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Jr Aug 2017
Atisbo de un pezón a contraluz
luciérnagas bailan en mi estómago
uñas marcadas en mi espalda

El frote de tus labios,
como almohadillas húmedas,
refrescan mi ser
y así olvido mi olvido

Descenso lento
pero apresurado,
como quien se impacienta por el oro,
pero conoce los peligros del camino

Movimientos tenues,
una respiración,
un susurro

Me desvisto de mis pesares,
olvido lo que me agobia
caigo presa de una trampa
de la que aún no se descubre escapatoria

El estupefaciente más efectivo,
síntomas de la cima,
relajación, nervios y escalofríos
mezclados en un cóctel de lo más delicioso

Un beso, un abrazo
y hasta la mañana siguiente
Sentado ante su mesa de trabajo
Estaba, en tanto que visiones blancas
y vaporosas, en azul ensueño,
En torno de su lámpara flotaban,
y níveos copos de menuda nieve
Daban en el cristal de su ventana.

Y de repente vino a su memoria,
En el hondo silencio de la estancia,
El recuerdo de un hombre conocido
Hacía muchos años. La garganta
Sintió oprimida, y algo de tristeza
y de vergüenza conmovió su alma.

Recordó la humildad de ese hombre triste.
Humildad en acciones y palabras,
Que don ninguno recibió del cielo
y llevó siempre vida solitaria
Como un árbol en áspera llanura.
Recordó sus promesas reiteradas
De ir a verlo en su plácido retiro,
y que aquel hombre en su mansión callada
Esas ofertas siempre agradecía,
Pero creyendo sus promesas vanas.
Y se acordó también de que ese hombre
En su silencio y su humildad lo amaba.

Todos esos recuerdos se agolparon
De pronto en su memoria, en la callada
Sombra que lo envolvía. En su hondo ensueño
Quiso apartarlos, pero voz del alma,
Voz imperiosa estremecer lo hizo.
Se puso en pie. Lucía en su mirada
luz de sonrisa, y respiró, ya libre
del nudo que oprimía su garganta.

Y apresurado se vistió. La noche
Cubría la llanura solitaria,
Y dirigió los pasos en la nieve
Del hombre humilde a la tranquila casa.

Y entró. Después de familiar saludo
y ya sentado cerca de la llama
Entre ese hombre y su humilde compañera,
Que con muda sorpresa se miraban,
Observó pensativo esos silencios
Que interrogan, y son como en las páginas
Esos espacios que la pluma deja
A veces entre frases y palabras.

Y en ambos rostros observó de pronto
como inquietud furtiva, entre las pausas
del lento hablar, mas comprendió en seguida
La causa: No creían, no esperaban
Que viniera, tan tarde, y de tan lejos,
En medio de la nieve y entre charcas,
Sólo por darles un placer, y sólo
Por cumplir su promesa. Y se miraban
Aguardando angustiados que dijera
De ese visita la razón. ¿Qué causa
lo hizo venir en semejante noche?
¿Qué servicio quería? ¿Era una infausta
o grata nueva, la que así, tan tarde,
Lo traía al silencio de esa casa?

Comprendiendo esa íntima zozobra
Quería hablar para infundirles calma,
Pero seguían los silencios lentos,
y seguían pesando las palabras;
y como él temerosos los veía
de una revelación inesperada,
Ante ellos se sintió como acusado,
Confuso, torpe, y en angustia el alma.

Y se vio como lejos...  lejos de ellos,
Como si frente a frente no se hallaran,
Hasta que en pie, para salir, se puso.
La angustia que sus almas embargaba
Al fin cesó. Lo comprendieron todo...
Vino por ellos, para hacerles grata
Esa noche de invierno; solamente
Por ellos... y en sus ojos irradiaba
Luz de alegría. Quiso verlos alguien
En su vida tranquila y solitaria;
Visitarlos, oírlos... Y más fuerte
Que la nieve, y el frío y la distancia
Fue ese deseo. Vino a verlos alguien
En el hondo silencio de sus almas...
Alguien al fin llegó. ¡Cuánto alborozo!
Fluían de sus labios las palabras,
y para retenerlo, sonreían,
y entusiasmados a la vez hablaban.

Les prometió que volvería. Y antes
De llegar a la puerta, la mirada
Tendió en redor,  porque en la mente quiso
La memoria fijar de aquella casa.
Clavó la vista en cada mueble; luego,
Como queriendo concentrar el alma
En un recuerdo, los miró callado
Porque en el fondo de su ser dudaba
Si volvería... Y se perdió su sombra
En la llanura, por la nieve, blanca.
Memoria soy del más glorioso pecho
Que España en su defensa vio triunfante;
En mí podrás, amigo Caminante,
Un rato descansar del largo trecho.
Lágrimas de soldados han deshecho
En mí las resistencias de diamante;
Yo cierro al que el Ocaso y el Levante
A su Victoria dio Círculo estrecho.
Estas Armas, vïudas de su Dueño,
Que visten de funesta valentía
Este, si humilde, venturoso leño,
Del grande Osuna son; Él las vestía,
Hasta que apresurado el postrer sueño,
Le ennegreció con Noche el blanco Día.
Sobre la falda tenía
    el libro abierto;
en mi mejilla tocaban
    sus rizos negros;
no veíamos letras
    ninguno creo;
mas guardábamos ambos
    hondo silencio.
¿Cuánto duró?  Ni aun entonces
    pude saberlo.
Sólo sé que no se oía
    más que el aliento,
que apresurado escapaba
    del labio seco.
Sólo sé que nos volvimos
    los dos a un tiempo,
y nuestros ojos se hallaron
    ¡y sonó un beso!Creación de Dante era el libro;
    era su Infierno.
Cuando a él bajamos los ojos,
    yo dije trémulo:
-¿Comprendes ya que un poema
    cabe en un verso?
Y ella respondió encendida:
    -¡Ya lo comprendo!
Jr Aug 2018
movimiento perpetuo
un péndulo
la vida misma

caprichosa y terca
no se queda en un solo sitio
yo sólo quiero pararme a respirar

en apresurado paso
recorro callejones estrechos
se cierran y arañan mis hombros

veo luces al final de los pasadizos
pero ninguna se detiene a esperarme
y los pies me duelen
Uno de aquellos que a Jesús herían
Con blasfemias, después de flagelarlo,
Arrancole un puñado de cabellos
En tibia sangre y en sudor bañados;

y dijo, alzando los crispados puños:
«Vaya ofrendarlos a Caifás». El manto
De la noche cayó sobre la tierra,
y el hombre caminaba apresurado.

De pronto se detuvo, como presa
De una visión deslumbradora, y pálido
y amedrentado vaciló... Tenía
Un haz de resplandores en la mano.

— The End —