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Leydis Jul 2017
La mujer busca,
A corazarse el autoestima que le
B rumaron y
O pacaron cuando
R ompieron su
A plastado amor propio.
T ornando, todo lo que pueda
O primir o retrasar su encuentro de
R ecaudación y reanudación de sus
I  lusiones e intuición y por
O bligación mantener su
S oberanía y fortaleza interna.

Un laboratorio de ilusiones eres mujer.
Un almacén de amor para todos, más yo te digo;
asegura almacenar amor propio para ti.
Para que cuando lleguen las tormentas,
recuerdes que en tu laboratorio,
guardas todos lo que necesitas para cada batalla.

Que tienes paz, que eres paz.
Que cuándo la vida quiera frenarte,
saca un frasco que dice “sigue empujando”.
Que si te pisotean el orgullo,
sepas que en tu laboratorio interno, tienes “amor propio”.
Que vales más que toda la riqueza del universo,
por el simple hecho de ser mujer.
Que eres verso, verbo, pero nunca sustantivo.
Que para alguien eres una hermosa prosa.  
Que tu cabellera, tu cara, y tu cuerpo…..
es el convenio que hizo ¡Dios con el hombre!
Que hay un poeta loco merodeando las calles, acucioso por bañarte a besos.  
Que el universo es tu amigo, y, está aquí para consentirte.
Que eres sentimientos indescriptibles…,
Eres la sensualidad infinita.
La semejanza que desea la luna.
Eres el melao’ del amargo,
y de la inteligencia sus neuronas.  

Así que recuerda, que eres un laboratorio ambulante.
Que si te enfermas, tienes un laboratorio surtido…..
Pero lo llevas por dentro!

LeydisProse
7/20/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
No existe el Tiempo: Existe su medida.
El espacio es materia, que se va y no se ve.
Y el hombre es un espacio cuando llega a la vida,
y la vida es un tiempo, cuando el hombre se fue.
Cada olor es materia difundida,
es materia invisible que adquiere movimientos,
y así, al abrir un frasco más viejo que una vida,
la rosa de hace un siglo resucita en el viento.
Viejecito del andén: Dios no es ingrato;
y cuando Dios pregunte qué has hecho y lo que has sido,
permitirá sin duda que toques tu silbato,
despidiendo los trenes que van hacia el olvido...
Hoy no quiero otra cosa que cerrar una puerta
y buscar tu sonrisa para saber que existes.
Y un árbol en el patio y una ventana abierta,
y ver caer las hojas para quedarnos tristes...
Así será mejor; sin un reproche.
Era dulce el crepúsculo con tu mano en la mía.
Y está bien que hayas sido la mujer de una noche;
la mujer de una noche para el hombre de un día...
magalí Mar 2023
Me acuerdo de tener seis años, de estar sentada en la mesa de la cocina, de levantar la vista de donde estaba hundiendo las uñas en una fruta para desvestirla, y de encontrar suspendida en el aire a una bolita blanca, como algodón pero más flaca.
Dejé los párpados al lado de la cáscara para pelar los ojos y mirar a lo que no podía ser otra cosa que el esqueleto de un pompón entrar por la ventana.
¿Era un insecto?
Arácnido, capaz.
¿Viviría por días o por horas?
Voló hasta que llegó a la mesa de la cocina, se paró al lado de mi cáscara de mandarina, y yo no me pregunté por insectos ni arácnidos ni por días ni por horas, sino por como algo sin alas podía igual volar.

Capturé a una, una vez. No con un aplauso, como haría con un mosquito, pero con manos juntas y ahuecadas, dedos como rejas que supieron enjaularla, y la adopté como mascota.
La paré sobre uno de mis nudillos con pies que ella no tenía y la acerqué a un pedazo de durazno, esperando a que volara desde mi mano hasta la fruta que estaba mudándose a marrones en colores y a podrido en gusto, para que coma con una boca que yo no veía.
Intenté una y otra vez. La mimé, la acaricié con cuidado de no quebrarla, le susurré que fuerza, que vamos, comé algo. Y ella no se dio ni vuelta a mirarme, y yo viví con un gusto amargo en la boca que tenía cualquier cosa en la que apoyara los dientes. Hasta que una noche la bolita se dió a la fuga, y yo me ahogué en duelo hasta que llegó algo nuevo a casa. Algo con cuatro patas, con dientes que yo si veía, una lengua que me daba besos cuando le tendía la fruta más rancia que podía encontrar al fondo del cajón de la heladera, y la bolita me olvidó, y yo la olvidé.

Pasa un tiempo de algún tamaño hasta que aprendo que esa bolita con espinas incontables como pelos en ***** no era insecto, ni araña, ni vivió, ni murió.
Diente de león, le dice mi mamá, lo pronuncia igual que cómo cuando yo le señalo algo de plástico o de metal, redondo o plano, en cuatro ruedas por la calle o echando raíces en el pasto, y le pregunto qué es eso.
Diente, yo repito, no cómo un qué, sino como un nombre, y pienso en mi Diente. Mascota, prisionera, compañera. Su cucha un frasco vacío de mermelada y sus días un montón de nada, de tratar de escaparse cada vez que soplaba el viento y de hacerme echar a perder como fruta vieja cada vez que llegaba la hora del almuerzo y Diente no comía, ni lloraba, ni gritaba, ni me miraba.
Diente ni siquiera era flor, aprendí mucho después, sino una congregación de semillas que nace de una flor amarilla y prende vuelo por el aire hasta que vuelve a tocar tierra, para que broten nuevos dientes, nuevas flores, nuevas semillas, y se repita.
Y entonces no la culpo a mi Diente. Era solamente un ramo de flores por nacer.
Yo igual me enamoré.
La lenta sabiduría de la lengua
escurre con corriente fuerte y llena
un frasco entró
¿quien se entera? si cada lengua pide
ojos y cada par de ojos suena
en diferente lengua

¿y qué tal la sabiduría del corazón?
la que dicen que no tiene razón
¿cuantos frascos podrá ella llenar ?
Keev Jun 16
Son siete y me vacían el alma…
Cada vez que creo que avanzo,
me empujan de nuevo hacia atrás, y caigo descalzo.

Por la gula ya empecé,
déjenme decir que sí la dominé,
es un enemigo simple de controlar,
pero otros no paran de azotar.

La avaricia, la más silenciosa,
piensa que pasa desapercibida, sigilosa.
Encerrada en un frasco pequeño,
que poco a poco explota su empeño.

Es como un reloj de arena,
atenta, acechando mi condena.
Espera paciente que acabe mi resistencia,
jugando con mi frágil conciencia.

La ira y la soberbia la respaldan,
como carroñeras, siempre aguardan,
esperando el vaivén de mis emociones,
alimentadas de viejas frustraciones.

Un shot de ron o de tequila,
enciende el fuego y la ira desfila.
Explota el frasco de la avaricia,
y la soberbia desde el fondo inicia.

Las tres se atrincheran en mi corazón,
y allí empieza la guerra, sin redención.
Guerra custodiada por el demonio,
que dirige el caos desde su podio.

A su izquierda la pereza se sienta,
a su derecha la lujuria revienta,
y en su espada afilada, la envidia tienta:
tres soldados que mi mente atormentan.

Mientras en mi pecho la batalla estalla,
la guerra de mente, cuerpo y alma no se calla.
Cada día es una lucha sin cesar,
con demonios que me vuelven a arrastrar.

Primero caigo bajo la pereza,
luego la lujuria me atraviesa,
y la envidia se apodera de mi razón:
¿Por qué ella no fue mía y sí de él?
repite mi obsesión.

Todo ocurre mientras la pereza me postra en la cama,
la lujuria devora mi cuerpo amargo,
y la envidia contamina mi mente,
entre placer y culpa, lentamente,
Que aunque solo en pensamiento pude hacerla mía,
Termino y un vacío se apodera de mi ser….

Llega la tarde, me invitan un par de tragos,
y siento cómo el infierno abre sus estragos.

La trinchera de mi corazón vuelve a arder,
desprecio a los demás sin detener,
me creo el rey,
tan grande que ni Dios me puede detener.

Me burlé de Él como un ingenuo,
hasta que la soberbia me hizo un rehén nuevo.
Llamé a la avaricia sin piedad,
y humillé a un hombre por su necesidad.

Mientras mi ego gozaba el combate,
la ira alimentaba mi disparate.
Pero en medio de esa tempestad brutal,
Dios… te entrego mi alma en plena batalla.

Solo en ti puedo confiar mi oscuridad,
sé que la destruirás junto con los demonio con tu verdad.
Los demonios no siempre tienen cuernos, a veces habitan en el pecho, y cada día es otra ronda en esta guerra silenciosa. No busco que lo entiendan, solo que lo sientan.

— The End —