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Joss Caisequilla Feb 2013
Hueles a playa, a lo familiar.

Hueles a casa, pero hueles a ti.

Hueles a que me gustas, a que me quiero acercar.

Dos mundos en tu rostro, cada uno con una historia

Y cada una me habla de ti.

Llenas la habitación con belleza, y al viento le das una infusión de deseo.

Vivir tu sonrisa cuando me miras es ganar.

Quedar sin otra alternativa mas que sonreír sin saber que me pasa es perder.

Pierdo lo mundano, me vuelve a gustar la vida.

No eres lo que busco, fuiste lo que ya encontré.

Hueles a estar bien, a estar completo.

Hueles cuando estás, y hoy no hueles.

Hoy los mundos en tu rostro no me cuentan nada,

Pues no están aquí.

El viento sólo es aire, sin perfume ni emoción.

Y esta habitación muere insípida, sola, gris.

Hasta que vuelva a mirarte mañana.

Y huelas a playa, a lo familiar, a ti.

Hasta que vuelva a mirarte de lejos,

Y viva en mi la esperanza de conquistarte con mis versos.
steel tulips Aug 2012
No puedo parar pensando en ti

Ni tus pestañas

Ni el olor de tu piel

No logro olvidar tus manos

Como me acariciaban

Y como movían por mi cuerpo con debilidad y oportunidad

Tus ojos están quemados en mi mente con la candela de mis sueños

Hueles a cigarrillo y aventura

Hueles a hablando nariz contra nariz

Eres electricidad y yo una lámpara sin luz ( te necesito)

Haces que todo los pelos en mis brazos se levanten al cielo.

Eres celestial.

Y yo terrestre.

La lejura entre nuestros cuerpos me enferma.
excuse my disjointed spanish, I'm rusty
En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.

Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.

Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la gente orina,
adivinas tos cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.

Adivinas los cuerpos
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.

Oh conducida herida de flechas especiales!

Hueles lo húmedo en medio de la noche?

O un brusco vaso de rosales quemados?

Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?

Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del ***** como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.

Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
como una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.

Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.

El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada,
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.

Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.

En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?

Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.

Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.

Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.

Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes, Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.

Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.

Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.

Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.

Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
***** ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.

Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel ***** que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.
Tengo tu mismo color
Y tu misma procedencia.
Somos aroma y esencia
Y amargo es nuestro sabor.
Tú viajaste a Nueva York
Con visa en Bab-el-Mandeb,
Yo mi Trópico crucé
De Abisinia a las Antillas.
Soy como ustedes semillas.
Son un grano de café.
En los tiempos coloniales
Tú me viste en la espesura
Con mi liana a la cintura
Y mis abóreos timbales.
Compañero de mis males,
Yo mismo te trasplanté.
Surgiste y yo progresé:
En los mejores hoteles
Te dijeron ¡qué bien hueles!
Y yo asentí "¡uí, mesié!".
Tú: de porcelana fina,
Cigarro puro y cognac.
Yo de smoking, yo de frac,
Yo recibiendo propina.
Tú a la Bolsa, yo a la ruina;
Tú subiste, yo bajé...
En los muelles te encontré,
Vi que te echaban al mar
Y ni lo pude evitar
Ni a las aguas me arrojé.
Y conocimos al Peón
Con su "café carretero",
Y hablando con el Obrero
Recorrimos la nación.
Se habló de revolución
Entre sorbos de café:
Cogí el machete... dudé,
¡Tú me infundiste valor
Y a sangre y fuego y sudor
Mi libertad conquisté...!
Después vimos al Poeta:
Lejano, meditabundo,
Queriendo arreglar el mundo
Con una sola cuarteta.
Yo, convertido en peseta,
Hasta sus plantas rodé:
¡Qué ojos los que iluminé,
Que trilogía formamos
Los pobres que limosneamos
El Poeta y su café...!
Tengo tu mismo color
Y tu misma procedencia,
Somos aroma y esencia
Y amargo es nuestro sabor...
¡Vamos hermanos, valor,
El café nos pide fe;
Y Changó y Ochún y Agué
Piden un grito que vibre
Por nuestra América Libre,
Libre como su café!
Joss Caisequilla Feb 2013
Busco el amor que me robó la ciudad.

La neblina flota en el espacio de noche,

Y la luz la atraviesa mi alma como un ventanal que se rompe.

Tus pasos sobre la calle me hacían sentir en casa.

Hueles a primavera venciendo al invierno,

Por eso te escribo estos versos en pleno febrero.

No te pierdas, mi niña que creció en mujer.

No me busques, mujer que secuestró mi paz.

Pues si te encuentro, no hay duda de que volveré a enloquecer.

Y si me encuentras, sabré que ya no hay vuelta atrás.
Eres un Angel
de cabellos de madera
hueles a flores
       puedo mirarte
               noche y día
                        una obra de arte
                                              con vida.


                                      Me hacen falta
                                palabras dignas,
                    para decirte
                 desde adentro    
    tu silencio
me calma.

Te soñe...
            que....
                     me... alumbras...
Te soñe...
               como...
                        sombra...
X
¡Cae agua de revólveres lavados!
Precisamente,
es la gracia metálica del agua,
en la tarde nocturna en Aragón,
no obstante las construidas yerbas,
las legumbres ardientes, las plantas industriales.

Precisamente,
es la rama serena de la química,
la rama de explosivos en un pelo,
la rama de automóviles en frecuencias y adioses.

Así responde el hombre, así, a la muerte,
así mira de frente y escucha de costado,
así el agua, al contrario de la sangre, es de agua,
así el fuego, al revés de la ceniza, alisa sus rumiantes
ateridos.
¿Quién va, bajo la nieve? ¿Están matando?
No.
Precisamente,
va la vida coleando, con su segunda soga.

¡Y horrísima es la guerra, solivianta,
lo pone a uno largo, ojoso;
da tumba la guerra, da caer,
da dar un salto extraño de antropoide!
Tú lo hueles, compañero, perfectamente,
al pisar
por distracción tu brazo entre cadáveres;
tú lo ves, pues, tocaste tus testículos,
poniéndote rojísimo;
tú lo oyes en tu boca de soldado natural.

Vamos, pues, compañero;
nos espera tu sombra apercibida,
nos espera tu sombra acuartelada,
mediodía capitán, noche soldado raso...
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver! ... Y sollozo.
En las alas oscuras de la racha cortante
me das, al mismo tiempo, una pena y un goce:
algo como la helada virtud de un seno blando,
algo en que se confunden el cordial refrigerio
y el glacial desamparo de un lecho de doncella.
He aquí que en la impensada tiniebla de la muda
ciudad, eres un lampo ante las fauces lóbregas
de mi apetito: he aquí que en la húmeda tiniebla
de la lluvia, trasciendes a candor como un lino
recién lavado, y hueles, como él, a cosa casa;
he aquí que entre las sombras regando estás la esencia
del pañolín de lágrimas de alguna buena novia.
Me embozo en la tupida oscuridad, y pienso
para ti estos renglones, cuya rima recóndita
has de advertir en una pronta adivinación
porque son como pétalos nocturnos, que te llevan
un mensaje de un singular clarosfrío;
y en las tinieblas húmedas me recojo, y te mando
estas sílabas frágiles, en tropel, como ráfaga
de misterio, al umbral  de tu espíritu en vela.
Toda tú te deshaces sobre mí como una
escarcha, y el traslúcido meteoro prolóngase
fuera del tiempo; y suenan tus palabras remotas
dentro de mí, con esa intensidad quimérica
de un reloj descompuesto que da horas y horas
en una cámara destartalada...
Como un ala negra tendí mis cabellos
            sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste
            diciéndome luego:
-¿Duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿Con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿Tu almohada es de trébol? ¿Las tienes tan negras
porque acaso en ellas exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡Qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
Hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Qué perfume usas? Y riendo le dije:
            -¡Ninguno, ninguno!
Te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!
El grafófono,
A tarde y mañana,
En el puente del barco
Sonaba y sonaba.

Era un barco muy viejo,
Un barco de carga
(Ron, azúcar y negros).
Que todos los meses salía
                              El día 19,
                              De Martinica
                              Para Burdeos.

                  Negros y negras
(Café tinto con gotas de leche)
Bailaban a tarde y mañana
Shimmy, jaba y fox-trot en el puente;
Charleston no se bailaba

Que es mal de San Vito reciente;
Corbatas muy rojas, los hombres,
De rojo y azul las mujeres,
Zarcillos de oro, muy largos,
          De carey, brazaletes,
Y Houbigant y sudor confundidos....
Houbigant en sudor.... ¡qué mal hueles!

                              «Adieu! Fort de France!»
                              Decían riendo.
¡Qué blancos sus dientes lucían
En los labios carnudos y anémicos!

                              Y seguía el grafófono,
Y seguían bailando los martiniqueños.

                              De pronto
El cielo se puso muy *****.
Y estrellóse en el barco una ola,
Una ola muy grande, rugiendo,
Y la ola inundó todo el puente
...Era el mar, que colérico
Acababa con música y baile
Y escupía en la cara a los negros.
Tú que hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua que corre transparente
no has de beber mis aguas rojas.Tú que sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra roca.Perfección de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!Tú que bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos como copa.Lo has olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.No has venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.Nada te pertenece. Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar,
«que es el morir», dicen las coplas.No has venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua transitoria.
Tu fin no está en ti mismo («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son tu obra.Y que el cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.
Fuensanta: las finezas del Amado,
las finezas más finas,
han de ser para ti menguada cosa,
porque el honor a ti resulta honrado.
La corona de espinas,
llevándola por ti, es suave rosa
que perfuma la frente del Amado.
El madero pesado
en que me crucifico por tu amor
no pesa más, Fuensanta,
que el arbusto en que canta
tu amigo el ruiseñor
y que con una mano
arranca fácilmente el leñador.
Por ti el estar enfermo es estar sano;
nada son para ti todos los cuentos
que en la remota infancia
divierten al mortal;
porque hueles mejor que la fragancia
de encantados jardines soñolientos,
y porque eres más diáfana, bien mío,
que el diáfano palacio de cristal.
Pero con ser así tu poderío,
permite que te ofrezca el pobre don
del viejo parque de mi corazón.
Está en diciembre, pero con tu cántico
tendrá las rosas de un abril romántico.
Bella Fuensanta,
tú ya bien sabes el secreto: ¡canta!
a mcvicar Dec 2017
hueles a madera;
a madera olvidada,
a madera podrida,
a madera vencida.
LKenzo Dec 2020
Sacaste todas mis palabras fuera de contexto
aquel día, en frente del edificio desecho
buscando alguna razón para volver a hablarte
intento cerrar mi mente para entenderte
nado muy lejos de la orilla
te busco en la distancia
se elevan las cenizas
cubro mi melancolía con alcoholemia
me vuelvo dulce
ardo en la distancia.
El colegio francés.
La casa de las puertas cerradas.
El ejército de hombres.
Las líneas de batalla.
Cierro mis ojos aunque todo esté oscuro
he aprendido a vivir así
de esperanzas vacías, nubes y pájaros
Mi alma siente el mal agüero
la luz desaparece al horizonte
y me da miedo no poder detenerla
Y entonces me veo obligada a salir de casa
hacia el castillo
Carolina,
Volveré a perder
escúchame otra vez
déjame no saber, ya que
volveré a caer
cuando el alba
sea incapaz de aparecer.
Haz que vuelva a ser feliz con tu presencia
añoro todo lo que algún día fuiste
añoro todos los veranos de mi vida
con su sol azotando mi frente
con sus aguas mojando mi almohada
con tus besos adornando mi cara.
Si por mi fuera sería tu puta toda la vida
toda la vida
Si por mi fuera te querría todos los días
todos mis días
Si por mi fuera descansaría
muy cerca de la orilla,
con la cabeza bajo el agua,
no escucho tus palabras
cierro los ojos
ya no veo tu cara
Ya no tengo porque pensarte, cariño
me siento herida
por eso te he hablado
Ya no tengo el que pensarte
ha pasado mucho tiempo
no me quedan razones.
Un caramelo del Nepal
un vestido de terciopelo verde oscuro
un vinilo agrietado
un cenicero con forma de rana
una bañera de espuma
una cuchilla afilada,
los tres espejos
flores en el papel de la pared
mechones de pelo mojado
pegado en la frente y en la espalda
pezones y vino de Malta,
el tapón del mar
la sangre en la copa
tu lunar en la mejilla, que tanto resalta,
libros de medicina antigua
una puerta tapada por una cortina
los pelos en la lengua
en el suelo, un plato de comida,
las primeras televisiones
por el pasillo, luces rojas,
manos blancas
Francia en llamas.

Hueles a muerte
besas como ella
sintonizo la primera cadena.
El gas abierto
la cabeza dentro.

— The End —