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Victor D López Feb 2019
Naciste siete años antes del comienzo de la guerra civil española,
Y viviste en una casita de dos pisos en la Calle de Abajo de Fontan,
Frente al mar que les regalo su riqueza y belleza,
Y les robo a tu hermano mayor, y el más noble, Juan, a los 19 años.

De chiquita eras muy llorona. Los vecinos te hacían rabiar con solo decirte,
“Chora, Litiña, chora” lo cual producía un largo llanto al instante.
A los siete u ocho años quedaste ciega por una infección en los ojos. Te salvó la vista
El medico del pueblo, pero no antes de pasar más de un año sin poder ir a la escuela.

Nunca recuperaste ese tiempo perdido. Tu impaciencia y la vergüenza de sentirte atrasada, Impidieron tus estudios. Tu profundo amor propio y la vergüenza de no saber lo que sabían tus
Amigas de tu edad, tu inquietud y tu inhabilidad de aguantar la lengua cuando te corregían,
Crearon una perfecta tormenta que desvió tu diminutiva nave hacia las rocas.

Cuando aún una niña, viste a Franco con su escolta salir de su yate en Fontan.
Con la inocencia de una niña que nunca supo aguantar la lengua, preguntaste a
Una vecina que también estaba presente “Quien es ese señor?”
“El Generalísimo Francisco Franco” te contestó en voz baja. Dile “Viva Franco” cuando pase.

Con la inocencia de una niña y con la arrogancia de una viejita incorregible gritaste señalándolo
“Ese es el Generalísimo?” Y con una carcajada seguiste en voz alta “Parece Pulgarcito!”
Un miembro de su escolta se acercó alzando su ametralladora con la aparente Intención de Golpearte con la culata. “Dejadla!” Exclamo Franco. “Es una niña—la culpa no es suya.”

Contaste ese cuento muchas veces en mi presencia, siempre con una sonrisa o riéndote.
Creo que nunca apreciaste el importe de esa “hazaña” de desprecio a la autoridad. Pudiera ser En parte por ese hecho de tu niñez que vinieron eventualmente por tu padre  
Que lo Llevaron preso. Que lo torturaron por muchos meses y condenaron a muerte?

El escapó su condena como ya he contado antes—con la ayuda de un oficial fascista.
Tan fuerte era su reputación y el poder de sus ideas hasta con sus muchos amigos contrarios.
Tal tu inocencia, o tu ceguera psíquica, en no comprender nunca una potencial causa de su Destrucción. A Dios gracias que nunca pudiste apreciar la posible consecuencia de tus palabras.

Tu padre, quien quisiste toda la vida entrañablemente con una pasión de la cual fue muy Merecedor, murió poco después del término de la guerra civil. Una madre con diez
Bocas para alimentar necesitaba ayuda. Tú fuiste una de las que más acudió a ese
Pedido silencioso. A los 11 años dejaste la escuela por última vez y comenzaste a trabajar.

Los niños no podían trabajar en la España de Franco. No obstante, un primo tomó piedad
De la situación y te permitió trabajar en su fábrica de embutidos de pescado en Sada.
Ganabas igual que todas tus compañeras mayores. Y trabajabas mejor que la mayoría de ellas,
Con la rapidez y destreza que te sirvieron bien toda tu vida en todos tus trabajos.

En tu tiempo libre, llevabas agua de la fuente comunal a vecinos por unos céntimos.
De chiquita también llevabas una sella en la cabeza para casa y dos baldes en las manos antes y Después de tu trabajo en la fábrica de Cheche para el agua de muchos pescadores en el puerto
Antes del amanecer esperando la partida a alta mar con tu agua fresca en sus recipientes.

Todo ese dinero era entregado tu madre con el orgullo de una niña que proveía
Más que el sueldo de una mujer grande—solo a cambio de tu niñez y de la escuela.
También lavabas ropa para algunos vecinos. Y siempre gratuitamente los pañales cuando había
Niños recién nacidos solo por el placer de verlos y poder estar con ellos.

Cuando eras un poco más grande, ya de edad de ir al baile y al cine, seguías la misma rutina,
Pero también lavabas y planchabas la ropa de los marineros jóvenes que querían ir muy limpios
Y bien planchados al baile los domingos. Ese era el único dinero que era solo tuyo—para
Pagar la peluquería todas las semanas y el baile y cine. El resto siempre para tu madre.


A los dieciséis años quisiste emigrar a Argentina a la casa de una tía en Buenos Aires.
Tu madre te lo permitió, pero solo si llevabas también a tu hermana menor, Remedios, contigo.
Lo hiciste. En Buenos Aires no podías trabajar tampoco por ser menor. Mentiste en las Aplicaciones y pudiste conseguir trabajo en una clínica como ayudanta de enfermera.

Lavaste bacinillas, cambiaste camas, y limpiaste pisos con otros trabajos similares.
Todo por ganar suficiente dinero para poder reclamar a tu madre y hermanos menores,
Sito (José) y Paco (Francisco). Luego conseguiste un trabajo de mucama en un hotel
En Mar del Plata. Los dueños apreciaron tu pasión por cuidar a sus niños pequeños.

Te mantuvieron como niñera y mucama—sin doble sueldo. Entre tu (pobre) sueldo y
Propinas de mucama, en un tiempo pudiste guardar suficiente dinero para comprar
Los pasajes para tu madre y hermanos. También pudiste volver a Buenos Aires y
Conseguiste alquilar un doble cuarto en una antigua casa cerca del Consulado español.

De aquellas, aun menor de edad, ya trabajabas en el laboratorio Ponds—al cargo de una
Máquina de empacado de productos de belleza. Ganabas buen dinero, y vivieron en el
Centro de Buenos aires en esa casa hasta que te casaste con papa muchos años después.
Aun te perseguía la mala costumbre de decir lo que penabas y de no dar el brazo a torcer.

El sindicato de la Ponds trató de obligarte a registrarte como Peronista.
A gato escaldado hasta el agua fría le hace daño, y reusaste registrarte al partido.
Le dijiste al sindicato que no le habías escapado a un dictador para aliarte a otro.
Te amenazaron con perder el trabajo. Y con repatriarte a ti y a tu madre y hermanos.

Tu respuesta no la puedo escribir aquí. Te llevaron frente al gerente general demandando
Que te despidiera de inmediato. Contestaste que te demostraran razones para hacerlo.
El gerente—indudablemente a propio riesgo—contestó que no había mejor trabajadora
En la fábrica y que no tenía el sindicato razones para pedir que te despidiera.

Después de un noviazgo de varios años, se casaron tú y papa. Tenían el mundo en sus
Manos. Buen trabajo con buenos ahorros que les permitirían vivir muy bien en el futuro.
No podías tener hijos—los cuales siempre anhelaste tener. Tres años de tratamientos
Lograron que me dieras vida. Vivimos por años en un hermoso apartamento en la ciudad.

Tengo uso de razón y recuerdos gratos desde antes de los dos años. Recuerdo muy bien ese Apartamento. Pero las cosas cambiaron cuando decidieron emprender un negocio
Que no fue sostenible en el caos de la Argentina en los años 60. Recuerdo demasiado bien el Sacrificio tuyo y el de papa—es eso un tema para otro día, pero no para hoy.

Fuiste la persona más trabajadora que conocí en mi vida. No le temías a ningún trabajo
Honesto por fuerte que fuese y tu inquietud y espíritu competitivo siempre te hicieron
Una empleada estelar en todos tus trabajos, la mayoría de ellos sumamente esclavos.
Hasta en casa no sabias parar a no ser que tuvieras con quien charlar un rato largo.

Eras una gran cocinera gracias en parte al chef del hotel en cual trabajaste en Argentina
Que era también un compatriota español (vasco) y te enseno a cocinar muchos de sus
Platos españoles e italianos favoritos. Fuiste siempre muy mal comedora. Pero te
Encantaba cocinar para amigos, familia y—cuantos mas mejor—y para las fiestas.

Papá también era buen cocinero aunque con un repertorio mas limitado. Y yo aprendí
De los dos con mucho afán también a cocinar desde joven. Ni en la cocina ni en ninguna
Fase de mi vida me puedo comparar contigo ni con papa, pero también me encanta
Cocinar y en especial para compartir con seres queridos.

Te daba gran placer introducir a mis amigos a tus platos favoritos como la cazuela de mariscos,
Paella, caldo gallego, tus incomparables canelones, ñoquis, orejas, filloas, buñuelos, flan,
Y todo el resto de tu largo repertorio de música culinaria. Papa me iba a buscar al colegio
Cuando en la escuela secundaria (JHS #10) todos los días antes del trabajo.

Los dos trabajaban el segundo turno y no partían hasta después de las 2:00 p.m.
Muchos días traía el coche lleno de mis compañeros. Recuerdo igual que si fuera ayer
Las caras de mis amigos judíos, chinos, japoneses, italianos, ingleses e irlandeses
Cuando primero probaron el pulpo, caldo gallego, la tortilla, las orejas o el flan.

Mediante el bachiller, la universidad y los estudios de derecho fue igual. A veces parecía
Una reunión de Las Naciones Unidas, pero siempre con comida. Siempre trataste a mis
Amigos íntimos como si fueran hijos tuyos también. Y algunos aun hoy día te quieren
Como una segunda madre y sienten tu ausencia aunque no te vieran por muchos años.

Tuviste una pasión por ser madre (una gran pena que solo tuvieras un hijo).
Que te hizo ser demasiado protectora de tu hijo.  Me vestías con ropa exclusiva de
Les Bebes—Fui un muñeco para quien no los tuvo de niña. No me dejabas fuera de tu vista.
El mantenerme en un ambiente libre de gérmenes produjeron algunos problemas de salud.

Mi pediatra te decía “Quiero verlo con las rodillas raspadas y las uñas sucias.”
Tú lo tomabas como un chiste. Me llevabas a menudo a un parque y a la calesita.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Pero no recuerdo tener ningún amigo hasta los siete u ocho
Años. Y solo uno entonces. No recuerdo tener una pandilla de amigos hasta los 13 años. Triste.

Cuando comencé a hablar como una cotorra con un año, y a caminar al mismo tiempo,
Me llevaste al médico. El medico pensó que era solo idea tuya. Me mostro unas llaves y me
Pregunto “Sabes lo que es esto, Danielito?” “Si. Son las llaves de tu tutú,” le contesté.
Después de unas pruebas, le recomendaron a mi madre que alimentara mi curiosidad.

Según ella era yo insoportable (algunas cosas nunca cambian). Si le preguntaba a
Papá por que el sol quema, a que distancia esta, que son las estrellas, por qué una
Linterna enfocada al cielo en una noche oscura no se ve, por qué los aviones no tienen
Ruedas debajo de pontones para poder aterrizar y despegar en el agua? Etc., etc., etc.

Me contestaba con paciencia. Recuerdo viajes en tren o autobús sentado en las piernas de mi Padre haciéndole mil preguntas. Desafortunadamente, si le preguntaba algo a mama que No supiera contestar, inventaba cualquier respuesta con tal de hacerme callar en vez de decirme “No se” o “pregúntaselo a papá” o “vete al infierno de una ver por todas y dejame en paz.”

Cuando me contaba algún cuento y no me gustaba como terminaba, “Caperucita Roja” por Ejemplo, mi madre tenía que inventar un fin que me gustara mejor o aguantar un llanto
Interminable. Pobre madre. Inventar lo que a Danielito no le gustaba podía ser peligroso.
Recuerdo un día en el teatro viendo dibujos animados que me encantaban (y aun encantan).

El Pato Donald salió en una escena comiéndose un tremendo sándwich. Le dije a mamá que
Quería un sándwich igual. En vez de contestarme que no era un sándwich de verdad, o que me Llevarían a comer después del teatro (como de costumbre) se le ocurrió decirme que me
Lo iba a traer el Pato Donald al asiento. Cambio la escena y el Pato Donald salió sin el sándwich.


Se acabo el mundo. Empecé a chillar y llorar que el Pato Donald se comió mi sándwich.
Me había mentido y no me trajo el prometido sándwich. Eso era algo insoportable.
No hubo forma de consolarme o hacerme entender—ya tarde—que el Pato Donald también
Tenía hambre, que el sándwich era suyo y no mío, o que lo de la pantalla no era realidad.

Ardió Cristo. Se había comido el sándwich del nene el Pato Donald quien era (y es) mi favorito.
La traición de un ser querido así era inconcebible e insoportable. Me tuvieron que quitar del
Cine a grito pelado. No se me fue la pataleta por largo rato. Pero todo paso cuando mi querida Tía Nieves (una prima) me dio unas galletas marineras con mermelada más tarde en su casa.

Cuánta agua debajo del puente. Tus recuerdos como el humo en una placentera brisa ya se han Esparcido, son moléculas insubstanciales como estrellas en el cielo, que no pintan cuadros Coherentes. Una vida de conversaciones vitales vueltas a susurros de niños en una tormenta Tropical, impermisibles, insustanciales, solo un sueño que interrumpe una pesadilla eterna.

Así es tu vida hoy. Tu memoria fue siempre prodigiosa. Recordabas el nombre de todas las Personas que conociste en toda tu vida—y conversaciones enteras palabra por palabra.
Con solo tres años de escuela, te fuiste por el mundo rompiendo paso y aprendiste a leer y
Escribir ya después de os 16 años en una ciudad adoptiva. Te fue más que suficiente tu estudio.

Siempre dije que eras mucho mejor escritora que yo. Cuantas excelentes novelas u obras de Teatro y poesía hubieras escribido tú con la mitad de mi educación y el triple de trabajo?  
No ay justicia en este mundo. Por qué le da Dios pan a quien no tiene dientes? Tú prodigiosa Memoria no te permite ya que me reconozcas. Fui la última persona que olvidaste.

Pero aun ahora que ya no puedes tener una conversación normal en ningún idioma,
Alguna vez te brillan los ojos y me llamas “neniño” y sé que por un instante no estás ya sola.
Pero pronto se apaga esa luz y vuelve la oscuridad. Solo te puedo ver unas horas un día a la Semana. Las circunstancias de mi vida no me dejan otra mejor opción.

Algún día no tendré ni siquiera la oportunidad de compartir unas horas contigo. No tendrás
Monumento alguno salvo en mis recuerdos mientras me quede uso de razón. Toda una
Vida de incalculable sacrificio de la cual solo dejarás el más pobre rasgo viviente del amor
De tu único hijo quien no tiene palabras para honrarte adecuadamente ni nunca las tendrá.


*          *          *

Ya llegó ese día, demasiado pronto. Octubre 11, 2018. Llegó la llamada a las 03:30 horas,
Una o dos horas después de haber quedado yo dormido. Te trataron de resucitar en vano.
No habría ya mas oportunidades de decirte te quiero, de acariciar tus manos y cara,
De cantarte al oído, de poner crema en tus manos, de anhelar que esta semana me recordaras.

De contarte acontecimientos de seres queridos, a quien vi, que me dijeron, quien pregunto
Por ti, ni de rezar por ti o de pedirte si me dabas un besito poniendo mi mejilla cerca de tus Labios y del placer cuando respondías dándome muchos besitos. Cuando no me respondías,
Lo mas probable estos últimos muchos meses, te decía, “Bueno la próxima vez.”

Siempre al despedirme te daba un besito por Alice y un abrazo que siempre te mandaba,
Y tres besitos en tu frente de parte de papa (siempre te daba tres juntos), y uno mío. Te
Dejaba la tele prendida en un canal sin volumen que mostrara movimiento. Y en lo posible
Esperaba que quedaras con los ojos cerrados antes de marchar.

Se acabó el tiempo. No hay mas prorroga. Mis oraciones cambian de pedir que Dios te proteja
Y que por Su Gracia puedas sanar un poquito día a día a que Dios guarde tu alma y la de papá y
Permita que descansen en paz en Su reino. Te hecho mucho de menos ya, como a papá, y lo
Haré mientras viva y Dios me permita uso de razón. No sabia lo que es estar solo. Ahora si lo se.

Cuatro años viendo tu deslumbrante luz reducirse a una vela temblando en a oscuridad.
Cuatro años temiendo que te dieras cuenta de tu situación.
Cuatro años rogando que no tuvieras dolor, tristeza o soledad.
Cuatro años y sin aprender como decirte adiós. El resto de mi vida esperando verte otra vez.

Te quiero con todo mi corazón siempre y para siempre, mamá. Descansa en Paz.
You can hear all six of my Unsung Heroes poems read by me in my podcasts at https://open.spotify.com/show/1zgnkuAIVJaQ0Gb6pOfQOH. (plus much more of my fiction, non-fiction and poetry in English and Spanish)
I dug ten arthritis pains deep
The cool earth's full worth sunk beneath
And then. when old Midas gained sleep
A pooled corpse pooled forth from its heath

And thus revealed the pungent mass
Form of twig, thorn, vine, and berry
Banana peels and rotting grass
Slick earwigs, horned beetles merry

En mis jardines de brujos mandaba a los amigos:

Formicidae, Armadillidium,
Gastropoda, and Annelida all
Wake for the feast of the beasts by this call
Take of your share where the least of you crawl
alislahish
Paseábase el rey moro - por la ciudad de Granada
desde la puerta de Elvira - hasta la de Vivarrambla.
                -¡Ay de mi Alhama!-Cartas le fueron venidas - que Alhama era ganada.
Las cartas echó en el fuego - y al mensajero matara,
                -¡Ay de mi Alhama!-Descabalga de una mula, - y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba - subido se había al Alhambra.
               -¡Ay de mi Alhama!-Como en el Alhambra estuvo, - al mismo punto mandaba
que se toquen sus trompetas, - sus añafiles de plata.
                -¡Ay de mi Alhama!-Y que las cajas de guerra - apriesa toquen el arma,
porque lo oigan sus moros, - los de la vega y Granada.
                -¡Ay de mi Alhama!-Los moros que el son oyeron - que al sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos - juntado se ha gran batalla.
                -¡Ay de mi Alhama!-Allí fabló un moro viejo, - de esta manera fablara:
-¿Para qué nos llamas, rey, - para qué es esta llamada?
                -¡Ay de mi Alhama!--Habéis de saber, amigos, - una nueva desdichada:
que cristianos de braveza - ya nos han ganado Alhama.
               -¡Ay de mi Alhama!-Allí fabló un alfaquí - de barba crecida y cana:
-Bien se te emplea, buen rey, - buen rey, bien se te empleara.
                -¡Ay de mi Alhama!-Mataste los Bencerrajes, - que eran la flor de Granada,
cogiste los tornadizos - de Córdoba la nombrada.
               -¡Ay de mi Alhama!-Por eso mereces, rey, - una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino, - y aquí se pierda Granada.
                -¡Ay de mi Alhama!-
Mujer de un funcionario romano,
recorriste la tierra
-sombra suya- de Gades a Palmira.
Soles distintos te doraron,
maduraron tu piel, fueron dejando
seco tu corazón.

                    Cómo sería tu cabeza, tu mano,
lo que fue carne tibia, vestidura del alma
y luego piedra silenciosa...
Ahora la mano ya no está en la piedra.
Y la cabeza fue limada, desfigurada y corroída
por el agua que la albergó durante siglos.
¿Cómo serías? Imagino que el escultor,
sumiso a los clientes, las rutinas,
los tópicos vigentes en la Roma de los Césares,
copió de ti la apariencia banal.
¿Serías verdaderamente
-no quedan rasgos que dejen comprobarlo-
matrona dura que mandaba sus hijos a la guerra,
que prefería muertos valerosos,
soledad y desolación,
antes que amor, calor y compañía de cobardes?
¿O tu rostro impasible
revelaría otra verdad?

Ahora no tienes ojos,
ni siquiera de piedra,
para que en ellos se refleje y cante el mar,
el mismo que rompía en tus ojos humanos
y te vestía de llamas azules.
(A la orilla del mar ocurriría aquel amor).

Un legionario, un soñador, un triste,
a la orilla del mar... Y le decías:
«Ráptame, llévame contigo, da a mi vida
sentido y esperanza, olvido y horizonte,
dale vida a mi vida». (El fingiría indiferencia
cuando subías con ofrendas al templo.

Y te abrazaba, enloquecía, te daba vida y muerte
cuando estabas con él a solas.)
El día que marchaste, dócil al lado de tu esposo,
a otro sol y otra tierra del Imperio,
lloró desconsolado el que era fuerza tuya.
Te hizo un collar de lágrimas
el que bebió tus lágrimas.
(Esto debió de suceder en la Imperial Tarraco).

Ahora no tienes ojos, ni siquiera de piedra.
El mar y el tiempo los borraron.
(Dentro del mar se pudriría aquel amor).
Sólo te queda la impasibilidad con que te imaginaron
para edificación y pasmo de los hombres.

Jamás podrá la piedra
albergar un soplo de vida.
Y entonces, dónde ha ido tanta vida,
dónde está tanta vida que la piedra no puede contener,
no puede imaginar y transmitir.
Tanta vida que fue la salvadora
del olvido y la nada, ¿habrá muerto contigo?
Cómo puede morir lo que fue vida.
Quién puede asesinar la vida.
Quién puede congelar en estatua una vida.

Qué hay en común entre este bulto
-pliegues rígidos y elegantes,
rostro esfumado, manos mutiladas-
y aquella estatua de ola tibia,
aquel pequeño sol poniente,
aquel viento de carne pálida,
aquella arena palpitante,
aquel prodigio de rumores:
o que tú fuiste un día,
lo que eres para siempre en un punto del tiempo y del espacio,
en el que escarbo inútilmente
con el afán de un perro hambriento.
¿Y fue por este río de sueñera y de barro
que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,
durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.
Una manzana entera pero en mitá del campo
expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.
Un almacén rosado como revés de naipe
brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.
El primer organito salvaba el horizonte
con su achacoso porte, su habanera y su ******.
El corralón seguro ya opinaba YRIGOYEN,
algún piano mandaba tangos de Saborido.
Una cigarrería sahumó como una rosa
el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.
A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Pártese el moro Alicante   víspera de San Cebrián;
ocho cabezas llevaba,   todas de hombres de alta sangre.
Sábelo el rey Almanzor,   a recebírselo sale;
aunque perdió muchos moros   piensa en esto bien ganar.
Mandara hacer un tablado   para mejor los mirar;
mandó traer un cristiano   que estaba en captividad,
como ante sí lo trujeron   empezóle de hablar:
díjole: -Gonzalo Gustos,   mira quien conocerás;
que lidiaron mis poderes   en el campo de Almenar,
sacaron ocho cabezas,   todas son de gran linaje.
Respondió Gonzalo Gustos:   -Presto os diré la verdad.
Y limpiándoles la sangre   asaz se fuera a turbar;
dijo llorando agramente:   -¡Conózcolas por mi mal!
La una es de mi carillo;   las otras me duelen más,
de los Infantes de Lara   son, mis hijos naturales.
Así razona con ellas   como si vivos hablasen:
-¡Sálveos Dios, Nuño Salido,   el mi compadre leal!,
¿adónde son los mis hijos   que yo os quise encomendar?
Mas perdonadme, compadre,   no he por qué os demandar,
muerto sois como buen ayo,   como hombre muy de fiar.
Tomara otra cabeza   del hijo mayor de edad:
-¡Oh hijo Diego González,   hombre de muy gran bondad,
del conde Garci Fernández   alférez el principal,
a vos amaba yo mucho,   que me habíades de heredar.
Alimpiándola con lágrimas   volviérala a su lugar.
Y toma la del segundo,   don Martín que se llamaba:
-¡Dios os perdone, el mi hijo,   hijo que mucho preciaba;
jugador de tablas erais   el mejor de toda España;
mesurado caballero,   muy bien hablabais en plaza!
Y dejándola llorando   la del tercero tomaba:
-¡Hijo don Suero González,   todo el mundo os estimaba;
el rey os tuviera en mucho,   sólo para la su caza!
¡Ruy Velázquez, vuestro tío,   malas bodas os depara;
a vos os llevó a la muerte,   a mí en cautivo dejaba!
Y tomando la del cuarto   lasamente la miraba:
-¡Oh, hijo Fernán González,   (nombre del mejor de España,
del buen conde de Castilla,   aquel que vos baptizara),
matador de oso y de puerco,   amigo de gran compaña;
nunca con gente de poco   os vieran en alianza!
Tomó la de Ruy González,   al corazón la abrazaba:
-¡Hijo mío, hijo mío,   quién como vos se hallara;
gran caballero esforzado,   muy buen bracero a ventaja;
vuestro tío Ruy Velázquez   tristes bodas ordenara!
Y tomando otra cabeza,   los cabellos se mesaba:
-¡Oh, hijo Gustios González,   habíades buenas mañas,
no dijérades mentira,   ni por oro ni por plata,
animoso, buen guerrero,   muy gran heridor de espada,
que a quien dábades de lleno   tullido o muerto quedaba!
Tomando la del menor   el dolor se le doblaba:
-¡Hijo Gonzalo González,   los ojos de doña Sancha!
¡Qué nuevas irán a ella   que a vos más que a todos ama!
¡Tan apuesto de persona,   decidor bueno entre damas,
repartidor en su haber,   aventajado en la lanza!
¡Mejor fuera la mi muerte   que ver tan triste jornada!
Al duelo que el viejo hace,   toda Córdoba lloraba.
El rey Almanzor, cuidoso,   consigo se lo llevaba
y mandaba a una morica   lo sirviese muy de gana.
Esta le torna en prisiones   y con amor le curaba;
hermana era del rey,   doncella moza y lozana;
con ésta Gonzalo Gustios   vino a perder la su saña,
que de ella le nació un hijo   que a los hermanos vengara.
En estos hiperbólicos minutos
en que la vida sube por mi pecho
como una marea de tributos
onerosos, la plétora de vida
se resuelve en renuncia capital
y en miedo se liquida.
Mi sufrimiento es como un gravamen
de rencor, y mi dicha como cera
que se derrite siempre en jubileos,
y hasta mi mismo amor es como un tósigo
que en la raíz del corazón prospera.
Cobardemente clamo, desde el centro
de mis intensidades corrosivas,
a mi parroquia, el ave moderada,
a la flor quieta y a las aguas vivas.
Yo quisiera acogerme a la mesura,
a la estricta conciencia y al recato
de aquellas cosas que me hicieron bien...
Anticuados relojes del Curato
cuyas pesas de cobre
se retardaban, con intención pura,
por aplazarme indefinidamente
la primera amargura.
Obesidad de aquellas lunas que iban
rodando, dormilonas y coquetas,
por un absorto azul
sobre los árboles de las banquetas.
Fatiga incierta de un incierto piano
en que un tema llorón se decantaba,
con insomnio y desgano,
en favor del obtuso centinela
y contra la salud del hortelano.
Santos de piedra que en el atrio exponen
su casulla de piedra a la herejía
del recio temporal.
Garganta criolla de Carmen García
que mandaba su canto hasta las calles
envueltas en perfume vegetal.
Cromos bobalicones,
colgados por estímulo a la mesa,
y que muestran sandías y viandas
con exageraciones
pictóricas; exánimes gallinas,
y conejos en quienes no hizo sangre
lo comedido de los perdigones.
Canteras cuyo vértice poroso
destila el agua, con paciente escrúpulo,
en el monjil reposo
del comedor, a cada golpe neto
con que las gotas, simples y tardías,
acrecen el caudal noches y días.
Acudo a la justicia original
de todas estas cosas;
mas en mi pecho siguen germinando
las plantas venenosas,
y mi violento espíritu se halla
nostálgico de sus jaculatorias
y del pío metal de su medalla.

— The End —