Hoy es un día gris,
no por la lluvia
que apenas toca la tierra,
sino por la bruma
que se cuela en mi alma.
Anoche,
dormí entre susurros
que no se apagan,
voces que llegan
como viento entre las rendijas
de un corazón cansado.
Sentí —te juro—
un cuerpo tibio a mi lado,
no era carne, no era sombra,
era algo que no se nombra.
¿Fue mi mente?
¿O un eco que mi alma llama
sin saberlo?
Hay un límite tan delgado
entre lo real y lo invisible,
entre lo que duele
y lo que solo quiere ser oído.
¿Los atraigo yo?
¿Me buscan ellos?
¿Son reflejos de vacíos
que no sé llenar?
Y aquí estoy…
entre oraciones,
entre lágrimas y fe,
intentando entender
si estos murmullos
vienen del cielo,
del infierno,
o de algún rincón roto
dentro de mí.
Pero aún así,
me levanto.
Porque aunque sea gris,
el día sigue siendo día.
Y yo,
sigo siendo yo.
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