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Fiorella Nov 2014
Tres cuartos de mi corazón cayeron en pedazos
Tres cuartos eres de mi mente,
Aunque tal vez nunca logre conocerte.

Ocupas un lugar en su mente,
No hay opción a perderte,
impregnada como amargo aroma,
revoloteas en su inconsciente.

Él no quiere olvidarte,
yo no pretendo borrarte,
fuiste inspiración,
fuiste nieblas,
fuiste sol.

Tres cuartos mides tú,
aún sigues siendo luz.

Entre nuevos recuerdos te apago,
entre nuevos recuerdos me convierto en ti,
entre nuevos recuerdos soy nueva luz
y poco a poco y lentamente se va llenando de mí.

Lo nublo, lo ahogo,
Lo dejo en el fondo
Te liquido de su mente
soy oscuridad ardiente.

Adió tres cuartos de alma,
Adiós musa.
Los últimos vencejos revolean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.

¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío,
a la par de sus doce en sus cincuenta!   ¡Oh alma plena y espíritu vacío,
ante la turbia hoguera
con llama restallante de raíces,
fogata de frontera
que ilumina las hondas cicatrices!   Quien se vive se pierde, Abel decía.
¡Oh distancia, distancia!, que la estrella
que nadie toca, guía.
¿Quién navegó sin ella?
Distancia para el ojo -¡oh lueñe nave!-,
ausencia al corazón empedernido,
y bálsamo suave
con la miel del amor, sagrado olvido.
¡Oh gran saber del cero, del maduro
fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño, manantial oscuro,
sombra divina de la mano augusta!
Antes me llegue, si me llega, el Día,
la luz que ve, increada,
ahógame esta mala gritería,
Señor, con las esencias de tu Nada.   El ángel que sabía
su secreto salió a Martín al paso.
Martín le dio el dinero que tenía.
¿Piedad?  Tal vez. ¿Miedo al chantaje?  Acaso.
Aquella noche fría
supo Martín de soledad; pensaba
que Dios no le veía,
y en su mundo desierto caminaba.   Y vio la musa esquiva,
de pie junto a su lecho, la enlutada,
la dama de sus calles, fugitiva,
la imposible al amor y siempre amada.
Díjole Abel: Señora,
por ansia de tu cara descubierta,
he pensado vivir hacia la aurora
hasta sentir mi sangre casi yerta.
Hoy sé que no eres tú quien yo creía;
mas te quiero mirar y agradecerte
lo mucho que me hiciste compañía
con tu frío desdén.
                  Quiso la muerte
sonreír a Martín, y no sabía.   Viví, dormí, soñé y hasta he creado
-pensó Martín, ya turbia la pupila-
un hombre que vigila
el sueño, algo mejor que lo soñado.
Mas si un igual destino
aguarda al soñador y al vigilante,
a quien trazó caminos,
y a quien siguió caminos, jadeante,
al fin, sólo es creación tu pura nada,
tu sombra de gigante,
el divino cegar de tu mirada.   Y sucedió a la angustia la fatiga,
que siente su esperar desesperado,
la sed que el agua clara no mitiga,
la amargura del tiempo envenenado.
¡Esta lira de muerte!
                      Abel palpaba
su cuerpo enflaquecido.
¿El que todo lo ve no le miraba?
¡Y esta pereza, sangre del olvido!
¡Oh, sálvame Señor!
                    Su vida entera,
su historia irremediable aparecía
escrita en blanda cera.
¿Y ha de borrarte el sol del nuevo día?
Abel tendió su mano
hacia la luz bermeja
de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón de su morada vieja.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,
el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra -¡oh pura sombra!- lleno.
muchas historias pasaron en nuestra vidas,
muchas personas fueron parte de ellas
solo las mejores como tu se quedaron.
son muchas las cosas que mi corazón procesa al mirarte a escuchar tu voz infinita que cada vez penetra en mi.
no quisiera ser egoísta, pero quisiera llevarte al infinito de mis pensamientos para que veas que el principio y el fin lleva marcado tu nombre en mi y que sera muy difícil borrarte de ahí
Los últimos vencejos revolean
en torno al campanario;
los niños gritan, saltan, se pelean.
En su rincón, Martín el solitario.

¡La tarde, casi noche, polvorienta,
la algazara infantil, y el vocerío,
a la par de sus doce en sus cincuenta!   ¡Oh alma plena y espíritu vacío,
ante la turbia hoguera
con llama restallante de raíces,
fogata de frontera
que ilumina las hondas cicatrices!   Quien se vive se pierde, Abel decía.
¡Oh distancia, distancia!, que la estrella
que nadie toca, guía.
¿Quién navegó sin ella?
Distancia para el ojo -¡oh lueñe nave!-,
ausencia al corazón empedernido,
y bálsamo suave
con la miel del amor, sagrado olvido.
¡Oh gran saber del cero, del maduro
fruto sabor que sólo el hombre gusta,
agua de sueño, manantial oscuro,
sombra divina de la mano augusta!
Antes me llegue, si me llega, el Día,
la luz que ve, increada,
ahógame esta mala gritería,
Señor, con las esencias de tu Nada.   El ángel que sabía
su secreto salió a Martín al paso.
Martín le dio el dinero que tenía.
¿Piedad?  Tal vez. ¿Miedo al chantaje?  Acaso.
Aquella noche fría
supo Martín de soledad; pensaba
que Dios no le veía,
y en su mundo desierto caminaba.   Y vio la musa esquiva,
de pie junto a su lecho, la enlutada,
la dama de sus calles, fugitiva,
la imposible al amor y siempre amada.
Díjole Abel: Señora,
por ansia de tu cara descubierta,
he pensado vivir hacia la aurora
hasta sentir mi sangre casi yerta.
Hoy sé que no eres tú quien yo creía;
mas te quiero mirar y agradecerte
lo mucho que me hiciste compañía
con tu frío desdén.
                  Quiso la muerte
sonreír a Martín, y no sabía.   Viví, dormí, soñé y hasta he creado
-pensó Martín, ya turbia la pupila-
un hombre que vigila
el sueño, algo mejor que lo soñado.
Mas si un igual destino
aguarda al soñador y al vigilante,
a quien trazó caminos,
y a quien siguió caminos, jadeante,
al fin, sólo es creación tu pura nada,
tu sombra de gigante,
el divino cegar de tu mirada.   Y sucedió a la angustia la fatiga,
que siente su esperar desesperado,
la sed que el agua clara no mitiga,
la amargura del tiempo envenenado.
¡Esta lira de muerte!
                      Abel palpaba
su cuerpo enflaquecido.
¿El que todo lo ve no le miraba?
¡Y esta pereza, sangre del olvido!
¡Oh, sálvame Señor!
                    Su vida entera,
su historia irremediable aparecía
escrita en blanda cera.
¿Y ha de borrarte el sol del nuevo día?
Abel tendió su mano
hacia la luz bermeja
de una caliente aurora de verano,
ya en el balcón de su morada vieja.
Ciego, pidió la luz que no veía.
Luego llevó, sereno,
el limpio vaso, hasta su boca fría,
de pura sombra -¡oh pura sombra!- lleno.
Para mi y para ti
De a Marte a escondidas
En la noche
De la Tierra con tus manos
Fabulosa.

Del nunca y dime cuando
Cuando bailas
En los sueños
Pies descalzos.

Cundo cantes en mi alma
Consternada
Tiritando.

De mis manos
Aun de hueso
Que sujetan tu cabello
Como manto.

Ni de ti, ni de mi
Ahora quiero no besarte
Fabulosa.

Solo quiero que me
mires como antes.

Dime ahora, dime nunca
Por qué nunca he dejado
De pensarte.

Cuando el tiempo
Está apunto de borrarte
De mi mente
Para siempre
De ti vuelve
Como flecha mitigante.

Ni de mi, ni de ti
Por que de Marte
A la Tierra
Son millones de kilómetros
A olvidarte...
A.M.
María José Feb 2018
Descendía lentamente los escalones del bus mientras me preguntaba cómo me iba a sentir. Habían pasado tantos meses, pero bien podría haber sido ayer. El tiempo no cura este tipo de dolores, solo aprendes a vivir con ellos como con el ruido constante de los carros en la ciudad.

Los recuerdos se aferran a tantas cosas que no he podido evadirlas todas, a pesar de mis esfuerzos. Sin embargo, tenía que regresar a tu casa y las calles reprochaban mi olvido gritando tu memoria. Cada tienda, cada esquina, cada piedra guardaba un pedazo tuyo que iba recogiendo para armar un rompecabezas que rompía mi corazón, de nuevo.

Le agradezco a esas cuadras no intentar borrarte, como yo, por guardar tanto de tus últimos años de vida. Aun así no puedo evitar odiarlas por seguir inmutables a pesar de tu ausencia, ¿cómo es eso posible? Que las calles no sientan la ausencia del sol. Del hombre que fue Superman y todos los demás heroes. Parece imposible, no lo entiendo.

Son tantos los recuerdos que se entretejen entre ellos y se convierten en un desordenado tapiz de anécdotas. Ahora quiero guardarlos todos, todos los que pueda. Busco entre los cajones de mi memoria y los cojo con cuidado, son como flores que planeo dejar entre las páginas de libros para preservarlas, no importa si no siguen igual. Porque incluso si están muertas, todavía huelen a ti.
This poem is about going back to my father's house for the first time after he passed away. It's in Spanish because I felt it more real if I did it in both his and my
Esta distancia me deja una marca
Una herida punzante
Y los meses pasan y el amor florece
Y mi cuerpo te pide a voces
No se como olvidarte si mi hobby es recordarte
Me siento como una niña tonta
Deseando que vuelvas pero a donde?
Tener miedo de encontrarte
Estoy de amarte es lo mas grande
Espero perdondarme
Por dejarte entrar tan adentro
Por permitirte tomar de mi pelo
Todo el dia lloro y me desvelo
Y creo superarte
Cuando llega un recuerdo vuelvo a llorarte
No espero cambiarte ni me trates como antes
Solo espero algun dia de mi mente borrarte

— The End —