en voz baja repetir se le oía
-Los labios temblorosos y el pensamiento fijo-
Como hablando con alguien: «¡Devuélveme a mi hijo!»


El médico, entretanto, viendo dolor tan hondo,
Tanta amargura, al padre decía: «No respondo

De su salud si sigue tan triste y silenciosa;
Es fuerza distraerla, que piense en otra cosa,
Que salga de su encierro».

Pasó el tiempo. Y un día
Volvió a sentirse madre.
Junto a la cuna fría

De aquel ángel efímero recordando el acento,
Sola, muda, dejaba vagar el pensamiento.

Y el día en que de pronto sintió la sacudida
De un ser en sus entrañas, nuncio de amor y vida,
Palideció. «¿Quién llama?
¿Quién viene de otro Mundo?»

Dijo con hondo acento de un gran dolor profundo;
Y en lágrimas de fuego bañadas las mejillas,
Y ante la cuna sola postrada de rodillas:
«¡No... no quiero! clamaba, «porque tendrías celos»

«Tú, mi ángel dormido, que todos los anhelos
Te llevaste y los sueños de mis felices días»;

«Ya otro ocupa mi puesto», sollozando dirías;

«Mi madre lo ama, ríe... lo besa, y yo entretanto
Sin el calor de un beso duermo en el Camposanto,
Olvidado de todos, tiritando de frío...»

«No, nunca!...»

Así lloraba ese dolor sombrío.
Y por la vez segunda se vio madre. Dichoso
Dijo el padre: Es un niño. «¡Cuan rollizo y hermoso!»

Pero ella continuaba llorosa y abatida,
Y en el recuerdo antiguo de su amor abstraída.
Y al acercarle el niño, pensando en el ausente,
En el que fué en su cielo ráfaga refulgente,
Como en delirio trata de incorporarse, y mustia,
«¡Ese ángel está solo!», dice con honda angustia.

Mas de pronto, ¡oh milagro!, con aquel conocido
Acento que no olvida, oye al recién nacido
Que cerca de su seno, y en la sombra callada,
Murmura: «¡Soy el mismo, pero no digas nada!»
Dulce Jesús de mi vida,
¡qué dije!, espera, no os vais:
que no es bien que vos seáis
de una vida tan perdida.

Pero si no sois de mí,
yo, mi Jesús, soy de vos,
porque quiero hallar en Dios
esto que sin Dios perdí.

Mas ya vuelvo a suplicaros
que de mi vida seáis:
que si vos no me la dais,
no tendré vida que daros.

Deseo daros mi vida,
y sin vos no es daros nada,
porque con vos va ganada,
cuanto sin vos va perdida.

Muérome de puro amor
por llamaros vida mía:
que la que sin vos perdía,
ya no la tengo, Señor.

Pues vuestra piedad me adiestra
como a oveja reducida,
quiero llamaros mi vida,
aunque he sido muerte vuestra.

Vida mía, en este día
me habréis de hacer un favor;
¡oh, qué bien me va, Señor,
con llamaros vida mía!

Luego que vida os llamé,
a pediros me atreví,
porque el regalo sentí
que en vuestro brazos hallé.

Y es que jamás permitáis
que otra vida sin vos tenga:
que no es bien que a vivir venga
vida donde vos no estáis.

¡Ay Jesús! ¿Cómo viví
sólo un momento sin vos?
Porque si la vida es Dios,
¿qué vida quedaba en mí?

¡Qué cosas tuve por vida
tan miserables y tristes!
¿Es posible que pudistes
sufrir cosa tan perdida?

Pero sospecho, mi Dios,
que fue permitirlo así,
para que viesen en mí
qué sufrimiento hay en vos.

Pero no lo habéis perdido,
¡oh soberana piedad!,
pues conozco mi maldad
por lo que me habéis sufrido.

Porque sé de aquel vivir,
como si Dios no tuviera:
que quien menos que Dios fuera
no me pudiera sufrir.

¡Qué de veces os negué
por confesar mi locura
a la fingida hermosura,
donde no hay verdad ni fe!

Si la vuestra en la cruz viera,
¡ay Dios y cuánto os amara!
¡Qué de lágrimas llorara,
qué de amores os dijera!

No sé, mi bien, qué os tenéis,
que todo me enamoráis,
o es que, como abierto estáis,
mostráis lo que me queréis.

Amenazado de vos,
parece que no os temí,
y lleno de sangre sí;
decid, ¿qué es esto, mi Dios?

¡Oh qué divinos colores
os hace esa sangre fría!
¡Oh cómo estáis, vida mía,
para deciros amores!
Leydis Jun 2017
Ya ni la Luna me conocía,
el Sol se encubría desde aquel día,
donde todo murió.

Sola en el balcón espiritaba todo el día,
con un cigarrillo que emanaba la única luz en mis días.
Con el trago del silencio, penetrando mi alma seca y vacía.  
reviviendo el momento,
ese cruel momento donde ese amor fallecía.

El humo del cigarrillo me transportaba,
a ese momento donde,
la Eternidad le daba a luz al Tiempo.
Vi ese momento donde se escribía el instante,
en el que la vida de mi amado y la mía se entrecruzarían.

Vi imágenes donde éramos eternamente felices,
amándonos como sea aman el fuego y el viento,
como ama el campesino la tierra,
como ama el rico el dinero,
como ama la prostituta el control sobre su cliente,
como ama la religión colonizar las almas de los no creyentes.

Vi cuando el Destino le reclamaba al Infinito,
que no debería extender nuestro tiempo!
que tenía que interceptar nuestro amor,
aunque se desequilibren los ritmos celestes!
Que no podíamos vencer las batallas…..
pues eso daría un mal ejemplo>>>>>>>
todo mundo exigiría…..un amor que venza al mismo tiempo.

Solo tinieblas en ese balcón,
donde veía mis brazos desprendiéndose de mi cuerpo,
como señal de que se estaban rindiendo ante tanto sosiego.
Mi mirada se transformó, no había luz que devolviera su fulgor.
La única voz que me quedaba era para reclamar;
Porque llevarse a mi amado?
Porque apartarme de su lado?
Porque condenarme a las frías barras de la Soledad?

Ahí estaba yo,  en el balcón de los recuerdos.
El balcón de los amores muertos.
El balcón de la gente que vive en añoranza.
En el balcón donde vi a mi amado,
retirándose lentamente con su nuevos amigos;
el tiempo, el destino, y mi felicidad.
Mientras la sangre de mi corazón se derramaba,
en cada paso donde él de mí se alejaba.

Una fuerte lluvia comenzó a caer,
vi todo el universo engullido en una  furiosa tempestad,
que me abollaba en un remolino de confusión.

De pronto, un cálido aire rozo mi mejilla,
ahí estaba él….
mi eterno amado,
con su luz,
con esa sonrisa.

Solo tenía fuerzas para decirle,
“te AMO,
aunque el Destino se intercale en nuestro camino”!

Fui hasta el balcón de rodillas,
agradecerle a Dios….
que solo fue una terrible pesadilla!!!!

LeydisProse
5/26/2017
https://m.facebook.com/LeydisProse/
En los campos de Antelo, hacia el noventa
mi padre lo trató. Quizá cambiaron
unas parcas palabras olvidadas.
No recordaba de él sino una cosa:
el dorso de la oscura mano izquierda
cruzado de zarpazos. En la estancia
cada uno cumplía su destino:
éste era domador, tropero el otro,
aquél tiraba como nadie el lazo
y Simón Carvajal era el tigrero.
Si un tigre depredaba las majadas
o lo oían bramar en la tiniebla,
Carvajal lo rastreaba por el monte.
Iba con el cuchillo y con los perros.
Al fin daba con él en la espesura.
Azuzaba a los perros. La amarilla
fiera se abalanzaba sobre el hombre
que agitaba en el brazo izquierdo el poncho,
que era escudo y señuelo. El blanco vientre
quedaba expuesto. El animal sentía
que el acero le entraba hasta la muerte.
El duelo era fatal y era infinito.
Siempre estaba matando al mismo tigre
inmortal. No te asombre demasiado
su destino. Es el tuyo y es el mío,
salvo que nuestro tigre tiene formas
que cambian sin parar. Se llama el odio,
el amor, el azar, cada momento.
todas las niñas cantan en Melody Spring
todos los niños bailan en Melody Spring
y las ancianas tejen los ancianos fuman sus pipas de espuma de mar de Melody Spring
menos chester carmichael muerto en el otoño de 1962

previamente se había deshojado como un árbol
plumas vientos pedazos de memoria se le fueron cayendo
lo último fue una mujer o lo que quedaba de una mujer
semirroída masticada seca y aún fosforescente
que iluminó a chester carmichael noches y noches
y no se apagó todavía y brilla donde empieza el camino del sur

él está oscuro:
no tanto por eso de la tierra y la muerte
el tiempo le trabajó la cara como un angelito
y ahora está desnudo de alternativas decadencias furias
entre suaves raíces y demás compañeros de estación

se acabó chester carmichael
se fue con nardo en la mano acompañado por cien mil monos
que cantaban bailaban como las niñas y los niños de Melody Spring
no hubo sollozos gritos flores sobre su corazón
solo un pájaro bello que lo miraba fijo
y ahora vigila su cabeza

¡ah pajarito!
cada tanto se inclina sobre chester carmichael y oye lo que está devolviendo

tranquilo como el sol
Los circos trashumantes,
de lamido perrillo enciclopédico
y desacreditados elefantes,
me enseñaron la cómica friolera
y las magnas tragedias hilarantes.
El aeronauta previo,
colgado de los dedos de los pies,
era un bravo cosmógrafo al revés
que, si subía hasta asomarse al Polo
Norte, o al Polo Sur, también tenía
cuestiones personales con Eolo.
Irrumpía el payaso
como una estridencia
ambigua, y era a un tiempo
manicomio, niñez, golpe contuso,
pesadilla y licencia.
Amábanlo los niños
porque salía de una bodega mágica
de azúcares. Su faz sólo era trágica
por dos lágrimas sendas de carmín.
Su polvorosa apariencia toleraba
tenerlo por muy limpio o por muy sucio,
y un cónico bonete era la gloria
inestable y procaz de su occipucio.
El payaso tocaba a la amazona
y la hallaba de almendra,
a juzgar por la mímica fehaciente
de toda su persona
cuando llevaba el dedo temerario
hasta la lengua cínica y glotona.
Un día en que el payaso dio a probar
su rastro de amazona al ejemplar
señor Gobernador de aquel Estado,
comprendí lo que es
Poder Ejecutivo aturrullado.
¡Oh remoto payaso: en el umbral
de mi infancia derecha
y de mis virtudes recién nacidas
yo no puedo tener una sospecha
de amazonas y almendras prohibidas!
Estas almendras raudas
hechas de terciopelos y de trinos
que no nos dejan ni tocar sus caudas...
Los adioses baldíos
a las augustas Evas redivivas
que niegan la migaja, pero inculcan
en nuestra sangre briosa una patética
mendicidad de almendras fugitivas...
Había una menuda cuadrumana
de enagüilla de céfiro
que, cabalgando por el redondel
con azoros de humana,
vencía los obstáculos de inquina
y los aviesos aros de papel.
Y cuando a la erudita
cavilación de Darwin
se le montaba la enagüilla obscena,
la avisada monita
se quedaba serena.
como ante un espejismo,
despreocupada lastimosamente
de su desmantelado transformismo.
La niña Bell cantaba:
«Soy la paloma errante»;
y de botellas y de cascabeles
surtía un abundante
surtidor de sonidos
acuáticos, para la sed acuática
de papás aburridos,
nodriza inverecunda
y prole gemebunda.
¡Oh memoria del circo! Tú te vas
adelgazando en el frecuente síncope
del latón sin compás;
en la apesadumbrada
somnolencia del gas;
en el talento necio
del domador aquel que molestaba
a los leones hartos, y en el viudo
oscilar del trapecio...
Leydis Jun 2017
Los de nosotros
era un amor incomparable.
Nos amábamos con locura enfermiza
Él era mi sol, yo era su luna.
Pero, juntos no podemos estar.

Así como la Luna y Sol son amantes a la distancia
a él y a mí, nos pasaba igual.

Pero de vez en cuando, coincidimos en un eclipse!

Y así quedaba nuestro amor,
suspendido en la firmamento
hasta el próximo reencuentro.  

LeydisProse
Bartelo Damien Apr 2018
El lobo solamente se quedó mirándola.
La Luna no tenía una palabra más que decir,
buscó y encontró una excusa para poderse ir.
Por su mente no pasó el momento en que la perdió.
Él recorrió todo bosque buscándola.
Ella quería buscar la luz del Sol.
La noche azul perdía todo color y luz.
La obscuridad pronto al lobo consumió.
Era obscuridad,
sus ojos no veían más
que el reflejo de la Luna
Él la anhelaba tener.
Y el lobo aulló.
Era causalidad:
“Nadie la verá como yo”.
Quería verla por siempre ahí,
él la anhelaba tener.
Y el lobo aulló.
Estrellas intentaban darle
brillos opacos.
Eran lo único que lo
protegían de morir.
Y ella libremente paseaba en la noche.
Allí, el pobre se quedaba aullando.
Ella parecía encontrar al Sol cada día,
más brillante cada vez que lo ve.
El se desarrollaba en la obscuridad
y la soledad lo empezaba a poseer.
Se quedó
mirando a la Luna crecer,
quería ser el Sol
y morir por verla brillar,
aunque fuera solamente una última vez.
No podía más.
Y el lobo dejó de aullar.
So I wrote this poem in my native language, and I'm really proud of how it came alive as well as this feeling it provokes while reading it.
Doliente estaba, doliente,   ese buen rey don Fernando;
los pies tiene cara oriente   y la candela en la mano.
A su cabecera tiene    arzobispos y perlados;
a su man derecha tiene   los sus hijos todos cuatro:
los tres eran de la reina   y el uno era *******.
Ese que ******* era   quedaba mejor librado:
abad era de Sahagund,   arzobispo de Santiago,
y del Papa cardenal,   en las Españas legado.
-Si yo no muriera, hijo,   vos fuérades Padre Santo,
mas con la renta que os queda,   bien podréis, hijo, alcanzarlo.
V
Todas las tardes en Granada,
todas las tardes se muere un niño.
Todas las tardes el agua se sienta
a conversar con sus amigos.

Los muertos llevan alas de musgo.
El viento nublado y el viento limpio
son dos faisanes que vuelan por las torres
y el día es un muchacho herido.

No quedaba en el aire ni una brizna de alondra
cuando yo te encontré por las grutas del vino.
No quedaba en la tierra ni una miga de nube
cuando te ahogabas por el río.

Un gigante de agua cayó sobre los montes
y el valle fue rodando con perros y con lirios.
Tu cuerpo, con la sombra violeta de mis manos,
era, muerto en la orilla, un arcángel de frío.
¡Tu pasado!... bien mío,
Ser de mí ser amado,
Porque un pasado tienes también, un gran pasado,
Lleno de venturanza, de afanes y de hastío…

¡Y pensar que esta bella cabecita adorada
Está llena de goces antiguos, de aprensiones,
De sombras, tal vez grandes o leves, y visiones
Y ensueños, en que nunca figuré para nada!

Dime otra vez las cosas que cien veces te he oído;
De los recuerdos tuyos tengo idea borrosa…
¡Ah! detrás de tus ojos aquella noche hermosa,
¡Aquel hondo misterio por mí desconocido!...
Y esos tiempos lejanos, esos remotos días,
Cuando niña jugabas corriendo en la pradera,
Suelta sobre los hombros la blonda cabellera,
Como te veo en estas vagas fotografías…
Cuéntame: ¿es cierto que este retrato deslucido
Es tuyo? Hoy al mirarlo ¡quién hubiera creído
Que a ser bonita, al paso del tiempo, llegarías!
Y, dime: ¿en qué pensabas entonces? ¿Qué decías?

¿Existía de veras ese jardín que veo?
¿De qué lado quedaba de la verja la entrada?
¿Y es tu fotografía, casi ahora borrada,
La de esta muchachita de semblante tan feo?
Y, dime: ¿este sombrero, de una moda pasada,
Fue tuyo? ¿Y estas gentes de mirada severa
Te conocieron antes que yo te conociera?
¿A esas gentes le debes aquel viaje que hiciste
Siendo niña, y la noche primera que pasaste
En un tren, la primera selva que contemplaste
Y la primera playa que en tu existencia viste?
¿Ellas la mano suya solícita te han dado
Y en lugares difíciles te llevaron al hombro,
Y en ocasiones, viendo tu temor y tu asombro,
Amables te dijeron: «¿Niña, tenga cuidado?»
¿Por qué en aquellos días no me encontré a tu lado?

Llevarte lejos, sola, mi encanto habría sido,
Y para que gozaras con rostro sonreído,
Itinerarios bellos yo te habría inventado.
Las noches, los estíos te habría revelado
-Mi espíritu en tus ojos radiantes abstraído-,
Y el deleite recóndito que el alma absorta siente
En los caminos solos, al venir el poniente;
Y los nombres de aldeas habrías aprendido…
No te habría ocultado sus encantos la tierra,
Y todos los tesoros que entre su seno encierra.
De horizontes espléndidos, llenos de poesía;
De países lejanos y ciudades que un día
Tus miradas en éxtasis hubieran contemplado.
Gloria hubiera surgido para tu amante guía.
¡No saben esas gentes cuánto me han usurpado!...

Más ¡todo irreparable! Que es la suerte voltaria,
Y aire esas gentes tienen de ser gente ordinaria.
Y debo confesarte que si de vez en cuando
Vemos ambos las cosas de modo diferente,
-¿Y para qué ocultarlo?- la culpa es de esa gente
Que de unas vacaciones el placer pretextando,
Al azar te llevaron, sin darse cuenta de ello,
Y antes que yo en tu vida te pusieron su sello.

Mas ¿para qué pensamos en cosas de otros días?...
Vuelve a poner en orden esas fotografías.
Y a última hora no quedaba nada:
ni siquiera las hojas de los árboles
-acacias-, ni el viento de la tarde,
ni la alegría, ni la desesperanza.
La caricia que pudo haber rozado
aquella piel, no se produjo porque
aquella piel no era la tuya,
ni los ojos
que me miraban eran
tus ojos, ni el deseo
-que en otro tiempo hubiera sido
suficientetenía
sentido, desviado
del cauce de ti misma.

A última hora había pasado un día,
y al sentirlo hecho sombra, y polvo, y nada,
comprendí que la luz que había llenado
sus horas,
y todas las palabras
que ocuparon mi boca, y los gestos
de mis manos,
y la fatalidad de mis designios,
y las calles que anduve paso a paso,
y el vino que bebí, y la alegría
de saber que existías en el mismo
instante,
no eran sólo el fracaso repetido
del Día del Señor, sino que eran
un día más sin ti:
comprendí con dolor que jamás, nunca
para mí habría domingos ni esperanza
fuera de tu mirada y tu sonrisa,
lejos de tu presencia tibia y clara.
Victor D López Dec 2019
Aunque estoy parado en los hombros de gigantes, no veo mucho más lejos que el puente de mi nariz.
La culpa es mía. La vergüenza es mía.  Pues no soy digno de ustedes, mis queridos muertos.

Parte I - Emilio (abuelo materno)
Su crimen fue su inteligencia y su posesión de una conciencia social,
Que le hizo anhelar ver a su amada España permanecer libre y le impidió tolerar a fascistas.
No porto armas, aborrecía todo tipo de violencia. No incito la rebelión,
Aunque se rebeló contra los enemigos de la libertad nacionales y extranjeros.

Fue apasionadamente un idealista que, en un tiempo de oscuridad, se aferraba a la
Creencia en la perfectibilidad del espíritu humano.  No pudo soportar las mentiras que los periódicos Regionales llevaban diariamente y tradujo noticias de los periódicos estadounidenses y británicos sobre La creciente tormenta, compartiendo la verdad libremente con todos los que le escuchaban.

Dio discursos y escribió discursos dados por otros en apoyo a un condenada República,
Derrumbándose bajo el peso de su propia incompetencia y corrupción.
Le avisaron amigos de su inminente arresto y le ofrecieron pasaje a Estados Unidos o a
Buenos Aires donde muchos de sus amigos ya habían encontrado refugio.

Pero no conseguirían pasaje para su esposa y nueve hijos, y se negó a abandonarlos a su suerte.
Ellos vinieron por usted, como siempre, en medio de la noche, esos cobardes con rostros severos Escondidos detrás de ametralladoras.  Le llevaron preso, no por la primera vez, al Castillo de San Antón, una fortaleza en una bahía hermosa y tranquila, y lo transfirieron a otros calabozos.

Le arrancaron las uñas, una por una, y esos sus más tiernas caricias, mientras le pidieron nombres.
Lo que soportó, solo Dios lo sabe, mediante meses, y fue condenado a muerte como un traidor.
Le abrían fusilado en La Plaza de María Pita. Pero la República tenía amigos, hasta entre algunos oficiales Fascistas, y uno de ellos le abrió la puerta de su celda en la víspera de su ejecución.

Había sido transferido al Castillo de San Antón a esperar su sentencia. No obstante de haber contraído Tuberculosis entonces, sin embargo, según mi abuela, logro nadar de A Coruña a Sada a través de la Bahía en una noche sin luna, a la seguridad en el hogar de otro patriota que arriesgo su vida y la de su Familia para esconderle en su sótano y realizo un viaje de muchos kilómetros a pie para encontrar a su esposa.

Encontró su casa y le informo a su esposa del inesperado aplazamiento, y le pidió que enviara alguna
Ropa y zapatos para reemplazar sus trapos sucios.  Su hija mayor, María, insistió en
Acompañar a ese honrado desconocido, llevando cuanta ropa, comida y afectos personales
Pudo rápidamente recoger para llevárselos, sin saber cuándo le podría volver a ver.
De vez en cuando acepto la hospitalidad de una noche de estancia en el desván o ático de un Simpatizante republicano, los cuales no eran difíciles de encontrar en una Galicia
Ferozmente independiente bajo el yugo de uno de los suyos.
Pero sobre todo vivido en el bosque, con guerrilleros activos durante años.

Vivió con todas las comodidades de un animal cazado con otros que no cederían,
Cuyo mayor delito consistió en estar en el lado equivocado de una causa perdida.
Espero que le diese algo de consuelo el saber que estabas en el lado derecho de la historia.
No se lo dio a su esposa ni a sus nueve hijos.

Usted pagó muchos inimaginables sacrificios como penitencia por su conciencia.
Una vez al mes o más, después de pasado algún tiempo, visitó su esposa e hijos. Le introdujeron a los Más pequeños como un tío que vivía lejos. No sabían ellos que el barbudo salvaje que pagaba estas Visitas en media noche y se despedía antes de amanecer llevando puesta la ropa vieja y limpia de papa.

Los más mayores, María, Josefa, Juan y Toñita, todos aun en su adolescencia, les decían a los más Pequeños que su "tío" portaba noticias de su padre. Los niños más jóvenes, aun vistiendo los mantos Deshilachados de su inocencia, aceptaban esto, no cuestionando por qué se quedaba en el cuarto de Mamá toda la noche y se había ido siempre antes que despertaron la mañana siguiente.

No puedo concebir la profundidad de su angustia en tener que interpretar el papel de un extraño en su Propia casa, de no poder abrazar a sus hijos más pequeños quienes adoraba, para prevenir que los Vecinos fascistas quienes trataban a menudo de adquirir informes de ellos con pasteles y dulces en Tiempos de hambre, tratando de usar su Inocencia como un arma contra usted.

Sus padres eran relativamente ricos empresarios que cultivan el mar pero lo desheredaron—
Tal vez por su forma de actuar, tal vez por elegir a emigrar, negándose a unirse a la empresa familiar o Tal vez por casarse por amor en la ciudad de Nueva York con una joven sumamente trabajadora pero De clase humilde y estación social inferior en los ojos de sus padres.

Vivió lo suficiente para ver el fin de la guerra civil, pero no a su amada España liberada de sus cadenas.
Falleció antes de sufrir las consecuencias de la guerra cuyo fin fue el preludio de décadas de
Angustiantes cosechas de angustia y Amargura a quienes la sobrevivieron.
No se salvaron de esa cosecha su esposa y sus hijos.

No hay libros que graben su nombre. La mayoría de quienes le conocieron están muertos.
No obstante, siete décadas después de su fallecimiento aun aparecen en su nicho flores en el Cementerio de Fontan que guarda sus cenizas y las de su hijo mayor, Juan y su hija,
Toñita, quienes murieron aún mucho más jóvenes que usted, a los 19 y 15 años.

También yacen allí las cenizas de su esposa, Remedios, donde el
Honor, la bondad, la decencia, y un Corazón puro y deshecho en su
Muy corta vida por un mundo muy poco merecedor de su
Presencia finalmente descansan en paz.

____
Translated from my English original poem "Unsung Heroes -- Part I: Emilio (Maternal Grandfather)" available in its original English version here: https://hellopoetry.com/poem/2904353/unsung-heroes-1-emilio-maternal-grandfather/
My reading of this poem in its English original version is available at https://www.youtube.com/watch?v=5FXkhtOltEc
Leydis Jul 2017
No tienen que hacer escándalos,
Yo no resistiré el arresto,
es que no lo creerá usted,
sí, es cierto que los mate,
pero fue por defender mi propia vida.
Mate y lo hice con mucho placer.
Mate el miedo a la soledad.
Mate todo lo que me estorbaba.
Mate la cerrazón de mis días.
Desangrando vi morir la guerra por la paz.
Pidiéndome piedad gritaba la ansiedad.
Suspirando su ultimo respiro deje a los desalientos.
La rabia, la indiferencia e irreverencia que sentía contra mí misma,
y todo lo que me ofuscaba mi libertad.
Sí, soy culpable, mate y sin piedad alguna.
Quería volver a sonreír,
deseosa de amar estaba,
de surcar los cielos como águila,
de tomar como amante de nuevo al Señor Sueño,
de soñar con la felicidad,
de sonar mis pies descalzos en el frio suelo,
de desvelarme en mil noches bohemias,
de gozar y disfrutar lo que me quedaba de vida,
enfilarme con el tiempo,
poner a gozar mi cuerpo,
revivir mis labios ya muerto,
endulzar mis manos cansadas y tibias.
Y los tuve que matar.
Fue en defensa propia, se lo aseguro.
Albanada me la pasaba noche y día.
Forzada a tomar pastillas de desdicha-día tras día.
Hasta que no pude más….y, a todos lo tuve que matar.
Me amenazan todos los días, y si no lo hacía….ellos a mí me matarían.
y de la manera más cruel su magistrado..,
condenando mis días,
a vivir una vida de amargura que le aseguro a usted..
no me merecía.
LeydisProse
7/25/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas,
querido Juan, has muerto finalmente.
De nada te valieron tus pedazos
mojados en ternura.
Cómo ha sido posible
que te fueras por un agujerito
y nadie haya ponido el dedo
para que te quedaras.
Se habrá comido toda la rabia del mundo
por antes de morir
y después se quedaba triste triste
apoyado en sus huesos.
Ya te abajaron, hermanito,
la tierra está temblando de ti.
Vigilemos a ver dónde brotan sus manos
empujadas por su rabia inmortal.
Ella cruzas puentes (ellos no son de venerar)

“Se olvidó de Dios ” murmuró el señor, cuando ella no quiso entrar a la parroquia.

Más ya hacia años que “el que dirán” se le había convertido en una telaraña, antigua y meciéndose entre el viento.

Ella sabía que los puentes son necesarios.

“Hay que cruzar por los puentes
pero no hay que venerarlos”

Su madre le enseñó que solo a dios se le venera, pero tal vez venerar tan poco fuese el punto, “hay que cruzar; hay que estar en comunión” pensaba

Dentro de su pecho ella había encontrado un rincón donde su alma se desasía, y se mezclaba con la infinita energía de lo “todo”
y ninguna religión le negaría eso

Y aunque el hombre supiera de puentes no sabía de cruzar

La tarde se estaba convirtiendo lentamente en noche, y Fátima decidió que sería mejor caminar de regreso a casa y disfrutar al máximo lo poco que quedaba del la luz día.
Valeria Chauvel May 2020
El diablo está en mi casa
no le tengo miedo
es mi único amigo.

Hay personas pero ellas no me ven
y yo tampoco quiero que me vean,
mi voz se fue apagando con el tiempo
tengo heridas en la boca.

Solo me quedaba la sombra
y un espejo al que odiaba
cuando quitaba toda saliva
era el rostro, era el nombre.

En medio de mi cuerpo
había un agujero
que olvidé coser

— The End —