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Miguel Serrano Dec 2015
Existe una ciudad de cuarzo exquisita
cuyas rosadas calles yo recorrí
siguiendo su sinuosidad caprichosa
en ensoñaciones o tiempos de ensueño;
contemplé su nimbada altura de sol
en un baño de anochecientes tinturas
que raro artista podrá nunca pintar.

Mis ojos velados de recuerdos hoy
reflejan las puertas cerradas, oscuras;
los muros, cercantes con custodio rol,
que se alzan, fieros y hostiles, ante mí.
Yo hago frente, y grito con voz poderosa
mas no caen los muros y voy a quedar
fuera de la ciudad de cuarzo exquisita.
I wrote this poem quite a long time ago, never uploaded it cause it was written in Spanish though; but I don´t care anymore. It was meant to be longer, but the circumstances changed and I couldn't finish it, not as it was supposed to be.
El pie del niño aún no sabe que es pie,
y quiere ser mariposa o manzana.

Pero luego los vidrios y las piedras,
las calles, las escaleras,
y los caminos de la tierra dura
van enseñando al pie que no puede volar,
que no puede ser fruto redondo en una rama.
El pie del niño entonces
fue derrotado, cayó
en la batalla,
fue prisionero,
condenado a vivir en un zapato.

Poco a poco sin luz
fue conociendo el mundo a su manera,
sin conocer el otro pie, encerrado,
explorando la vida como un ciego.

Aquellas suaves uñas
de cuarzo, de racimo,
se endurecieron, se mudaron
en opaca substancia, en cuerno duro,
y los pequeños pétalos del niño
se aplastaron, se desequilibraron,
tomaron formas de reptil sin ojos,
cabezas triangulares de gusano.
Y luego encallecieron,
se cubrieron
con mínimos volcanes de la muerte,
inaceptables endurecimientos.

Pero este ciego anduvo
sin tregua, sin parar
hora tras hora,
el pie y el otro pie,
ahora de hombre
o de mujer,
arriba,
abajo,
por los campos, las minas,
los almacenes y tos ministerios,
atrás,
afuera, adentro,
adelante,
este pie trabajó con su zapato,
apenas tuvo tiempo
de estar desnudo en el amor o el sueño,
caminó, caminaron
hasta que el hombre entero se detuvo.

Y entonces a la tierra
bajó y no supo nada,
porque allí todo y todo estaba oscuro
no supo que había dejado de ser pie,
si lo enterraban para que volara
o para que pudiera
ser manzana.
El tigre ferozmente enamorado,
la mariposa, abierta cruz del viento;
el musgo, de las rocas abrazado;
la espuma, flor del agua en movimiento.

Cuanto vive y se muere en aire y tierra,
o en cielos de galaxias suspendidas,
saben que en este sueño se me encierra
el secreto plural de veinte vidas.

Te quise ayer, no sé si cuarzo o fruta;
y anteayer, tal vez llama diminuta,
y más allá, pequeña flor nevada.

Te quise, ser anónimo y sufriente.
Y ahora te quiero, piedra de rompiente
que muerde a sombra y sol la marejada.

— The End —