La tercera vez de todos los días
(por ti, por cada te amo)
Tercera vez en el día
que te escribo,
aunque tú no lo puedas ver,
que te chillo que te quiero,
aunque no me puedas oír.
Ya no sé si escribir es un hobby
o un paso por estar más cerca de ti.
Ahora escucho tu música
para acordarme
de lo que era estar junto a ti.
Y te echo de menos:
a ti,
a tus pensamientos,
a tus taras.
¿Taras?
Como si eso importara.
Esas que tanto odiabas,
pero mira,
no puedo parar de pensarlas.
¿Y qué será de ti?
Una preocupación
que me invade el pecho,
que no me deja vivir,
como si protegerte
fuera mi misión
y tú mismo
fueras mi rendición.
Tengo más preguntas que respuestas,
más lágrimas que ganas,
más problemas que tiritas
que ya no sanan.
Pero qué más da:
desgárrame
hasta que no sea nada,
hasta llevar yo
todo el peso de la casa.
Sabes que cargaría tus penas,
aunque yo me quede en cadenas.
“Por mi bien”, decías.
Pero dime:
¿quién te dio derecho
para asumir
lo que quería?
Tercera vez en el día que te lloro.
Te lo reconozco.
Estoy cansada de oír tu voz
taladrándome el corazón,
de que rompas las barreras
que te he puesto.
Estoy cansada de verte en humo,
de verte hasta en los espejos,
de que solo quede un recuerdo,
vivo desde que te fuiste
con un mensaje en el pecho.
Sigo buscando en el diccionario
la palabra que explique lo que siento.
Busco el significado
como la flor busca al sol.
No la encontró.
No me encuentro.
Sigo pensando:
¿qué queda de mí?
Te lo he dado.
Lo has llevado como recuerdo.
Solo has dejado un cráter en mi corazón.
Lo relleno con dolor,
con alcohol,
con todo lo que me provoque
alguna sensación —
aunque sea ardor,
o tan solo rencor,
tal vez desesperación.
Desesperación por ti,
por cada mensaje,
por cada "te amo",
por cada día
en el mismo sitio, sentados.
Quizás,
solo quizás,
algún día
no te lloraré,
no te esperaré,
no te buscaré.
Pero solo... dejare de hacerlo cuando deje de respirar