Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
En el alba de callados venenos
amanecemos serpientes.

Amanecemos piedras,
raíces obstinadas,
sed descarnada, labios minerales.

La luz en estas horas es acero,
es el desierto labio del desprecio.
Si yo toco mi cuerpo soy herido
por rencorosas púas.
Fiebre y jadeo de lentas horas áridas,
miserables raíces atadas a las piedras.

Bajo esta luz de llanto congelado
el henequén, inmóvil y rabioso,
en sus índices verdes
hace visible lo que nos remueve,
el callado furor que nos devora.

En su cólera quieta,
en su tenaz verdor ensimismado,
la muerte en que crecemos se hace espada
y lo que crece y vive y muere
se hace lenta venganza de lo inmóvil.

Cuando la luz extiende su dominio
e inundan blancas olas a la tierra,
blancas olas temblantes que nos ciegan,
y el puño del calor nos niega labios,
un fuego verde cerca al henequén,
muralla viva que devora y quema
al otro fuego que en el aire habita.
Invisible cadena, mortal soplo
que aniquila la sed de que renace.

Nada sino la luz. No hay nada, nada
sino la luz contra la luz rabiosa,
donde la luz se rompe, se desangra
en oleaje estéril, sin espuma.

El agua suena. Sueña.
El agua intocable en tu tumba de piedra,
sin salida en su tumba de aire.
El agua ahorcada,
el agua subterránea,
de húmeda lengua humilde, encarcelada.
El agua secreta en su tumba de piedra
sueña invisible en su tumba de agua.

A las seis de la tarde
alza la tierra un vaho blanquecino.
Vuelan pájaros mudos, barro helado.
Arrasen nubes crueles el cielo sin orillas.

Pero en la noche el agua gime.
Un cielo de metal
oprime pecho y venas
y tiembla en el ahogo el horizonte.
El agua gime entre sus negros hierros.
El hombre corre de la muerte al sueño.

El henequén vigila cielo y tierra.
Es la venganza de la tierra,
la mano de los hombres contra el cielo.
¿Qué tierra es ésta?,
¿qué extraña violencia alimenta
en su cáscara pétrea?
¿qué fría obstinación,
años de fuego frío,
petrificada saliva persistente,
acumulando lentamente un jugo,
una fibra, una púa?

Una región que existe
antes que sobre el mundo alzara el aire
su bandera de fuego y el agua sus cristales;
una región de piedra
nacida antes del nacimiento mismo de la muerte,
una región, un párpado de fiebre,
unos labios sin sueño
que recorre sin término la sed,
como el mar a las lajas en las costas desiertas.

La tierra sólo da su flor funesta,
su espada vegetal.
Su crecimiento rige
la vida de los hombres.
Por sus fibras crueles
corre una sed de arena
trepando desde sótanos ciegos,
duras capas de olvido donde el tiempo no existe.

Furiosos años lentos, concentrados,
como no derramada, oculta lágrima,
brotando al fin sombríos
en un verdor ensimismado,
rasgando el aire, pulpa, ahogo,
blanda carne invisible y asfixiada.
Al cabo de veinticinco amargos años
alza una flor sola, roja y quieta.
Una vara ****** la levanta
y queda entre los aires, isla inmóvil,
petrificada espuma silenciosa.

Oh esplendor vengativo,
única llama de este infierno seco,
¿tanta fiebre acallada,
surge en tu llama rígida, desnuda,
para cantar, sólo, tu muerte?
¡Si yo pudiera,
en esta orilla que la sed ilumina,
cantar al hombre que la habita y la puebla,
cantar al hombre que su sed aniquila!

Al hombre húmedo y persistente como lluvia,
al hombre como un árbol hermoso y ultrajado
que arranca su nacimiento al llanto,
al hombre como un río entre las llamas,
como un pájaro semejante a un relámpago.
Al hombre entre sus fines y sus frutos.

Los frutos de la tierra son los fines del hombre.
Mezcla su sal henchida con las sales terrestres
y esa sal es más tierna que la sal de los mares:
le dio Adán, con su sangre, su orgulloso castigo.

¡Si pudiera cantar
al hombre que vive bajo esta piel amarga!
El nacimiento,
el espanto nocturno,
la vasta mano que puebla y despuebla la tierra.

Entre el primer silencio y el postrero,
entre la piedra y la flor,
tú caminas. Te ciñe un pulso aéreo,
un silencio flotante,
como fuga de sangre, como humo,
como agua que olvida.

Llamas petrificadas te sostienen.
Caminas entre espadas,
casi invisible
bajo el temblor del cielo liso,
con un paso, un solo paso tierno,
un leve paso de animal que huye.

Tú caminas. Tú duermes. Tú fornicas.
Tú danzas, bebes, sueñas.
Sueñas en otros labios que prolonguen tu sueño.

Alguien te sueña, solo.
Tu nombre, polvo, piedra,
en el polvo sediento precipita su ruina.

Mas no es el ritmo oscuro del planeta,
el renacer de cada día,
el remorir de cada noche,
lo que te mueve por la tierra.
¡Oh rueda del dinero,
que ni te palpa ni te roza
y te deshace cada día!

Ángel de tierra y sueño,
agua remota que se ignora,
oh condenado,
oh inocente,
oh bestia pura entre las horas del dinero,
entre esas horas que no son nuestras nunca,
por esos pasadizos de tedio devorante
donde el tiempo se para y se desangra.

¡El mágico dinero!
Invisible y vacío,
es la señal y el signo,
la palabra y la sangre,
el misterio y la cifra,
la espada y el anillo.

Es el agua y el polvo,
la lluvia, el sol amargo,
la nube que crea el mar solitario
y el fuego que consume los aires.
Es la noche y el día:
la eternidad sola y adusta
mordiéndose la cola.

El hermoso dinero da el olvido,
abre las puertas de la música,
cierra las puertas al deseo.
La muerte no es la muerte: es una sombra,
un sueño que el dinero no sueña.

¡El mágico dinero!
Sobre los huesos se levanta,
sobre los huesos de los hombres se levanta.

Pasas como una flor por este infierno estéril,
hecho sólo del tiempo encadenado,
carrera maquinal, rueda vacía
que nos exprime y deshabita,
y nos seca la sangre,
y el lugar de las lágrimas nos mata.

Porque el dinero es infinito y crea desiertos infinitos.
Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.
Entre la noche y el día
hay un territorio indeciso.
No es luz ni sombra:
                                      es tiempo.
Hora, pausa precaria,
página que se obscurece,
página en la que escribo,
despacio, estas palabras.
                                                La tarde
es una brasa que se consume.
El día gira y se deshoja.
Lima los confines de las cosas
un río obscuro.
                            Terco y suave
las arrastra, no sé adónde.
La realidad se aleja.
                                    Yo escribo:
hablo conmigo
                          -hablo contigo.

Quisiera hablarte
como hablan ahora,
casi borrados por las sombras
el arbolito y el aire;
como el agua corriente,
soliloquio sonámbulo;
como el charco callado,
reflector de instantáneos simulacros;
como el fuego:
lenguas de llama, baile de chispas,
cuentos de humo.
                                  Hablarte
con palabras visibles y palpables,
con peso, sabor y olor
como las cosas.
                              Mientras lo digo
las cosas, imperceptiblemente,
se desprenden de sí mismas
y se fugan hacia otras formas,
hacia otros nombres.
                                        Me quedan
estas palabras: con ellas te hablo.

Las palabras son puentes.
También son trampas, jaulas, pozos.
Yo te hablo: tú no me oyes.
No hablo contigo:
                                  hablo con una palabra,
Esa palabra eres tú,
                                        esa palabra
te lleva de ti misma a ti misma.
La hicimos tú, yo, el destino.
La mujer que eres
es la mujer a la que hablo:
estas palabras son tu espejo,
eres tú misma y el eco de tu nombre.
Yo también,
                        al hablarte,
me vuelvo un murmullo,
aire y palabras, un soplo,
un fantasma que nace de estas letras.

Las palabras son puentes:
la sombra de las colinas de Meknès
sobre un campo de girasoles estáticos
es un golfo violeta.
Son las tres de la tarde,
tienes nueve años y te has adormecido
entre los brazos frescos de la rubia mimosa.
Enamorado de la geometría
un gavilán dibuja un círculo.
Tiembla en el horizonte
la mole cobriza de los cerros.
Entre peñascos vertiginosos
los cubos blancos de un poblado.
Una columna de humo sube del llano
y poco a poco se disipa, aire en el aire,
como el canto del muecín
que perfora el silencio, asciende y florece
en otro silencio.
                              Sol inmóvil,
inmenso espacio de alas abiertas;
sobre llanuras de reflejos
la sed levanta alminares transparentes.
Tú no estás dormida ni despierta:
tú flotas en un tiempo sin horas.
Un soplo apenas suscita
remotos países de menta y manantiales.
Déjate llevar por estas palabras
hacia ti misma.
Las palabras son inciertas
y dicen cosas inciertas.
Pero digan esto o aquello,
                                                nos dicen.
Amor es una palabra equívoca,
como todas.
                        No es palabra,
dijo el Fundador:
                                  es visión,
comienzo y corona
de la escala de la contemplación
-y el florentino:
                              es un accidente
-y el otro:
                      no es la virtud
pero nace de aquello que es la perfección
-y los otros:
                          una fiebre, una dolencia,
un combate, un frenesí, un estupor,
una quimera.
                          El deseo lo inventa,
lo avivan ayunos y laceraciones,
los celos lo espolean,
la costumbre lo mata.
                                        Un don,
una condena.
                          Furia, beatitud.
Es un nudo: vida y muerte.
                                                  Una llaga
que es rosa de resurrección.
Es una palabra:
                              al decirla, nos dice.

El amor comienza en el cuerpo
¿dónde termina?
                                Si es fantasma,
encarna en un cuerpo;
                                        si es cuerpo,
al tocarlo se disipa.
                                    Fatal espejo:
la imagen deseada se desvanece,
tú te ahogas en tus propios reflejos.
Festín de espectros.

Aparición:
                    el instante tiene cuerpo y ojos,
me mira.
                  Al fin la vida tiene cara y nombre.
Amar:
              hacer de un alma un cuerpo,
hacer de un cuerpo un alma,
hacer un tú de una presencia.
                                                          Amar:
abrir la puerta prohibida,
                                             
pasaje
que nos lleva al otro lado del tiempo.
Instante:
                  reverso de la muerte,
nuestra frágil eternidad.

Amar es perderse en el tiempo,
ser espejo entre espejos.
                                                Es idolatría:
endiosar una criatura
y a lo que es temporal llamar eterno.
Todas las formas de carne
son hijas del tiempo,
                                      simulacros.
El tiempo es el mal,
                                      el instante
es la caída;
                      amar es despeñarse:
caer interminablemente,
                                             
nuestra pareja
es nuestro abismo.
                                    El abrazo:
jeroglífico de la destrucción.
Lascivia: máscara de la muerte.

Amar: una variación,
                                        apenas un momento
en la historia de la célula primigenia
y sus divisiones incontables.
                                                      Eje
de la rotación de las generaciones.

Invención, transfiguración:
la muchacha convertida en fuente,
la cabellera en constelación,
en isla la mujer dormida.
                                             
La sangre:
música en el ramaje de las venas;
                                                              el tacto:
luz en la noche de los cuerpos.

                                                        Trasgresión
de la fatalidad natural,
                                          bisagra
que enlaza destino y libertad,
                                                      pregunta
grabada en la frente del deseo:
¿accidente o predestinación?

Memoria, cicatriz:
-¿de dónde fuimos arrancados?,
memoria: sed de presencia,
                                                    querencia
de la mitad perdida.
                                      El Uno
es el prisionero de sí mismo,
                                                      es,
solamente es,
                            no tiene memoria,
no tiene cicatriz:
                                amar es dos,
siempre dos,
                        abrazo y pelea,
dos es querer ser uno mismo
y ser el otro, la otra;
                                      dos no reposa,
no está completo nunca,
                                          gira
en torno a su sombra,
                                        busca
lo que perdimos al nacer;
la cicatriz se abre:
                                  fuente de visiones;
dos: arco sobre el vacío,
puente de vértigos;
                                    dos:
Espejo de las mutaciones.
Amor, isla sin horas,
isla rodeada de tiempo,
                                            claridad
sitiada de noche.
                                Caer
es regresar,
                        caer es subir.
Amar es tener ojos en las yemas,
palpar el nudo en que se anudan
quietud y movimiento.
                                          El arte de amar
¿es arte de morir?
                                  Amar
es morir y revivir y remorir:
es la vivacidad.
                            Te quiero
porque yo soy mortal
y tú lo eres.
                        El placer hiere,
la herida florece.
En el jardín de las caricias
corté la flor de sangre
para adornar tu pelo.
La flor se volvió palabra.
La palabra arde en mi memoria.

Amor:
              reconciliación con el Gran
todo
y con los otros,
                              los diminutos todos
innumerables.
                            Volver al día del comienzo.
Al día de hoy.

La tarde se ha ido a pique.
Lámparas y reflectores
perforan la noche.
                                  Yo escribo:
hablo contigo:
                            hablo conmigo.
Con palabras de agua, llama, aire y tierra
inventamos el jardín de las miradas.
Miranda y Fernand se miran,
interminablemente, en los ojos
-hasta petrificarse.
                                      Una manera de morir
como las otras.
                              En la altura
las constelaciones escriben siempre
la misma palabra;
                                  nosotros,
aquí abajo, escribimos
nuestros nombres mortales.
                                                    La pareja
es pareja porque no tiene Edén.
Somos los expulsados del Jardín,
estamos condenados a inventarlo
y cultivar sus flores delirantes,
joyas vivas que cortamos
para adornar un cuello.
                                            Estamos condenados
a dejar el Jardín:
                                delante de nosotros
está el mundo.
Tal vez amar es aprender
a caminar por este mundo.
Aprender a quedarnos quietos
como el tilo y la encina de la fábula.
Aprender a mirar.
Tu mirada es sembradora.
Plantó un árbol.
                              Yo hablo
porque tú meces los follajes.
Brenda's Name Jul 2015
Soy paranoia, soy demencia, soy alucinación.
Ando en medio de la oscuridad atormentada por mi mente.
Atormentada por esta triste depresión sin salida. Atormentada por el dolor.
No encuentro una luz, mi luz. No encuentro la paz, no encuentro mis píldoras.
No encuentro poesía. Necesito calmarme.
La noche anterior soñé que me intentaba quitar la vida. Sentí cómo mi respiración se ralentizaba, debo admitir que sentí alivio de acércame a la muerte. Anhelaba ese reposo sin embargo  el pánico empezó a hacer su papel y decidí detener el acto.
Soy un fantasma de carne y hueso, soy sombra, soy noche. Noche sin luna y sin estrellas.
Desperté. Sentí el vacío, pero quiero estar llena de felicidad. Temo naufragar, no quiero dar vueltas, me convierto en sombra, mis pensamientos se vuelven cada vez más grandes, más delirantes.
Olhei o exterior, a descoberto, no costume dos dias,
Olhar de lince, penetrou perante os espetros ocultos,
Tudo aquilo que se via, imaginava real, o que fazias,
E porque o era, nada mudava afinal nesses vultos!

Sem medos, nem costumes delirantes, tudo era normal,
As sombras não se escondiam nas penumbras do dia,
Nem o sol deixou de brilhar no pleno dia que eu vivia,
Acordar de criança, desejoso de o ser, como água termal!

Perdeu-se o tempo, constrangido com riscos e desafios,
Falava-se de tudo e para todos, sem nosso silêncio crismal,
Aquelas vestes de antigamente, tribunal, hoje é ponto final!

E a realização dos sonhos são isso, desafios lógicos e sentimentos,
Delira o corpo, com o satisfazer da mente, coisas duradouras e belas,
Se cresce desejo, se sonho quando te vejo e aprecio teus encantos,
Solto-me no ar, voando e planando, pelas nossas vestes, paralelas!


E longe te aperto aqui, mundo que conheci, seguro no bolso,
Seu fecho de saco impermeável e por demais, mais durável,
Aquece-me o presente, com sonhos para futuro, sustentável,
E, teus sonhos, meus, minha, vida tua é sem troca ou reembolso!

Autor: António Benigno
Código de Autor: 2013.10.02.02.26
No he visto el mar.
Mis ojos
-vigías horadantes, fantásticas luciérnagas;
mis ojos avizores entre la noche; dueños
de la estrellada comba;
de los astrales mundos;
mis ojos errabundos
familiares del hórrido vértigo del abismo;
mis ojos acerados de viking, oteantes;
mis ojos vagabundos
no han visto el mar...

La cántiga ondulosa de su trémula curva
no ha mecido mis sueños;
ni oí de sus sirenas la erótica quejumbre;
ni aturdió mi retina con el rútilo azogue
que rueda por su dorso...
Sus resonantes trombas,
sus silencios, yo nunca pude oír...:
sus cóleras ciclópeas, sus quejas o sus himnos;
ni su mutismo impávido cuando argentos y oros
de los soles y lunas, como perennes lloros
diluyen sus riquezas por el glauco zafir...!

Ni aspiré su perfume!
Yo sé de los aromas
de amadas cabelleras...
Yo sé de los perfumes de los cuellos esbeltos
y frágiles y tibios;
de senos donde esconden sus hálitos las pomas
preferidas de Venus!
Yo aspiré las redomas
donde el Nirvana enciende los sándalos simbólicos;
las zábilas y mirras del mago Zoroastro...
Mas no aspiré las sales ni los iodos del mar.

Mis labios sitibundos
no en sus odres la sed
apagaron:
no en sus odres acerbos
mitigaron la sed...
Mis labios, locos, ebrios, ávidos, vagabundos,
labios cogitabundos
que amargaron los ayes y gestos iracundos
y que unos labios -vírgenes- captaron en su red!

Hermano de las nubes
yo soy.
Hermano de las nubes,
de las errantes nubes, de las ilusas del espacio:
vagarosos navíos
que empujan acres soplos anónimos y fríos,
que impelen recios ímpetus voltarios y sombríos!
Viajero de las noches
yo soy.

Viajero de las noches embriagadoras; nauta
de sus golfos ilímites,
de sus golfos ilímites, delirantes, vacíos,
-vacíos de infmito..., vacíos... -Dócil nauta
yo soy,
y mis soñares derrotados navios...
Derrotados navíos, rumbos ignotos, antros
de piratas... ¡el mar! Mis ojos vagabundos
-viajeros insaciados- conocen cielos, mundos,
conocen noches hondas, ingraves y serenas,
conocen noches trágicas,
ensueños deliciosos,
sueños inverecundos...
Saben de penas únicas,
de goces y de llantos,
de mitos y de ciencia,
del odio y la clemencia,
del dolor
y el amar...!

Mis ojos vagabundos,
mis ojos infecundos...:
no han visto el mar mis ojos,
no he visto el mar!
Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.
Eu vi as nádegas da minha mulher sendo apertadas e abertas por mãos grandes e peludas enquanto um trombolho descomunal abria caminho à caverna escura que acredito nunca antes ter sido explorada.

Eu ouvi os ecos no corredor de nosso apartamento, de sons transmitidos pelo esgoelamento de suas cordas vocais delirantes e indiferentes à opinião da vizinhança. Provei o sabor acre da facada pelas costas sem derramar uma gota de lágrima ou de sangue.

Os braços estavam amarrados à cabeceira, sodomizada, num transe hipnótico engendrado pelo pecado. Não me viram entrando. Sentei-me numa poltrona, ainda imperceptível, quase inexistente, um magma quente borbulhava em meu estômago, um vulcão erodia em meu peito, sentia morrendo todos os meus valores, toda a minha compreensão de mim mesmo, faltava-me ar aos pulmões, faltava-me alma ao corpo, já não poderia ser compatível com a ideia de pecado, o ódio se apossava como um demônio em meu corpo obrigando meus braços a se moverem, um escravo arrastado por suas correntes, arranquei minhas roupas, meu pau ereto desprovido de qualquer amor, de qualquer sentimento humano, erguia-se pelo horror, pelo prazer perverso que se apoderava das minhas ideias, o que estaria por vir me excitava.

Aquele homem diante minha indiferença. Seu pau broxado pelo terror da minha imagem. Meu pau duro como uma muralha impenetrável, pontiagudo como uma estaca, atravessou seu peito como uma lança, empalado pelo ânus até a boca. Mudo como um peixe fisgado pelo arpão. Castrado engoliu seus próprios testículos.

Ela com a pele esfolada em músculo crú, estuprada como uma puta barata pelo meu punho a atravessar sua boceta seca, amarrada com suas entranhas gosmentas e fedidas de mentiras e recoberta por fezes, esquartejei em treze parágrafos seu falso discurso . Deixei sua cabeça largada ao canto daquele quarto sujo.

Estancaram-se me encarando. Nenhuma reação, nenhum movimento.
Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndese el aliento unos instantes...
y he aquí el nudo ****** deshecho.Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.
Dani Just Dani Dec 2023
Inclinado en una tarde sombría,
Entre tinieblas y la falta de calor,
Te solté como un pájaro nocturno
Y te vi volar entre las primeras
Estrellas que centellan tú llegada
Como mi alma cuando la tocastes
Por primate vez Amor mío.

Y aunque fui yo quien te solté,
Eh ido marcando con antorchas
Tu llegada inesperada.

Tengo historias que contarte,
Comida para enseñarte,
Besos que regalarte,
Callados, delirantes
Se pierden en este pueblo
En donde te amaba.

Oh mi vida,
Entre el silencio que me arropa
Y la voz algo se va muriendo,
Algo de angustia y olvido,
Algo entre las nubes y las estrellas,
Algo como la caída de un árbol.

Sin embargo, mis cuerdas vocales
Se bañan entren estas palabras fugaces,
Algo canta entre señales de humo,
Gritar, cantar, huir entre hojas
Marchitas del invierno.

Tú estás aquí, tú no huyes,
Tú me responderás hasta el último grito,
Sin embargo, alguna vez vi como corría
La tristeza debajo de las olas de tus ojos,
Y mi todo, apenas quedan gotas temblando.

Y triste y fuerte amor mío,
Que haces de repente que no llegas?

— The End —