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Janelle Mainly Nov 2023
Cuando la luna ya no alcance mis andares;
El sol se habrá esfumado y la tierra quedará fría y sombria.
La noche que acabe con todos mis llantos;
Acabará con los triunfos cotidianos.
El día que deje de extrañarte;
Será el fin de mis anhelos y la Sorpresa misma morirá.

No quiero eliminar la desgracia,
Solo busco alimentar la esperanza
en los huecos más oscuros de un jardín escondido en mi cabeza.

Hay melón y sandía listas para probarse;
¿Quién habrá pensado que estarías enamorado de los frutos que oculto?
Jr Aug 2017
Como ola carmesí
fluye por el mar
de misterios
ocultos bajo tu falda

Narra con sumo detalle
y de manera borrosa
la intensidad de tus intenciones
marchita la sensación de control
y se escabuye frecuentemente
en forma de lágrima

Patea tus entrañas y causa dolor
ciclo de maldiciones e improperios
de alaridos y quejas
te derrota completamente
y caes tendida donde te encuentres

menos mal dura solo unos días
Vincent Salomon Jul 2017
Los pesares ciegos bailotean sobre mí, sobre ti
Se regocijan tenues, entre nuestras manos; ocultos
Lejos estás, porque así lejos nos condenó el azar
Ocultos yacen ya, todos los besos remotos que te pienso dar.

No son besos, frío pasar de verbena coloquial
Parecen más, en mis oníricos despertares, daños.
En visiones hipnagógicas te observo en silencio,
Pero en la lucidez de nuestros días, te extraño eterno.

Permanecen quietos los malestares
Y en éxodo se alejan mis vaguedades emocionales.
Estás ahí, como yo aquí. Pero siempre ahí.
                                                            ­                                           Contigo.

Lamento de frenesí perpetua, de ojos oscuros
Lamento de danzas incautas, de linajes pardos
Lamento de huidas nuevas, éxodo de verdades ajenas
Lamento de virtudes, de mentiras inverosímiles; mío sólo mío.
Yo tuve una prima
como un lirio bella,
como un mirlo alegre,
como un alba fresca,
rubia como una
mañana abrileña.   Amaba los versos aquella rapaza
con predilecciones a su edad ajenas.
La música augusta del rtimo cantaba
dentro de su espíritu como ignota orquesta;
todo lo que un astro le dice a otro astro,
todo lo que el cielo le dice a la tierra,
todo lo que el alma pregunta a la Esfinge,
todo lo que al alma la Esfinge contesta.   Pobre prima rubia,
pobre prima buena;
hace muchos años que duerme ese sueño
del que ni los pájaros, alegres como ella,
ni el viento que pasa, ni el agua que corre,
ni el sol que derrocha vida, la recuerdan.   Yo suelo, en los días
de la primavera,
llevar a su tumba
versos y violetas;
versos y violetas, ¡lo que más amaba!   En torno a su losa riego las primeras,
luego las estrofas recito que antaño
su deleite eran:
las más pensativas, las más misteriosas,
las más insinuantes, las que son más tiernas;
las que en sus pestañas, como en blonda de oro,
ponían las joyas de lágrimas, trémulas,
con diafanudades de beril hialino
y oriente de perlas.
  Se las digo bajo, bajito, inclinándome
hacia donde yace, por que las entienda.
Pobre prima rubia, ¡pero no responde!
Pobre prima rubia, ¡pero no despierta!   Cierto día, una joven condiscípula,
con mucho sigilo le prestó en la escuela
un libro de versos musicales, hondos.
¡Eran los divinos versos de Espronceda!   Se los llevó a casa bajo el chal ocultos,
y los escondimos, con sutil cautela,
del padre y la madre, y hasta de su sombra;
de la anciana tía, devota e ingenua,
que sólo gustaba de jaculatorias
y sólo entendía los versos de Trueba.   En aquellas tardes embermejecidas
por conflagraciones de luz, en que bregan
gigánticamente monstruos imprecisos
del Apocalipsis o de las leyendas;
de aquellas tardes que fingen catástrofes;
en aquellas tardes en que el iris vuelca
todos sus colores, en que el sol vacía
toda su escarcela;
en aquellas tardes del trópico, juntos
los dos, en discreto rincón de la huerta,
bajo de la trémula hospitalidad
de nuestras palmeras,
a furto de extraños, vibrantes leíamos
el Canto a Teresa.   ¡Qué revelaciones nos hizo ese canto!
Todas las angustias, todas las tristezas,
todo lo insondable del amor, y todo
lo desesperante de las infidencias:
todo el doloroso mundo que gravita
sobre el alma esclava que amó quimeras,
del que puso estrellas en la frente amada,
y al tornar a casa ya no encontró estrellas.   Todo el ansia loca de adorar en vano
tan sólo a una sombra, tan sólo a una muerta;
todos los despechos y las ironías
del que se revuelca
en zarzal de dudas y de escepticismos;
todos los sarcasmos y las impotencias.   Y después, aquellas ágiles canciones
de prosodia alada, de gracia ligera,
que apenas si tocan el polvo del mundo
con la orla de oro del brial de seda;
que, como el albatros, se duermen volando
que, como el albatros, volando despiertan:
  La ideal canción del bravo Pirata
que iba viento en popa, que iba a toda vela,
y a quien por los mares nuestros pensamientos,
como dos gaviotas, seguían de cerca;   Y la del Mendigo, cínico y osado,
y la del Cosaco del Desierto, bélica,
bárbara, erizada de ferrados hurras,
que al oído suenan
como los tropeles de potros indómitos
con jinetes rubios, sobre las estepas...   Pasaba don Félix, el de Montemar,
con una aureola roja en su cabeza,
satánico, altivo; luego, doña Elvira,
«que murió de amor», en lirios envuelta.
¡Con cuántos prestigios de la fantasía
ante nuestros ojos se alejaba tétrica!   Y el Reo de muerte que el fatal instante,
frente a un crucifijo, silencioso espera;
y aquella Jarifa, cuya mano pálida
la frente ardorosa del bardo refresca.
  Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas   ¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!   Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!   Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!   ¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta!
Olhei o exterior, a descoberto, no costume dos dias,
Olhar de lince, penetrou perante os espetros ocultos,
Tudo aquilo que se via, imaginava real, o que fazias,
E porque o era, nada mudava afinal nesses vultos!

Sem medos, nem costumes delirantes, tudo era normal,
As sombras não se escondiam nas penumbras do dia,
Nem o sol deixou de brilhar no pleno dia que eu vivia,
Acordar de criança, desejoso de o ser, como água termal!

Perdeu-se o tempo, constrangido com riscos e desafios,
Falava-se de tudo e para todos, sem nosso silêncio crismal,
Aquelas vestes de antigamente, tribunal, hoje é ponto final!

E a realização dos sonhos são isso, desafios lógicos e sentimentos,
Delira o corpo, com o satisfazer da mente, coisas duradouras e belas,
Se cresce desejo, se sonho quando te vejo e aprecio teus encantos,
Solto-me no ar, voando e planando, pelas nossas vestes, paralelas!


E longe te aperto aqui, mundo que conheci, seguro no bolso,
Seu fecho de saco impermeável e por demais, mais durável,
Aquece-me o presente, com sonhos para futuro, sustentável,
E, teus sonhos, meus, minha, vida tua é sem troca ou reembolso!

Autor: António Benigno
Código de Autor: 2013.10.02.02.26
Se ven desde las barandas,
por el monte, monte, monte,
mulos y sombras de mulos
cargados de girasoles.

Sus ojos en las umbrías
se empañan de inmensa noche.
En los recodos del aire,
cruje la aurora salobre.

Un cielo de mulos blancos
cierra sus ojos de azogue
dando a la quieta penumbra
un final de corazones.
Y el agua se pone fría
para que nadie la toque.
Agua loca y descubierta
por el monte, monte, monte.

San Miguel lleno de encajes
en la alcoba de su torre,
enseña sus bellos muslos,
ceñidos por los faroles.

Arcángel domesticado
en el gesto de las doce,
finge una cólera dulce
de plumas y ruiseñores.
San Miguel canta en los vidrios;
efebo de tres mil noches,
fragante de agua colonia
y lejano de las flores.

El mar baila por la playa,
un poema de balcones.
Las orillas de la luna
pierden juncos, ganan voces.
Vienen manolas comiendo
semillas de girasoles,
los culos grandes y ocultos
como planetas de cobre.
Vienen altos caballeros
y damas de triste porte,
morenas por la nostalgia
de un ayer de ruiseñores.
Y el obispo de Manila,
ciego de azafrán y pobre,
dice misa con dos filos
para mujeres y hombres.

San Miguel se estaba quieto
en la alcoba de su torre,
con las enaguas cuajadas
de espejitos y entredoses.

San Miguel, rey de los globos
y de los números nones,
en el primor berberisco
de gritos y miradores.
Rui Serra May 2014
Abri agora a porta
Realidade
passei para o outro lado
tento...
tento desesperadamente,
em frente
uma selva
viagens
passado inexistente
renasci agora das cinzas.
Envolto na armadura
debato-me contra o
mistério
dos poderes ocultos.
Tudo isto não tem nexo
desde o princípio
onde juntos cavalgámos
Agora
Viajo
só e triste
tento alcançar o poder dos espíritos
e seguir os rituais da natureza.
O Xamane erguesse
e proclama o novo estado de espírito.
O Rei olha-me
surge espanto

benfeitor, mal amado
choro.
Tus cuatro sílabas suenan,
«Teusaquillo, Teusaquillo»,
Como un cantar armonioso
Que va en la noche perdido.

«¡Teusaquillo!» De los Zipas
Plácido y buscado asilo,
Cuando en época de lluvias
En el llano el turbio río
Formaba grandes pantanos
Y borraba los caminos!...

De los empinados cerros,
Bajo ramajes tupidos
En las quiebras, murmurando
Dos arroyos cristalinos
Descienden. Cercados pozos
Aquí, al soplo de los riscos,
Tienden sus fríos cristales,
En que peces fugitivos
Nadan, en límpidas aguas,
Donde el serrallo escogido
Del Zipa, su carne bruna
Hunde en mañanas de estío.
Aquí jarrones de Ráquira
Se ven con dibujos finos;
En pilares, cornamentas
De ciervos, conchas, colmillos
De leopardos; en colgantes
Jaulas, bajo cobertizos
De tupida cañabrava,
Son deleite del oído,
De aves de variadas plumas
Dulces cantos no aprendidos
En los maizales de Tenza
O en las selvas del Gran Río;
Labor de orfebres quimbayas
En los muros se ven ídolos,
Y sobre tapiz de esparto
Que se extiende a todo el piso
Pieles y telas vistosas
Teñidas de rojo vivo,
El mismo que en grandes piedras
Perdura en los jeroglíficos.

El Licenciado su gloria
Manchó con nuevo delito.

No pudo entregarle el Zipa
Los tesoros repartidos
A los nobles del Zipazgo,
Y murió en tormento inicuo.
Pero los tres responsables
Sufrieron duro castigo,
No castigo de los hombres
Más sí del poder divino:
Uno, muerto por un rayo,
En día de cielo limpio,
Otro en un juego de cañas,
Y otro, de lepra raído.

Por el incendio de Bosa,
Ya sin techos como abrigo,
Para el Reino conquistado
Capital Quesada quiso,
Y todos, asiento de ella
Fijaron a «Teusaquillo»
Y cuando llegó Quesada
Al lugar que fue escogido
El recuerdo de la vega
De Granada al punto vino
A su mente, vega hermosa
En donde jugó de niño.
La Serrezuela de Suba,
Bajo un azul opalino,
Fingió que era «Sierra Elvira»;
Las colinas de «El Suspiro
Del Moro» le recordaban
Las de Soacha a su espíritu
Y los dos cerros cercanos,
En claro fulgor ceñidos,
Trajéronle a su memoria,
Entre fantástico brillo,
Los collados de Granada
Con un misterioso hechizo.

Y por eso «Nuevo Reino
De Granada», al punto dijo,
«Será el nombre de esta tierra
Del Rey de España y de Cristo».
La aurora del seis de Agosto
Llegó espléndida. Bullicio
En el campamento. Alegre
Son de cornetas. Relinchos
De corceles apastados,
Y terror en los bohíos.

De todos los que lloraban,
Ante sus ocultos ídolos,
La muerte vil de su Zipa,
En lento y cruel suplicio,
Con los huesos destrozados,
En una tabla tendido.

Ya recogidas las toldas
Avanzan a «Teusaquillo».

Se apea de su caballo
Quesada -los ojos fijos
De todos en él- arranca
Puñado de hierba; altivo
Se yergue; lo agita y dice:
«De estos remotos dominios
Tomo posesión perpetua
En nombre de Carlos Quinto».
Vuelve a montar. Y prosigue,
Con fuerte voz: «Desafío
A todo aquel que se oponga
A esta fundación... ¡Oídlo!»
Desnudo brilla el acero,
En su puño fuerte erguido,
Y vuelve a envainarlo.
Nadie
Sus palabras contradijo.

Y al punto ordenó que doce
Casas de techo pajizo
Se alzaran, de los Apóstoles
En recuerdo.
Fray Domingo
De Las Casas por mandato
De Quesada, en ese mismo
Instante empezó una ermita
Con españoles e indios,
Y en tela de burdo lienzo
Incólume ante los siglos,
Un crucifijo pintado
Se alzó en el altar.
¡Y Cristo
Abrió los brazos pidiendo
Piedad para los vencidos!

Y desde aquella mañana,
Cuando cambió «Teusaquillo»
Su nombre por Santa Fe
De Bogotá y Carlos Quinto
Iba con un nuevo reino
A ensanchar su poderío,
El sol ya no se ponía
En españoles dominios.
Lucas Couteiro Aug 2016
Em épocas de instabilidade,
Caro navegante...
Tenha muita cautela ao escolher teus caminhos.
Pois existem portas que, quando abertas...
Nunca mais se fecharão.

Já outras portas, quando se fecham,
Jamais poderão ser abertas novamente.
Grande amigo...
Há caminhos em que os Espíritos gritam
E o sangue se derrama...

Caminhos esses por onde o fogo consumidor se alastra
E o ímpio se transmuta.
Ali a dor é colossal. E cresce a cada passo dado.
Onde a guerra é lei. E te fere a todos instantes.
A morte será teu guia por estes vales estreitos.

Lugar em que abismos devoram os injustos
Em que a própria terra engole os fracos
E o veneno proferido se multiplica no retorno
Afogando os incautos nas marés do próprio sangue.
Por ali deve ser o teu andar, filho meu. Não temas.

Tais caminhos se cruzarão, um dia
Onde não houver mais tempo nem espaço, nobre guerreiro...
E os véus ocultos do eterno se abrirão,
Para os vitoriosos que se deleitarão
Nas glórias do amor infinito.
Esta noche sin luces y esta lluvia constante
son para las historias de aquellos peregrinos
que dejaban el lodo de sus buenos caminos,
cegados por la recia tempestad del instante,
y con paso más firme seguían adelante,
a lucir de los nuevos joyeles matutinos.

Esta noche sin luces aguardo ante mi puerta
los tres toques de aldaba que tocará un viajero,
y, no obstante, podría negarle mi dinero,
el calor de la alcoba o la paz de mi huerta;
pero vendrá a mi casa y al corazón alerta
porque siempre me busca cuando yo no lo quiero.

E iluminado por el espejo que brilla
-todo un campo de luz en las horas morenas-
al vaivén de las manos blancas como azucenas
me contará sus historia agradable y sencilla,
y a sus labios, ocultos por la barba amarilla,
ha de fluir el canto mortal de las sirenas.

Ya no podré vencerle, ya no tendré la mano
fuerte para arrojarle de mi casa tranquila,
si apenas el relámpago ***** de su pupila
le da el pequeño orgullo de llamarme su hermano,
mientras retiene un poco del cielo de verano
la lluvia pescadora con sus redes en fila.

Pero tú, que de nobles éxtasis te revistes,
no abras nunca la puerta para dar hospedaje.
Ten el oído sordo cuando ceda un ramaje
bajo la taciturna pisada de los tristes,
o busca el más secreto bálsamo si resistes
a no probar el ímpetu fantástico del viaje.
Un bello niño de junco,
anchos hombros, fino talle,
piel de nocturna manzana,
boca triste y ojos grandes,
nervio de plata caliente,
ronda la desierta calle.
Sus zapatos de charol
rompen las dalias del aire,
con los dos ritmos que cantan
breves lutos celestiales.
En la ribera del mar
no hay palma que se le iguale,
ni emperador coronado,
ni lucero caminante.
Cuando la cabeza inclina
sobre su pecho de jaspe,
la noche busca llanuras
porque quiere arrodillarse.
Las guitarras suenan solas
para San Gabriel Arcángel,
domador de palomillas
y enemigo de los sauces.
San Gabriel: El niño llora
en el vientre de su madre.
No olvides que los gitanos
te regalaron el traje.

Anunciación de los Reyes,
bien lunada y mal vestida,
abre la puerta al lucero
que por la calle venía.
El Arcángel San Gabriel,
entre azucena y sonrisa,
bisnieto de la Giralda,
se acercaba de visita.
En su chaleco bordado
grillos ocultos palpitan.
Las estrellas de la noche
se volvieron campanillas.
San Gabriel: Aquí me tienes
con tres clavos de alegría.
Tu fulgor abre jazmines
sobre mi cara encendida.

Dios te salve, Anunciación.
Morena de maravilla.
Tendrás un niño más bello
que los tallos de la brisa.
¡Ay, San Gabriel de mis ojos!
¡Gabrielillo de mi vida!,
Para sentarte yo sueño
un sillón de clavellinas.
Dios te salve, Anunciación,
bien lunada y mal vestida.
Tu niño tendrá en el pecho
un lunar y tres heridas.
¡Ay, San Gabriel que reluces!
¡Gabrielillo de mi vidal!
En el fondo de mis pechos
ya nace la leche tibia.
Dios te salve, Anunciación.
Madre de cien dinastías.
Áridos lucen tus ojos,
paisajes de caballista.

El niño canta en el seno
de Anunciación sorprendida.
Tres balas de almendra verde
tiemblan en su vocecita.

Ya San Gabriel en el aire
por una escala subía.
Las estrellas de la noche
se volvieron siemprevivas.
Doña Inés de Palacios, Marquesa de Sofraga,
En Santa Fe se aburre.
                                    Su mente en sueños vaga,
Y ante la tarde mustia, con pesadumbre inmensa,
En los risueños cármenes de su Sevilla piensa.
Al frente, la «Sabana», su gris monotonía,
La plaza casi sola, y honda melancolía
Flotando en el crepúsculo.
Como imprecisa bruma,
La nostalgia, en el tedio, su corazón abruma,
Y de un dolor recóndito su voluntad cautiva,
Apoya en ambas manos la frente pensativa.

Se aburre la Marquesa.
                                Canónigos y Oidores,
El Marqués y el Prelado, siempre en riña. Rencores
Ocultos y que estallan; disputas cada instante
En la plaza, en la Audiencia y en el atrio, delante
De su balcón. Las tardes, tristes cual las mañanas,
Y frío, lluvia o nieblas, y toques de campanas.

La Marquesa se aburre.
                                  Pero de pronto, esbelta,
Los ojos enjugándose, y en amplio abrigo envuelta,
Se pone en pie y se asoma.
                                        Y apuesto caballero,
De Tunjuelo, Pasquilla y Ubaque encomendero,
Tañedor de guitarra, noble galán, llamado
Don Gonzalo Armendáriz de Borja y Maldonado,
Pasa, y algo se dicen. Cambian mirada amante:
Se enciende la alegría de ambos en el semblante;
En el alma ella siente que un ensueño se irisa,
Y en sus labios florece la luz, de una sonrisa.

Y ya feliz, en tanto que la tarde se apaga,
Cierra el balcón la hermosa Marquesa de Sofraga.

— The End —