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Desmotivado,
alfil destrozado,
con mi alma rota,
no del mundo,
sino de tanto pensar,
la vida es una y no volverá.

Desmotivado,
alfil destrozado,
que han llenado
tu vida de propaganda,
aturdido del corrupto profano,
y tu ahí sentado.

Desmotivado.
alfil destrozado,
que no defiendes
tu espada envainada,
con los puños bien cerrados
mirando infinito
el reflejo de dos espejos.

Desmotivado,
alfil destrozado,
que esperas la estrella divina
y esta nunca, nunca se a mostrado.
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo ***** y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?
Que destrozares,
apaciguaran mis aguas
este mes,
¿seras tu mi taladro?
¿mi cuervo *****?
serán acaso tu silencios
hirientes e inertes.
Que destrozares
quemaran mis bosques
este mes,
¿sera tu flecha?
¿tu mazo de carne?
¿sera el cuchillo
el alfil penetrante?

Sera tu desprecio
mi condena
mi cadena.

— The End —