ÂĄYa coronĂł la dicha tus amores!
Un hijo tienes ya, que habrĂĄ nacido
Oyendo, cual los dulces ruiseñores,
MĂșsicas en los aires y en el nido.
SĂ© que la madre de ventura loca
Cifra en él sus mås dulces embelesos,
Y que en la fresca guinda de su boca
Acendra miel con lĂĄgrimas y besos.
SĂ© que a ti ya te enferman los sonrojos,
Pues cada extraño que en tu bien repara
Te dice que sus ojos son tus ojos.
Que en su cara de cielo estĂĄ tu cara.
Y hablando la verdad, si se parece
A su progenitor, yo lo bendigo;
Ya verĂĄs cĂłmo vive y cĂłmo crece,
Y halla en cada mortal un buen amigo.
ÂĄTodo igual a su padre! el mundo dice,
Y tĂș lo miras, y con tierno arrullo
Tu mano lo acaricia y lo bendice
Con infinito amor y noble orgullo.
Hoy tiemblas si en la cuna se menea,
Y tiemblas cuando duerme sosegado,
Y al ver que gesticula y pestañea
Dices en tu interior: ¿qué habrå pensado?
Ni la brisa sutil dejas que roce
Su frente angelical; te ve y suspira,
Y dices con pasiĂłn: ÂĄya me conoce,
Y ya me quiere hablar cuando me mira!
HabrĂĄ que verte cuando ufano pasas
Llevando al nuevo rey de tus amores,
En un coche de mimbres y de gasas
En triunfo por los anchos corredores.
Seguro estoy de que gozoso gritas
Cuando ves con qué gracia tu heredero
Alza al aire las blancas manecitas
Y agita el argentado sonajero.
Y que, por mås que estå recién llegado
A tu hogar, venturoso cual ninguno,
Lo sueñas almirante y abogado,
CapitĂĄn general, sabio y tribuno.
Y lo miras del mundo en la faena
Desdeñando lisonjas y oropeles,
Y su mirada cĂĄndida y serena
Te habla de gloria, aplausos y laureles.
Siendo tan pequeñito lo ves hombre,
Y hasta pretendes inquirir ufano
CĂłmo pondrĂĄ las letras de su nombre
El jazmĂn diminuto de su mano.
Comprendo bien que el serafĂn te engrĂe,
Que con él van tus horas muy de prisa,
Y que miras a Dios si te sonrĂe,
Pues estĂĄ todo el cielo en su sonrisa.
Miro a la joven madre en su recato
Cómo lo baña en su mirar sereno,
Y hallando en él tu amor y tu retrato,
ÂĄLe da toda la savia de su seno!
Comprendo tu alborozo: en tu alma anida
El mĂĄs augusto y santo regocijo;
ÂĄSer padre es ser devoto de la vida,
Porque toda la vida estĂĄ en el hijo!
Hoy pensarĂĄs en todo; si te exalta
El mĂĄs ciego furor, pronto al mirarlo
ExclamarĂĄs con miedo: ÂĄle hago falta!
ÂĄYo no debo por nadie abandonarlo!
Es nueva religión la que en él tienes;
Al verlo tu esperanza fortificas,
Y la mejor corona de tus sienes
Es el inmenso amor que le dedicas.
ÂżNaciĂł para cantar? ÂĄdestino santo!
No lo veré; mi vida se derrumba
A un abismo sin fin; pĂdele un canto
A mi cariño a ti, sobre mi tumba;
Dile que se estrecharon nuestras manos
Cuando viniste a honrar el suelo mĂo,
Que tĂș y yo nos quisimos como hermanos,
Que le amo mucho, y que me llame tĂo.
Que ha visto el claro albor de la existencia
En esa fecha llena de esplendores
En que mi patria ungiĂł su independencia
Con el grito del cura de Dolores.
ÂĄDios te vele esa joya de valĂa,
Tenga en el mundo mirtos por alfombra,
Y que mañana puedan tĂș y MarĂa
Entrelazar sus canas a su sombra!